Goya: El aquelarre, 1798 (Museo Lázaro Galdiano) |
-
Scène de sorcellerie: Le Grand Bouc -1798- (H.-0,43; L.-0,30). Madrid. Musée Lázaro. Le grand bouc, el gran macho, el gran buco, el buco émissaire, el capro hispánico bien desarrollado. El cabrón expiatorio. ¡No! El gran buco en el esplendor de su gloria, en la prepotencia del dominio, en el usufructo de la adoración centrípeta. En el que el cuerno no es cuerno ominoso sino signo de glorioso dominio fálico. En el que tener dos cuernos no es sino reduplicación de la potencia. Allí, con ojo despierto, mirando a la muchedumbre femelle que yace sobre su regazo en ademán de auparishtaka y de las que los abortos vivos parecen expresar en súplica sincera la posible revitalización por el contacto de quien (sin duda encarnación del protervo o simple magna posibilidad del hombre nocturno) se complace en depositar la pezuña izquierda benevolentemente sobre el todavía no frío ya escuálido, no suficientemente alimentado, cuerpo del raquitismus enclencorum de las mauvaises couches reduplicativas, de las que las resultantes momificadas penden colgadas a intervalos regulares de un vástago flexible. ¿Y por qué ahorcados los que de tal guisa penden? ¿Y con qué ahorcados? ¿Acaso con el cordón vivificante por donde sangre venosa aerificada y sangre arterial carbonificada burbujeantemente se deslizan? ¿Puede ser ahorcado por el ombligo el tierno que todavía no utiliza la garganta para sus funciones aéreas del gritar, respirar, toser, llorar, sino para lentas ingestiones apenas si descubribles del mismo líquido sobre el que la vida flota? Oscilantes, tres y tres, los murciélagos descienden a posarse sobre los mismos cuernos que son motivo de fascinación. Y mientras su pezuña izquierda salva, indica con su mirada penetrante que es (el mismo que respira) el aire puro sobre la sierra lejana que muestra la vinculación a la tierra de todos nosotros, hijos suyos que a ella volvemos. ¿Por qué fascinadas las auparishtákicas vencidas? ¿Cuál es la verdad que dice con la seriedad inmóvil de su ojo abierto? Las mujeres se precipitan; son las mujeres las que se precipitan a escuchar la verdad. Precisamente aquellas a quienes la verdad deja completamente indiferentes. Él levantará su otra pezuña, la derecha, y en ella depositará una manzana. Y mostrando la manzana a la concurrencia selectísima, hablará durante una hora sobre las propiedades esenciales y existenciales de la manzana. La quiddidad de la manzana quedará mostrada ante las mujeres a las que la quiddidad indiferencia. ¡Vayamos con las mujeres inquietas, con las mujeres finas, con las mujeres de la selección hacia el inspirado discurso! Inclinemos nuestras cabezas ante el gran matón de la metafísica y dejemos chorrear lustrales sobre nuestras frentes sus palabras de hidromiel. Algo hay que él da que sólo. él sabe dar. Los rostros quedarán iluminados por un sol imposible siendo tan de noche. Pero que ahí está, brillante, resplandeciente; y es que lleva una máscara. Únicamente el ojo pertenece a la realidad submascarina. Y desde allí periscópicamente nos contempla para fascinarnos mejor. ¿Pues, para qué, tiene tan listo él ojo? ¡Para mirarnos mejor! ¿Para qué tiene tan alto el cuerno? ¡Para encornarnos mejor! Mientras mira el ojo escrutador, cuerpos abortados yacen resucitalcitrantes. Mientras masas inermes son mostradas como revolucionadas, cuerpos selectos yacentes gozan procumbentes penetraciones. Mientras sol nocturno hace inútiles vitaminas y eledones, la corteza de la naranja chupada permitirá el continuo crecimiento de genios elefantiásicos. Porque en Elefanta el templo y en Bhuvaneshwara la infancia inmisericordemente de hambre perecía, pero fue en tales templos grande la adoración a los ritos que acerca de la naturaleza