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ESTRENANDO LOS DÍAS (Gioconda Belli)

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Estos días todo sos vos, tus brazos, tu palabra suave y este volcado y posesivo amor, invadiéndome sin resistencia, llenándome de arroyos para darte abrazos frescos, risueños, cantarinos y hacer saltar la risa desde tu cara de intelectual donde se esconde un niño juguetón, travieso, que se me da sobre las sabanas blancas cuando hacemos el amor y somos una sonrisa convertida en hamaca donde se mecen nuestros cuerpos.

Estos días de caer cansados en el sueño de miles de planes, de preocupaciones compartidas, de hacernos cosquillas y salir de mañana juntos después del pan con mantequilla, las toallas, el baño, el enfurruñamiento por levantarse temprano cuando hubiera sido tan rico seguir durmiendo abrazados, soñando con países nuevos y batallas ganadas.

Estos días tienen el color de todas las cosas redescubiertas, como andar explorando cuevas que se van abriendo ante la magia de nuestras manos enlazadas, de nuestros ojos que se encuentran; como si juntos tuviéramos la combinación secreta para abrir los misterios del mundo, como si fuéramos cerradura y llave del sueño.


Gioconda Belli
Línea de fuego,  1978


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Descargar el poemario
Línea de fuego,
de Vitanet

POEMAS DE LUGAR (Gioconda Belli)


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¿Qué sos Nicaragua?

¿Qué sos
sino un triangulito de tierra
perdido en la mitad del mundo?

¿Qué sos
sino un vuelo de pájaros
guardabarrancos
cenzontles
colibríes?

¿Qué sos
sino un ruido de ríos
llevándose las piedras pulidas y brillantes
dejando pisadas de agua por los montes?

¿Qué sos
sino pechos de mujer hechos de tierra,
lisos, puntudos y amenazantes?

¿Qué sos
sino cantar de hojas en árboles gigantes
verdes, enmarañados y llenos de palomas?

¿Qué sos?
sino dolor y polvo y gritos en la tarde,
-"gritos de mujeres, como de parto"-?

¿Qué sos
sino puño crispado y bala en boca?

¿Qué sos, Nicaragua
para dolerme tanto?




Ché

¿Si el poeta eres tú,
qué puedo yo decirte comandante?
¿Qué puedo yo decirte, comandante?,
todavía guarda mi memoria
tus fotos en Bohemia "Edición del Triunfo".
Tu cara hermosa y risueña.
Qué hermoso sos, comandante,
un hombre con cara de futuro,
un hombre grande, lleno de alegría y victoria.
¿Qué puedo yo decirte, comandante,
si vos sos el poeta de la flor y el mate
del tiempo detenido en una ráfaga de metralla
que canta?






Huelga

Quiero una huelga donde vayamos todos.
Una huelga de brazos, piernas, de cabellos,
una huelga naciendo en cada cuerpo.

Quiero una huelga
de obreros de palomas
de choferes de flores
de técnicos de niños
de médicos de mujeres.

Quiero una huelga grande,
que hasta el amor alcance.
Una huelga donde todo se detenga,
el reloj las fábricas
el plantel los colegios
el bus los hospitales
la carretera los puertos.

Una huelga de ojos, de manos y de besos.
Una huelga donde respirar no sea permitido,
una huelga donde nazca el silencio
para oír los pasos del tirano que se marcha.






Partirás otra vez...

Partirás otra vez
porque la tierra llama
con la fuerza de una mujer desamparada.
Partirás otra vez, mi amor,
porque es allá
donde la vida de tantos se resuelve.
Allá te espera la esperanza,
la lucha sin cuartel.
Allá son los desvelos
y el reto de un tiempo sin medida
tratando de saltar al paso de la historia.
Anda, mi amor,
anda con esos brazos que me abrazan,
con esa boca que me besa,
a chorrear fuego, amor,
a llevar esa fuerza
a la tierra desde donde salimos
a la tierra que amamos.
Anda, mi amor,
yo voy también aunque me quede lejos
y estaré allí con vos
en el viento y la lluvia,
en el calor del medio día,
en las tapitas de dulce,
en las chicharras y en los grillos,
en el peligro,
allí por donde andes,
andaré yo,
entre la tierra y tu sombra
habrá una mujer
acariciándote.




Hasta que seamos libres


Ríos me atraviesan,
montañas horadan mi cuerpo
y la geografía de este país
va tomando forma en mí,
haciéndome lagos, brechas y quebradas,
tierra donde sembrar el amor
que me está abriendo como un surco,
llenándome de ganas de vivir
para verlo libre, hermoso,
pleno de sonrisas.

Quiero explotar de amor
y que mis charneles acaben con los opresores
cantar con voces que revienten mis poros
y que mi canto se contagie;
que todos nos enfermemos de amor,
de deseos de justicia,
que todos empuñemos el corazón
sin miedo de que no resista
porque un corazón tan grande como el nuestro
resiste la más crueles torturas
y nada aplaca su amor devastador
y de latido en latido
va creciendo,
más fuerte,
más fuerte,
más fuerte,
ensordeciendo al enemigo
que lo oye brotar de todas las paredes,
lo ve brillar en todas las miradas
lo va viendo acercarse
con el empuje de una marea gigante
en cada mañana en que el pueblo se levanta
a trabajar en tierras que no le pertenecen,
en cada alarido de los padres que perdieron a sus hijos,
en cada mano que se une a otra mano que sufre.


Porque la fuerza de este amor
lo irá arrollando todo
y no quedará nada
hasta que no se ahogue el clamor de nuestro pueblo
y gritos de gozo y de victoria
irrumpan en las montañas,
inunden los ríos,
estremezcan las ramas de los arboles.

Entonces,
iremos a despertar a nuestros muertos
con la vida que ellos nos legaron
y todos juntos cantaremos
mientras conciertos de pájaros
repiten nuestro mensaje
en todos
los confines
de América.



LA MUJER HABITADA (Gioconda Belli)


  

La mujer habitada sumerge al lector en un mundo mágico y vital donde la resistencia ancestral del indígena al español se vincula a la rebelión femenina y a la insurgencia política de hoy.

Lavinia abandona la casa de sus padres para iniciar una vida de mujer independiente. Piensa que por fin empezará a escribir su historia.
Pero ignora que, junto con el amor, llegará la oportunidad de escribir La Historia. Una voz íntima que habita en su sangre la incita a unirse a los cazadores de utopías...

Gioconda Belli narra con poesía e inteligencia una historia tan antigua y apasionante como el mundo: el amor entre un hombre y una mujer, y la lucha de un pueblo por la libertad.

Nos introduce en una especia de realismo mágico, cuando descubrimos que Lavinia, mujer moderna, acomodada y cosmopolita es habitada por el espíritu de una indígena previamente reencarnada en un naranjo de su jardín.






