inicio

¿QUIÉN ES PIERRE MÉNARD? (Óscar Tacca)


 
1. Pierre Ménard, ciudadano del mundo
El conocido cuento de Borges, «Pierre Ménard, autor del Quijote», reducido a su mínima expresión representa la hazaña de un oscuro poeta simbolista, que decide acometer una empresa mayor: la de reescribir Don Quijote -sin copiarlo.
Es sorprendente el eco que este breve relato, de tono deliberadamente gris y prosaico, ha tenido en escritores, pensadores y críticos del mundo entero. Fama y difusión correlativas a la de la obra total de Borges en la literatura universal. La repercusión de este relato se verifica en los ámbitos del cuento, la crítica, el pensamiento, la lingüística, la historia. Esa trascendencia no se ha debido, sin embargo, como en el caso de otros célebres cuentos o relatos universales, a la implicación moral o   sentimental de un tema, un héroe o una intriga (pensemos, por ejemplo, en la universalidad de otros cuentos famosos) sino a la peculiar sustancia y circunstancia del relato. Peculiaridad difícil de definir, porque parece escapar a las categorías más habituales de ficción, o relato imaginario, o narrativa del conocimiento, o literatura fantástica -a menos que nos contentemos con la de lo fantástico intelectual (pese a la imprecisión, amplitud e insatisfacción que la denominación puede entrañar).
Al hablar de su extensa repercusión, no nos referimos tanto a los estudios particulares de que ha sido objeto en la copiosa bibliografía crítica, como, especialmente, a la alusión, mención o cita en textos o discursos que a él recurren, desde su propio interés y perspectiva. La singular materia del relato, la extravagante fábula tan rica de implicaciones y posibles derivaciones, explica que haya servido de ilustración, sustento, apertura o iluminación de teorías, métodos, hipótesis o conjeturas lingüísticas o literarias.
Sin intención exhaustiva, veamos algunas de esas referencias.
A Gérard Genette, por ejemplo, el relato le sirve para hablar de la práctica hipertextual consistente en una «transformación puramente semántica», que denomina parodia minimal («parodie minimale»). Pierre Ménard asiste aquí al espectáculo de la Intertextualidad.
Umberto Eco recurre a Pierre Ménard para ejemplificar las nociones de «uso» e «interpretación» textual, en los análisis de semiología general. Pierre Ménard ingresa en el escenario de la Semiología y en el de la Estética de la recepción.
El relato es para Sábato motivo de interrogación respecto de la vigencia del pasado. ¿No entra así Pierre Ménard en la Filosofía de la Historia?
Jean-Marie Schaeffer invoca el texto para mostrar que   la diferencia de contexto origina una diferencia genérica, aun dentro de un género determinado. Es decir, Pierre Ménard incursiona en el antiguo y controvertido ámbito de la Teoría de los géneros literarios.
A Robbe-Grillet le sirve, en defensa del nouveau roman, para condenar -por «deshonestos», dice- los argumentos de una crítica que pondera en un autor moderno el estilo clásico o los elogios del tipo «escribe como Stendhal». «Para escribir como Stendhal -sostiene- ante todo habría que escribir en 1830». Afirmación que rubrica con la siguiente reflexión: «El novelista del siglo XX que reprodujese palabra a palabra Don Quijote escribiría de tal modo una obra totalmente diferente de la de Cervantes».
Para Maurice Blanchot, «Pierre Ménard» tiene que ver con el misterio de la traducción. En esta, dice, «tenemos la misma obra en un doble lenguaje; en la ficción de Borges tenemos dos obras en la identidad del mismo lenguaje y, en esa identidad que no lo es, el fascinante espejismo de la duplicidad de los posibles».
Rodríguez Monegal, por su parte, con motivo de Lezama Lima y Paradiso, vincula «Pierre Ménard» con «la vanidad de la crítica»: «Ya Borges había alegorizado esa vanidad en el destino grotesco, y tal vez patético, de Pierre Ménard, autor del Quijote».
Alicia Borinsky cree que Borges en «Pierre Ménard» (como Arenas en El mundo alucinante) crea una máquina que intenta «enmascararse como una lectura vista como reescritura». Y este «efecto de repetición» supone olvidarse del libro: «es la teoría del lenguaje que lo hace posible».