siempre madre -y tan amamantadora- describiera Vatsyayana, sin que el óbice de la mortandad hambrienta y los otros perecimientos irritara como posible masa fermentativa al pueblo -en que tales procesos ocurrían- habilidosamente segmentado (en sectas) corno los anillos del repugnante anélido, ser inferior que se arrastra y repta, de modo que nunca pudiera llegar a sentirse apto para la efracción y brusco demolimiento o fuego destructor de lo que el arte había consagrado como noble. ¡Oh proclamación profética hecha precisamente para que la profecía nunca, nunca se cumpla! ¡Oh descubrimiento, escrutación, terebrofilia del futuro! ¡Cómo traición te llamo! ¡Cómo a traición y a conclave del Barceló sin llamas te convoco! No eres expiatorio, buco, sino buco gozador. Das tu pezuña izquierda con gesto dadivoso pero amagas con la derecha, buco y una y otra vez te refieres personalmente al secretario de la docta corporación. La sangre visigótica enmohecida ves con ojos azagayadores circular, como en un rayos-equis divertido, por nuestras venas umbilicales y qué listo eres tú para un pueblo que tiene las frentes tan menguadas. Y puesto que de una más noble sustancia tú estás hecho, oh buco, a todos nos desprecias. Sí, realmente sí, qué bien, qué bien lo has visto: Todos somos tontos. Y este ser tontos no tiene remedio. Porque no bastará ya nunca que la gente ésta tonta pueda comer, ni pueda ser vestida, no pueda ser piadosamente educada en luminosas naves de nueva planta construidas, ni pueda ser selectamente nutrida con vitamínicos jugos y proteicos extractos que el turmix logra de materias primas diversas, jugos, frutos, pepitorias, embutidos, rosbifes, pescado fresco, habas nuevas, calamares, naranjas, naranjas, naranjas (y no sólo su cáscara) puesto que víctimas de su sangre gótica de mala calidad y de bajo pueblo mediterráneo permanecerán adheridos a sus estructuras asiáticas y así miserablemente vegetarán vestidos únicamente de gracia y no de la repulsiva técnica del noroeste. Cante hondo, mediaverónica, churumbeliportantes faraonas, fidelidades de viejo mozo de estoques, hospitalidades, équites, centauros de Andalucía la baja, todas ellas siluetas de Elefanta, casta y casta y casta y no sólo casta torera sino casta pordiosera, casta andariega, casta destripaterrónica, casta de los siete niños siete, casta de los barrios chinos de todas las marsellas y casta de las trotuarantes mujeres de ojos negros de París que no saben pronunciar -todavía no, qué torpes- la erre como es debido bien rulada, casta del gran gilbert y la mary escuálida único asomo de la europa en la más europea de nuestras villas pasada a cuchillo y de la que los cuchillos fueron asegurados (por los nobles reyes nórdicos de mejor casta) con anillos de hierro a las mesas donde sólo habían de servir, ya definitivamente, para cortar un pan seco acarcomado. Todo esto conoces, buco, con penetración muy seria y entonces indicas como triaca magna y terapéutica que a la gran Germania nutricia, Harzhessen de brujas y de bucos hay que fenomenológicamente incorporar. Y tus Carolinas espirituales serán nuestras prisiones temporales. Pero eres bueno; por eso alzas tu pezuña izquierda un poco más alta que la derecha. Por eso te vistes con ese disfraz que no es tuyo, pero que divierte a los que admirativamente te contemplan. Por eso te haces «aficionado» y aficionas a la gente bien tiernamente a la filosofía, como chico de la blusa tan espontáneo, tan grácil, con tan sublime estilo, con tan adornada pluma, con tal certera metáfora desveladora que te perdonarán los niños muertos que no dijeras de qué estaban muriendo y (no mirando tu máscara sino tu ojo) pasaremos por alto los dos cuernos y te llevaremos a la tumba cantando un gorigori que parecerá casi como triste.