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HEMOS LLEGADO AL DÍA. La fecha favorable para el combate, marcado por el signo "ce itzcuintli" "uno perro", consagrada al dios del fuego y del sol.

Antes de la llegada de los invasores, nosotros nunca íbamos a la guerra por sorpresa. Muchas embajadas enviaban nuestros calachunis a las tierras en disputa, para tratar de lograr acuerdos amigables. No sólo le dábamos al adversario tiempo suficiente para preparar la defensa, sino que incluso les proporcionábamos rodelas, macanas, arcos y flechas. Nuestras guerras obedecían a la voluntad de los dioses desde el origen del mundo, desde que las cuatrocientas serpientes de nubes olvidaron su misión de dar de comer y beber al sol. Las guerras se decidían a "juicio de los dioses" y por eso, era menester que su juicio no fuese falseado con enfrentamientos desiguales o enemigos atacados sin aviso.

Fueron los invasores los que impusieron nuevos códigos de guerra. Ellos eran arteros, engañosos. Las guerras que nos hicieron estaban profanadas de principio a fin. No respetaban las reglas más elementales. Nos dimos cuenta que a ese enemigo debíamos enfrentarlo de noche, agazapados, con argucias de ratón, quimichtin —los guerreros disfrazados que mandábamos a investigar a tierras enemigas— o en terrenos que sólo nosotros conocíamos y a donde los conducíamos haciendo relucir el teguizte, el metal dorado que les fascinaba.

Pero mucho han cambiado las artes de la guerra en el mundo trastocado de este tiempo. Los guerreros que rodean a Lavinia guardan silencio. No tienen chimailis para defenderse del fuego enemigo; olvidados están ya el atlatl, el arco y las flechas, los tlacochtli envenenados. Ellos no se preparan el cuerpo con aceite antes de la batalla y me imagino que, cuando se encuentren frente a frente con el enemigo, no ulularán los caracoles, ni sonarán los pitos de hueso su agudo chillido ensordecedor.

¡Ah! Pero qué digo, ¡qué recuerdo! Mis recuerdos son viejos aun para mí. Los invasores quebraron todas nuestras leyes. Ellos no se conformaban como nosotros, con posesionarse del templo más importante de la tierra enemiga, marcando así la derrota de su dios blanco y español, y la victoria de Huitzilopochtli. Arrasaban todo lo que encontraban a su paso.

Ellos no guardaban guerreros, como nosotros soldados invasores, para ofrecerlos en sacrificio, darles la muerte sagrada. Ellos mataban sin piedad o herraban a los cautivos como animales, como reses, para luego servirlos de comida a los perros o usarlos como bestias de carga. Los invasores no hacían, como era la costumbre, tregua con los vencedores o los vencidos, para establecer en armonía, después del fallo de los dioses, los tributos que debían entregarse a los victoriosos. Ellos simplemente se posesionaban de todos los bienes. No dejaban piedra sobre piedra.

Su guerra era total.

Su único dios, más fiero que todos los nuestros, más sanguinario.

Su calachuni, que llamaban "rey" era insaciable de taguizte.

Sólo el coraje nos quedó. Al final sólo el ardor de la sangre teníamos para oponerles.

Con ardor venció Yarince a la muerte. Buscó caparazones, las duras conchas refugio de los caracoles y se vistió de cal y piedra para enfrentar la múltiple soledad de las noches.

Muchos días erró aún, mientras yo dormía en mi morada de tierra, sentía sus pasos, inconfundibles entre las pisadas de los jaguares y los venados.

Hasta que lo cercaron los invasores. Y todo esto lo vi yo en un sueño. Se encaramó, puma, sobre las rocas y desde allí, desde la altura del monte, miró una única última vez, las cabelleras de los ríos, el cuerpo extendido de las selvas, el horizonte azul del mar, aquella tierra que había llamado suya, a la que había poseído.

"No me poseerán —gritó, a los barbudos que lo miraban asustados—. No se adueñarán de una sola brizna de este cuerpo."

"Iltzá!" —gritó, sacándome para siempre de mi sueño, y se lanzó al espacio, sobre las rocas que se encargaron dulcemente de dispersarlo. Jamás pudieron los conquistadores recuperar ni siquiera un vestigio de su cuerpo: esa tierra de mis cantares, territorio amado negándose para siempre al invasor.




Gioconda Belli
La mujer habitada, 1988


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Ir a De las ideas a la práctica:
la complejidad de las propuestas éticas en
La mujer habitada de Gioconda Belli

de Silvia Lorente-Murphy.
pinchando aquí




DE LAS IDEAS A LA PRÁCTICA: LA COMPLEJIDAD DE LAS PROPUESTAS ÉTICAS EN "LA MUJER HABITADA" DE GIOCONDA BELLI (Silvia Lorente-Murphy)





Al releer La mujer habitada (1988) de la escritora nicaragüense Gioconda Belli, me interesó revisar la bibliografía sobre esa novela, reexaminar la obra desde la perspectiva de un nuevo siglo y reflexionar sobre los conceptos de feminismo y justicia social expuestos en los años setenta y ochenta y en este libro en particular. 

La mujer habitada es un ejemplo ilustrativo y característico de la narrativa del Post Boom (1). En este libro se cuenta una historia central pero, a través de ella, se plantean muchos problemas éticos. La novela está escrita en un estilo tradicionalmente considerado realista y, en muchos sentidos, se acerca al documento ya que narra acciones y situaciones transcurridas en Nicaragua durante la época del dictador Somoza (2). Sin embargo, y reforzando la caracterización del Post Boom de Juan Manuel Marcos (3) de que el realismo de esta narrativa está lejos de ser simplista, la narración usa elementos decididamente mágicos, tales como el del espíritu encarnado en el naranjo de la casa de la protagonista y más tarde en la protagonista misma para fundamentar valores éticos específicos planteados en la exposición "realista".

La mujer habitada ofrece al lector un plano mágico paralelo a otro totalmente reconocible, pero al unir estas dos dimensiones, el libro deviene un exponente de varias realidades históricamente vigentes en el mundo latinoamericano finisecular: la resistencia ancestral del indígena al español, la rebelión femenina y la lucha del pueblo por los derechos humanos. 

Lavinia, la protagonista, es una mujer de veintitrés años, miembro de la burguesía de la ciudad ficcional de Faguas, que abandona la casa paterna para iniciar una vida independiente en su propia casa y trabajando como arquitecta. Poco tiempo después descubre que el sistema "proteccionista" y "patriarcal" se extiende a todos los ámbitos de su vida y que la historia personal no tiene ningún sentido si no es incorporada a la historia del país. La historia del país, sin embargo, precede a la protagonista pues en ella figura el sometimiento del indígena y la excede también, en el sentido de que ella sólo representa un sector mínimo en todo el engranaje del país que funciona para crear el futuro. Básicamente, La mujer habitada es una historia de amor (Lavinia y Felipe) inserta en el amplio escenario de cuatro siglos de lucha de un pueblo por la libertad. 

