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... de dónde se originó este nombre engañoso del Dorado...
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Era costumbre entre los naturales que el que había de ser sucesor y heredero del señorío o cacicazgo de su tío, a quien heredaban, había de ayunar seis años, metido en una cueva que tenían dedicada y señalada para esto, y que todo este tiempo no había de tener parte con mujer, ni comer sal, ni ají, ni otras cosas que les vedaban; y entre ellas que durante el ayuno no habían de ver el sol; sólo de noche tenían licencia para salir de la cueva y ver la luna y estrellas y recogerse antes que el sol los viese; y, cumplido este ayuno y ceremonias, le metían en posesión del cacicazgo y señorío, y la primera jornada que había de hacer era ir a la gran laguna de Guatavita (*) a ofrecer y sacrificar al demonio que tenían por su dios y señor. La ceremonia que en esto había era que en aquella laguna se hiciese una gran balsa de juncos, aderezábanla y adornábanla todo lo más vistoso que podían; metían en ella cuatro braseros encendidos en que desde luego quemaban mucho moque, que es el zahumerio de estos naturales, y trementina con otros diversos perfumes, y estaba a este trance toda la laguna en redondo, con ser muy grande y hondable, de tal manera que puede navegar en ella un navío de alto horda, la cual estaba toda coronada de infinidad de indios e indias, con mucha plumería, chagualas y coronas de oro, con infinitos fuegos a la redonda, que luego en la balsa comenzaba el zahumerio, lo encendían en tierra, de tal manera que el humo impedía la luz del día.
A este tiempo desnudaban al heredero en carnes vivas y lo untaban con una tierra pegajosa y espolvoriaban con oro en polvo y molido, de tal manera que iba cubierto todo de este metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la balsa cuatro caciques, los más principales, sus sujetos, muy aderezados de plumería, coronas de oro, brazales, y chagualas y orejeras de oro, también desnudos, y cada cual llevaba su ofrecimiento. En partiendo la balsa de tierra, comenzaban los instrumentos, cornetas, fotutos y otros instrumentos, y con esto una gran vocería que atronaban montes y valles, y duraba hasta que la balsa llegaba al medio de la laguna, de donde, con una bandera se hacía señal para el silencio. Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro, que llevaba a los pies, en el medio de la laguna, y los demás caciques que iban con él y le acompañaban hacían lo propio, lo cual acabado abatían la bandera, que en todo el tiempo que gastaban en el ofrecimiento la tenían levantada, y partiendo la balsa a tierra comenzaba la grita, gaitas y fotutos, con muy largos corros de bailes y danzas a su modo; con la cual ceremonia recibían al nuevo electo y quedaba reconocido por señor y príncipe.
De esta ceremonia se tomó aquel nombre tan celebrado de El Dorado, que tantas vidas y haciendas ha costado. En el Perú fue donde sonó primero este nombre Dorado; y fue el caso que habiendo ganado a Quito don Sebastián de Benalcázar, y andando en aquellas guerras o conquistas, topó con un indio de este Reino de los de Bogotá, el cual le dijo que cuando querían en su tierra hacer su rey, lo llevaban a una laguna, y allí lo doraban todo, o le cubrían todo y con muchas fiestas lo hacían rey. De aquí vino a decir el don Sebastián: "vamos a buscar este indio dorado". De aquí corrió la voz a Castilla y las demás partes de Indias, y a Benalcázar le movió a venirlo a buscar, como vino, y se halló en esta conquista y fundación de esta ciudad, como más largo lo cuenta el padre fray Pedro Simón en la cuarta parte de sus Noticias Historiales, donde se podrá ver.
Juan Rodriguez Freyle
El Carnero
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(*) Lo que llegó a ser el Reino de Nueva Granada, actual Colombia
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