No ha faltado tampoco una referencia explícita de Stanislaw Lem, el autor de ciencia ficción. Lem sostiene en un artículo (de ficción científica llevada a la crítica literaria), y con motivo de novelas que intentan prescindir del narrador y aun del contexto histórico,  viviendo solo de la autosuficiencia del lenguaje, que «la autonomía total de la lengua es un disparate», que «ni las palabras ni las frases enteras tienen atrincheramientos y fronteras». Al respecto afirma que Borges roza la cuestión con su relato, del que cita literalmente el fragmento referido a la «historia, madre de la verdad», idéntico y distinto en Cervantes y en Ménard, para concluir: «Aquí hay algo más que una broma literaria o una burla, las reflexiones de Borges son estrictamente justas y la verdad en ellas contenida no sufre el menor menoscabo a causa del absurdo del concepto mismo (¡escribir el Quijote de nuevo!). En efecto, el sentido de las frases se lee en función del contexto de la época; lo que significaba una retórica inocente en el siglo XVII adquiere un sentido cínico en el nuestro. Las frases no tienen un sentido in se, y no fue Borges quien lo decidió así para gastar una broma; el momento histórico modela los significados lingüísticos: he aquí una realidad inapelable».
Pierre Ménard, como se ve, es un hombre que se pasea por el mundo. O al menos por el mundo... de la teoría y la crítica literaria.
-
2. ¿Quién es Pierre Ménard?
Pero dejando de lado ecos y referencias que de manera puntual han tenido y tienen lugar, debido a la particular condición de la fábula contenida en Pierre Ménard, abordemos otra cuestión que ha desvelado a más de un crítico o lector, y que podría formularse, un tanto secamente, así: ¿quién es Pierre Ménard? O mejor dicho, ¿quién está detrás de Pierre Ménard? ¿En qué escritor, o en qué experiencia ajena pudo inspirarse Borges para la creación de su personaje? Cabe pensar que bien pudo no haberse basado en ningún autor o episodio particular,   que su extraño héroe pudo haber sido simplemente el fruto de una especulación. Pero pudo existir un modelo. Aun en tal caso, resta el imponderable espacio de la libertad creadora. Nadie cree que el novelista copia o traslada directamente sus personajes del mundo real a la ficción. Hay mutilaciones, trasplantes, metamorfosis. Pero a menudo el autor parte de figuras de la realidad -y es por tales casos que los lectores buscan las «correspondencias».
Tal ejercicio (el de la identificación de «claves») es en muchos casos bastante bizantino. La individualización o «clave» del Rastignac de Balzac, por ejemplo, o del barón de Charlus de Proust, basa esencialmente la pesquisa en elementos biográficos o históricos, de escaso provecho crítico o literario. En el caso de Pierre Ménard solo puede fundarse en aproximaciones o deducciones de otro orden, que la hace menos trivial y ociosa, más significativa y fértil.
Y porque abundan los datos, indicios, mimetismos o «guiños», que asoman en el texto como enigma, provocación o desafío, muchos han tenido (otros tal vez sigan teniendo) la impresión de que detrás de Pierre Ménard está la admiración, la caricatura o la extrapolación de un escritor determinado.
La pregunta sobre quién es Pierre Ménard puede inducir a muy distinta respuesta según atienda de preferencia a su obra visible o invisible. Porque podrían ser muy distintos los modelos de una y otra. La primera es tan heterogénea (recuérdense los diecinueve artículos, sonetos, monografías del inventario) que la clave podría apuntar (conjugando cuestiones tan disímiles como asuntos de autoría y traducción, atribuciones y falsías, plagios y coincidencias, vida social y literaria) a autores subyacentes, a los que solo habría que restituir el nombre: ¿el de aquel erudito «a la violeta»? ¿el de tal poeta neoclásico? ¿el de aquel crítico inocente? ¿el del traductor   falaz? ¿el de uno que es varios? ¿el de varios que hacen uno? Pueden lucubrarse muy distintas «correspondencias»...
Pero la verdadera clave, la que sin distinguirlo expresamente buscan todos, es la del autor de la obra invisible, la del moderno autor del Quijote. Hagamos, pues, un somero repaso de las propuestas que, en textos de categoría, género, tiempo y espacio muy diversos, han creído dar con el germen, probable o preciso, de Pierre Ménard.
3.- ¿Es Paul Groussac?
4.- ¿Es Unamuno?
5.- ¿Es Paul Mallarmé?