Al principio de la novela, a Lavinia, la protagonista, le interesa el aspecto teórico del feminismo , su autorealización y el concepto de justicia social: ideas todas que en los años setenta y ochenta parecían no sólo aplicables a la realidad latinoamericana sino un imperativo para cambiar cualquier sistema que necesitaba corrección. Progresivamente, a medida que participa más de la realidad circundante, la preocupación de Lavinia se va desplazando hacia la causa social aplicada y lo que va ganando prioridad es la comunidad no como ideal o concepto sino como suma de entes totalmente definibles. Al final de un proceso de enfrentamiento diario con los diferentes estratos económicos, sociales, culturales y genéricos, llega a la conclusión (aunque nunca lo enuncia de manera dogmática) de que la teoría occidental, aprendida en Europa en sus años de universidad, es de difícil aplicación en su país. 

La novela comienza con el primer día de trabajo de Lavinia como arquitecta. Ese día vuelve a su casa un poco angustiada por la revelación de que sus colegas hombres no la tratan como a una igual. Su casa, su refugio, está prolijamente ordenada gracias a la ayuda que Lucrecia, la doméstica, le presta. Itzá, la mujer indígena encarnada en el naranjo, observa la llegada de Lavinia y medita en el hecho de que en la actualidad las mujeres no parecen subordinadas sino "personas principales" (p.34) ya que hasta tienen servidumbre para las labores domésticas mientras ellas van a ocupar el espacio tradicionalmente reservado para los hombres. Me parece importante notar aquí el desdoblamiento que adquiere la vida de Lavinia dependiendo del punto de vista desde donde se la mire: Lavinia vuelve a su casa decepcionada por lo que ella interpreta como una falta de emancipación, mientras que Itzá y Lucrecia consideran a Lavinia como una mujer totalmente emancipada. Esta ambigüedad acerca de la significación de lo que se entiende por "emancipación femenina" en Latinoamérica se mantendrá a lo largo de toda la novela.

Es interesante que Itzá, la indígena, a pesar de que más tarde se va a revelar como una mujer que desafió las convenciones, no le ve mayor ventaja a la multiplicidad de roles de la mujer contemporánea. De hecho, a pesar de su emancipación, de su determinación por ser autosuficiente y tener su vida bajo control propio, Lavinia sufre decepciones características de las mujeres "tradicionales" aunque a nivel racional se rebele contra "la vocación de Penélope" de las mujeres y el privilegio de tomar decisiones de los hombres. Este problema aparece claramente ilustrado en uno de los primeros capítulos del libro cuando después de comenzar su romance con Felipe, una noche lo espera en vano. Lavinia expone sus reflexiones acerca de la actitud del sexo opuesto en general. No comprende, en efecto, qué es lo que hace que un hombre reniegue en su madurez de lo que ha dependido siempre (la mujer) para vivir, para crecer, para tener los primeros contactos con el mundo y se pregunta por qué se rebelan con tan inusitada fiereza contra esta dependencia "sometiendo al signo femenino, dominándolo, negando el poder de quienes a través del dolor de piernas abiertas les entregaban el universo, la vida" (pp.57-58). 

Cuando Felipe llega a la casa de Lavinia con un herido y le explica que ambos son miembros del Movimiento de Liberación Nacional, ella defiende su postura no política: 

Una cosa es que yo, como mucha gente, les respete la valentía. Pero eso no quiere decir que esté de acuerdo. Pienso que están equivocados, que es un suicidio heroico. Te pido, por favor, que no me vuelvas a meter en nada de esto (p.68) 
Tal vez porque han pasado tres décadas desde los años más turbulentos de la lucha antisomocista y los hechos históricos inevitablemente se ven diferentes a la luz de la distancia temporal, el lector actual de La mujer habitada tiene menos problemas en disculpar la actitud no comprometida de Lavinia que recién empieza a probarse a sí misma como persona, recién está experimentando su libertad, acto que sabe, por el tratamiento de sus colegas y el mismo Felipe, no va a ser fácil. Lavinia recién está comenzando a comprender el horizonte más cercano, su propio perímetro. Su respuesta es la apropiada a sus circunstancias. El inconsciente colectivo, sin embargo, simbolizado por Itzá, y testigo inmediato de las truculencias políticas del momento, no puede aceptar la negación de Lavinia. Itzá fue una mujer que dejó la casa paterna y se unió a los hombres en su lucha contra el blanco. 

¡Ah! Cómo hubiera deseado sacudirla, hacerla comprender. Era como tantas otras . Tantas que conocí. Temerosas. Creyendo que así guardaban la vida. Tantas que terminaron tristes esqueletos, sirvientas en las cocinas, o decapitadas cuando se rendían de caminar, o en aquellos barcos que zarpaban a construir ciudades lejanas llevándose a nuestros hombres y a ellas para el descargue de los marineros (p. 70) 
El comentario de Itzá pone de manifiesto que el progreso es tan sólo ilusorio si no se han extirpado los mecanismos de explotación: el blanco al indio, el hombre a la mujer, el gobierno al pueblo. El tiempo pasa, se cambian ciertas modalidades, como lo atestigua Itzá desde su perspectiva del árbol, pero el centro ético permanence intacto, por lo tanto, el progreso es sólo una ilusión. 

La protagonista de La mujer habitada está "habitada" por una indígena. Esa otra que se encarna en Lavinia representa la memoria maya en el presente y permite al lector contemplar el proceso ininterrumpido de la lucha del pueblo nicaragüense contra la tiranía y la posición de la mujer a través de siglos y culturas. Tanto Itzá como Lavinia son mujeres anticonvencionales, combatientes que han roto con las tradiciones de su época. En más de un sentido, ambas son mujeres "excéntricas". 

Siento la sangre de Lavinia y me invade una plenitud de sabia invernal, de lluvia reciente. De extraña manera, es mi creación. No soy yo. Ella no soy yo vuelta a la vida. No me he posesionado de ella como los espíritus que asustan a mis antepasados. No. Pero hemos convivido en la sangre y el lenguaje de mi historia, que es también la suya (p.132) 

La mujer habitada , sin embargo, por boca de Lavinia\Itzá, parece plantear un concepto emancipador de la mujer pero sin modificar sus experiencias concretas como mujer, madre, hija y amante. En la acción final, cuando Lavinia está a punto de ultimar al general Vela, los pocos segundos de duda le cuestan la vida ya que el hombre alcanza a dispararle a ella antes de morir. La voz narradora explica que Lavinia piensa fugazmente en el hijo de Vela presente en la sala quien sueña con volar. Ella le había dicho al niño meses antes que "ser piloto de Guerra es muy triste. Se vuela para matar, no tiene nada que ver con tus sueños de volar" (p.297), manifestando así su respeto por la vida y, en el momento de la acción, la lealtad a sus palabras, a sus creencias, así mismo como a su rol de productora y protectora de la vida. De hecho, la profundidad de estos sentimientos está representada a lo largo de la obra poética de Gioconda Belli en la que la fecundidad femenina es uno de los tópicos más importantes (4). 