Scène de sorcellerie: Le Grand Bouc -1798- (H.-0,43; L.-0,30). Madrid. Musée Lázaro. Le grand bouc, el gran macho, el gran buco, el buco émissaire, el capro hispánico bien desarrollado. El cabrón expiatorio. ¡No! El gran buco en el esplendor de su gloria, en la prepotencia del dominio, en el usufructo de la adoración centrípeta. En el que el cuerno no es cuerno ominoso sino signo de glorioso dominio fálico. En el que tener dos cuernos no es sino reduplicación de la potencia. Allí, con ojo despierto, mirando a la muchedumbre femelle que yace sobre su regazo en ademán de auparishtaka y de las que los abortos vivos parecen expresar en súplica sincera la posible revitalización por el contacto de quien (sin duda encarnación del protervo o simple magna posibilidad del hombre nocturno) se complace en depositar la pezuña izquierda benevolentemente sobre el todavía no frío ya escuálido, no suficientemente alimentado, cuerpo del raquitismus enclencorum de las mauvaises couches reduplicativas, de las que las resultantes momificadas penden colgadas a intervalos regulares de un vástago flexible. ¿Y por qué ahorcados los que de tal guisa penden? ¿Y con qué ahorcados? ¿Acaso con el cordón vivificante por donde sangre venosa aerificada y sangre arterial carbonificada burbujeantemente se deslizan? ¿Puede ser ahorcado por el ombligo el tierno que todavía no utiliza la garganta para sus funciones aéreas del gritar, respirar, toser, llorar, sino para lentas ingestiones apenas si descubribles del mismo líquido sobre el que la vida flota? Oscilantes, tres y tres, los murciélagos descienden a posarse sobre los mismos cuernos que son motivo de fascinación. Y mientras su pezuña izquierda salva, indica con su mirada penetrante que es (el mismo que respira) el aire puro sobre la sierra lejana que muestra la vinculación a la tierra de todos nosotros, hijos suyos que a ella volvemos. ¿Por qué fascinadas las auparishtákicas vencidas? ¿Cuál es la verdad que dice con la seriedad inmóvil de su ojo abierto? Las mujeres se precipitan; son las mujeres las que se precipitan a escuchar la verdad. Precisamente aquellas a quienes la verdad deja completamente indiferentes. Él levantará su otra pezuña, la derecha, y en ella depositará una manzana. Y mostrando la manzana a la concurrencia selectísima, hablará durante una hora sobre las propiedades esenciales y existenciales de la manzana. La quiddidad de la manzana quedará mostrada ante las mujeres a las que la quiddidad indiferencia. ¡Vayamos con las mujeres inquietas, con las mujeres finas, con las mujeres de la selección hacia el inspirado discurso! Inclinemos nuestras cabezas ante el gran matón de la metafísica y dejemos chorrear lustrales sobre nuestras frentes sus palabras de hidromiel. Algo hay que él da que sólo. él sabe dar. Los rostros quedarán iluminados por un sol imposible siendo tan de noche. Pero que ahí está, brillante, resplandeciente; y es que lleva una máscara. Únicamente el ojo pertenece a la realidad submascarina. Y desde allí periscópicamente nos contempla para fascinarnos mejor. ¿Pues, para qué, tiene tan listo él ojo? ¡Para mirarnos mejor! ¿Para qué tiene tan alto el cuerno? ¡Para encornarnos mejor! Mientras mira el ojo escrutador, cuerpos abortados yacen resucitalcitrantes. Mientras masas inermes son mostradas como revolucionadas, cuerpos selectos yacentes gozan procumbentes penetraciones. Mientras sol nocturno hace inútiles vitaminas y eledones, la corteza de la naranja chupada permitirá el continuo crecimiento de genios elefantiásicos. Porque en Elefanta el templo y en Bhuvaneshwara la infancia inmisericordemente de hambre perecía, pero fue en tales templos grande la adoración a los ritos que acerca de la naturaleza siempre madre -y tan amamantadora- describiera Vatsyayana, sin que el óbice de la mortandad hambrienta y los otros perecimientos irritara como posible masa fermentativa al pueblo -en que tales procesos