El desdoblamiento, la fisura entre el concepto revolucionario y la práctica cotidiana establece una problemática constante en el libro. Si Lavinia pierde concentración por pensar en el niño, lo que estamos presenciando es la actuación de una persona que no ha llevado a cabo un proceso completo de concientización revolucionaria , de otra manera, la protagonista no se hubiera detenido a pensar en un individuo cuando es el bienestar del grupo, de la "especie", lo que debe tener prioridad. No obstante, tal como comprendimos la actitud no comprometida de la protagonista al principio de la novela, no estamos tampoco ahora enjuiciando su punto de vista subjetivo ni considerando infalible el principio ético de la postura revolucionaria. Lavinia es un ser humano que está tratando de mejorar la situación propia y la de sus congéneres en medio de una sociedad cargada de contradicciones. 

Lo que hace de Lavinia un personaje especialmente interesante es su complejidad, sus desdoblamientos personales. Mientras que al principio de la novela todo apunta a pensar que vamos a presenciar una emancipación femenina a lo "Virginia Woolf" por aquello del "cuarto propio" y la independencia económica, mientras avanzamos por el libro, comprobamos, con la protagonista, lo complicado que resulta la aplicación de las teorías en el ámbito latinoamericano. Si Lavinia encuentra obstáculos en su acercamiento al ideal de mujer independiente, para otras mujeres, especialmente las de nivel socioeconómico bajo, el ideal es una total imposibilidad (5).

La influencia de los padres, de la tía y el abuelo, las diferentes clases sociales en las que se mueve y la intuición de esa "otra", la presencia indígena en sí misma, marcan a Lavinia no sólo como una mujer compleja sino como una mujer múltiple. Ella puede diferir del punto de vista de sus padres pero no puede negarlos como progenitores biológicos. No puede negar su origen. Lo que sucede es que en ella se revelan más que su origen inmediato; Lavinia siente en sí misma la voz del origen mediato y la de la cultura, el pueblo en el que vive que, naturalmente, trasciende el espacio en el que se desenvuelve el medio familiar.


"¿Y hasta cuándo deliberaría consigo misma?" (p.115) Le atrae la idea romántica de ser una revolucionaria aunque sabe que la realidad revolucionaria no tiene nada de romántica. A la vez, no puede negar su condición de niña rica, sus pretensions de independencia; independiente de sus padres pero también independiente de su comunidad.


Debía romper ese interrogatorio constante se dijo, este ir y venir de su yo racional a su otro yo, inflamado de ardores justicieros, resabios de una infancia demasiado aglomerada de lecturas heroicas, sueños imposibles y abuelos que la invitaban a volar (p.115) 
La situación de desdoblamiento, naturalmente, se complica por su relación con Felipe, un hombre con ideales y conciencia revolucionarias pero sujeto todavía a atavismos burgueses que le hacen desear una esposa tradicional en casa, no comprometida políticamente, una mujer que lo espere y lo apoye en silencio mientras que él lucha por causas justas; "el reposo del guerrero" (p.108) De esta manera, Lavinia comprende que debe llevar a cabo una revolución total, a lo largo y a lo ancho no sólo en el plano político sino también en el personal. En mi opinión, sin embargo, esta "revolución" sólo llega a realizarse de manera muy parcial a pesar de los esfuerzos titánicos de la protagonista y no solamente por factores ajenos a ella sino también por sus propias carencias.


La relación amorosa de Felipe y Lavinia da lugar a un discurso erótico en el texto que juega un papel liberador importante en la novela ya que por medio de él vemos cómo gradualmente Lavinia se ubica fuera de la tradición burguesa anquilosada representada por sus padres y por la pareja sobria y reservada de Sara y Adrián. Además, el erotismo de La mujer habitada no se restringe a las relaciones sexuales sino que abarca un espacio más amplio al que se incorporan las relaciones mujer-naturaleza, un mundo alternativo cuyas interacciones son una amenaza a las normas convencionales (6)

Faguas le alborotaba los poros, las ganas de vivir. Faguas era la sensualidad. Cuerpo abierto, ancho, sinuoso, pechos desordenados de mujer hechos de tierra, desparramados sobre el paisaje. Amenazadores. Hermosos. (p.19) 

Sin embargo, el erotismo funciona como una liberación simbólica más que real. La interacción con la naturaleza y con el hombre que ama no son más que "amenazas" a las relaciones convencionales , las que, de hecho, no cambian. En todo caso, la liberación de Lavinia (que es una de las mujeres que va más lejos en su autorrealización en la novela) no pasa del plano teórico.

Uno de los más grandes valores de La mujer habitada consiste en no simplificar el proceso que media entre la concientización de los problemas sociales y la aplicación de medidas para subsanarlos. Esto aparece muy claro al principio de la novela cuando Felipe lleva al herido a casa de Lavinia. Lavinia rehúsa "actuar" en favor de la revolución aunque sin abandonar sus creencias igualitarias; es decir, que pretende mantener una ideología pero sin llevarla a la práctica. También en su relación con Felipe, Lavinia no hace más que "idealizar" la dinámica de la pareja ya que, de hecho, la relación de Lavinia y Felipe nunca llega a ser igualitaria. Al final de la novela, cuando Lavinia toma el lugar de Felipe y entra en la acción, lo hace por necesidad del grupo. Sólo porque Felipe ha muerto ella puede ocupar el mismo lugar que él. Lavinia muere en la acción y, en realidad, sólo la muerte la iguala a su amante.

Felipe fue un habitante del principio del mundo, de la historia. Un hombre bello y peludo de las cavernas. Más adelante, las cosas cambiarían. Más adelante (p. 338).  En este sentido, aunque la novela termine con un tono optimista (7) Belli manifiesta explícitamente que la igualdad entre los sexos es y será uno de los logros más difíciles de obtener.

Con lo dicho anteriormente no quiero significar que la relación entre mujeres sea totalmente armoniosa o que las del mismo género compartan el mismo punto de vista. Un ejemplo muy ilustrativo de las diferencias de posición entre las mujeres lo presenta Sara, la amiga de Lavinia, una mujer de clase media, esposa y ama de casa feliz en su rol. Sara piensa que el espacio doméstico satisface a las mujeres que aparentan estar ahí para servir a los hombres pero realmente los hombres son sólo un pretexto, casi un accidente o interrupción del ámbito femenino (8)


Flor, la enfermera revolucionaria, por otra parte, muestra otro aspecto que también difiere de Lavinia por su madurez y la solidez de su postura. Flor parece estar en un ámbito emocional más avanzado que Lavinia y Sara. Ella ya no analiza los problemas de identidad sino que se entrega de lleno a actuar por lo que ella cree más valioso: el resto de los seres humanos. Cuando Flor penetra y se apropia del espacio masculino no es para afirmar su "yo" individual , sino para participar con los hombres en la creación de un país más justo para todos. En este sentido, Flor es la mujer que mejor ejemplifica en La mujer habitada el feminismo latinoamericano en el que las teorías individualizantes a lo Virginia Woolf generalmente demuestran no ser aptas para las circunstancias sociales vigentes. Flor, por otra parte, no cree que las circunstancias que rodean el nacimiento de una persona la marquen de una u otra manera; es una existencialista en acción y cree firmemente en la responsabilidad individual. Ella misma ha triunfado a pesar de una infancia y adolescencias horribles transcurridas en un ambiente de miseria. 

…Cada uno de nosotros carga con lo propio hasta el fin de sus días. Pero también construye… El terreno es lo que te dan de nacimiento, pero la construcción es tu responsabilidad (p. 208) 
Sin embargo, y a pesar de su madurez espiritual a Flor parece escapársele que ella es una excepción, que "la responsabilidad individual de construcción", como ideal, no parece factible en todos los casos. La ignorancia y la falta total de información unidos a una pobreza extrema operan un efecto devastador y en muchas instancias irrecuperable. Tal es el caso de Lucrecia, la empleada de la protagonista, quien parece moverse constantemente en un mundo sórdido, avergonzante, sobre el cual no tiene ningún control. Lavinia trata de hacerle entender la igualdad de ambas como personas pero Lucrecia está lejos de comprender lo que significan no ya la emancipación femenina sino simplemente los derechos humanos. 

Un ejemplo patético de la situación de Lucrecia aparece en el capítulo 12 donde, a raíz de su ausencia, Lavinia busca la casa de la empleada para averiguar si está enferma. Lucrecia, en efecto, está en cama con una infección avanzada a causa de un aborto mal practicado. La descripción de la vivienda, una habitación sobre una calle de tierra compartida con la hermana y la sobrina, la falta de muebles, los colchones colgados para ganar espacio, etc., hablan de una pobreza denigrante a la que las ideologías todavían ni siquiera han previsto. Creo superfluo mencionar que Lucrecia no es lo que podríamos llamar con lenguaje feminista occidental "una mujer con cuarto propio". Lucrecia, como una buena porción de seres humanos en America Latina, carece de la posibilidad de emanciparse. 

Con la ayuda de Flor, Lavinia lleva a Lucrecia al hospital y mientras espera el resultado del procedimiento, pasea su mirada por la gente pobre alrededor de ella sentada en la sala de espera. Les mira especialmente los pies y los compara con los suyos: un abismo separa a las dos clases sociales. Esta es, en mi opinión, una de las páginas más brillantes de La mujer habitada: 

Ella se había comprometido a luchar por los dueños de los pies toscos, pensó. Unirse a ellos. Ser una de ellos. Sentir en carne propia las injusticias cometidas contra ellos. Esa gente era el "pueblo" del que hablaba el programa del Movimiento. Y, sin embargo, allí, junto a ellos en la sala de emergencia sucia y oscura del hospital, un abismo los separaba. La imagen de los pies no podía ser más elocuente. Sus miradas de desconfianza. Nunca la aceptarían, pensó Lavinia ¿Cómo podrían aceptarla alguna vez, creer que se podía identificar con ellos, no desconfiar de su piel delicada, el pelo brillante, las manos finas, las uñas rojas de sus pies? (p.158) 
Si la protagonista piensa que la miran con desconfianza, o que no la van a aceptar es porque ella misma se ve como "diferente". De hecho, no hay ninguna indicación en el texto de que alguien haya puesto de manifiesto que Lavinia no pertenecía al grupo. Ella se ve a sí misma como alguien más sofisticado que el resto. "La piel delicada" sólo puede ser "delicada" si se la concibe como "mejor" o "superior" y lo mismo se puede decir de "las manos finas" o el "pelo brillante". El problema de diferenciación parece afectar más a Lavinia que a la gente sentada en la sala de espera. 

Lo mismo que sucede cuando se trata de la relación entre Felipe y Lavinia, la dinámica entre las diferentes clases sociales, representadas principalmente por las mujeres alrededor de Lavinia, es decididamente problemática ya que cada una parte de premisas diferentes aún cuando no estén conscientes (el caso de Lavinia) de su punto de partida preconcebido. La noción de "igualdad", en efecto, es uno de los conceptos más difíciles de comprender no sólo por las clases altas sino especialmente por aquellos más discriminados. La igualdad no es sólo un concepto a aplicar sino una noción que necesita aprendizaje y práctica tanto por los que sufren de su falta como por los que sólo la conciben de forma abstracta . En este respecto, la educación tiene un rol fundamental pero no es secreto para nadie que la educación en sí misma es un lujo en Latinoamérica. 

A pesar de la imagen esperanzada del final del libro, quedan sin resolver varios aspectos de una realidad ardua y complicada. La mujer habitada se sitúa así en el realismo sin simplificaciones de que hablábamos al comienzo del trabajo por medio del cual se trata de definir lo justo y ético en general pero sin llegar a proponer un método de aplicación concreto y sin ignorar la falacia de cualquier ideología que no tenga en cuenta la complejidad cultural, social, económica, racial y psicológica a la que indefectiblemente respondemos. 

Lavinia no es Itzá evolucionada. Lavinia es Itzá misma tratando todavía de obtener respuestas aplicables a su condición de mujer enraizada en la compleja realidad latinoamericana.

 



Silvia Lorente-Murphy.
De las ideas a la práctica:
la complejidad de las propuestas éticas en
La mujer habitada de Gioconda Belli
 


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Notas

(1). Véase Donald Shaw: The Post-Boom in Spanish American Fiction. Albany: State University of New York Press, 1998, Capítulo 1. 

(2). De acuerdo con Gabriela Mora, el asalto guerrillero a la casa del alto militar gobiernista, está inspirado en uno similar ocurrido en Managua en 1974. 

(3). Juan Manuel Marcos. De García Márquez al Postboom. Madrid. Editorial Orígenes, 1986 (p.18). 

(4). Véase Kathleen March. "Engendering the Political Novel: Gioconda Belli’s La mujer habitada in Katherine Davis, ed. Women Writers in Twentieth Century Spain and Spanish American. New York. E. Mellen Press, 1993, pp. 143-156. 