ocurrían- habilidosamente segmentado (en sectas) corno los anillos del repugnante anélido, ser inferior que se arrastra y repta, de modo que nunca pudiera llegar a sentirse apto para la efracción y brusco demolimiento o fuego destructor de lo que el arte había consagrado como noble. ¡Oh proclamación profética hecha precisamente para que la profecía nunca, nunca se cumpla! ¡Oh descubrimiento, escrutación, terebrofilia del futuro! ¡Cómo traición te llamo! ¡Cómo a traición y a conclave del Barceló sin llamas te convoco! No eres expiatorio, buco, sino buco gozador. Das tu pezuña izquierda con gesto dadivoso pero amagas con la derecha, buco y una y otra vez te refieres personalmente al secretario de la docta corporación. La sangre visigótica enmohecida ves con ojos azagayadores circular, como en un rayos-equis divertido, por nuestras venas umbilicales y qué listo eres tú para un pueblo que tiene las frentes tan menguadas. Y puesto que de una más noble sustancia tú estás hecho, oh buco, a todos nos desprecias. Sí, realmente sí, qué bien, qué bien lo has visto: Todos somos tontos. Y este ser tontos no tiene remedio. Porque no bastará ya nunca que la gente ésta tonta pueda comer, ni pueda ser vestida, no pueda ser piadosamente educada en luminosas naves de nueva planta construidas, ni pueda ser selectamente nutrida con vitamínicos jugos y proteicos extractos que el turmix logra de materias primas diversas, jugos, frutos, pepitorias, embutidos, rosbifes, pescado fresco, habas nuevas, calamares, naranjas, naranjas, naranjas (y no sólo su cáscara) puesto que víctimas de su sangre gótica de mala calidad y de bajo pueblo mediterráneo permanecerán adheridos a sus estructuras asiáticas y así miserablemente vegetarán vestidos únicamente de gracia y no de la repulsiva técnica del noroeste. Cante hondo, mediaverónica, churumbeliportantes faraonas, fidelidades de viejo mozo de estoques, hospitalidades, équites, centauros de Andalucía la baja, todas ellas siluetas de Elefanta, casta y casta y casta y no sólo casta torera sino casta pordiosera, casta andariega, casta destripaterrónica, casta de los siete niños siete, casta de los barrios chinos de todas las marsellas y casta de las trotuarantes mujeres de ojos negros de París que no saben pronunciar -todavía no, qué torpes- la erre como es debido bien rulada, casta del gran gilbert y la mary escuálida único asomo de la europa en la más europea de nuestras villas pasada a cuchillo y de la que los cuchillos fueron asegurados (por los nobles reyes nórdicos de mejor casta) con anillos de hierro a las mesas donde sólo habían de servir, ya definitivamente, para cortar un pan seco acarcomado. Todo esto conoces, buco, con penetración muy seria y entonces indicas como triaca magna y terapéutica que a la gran Germania nutricia, Harzhessen de brujas y de bucos hay que fenomenológicamente incorporar. Y tus Carolinas espirituales serán nuestras prisiones temporales. Pero eres bueno; por eso alzas tu pezuña izquierda un poco más alta que la derecha. Por eso te vistes con ese disfraz que no es tuyo, pero que divierte a los que admirativamente te contemplan. Por eso te haces «aficionado» y aficionas a la gente bien tiernamente a la filosofía, como chico de la blusa tan espontáneo, tan grácil, con tan sublime estilo, con tan adornada pluma, con tal certera metáfora desveladora que te perdonarán los niños muertos que no dijeras de qué estaban muriendo y (no mirando tu máscara sino tu ojo) pasaremos por alto los dos cuernos y te llevaremos a la tumba cantando un gorigori que parecerá casi como triste.
Luis Martín-Santos
Tiempo de Silencio
_______
Tiempo de silencio
en google books
pinchar aquí
y en slideshare
pinchar aquí
"Glosario de Tiempo de silencio"
(Juan Luis Suárez Granda)
en google books
pinchando aquí
es muy buena tu descripción.. Estoy haciendo un trabajo de ésta pintura, que sabes de la mujer de espalda que esconde un niño?
ResponderEliminar