(5). Véase Rose Marie Galindo: "Feminismo e intertextualidad en La mujer habitada de Gioconda Belli en Confluencia, Vol. 13, No. 1, 1997, Pp. 88-98. 

(6). Véase Arturo Arias: "Gioconda Belli, the Magic and\of Eroticism" in Claudia Ferman, ed. The Post Modern in Latin American Cultural Narratives. New York: Garland, 1996. Pp. 181-187. 

(7). "Pronto veremos el día colmado de la felicidad/ Los barcos de los conquistadors alejándose para siempre/ Será, nuestros el oro y las plumas/ el cacao y el mango/ La esencia de los sacuanjoches/ Nadie que ama muere jamás" (p. 358).

(8). "El de las amas de casa es un espacio que, contrario a lo que todos suponen, sólo vuelve a la normalidad cuando los hombres se van por la mañana al trabajo. Ellos son las interrupciones (Pp. 162-163).


________
Obras Citadas

Arturo Arias: "Gioconda Belli, the Magic and\of Eroticism" in Claudia Ferman, ed.The Post Modern in Latin American Cultural Narratives. New York: Garland, 1996. Pp. 181-187. 

Belli, Gioconda. La mujer habitada. Buenos Aires. Emecé Editores, 1996. 

Galindo, Rose Marie. "Feminismo e intertextualidad en La mujer habitada de Gioconda Belli en Confluencia, Vol. 13, No. 1, 1997, Pp. 88-98. 

March, Kathleen. "Engendering the Political Novel: Gioconda Belli’s La mujer habitada in Katherine Davis, ed. Women Writers in twentieth Century Spain and Spanish American. New York. E. Mellen Press, 1993, pp.143-156

Marcos, Juan Manuel. De García Márquez al Postboom. Madrid. Editorial Orígenes, 1986 (p.18). 

Mora, Gabriela. "La mujer habitada de Gioconda Belli: los otros dentro de sí y la representación de la mujer nueva" en Juana A. Arancibia, ed. La nueva mujer en la escritura de autoras hispánicas. Montevideo. Editorial Graffitti, 1995, pp. 79-87.

Shaw, Donald. The Post-Boom in Spanish American Fiction. Albany: State University of New York Press, 1998.


 

POEMAS DE LA VIDA Y EL TIEMPO (Gioconda Belli)







Desafío a la vejez

Cuando yo llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida
piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi
cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas
ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará -rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán
mis mañanas.





Estoy Viva Como Fruta Madura...


Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de los pájaros,
tejedora del viento navegante.

No se ha educado aún mi corazón
y, niña, tiemblo en los atardeceres,
me deslumbran el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.

Crezco y no aprendo a crecer,
no me desilusiono,
ni me vuelvo mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte.
No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida,
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el colegio.

Si.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.

Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas.





No me arrepiento de nada


Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas "niñas buenas" me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.







Depresión

De arriba abajo,

empezando por las puntas del pelo,
verticalmente,
me va penetrando la tristeza,
me va dejando cansada
a medida que avanza
me posesiona.






Receta de varón




No importa si no es hermoso
-la fealdad en el hombre puede despertar ciertos atávicos instintos femeninos–
pero es esencial que el pecho sea acogedor
y que los brazos ofrezcan la promesa
de abrazos apretados y tiernos.

Vello en el cuerpo o no,
es cuestión de gustos.
Personalmente los prefiero
tapizados,
con espacios de sombras oscuras
suaves al tacto,
y capaces de llenar el olfato
con el olor del día a flor de piel.

La cintura que se defina, por favor;
que no le sobre, ni le falte,
que no acuse el descuido del dueño,
mas que en ciertas épocas permisibles
donde unas libritas demás,
son sólo testimonio de amables libaciones.

Las manos son definitivas:
deben saber detener la cabeza de la mujer
con el celo con que el marinero escatima al viento
la única lámpara de aceite en medio de la tormenta;
ser ágiles como pájaros o cabras de monte,
capaces de la forja del hierro, la lágrima,
de esculpir los intrincados artesonados del placer.

Las piernas también son importantes
pero les perdonamos las torceduras,
lo tosco, las imperfecciones,
si al encontrarnos con la boca
vemos una sonrisa en la que poder confiar
y unos ojos que nos aseguren la mañana.

La espalda masculina debe ser extensa
como una pradera por donde puedan pasear los búfalos
y los heliotropos,
y es fundamental que en las caderas
se alcen dos colinas
inequívocas, sólidas,
que se nos queden prendidas en la memoria
cuando el hombre se vuelva para marcharse,
alejándose en la noche.

La voz que resuene con vibraciones de bajo
pero que sepa modular
la tensa y dulce melancolía del acordeón,
lamentando el fin de la luna en la ventana.

El hombre, al fin,
ese mítico animal
que reinventa siglo tras siglo
las quimeras que pueblan las obsesiones femeninas,
habrá de conservar,
-perdida la absoluta hegemonía–
todas aquellas cosas
galantes, fuertes, acogedoras,
que, a pesar de todos los pesares,
lo mantienen sólidamente anclado,
en el profundo, incansable mar,
de las hembras.





Parto

Me acuerdo
cuando nació mi hija.
Yo era un solo dolor miedoso,
esperando ver salir de entre mis piernas
un sueño de nueve meses
con cara y sexo.







Áspera Textura Del Viento


Nacida de la selva me tomaste
arisca yegua para estribos y albardas.

Durante muchas noches
nada se oyó
sino el chasquido del látigo
el rumor del forcejeo
las maldiciones
y el roce de los cuerpos
midiéndose la fuerza en el espacio.

Cabalgamos por días sin parar
desbocados corceles del amor
dando y quitando,
riendo y llorando
-el tiempo de la doma
el celo de los tigres-

No pudimos con la áspera textura de los vientos.
Nos rendimos ante el cansancio
a pocos metros de la pradera
donde hubiéramos realizado
todos nuestros encendidos sueños.










Cómo pesa el amor


Noche cerrada
ciega en el tiempo
verde como luna
apenas clara entre las luciérnagas.

Sigo la huella de mis pasos,
el doloroso retorno a la sonrisa,
me invento en la cumbre adivinada
entre árboles retorcidos.

Sé que algún día
se alzarán de nuevo
las yemas recién nacidas
de mi rojo corazón,
entonces, quizás,
oirás mi voz enceguecedora
como el canto de las sirenas;
te darás cuenta
de la soledad;
juntarás mi arcilla,
el lodo que te ofrecí,
entonces tal vez sabrás
cómo pesa el amor
endurecido.



Dios dijo



Dios dijo:
Ama a tu prójimo como a ti mismo.
En mi país
el que ama a su prójimo
se juega la vida.





Como tinaja


En los días buenos,
de lluvia,
los días en que nos quisimos
totalmente,
en que nos fuimos abriendo
el uno al otro
como cuevas secretas;
en esos días, amor
en mi cuerpo como tinaja
recogió toda el agua tierna
que derramaste sobre mí
y ahora
en estos días secos
en que tu ausencia duele
y agrieta la piel,
y el agua sale de mis ojos
llena de tu recuerdo
a refrescar la aridez de mi cuerpo
tan vacío y tan lleno de vos.



VESTIDOS DE DINAMITA (Gioconda Belli)

.


Me tengo que ir a comprar las pinturas con las que me disfrazo todos los días para que nadie adivine que tengo los ojos chiquitos (como de ratón o de elefante). Estoy yéndome desde hace una hora pero me retiene el calor de mi cuarto y la soledad que, por esta vez, me está gustando y los libros que tengo desparramados en mi cama como hombres con los que me voy acostando, en una orgía de piernas y de brazos que me levantan el desgano de vivir y me arañan los pezones, el sexo, y me llenan de un semen especial hecho de letras que me fecundan y no quiero salir a la calle con la cara seria cuando quisiera reír a carcajadas sin ningún motivo en especial más que este sentirme preñada de palabras, en lucha contra la sociedad de consumo que me llama con sus escaparates llenos de cosas inalcanzables y a las que rechazo con todas mis hormonas femeninas cuando recuerdo las caras gastadas y tristes de las gentes en mi pueblo que deben haber amanecido hoy como amanecen siempre y como seguirán amaneciendo hasta que no nos vistamos de dinamita y nos vayamos a invadir palacios de gobierno, ministerios, cuarteles... con un fosforito en la mano.

GIOCONDA BELLI



TEXTOS ESCOGIDOS:



ESTUDIOS Y ENLACES:








GIOCONDA BELLI
Nicaragua, 1948.
Una sola voz, una sola identidad

Por Lourdes Espinosa, 2000

Gioconda Belli es, junto con Ana Ilse Gómez, Claribel Alegría, Vidaluz Meneses, Michèle Najlis y Daisy Zamora (poetas de su generación) una de las voces femeninas de la literatura nicaragüense pioneras de la poesía revolucionaria y de la revolución misma.

Coherencia y unidad caracterizan su expresión poética. En los años de la lucha por la liberación de su país, Gioconda Belli vivió en el exilio (radicando en México en 1976); a este periodo fuera de su patria corresponde su libro Línea de Fuego, ganador del Premio Casa de las Américas 1978. Regresó a Nicaragua al triunfo de la revolución sandinista, abandonando el FSLN cuando éste no logró reorganizarse y partiendo una vez más para residir en diversos lugares del mundo (Lavinia, Breda, 1994; Francia, 1995). Actualmente se halla en su país, donde, desde el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), continua la lucha política de liberación nacional de su pueblo.

La poesía de Gioconda, ha recibido influencias de José Coronel Urtecho (1906-1994), quien dijo de su poesía ser una versificación sin género definible. Ha sido, a la vez, comparada con Ernesto Cardenal, discípulo de Coronel Urtecho y uno de los poetas más representativos de la literatura revolucionaria en Nicaragua, donde Cardenal militó en el FSLN hasta su renuncia, ocurrida tras haber considerado que el frente sandinista había sido destruido. Se ha concedido que Gioconda Belli es, después de Ernesto Cardenal, la poeta simbólica de la revolución nicaragüense.
Ha publicado los siguientes libros de poesía: Sobre la Grama (1974); Línea de fuego (1978); Truenos y arco iris (1982); Amor insurrecto (1984); De la costilla de Eva (1986); El ojo de la mujer (1991); From the Eve´s Rib (1989). Y dos novelas: La mujer habitada (1988) y Sofía de los presagios (1990). Así como diversos poemas en el suplemento cultural del Nuevo Diario (Francia, 1995) y artículos de opinión desde el MRS, entre otros.
La voz poética de la mujer nicaragüense revolucionaria representada en Gioconda Belli es, entre otras, una de las voces asimilables a la propuesta feminista. La mujer nicaragüense jugó un importante papel en la liberación política de su país, pero, ante todo, su participación en la revolución sandinista representó un movimiento de auto liberación, de búsqueda de su identidad; Gioconda pertenece a la generación de poetas que crearon un nuevo estilo de expresión en Nicaragua, un estilo revolucionario de rompimiento con estructuras míticas y creación de otras, gestadas a través de su realidad social. Decidida a rescatar el lugar de la mujer, su obra plasma la incesante búsqueda de la identidad femenina y el encuentro con la conciencia social, a través de la actitud revolucionaria.

Desde diversas trincheras, el papel de la mujer fue de suma trascendencia en la revolución sandinista. Gioconda luchó desde la suya, como lo sigue haciendo toda vez que el sueño de la revolución terminara. Pero no es su expresar un expresar para el cambio, sino un resolverse a través de la poesía; poesía que, una vez puesta a circular entre quienes hubieron y habrán de escucharla, lleva a cabo lo propio, incidiendo en las transformaciones de la sociedad. La literatura de Gioconda Belli, que es respuesta a una forma de representación colectiva, es también, sin lugar a dudas, creación de otras.

El poema "Vestidos de dinamita", incluido en Línea de Fuego (1974/1978) y escrito en el preludio a la revolución sandinista, es un ejemplo del eco de su voz que, irrumpiendo descontenida desde su habitación en un país en el exilio, en momentos en que Nicaragua vive una crisis histórica (que habría de culminar con el levantamiento sandinista), se eleva para exclamar, a través de la palabra escrita, su emotividad, su necesidad de intervenir —desde el aliento por la libertad— de una radical manera en los asuntos sociales de su pueblo. Sin ser una consigna, al desbocar su inquietud, su esperanza en la transformación, Gioconda Belli exige, en “Vestidos de dinamita”, el despertar existencial de los nicaragüenses. Su propuesta del cambio a gestarse, se cifra en la irreconciliable dualidad que representa decidir entre las ideas vs. las armas. Su desesperación ante las circunstancias sociopolíticas que estremecen al país, provoca el desborde de un tropel de palabras que claman no esperar más cuando la hora de comprometerse con la revolución ha llegado. Hay en el poema (que es Gioconda misma desde sí y hacia su sociedad) ese tocar la esencia del ego, elevándolo al plano del alter. Es Gioconda ella por ser su pueblo Nicaragua; y Nicaragua, ella; ambas fundidas en una sola. Nicaragua y Gioconda; una sola voz, una sola identidad.

RECORRIÉNDOTE Y OTROS POEMAS ERÓTICOS (Gioconda Belli)






Recorriéndote

Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños
ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
hurgando la ternura,
ese pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme allí un rato largo
enredando mis manos
en ese bosquecito de arbustos que te crece
suave y negro bajo mi piel desnuda
seguir después hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,

irte besando, mordiendo,
hasta llegar allí
a ese lugarcito
-apretado y secreto-
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mí
en toda su dureza de macho enardecido.
Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones guerrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta
con las que vienes a mí
con las que me sostienes,
las que enredas en la noche entre las mías
blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor,
que tanto tienen aun que recorrer sin mí
y volver a escalarte
hasta apretar tu boca con la mía,
hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento
hasta que entres en mí
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y sudados
en la arena de las sábanas.



Nos casaremos en invierno

Nos casaremos ahora que llueve a carcajadas.
Vos y yo y la tierra celebraremos juntos
el verdor de los cuerpos,
el sexo de las flores,
el polen de la risa
y todas las estrellas
que vienen confundidas
en la gota de lluvia.
Pondremos inviernos en el amor
para verlo crecer
al ritmo de las plantas.
Uniremos las nubes
para formar el trueno,
uniremos la tierra con el agua.
Nos casaremos con el cielo cerrado,
cuando suenen los techos
como ametralladoras
y el canto de las ranas
suba desde el jardín
junto con un cortejo de hormigas voladoras.
Nos casaremos sin sombrillas, amor,
con la cabeza descubierta,
en un patio mojado,
oloroso de tierra,
sin otra sed más que la del uno por el otro,
con la ropa empapada,
juntando nuestros quehaceres
para que se venga el temporal
que lo va a lavar todo,
como la lluvia, amor, de cuando nos casemos.





Te duermes

Te duermes a mi lado.
Caes silenciosamente en ese mundo
donde yo puedo ser alguna remota conocida,
una compañera de banca de parque o la amante
que acabas de dejar para evadirte a esa región donde, mutuamente, nos privamos de la palabra.
 
Me conmueve verte dormido, hundido en las sabanas
con el abandono del sueño, enigmáticamente
encerrado en tu cuerpo.

También yo me dormiré y entonces quizás te despiertes
y pienses esto que yo estoy pensando, tal vez
me imaginarás enredada en algún árbol enmarañado
de los que sabes que me encantan y me quieras alcanzar tocándome, sacándome del mutismo de estación
de radio apagada, volviéndome a traer hacia tu lado,
hacia el amor que nos dio el sueño.





REGLAS DEL JUEGO

PARA LOS HOMBRES QUE QUIERAN AMAR A MUJERES MUJERES



I

El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.



II

El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.



III

El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.



IV
 
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.



V
 
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.



VI

El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.



VII

Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.



VIII

El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.



IX

El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.




X

El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.



XI

El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria



De la mujer al hombre

Dios te hizo hombre para mí.
Te admiro desde lo más profundo
de mi subconsciente
con una admiración extraña y desbordada
que tiene un dobladillo de ternura.
Tus problemas, tus cosas
me intrigan, me interesan
y te observo
mientras discurres y discutes
hablando del mundo
y dándole geografía de palabras
Mi mente esta covada para recibirte,
para pensar tus ideas
y darte a pensar las mías;
te siento, mi compañero, hermoso
juntos somos completos
y nos miramos con orgullo
conociendo nuestras diferencias
sabiéndonos mujer y hombre
y apreciando la disimilitud
de nuestros cuerpos.
 



Pequeñas lecciones de erotismo



I

Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
es dar la vuelta al mundo
Atravesar sin brújula la rosa de los vientos
islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas
no es tarea fácil -si placentera-
No creas hacerlo en un día o noche
de sábanas explayadas.
Hay secretos en los poros para llenar muchas lunas



II

El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado.
Encuentras un astro y quizá deberás empezar
a corregir el rumbo cuando nube huracán
o aullido profundo
te pongan estremecimientos.
Cuenco de la mano que no sospechaste
 

III

Repasa muchas veces una extensión
Encuentra el lago de los nenúfares
Acaricia con tu ancla el centro del lirio
Sumérgete ahógate distiéndete
No te niegues el olor la sal el azúcar
Los vientos profundos
cúmulos nimbus de los pulmones
niebla en el cerebro
temblor de las piernas
maremoto adormecido de los besos
 

IV

Instálate en el humus sin miedo
al desgaste sin prisa
No quieras alcanzar la cima
Retrasa la puerta del paraíso
Acuna tu ángel caído
revuélvele la espesa cabellera
con la espada de fuego usurpada
Muerde la manzana


V

Huele
Duele
Intercambia miradas saliva impregnante
Da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
Pie hallazgo al final de la pierna
Persíguelo busca secreto del paso forma del talón
Arco del andar bahías formando arqueado caminar
Gústalos
 

VI

Escucha caracola del oído
como gime la humedad
Lóbulo que se acerca al labio sonido de la respiración
Poros que se alzan formando diminutas montañas
Sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
Suave puente nuca desciende al mar pecho
Marea del corazón susúrrale
Encuentra la gruta del agua
 

VII

Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
Navega loco en la juntura de los océanos
Cruza las algas ármate de corales ulula gime
Emerge con la rama de olivo
Llora socavando ternuras ocultas
Desnuda miradas de asombro
Despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
Arquea las cejas abre ventanas de la nariz




VIII

Aspira suspira
Muérete un poco
Dulce lentamente muérete
Agoniza contra la pupila extiende el goce
Dobla el mástil hincha las velas
Navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
-el mar como un vasto cristal azogado-
Duérmete náufrago.






Huellas



Pronto me marcharé a selvas de humo y concreto
andaré calles de ciudades hostiles
mi nombre sonará a otro nombre
mi rostro parecerá otro rostro
Por eso aquí, esta tarde
así quiero quedarme
viendo desde lo alto mi rebaño de volcanes azules
dejando que el paisaje se me crezca por dentro
que el lago se me instale en los pulmones
que las nubes se expandan en mi sangre
que me nazcan volcanes en mis ojos
que esta visión de mito y epopeya
alimente los ríos interiores
con los que me sostendré
cuando abra la distancia su profunda tierra.



El siroco

Ábrete Sésamo
Ábrete la blusa Salomé.
Este viento cálido
evoca tiendas de beduinos en el desierto
danzas de vientre
senos altos y filosos
como cuchillos
en la mirada de los hombres.
Desde el desierto del Mojave
se deja venir el Siroco
migrando hacia el mar en la tarde.
Ya no hay donde esconderse
Del aire que lame los dientes
y levanta un alarido de papeles
—gaviotas efímeras que se desploman
sobre la madera del piso—
No basta que el día haga mutis por el centro
del atardecer.
Hasta la lámpara del escritorio refulge agresiva
Mientras entierra los dientes blancos en mi rodilla.
De nada sirve el largo baño
el cabello chorreado
el leve traje.
El desierto ha ocupado mis fosas nasales
y en el esternón me crecen dunas y cactos.
 Gioconda Belli






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