6.- ¿Otro Ménard?
7.- ¿Valery?
8. ¿El mismo Borges?
Por supuesto, cabe una hipótesis más transparente, y es la de Pierre Ménard como un alter ego de Borges. Es lo que parece desprenderse de numerosos artículos que vinculan directamente el propósito, las ideas o el arte poética de Pierre Ménard con los del autor de la ficción.
Tal lo que puede deducirse del siguiente párrafo de un artículo en que sus autores, Tamara Holzapfel y Alfred Rodríguez, abordan con sagacidad las probables razones de la elección de los tres capítulos cervantinos en la obra de Ménard:
Pero el porqué del Quijote queda de nuevo ofuscado en la conclusión de la misma carta: «Componer el Quijote a principios del siglo diecisiete era una empresa razonable, necesaria, acaso fatal». Pues lo que difícilmente puede ser el Quijote es obra a la vez fortuita e innecesaria y necesaria e inevitable. La paradoja que encierra esta cita de Ménard nos deja perplejos. La explicación original de la criatura borgiana se desvanece ante nuestros ojos y nos conduce, con la interrogación intacta, ante el propio autor-creador, ya desenmascarado. El laberinto de las sucesivas razones, la misma artificiosidad, nos ha conducido hasta el propio Borges.
Otro tanto sucede con un interesante artículo de Julio Rodríguez-Luis sobre los borradores de Ménard. El autor recuerda que Ménard, como Borges en 1939, no había escrito aún nada perdurable, y más adelante afirma:
Ménard, el crítico y poeta de segunda fila cuyo más alto logro, aquel al que dedicó el más continuado e intenso de sus esfuerzos, fue re-escribir el Quijote, se nos aparece así como una imagen de Borges según se ve él a sí mismo en relación con Don Quijote, obra que, como máximo representante de la cultura hispánica, participa de la barbarie que Borges, por ser el país bárbaro donde le tocó nacer a parte de esa cultura, hace consustancial a ella.
Por supuesto, esta correspondencia queda también implícita en la mayoría de los autores mencionados al comienzo del presente artículo, que atribuyen al emprendimiento de Pierre Ménard postulados que incumben, como se dijo, a la teoría del lenguaje, del conocimiento o de la traducción.
Pero a través del escritor que transparece en la figura de Pierre Ménard no se da la «mismidad» sino la «alteridad». En un original artículo en el que analiza las coincidencias entre Borges y Pessoa, Santiago Kovadloff afirma:
Borges ejecuta con igual resolución y acierto ese movimiento destinado a iluminar la ruptura entre identidad biográfica y personalidad artística. ¿Cómo lo hace? Mediante la exaltación de una voluntad apócrifa vertebradora de toda su práctica literaria. Borges, en efecto, se empeña con inflexible tenacidad en adjudicar a otros todo lo que brota de su pluma, siempre interesado en presentar como ajeno lo que es propio. Así, entre el escritor y su persona se abre un abismo cuya existencia y sentido Borges cultiva con obstinación y deleite.
En esa distancia entre autor y personaje finca la analogía de ambos escritores. «Borges y Pessoa jerarquizan con pasión esa diferencia. La teoría de los heterónimos y los postulados borgeanos de la composición apócrifa se nutren en la convicción de que es la alteridad y no la mismidad nuestro destino».
 
9. Epílogo
Máscara transparente o personaje de humo, como se  ve, las hipótesis sobre quién es Pierre Ménard cubren un amplio abanico que va desde la identificación más o menos precisa con un autor determinado hasta la de la fusión de varios muy distintos entre sí, desde la de una pura entelequia hasta la de una copia fiel, o desde la de un individuo real hasta la de un alter ego del propio Borges, en su dimensión más autocrítica y acerba. Se podría añadir que va desde una exploración detectivesca para descubrir in fraganti al soterrado modelo hasta una indagación genealógica remontándose a las fuentes. A menos que baste con otra, más ortodoxamente borgeana: así como en la Biblioteca de Babel todos los libros son un solo Libro, un Autor puede ser «la cifra y el compendio perfecto de todos los demás».
Desentrañar las claves no es, por supuesto, el camino sustituto para desentrañar un texto. Pero el caso de Pierre Ménard alcanza una mayor proyección que el de las claves habituales, cuyo interés es primordialmente erudito: la originalidad del mito y el carácter excéntrico del personaje inducen a que las hipótesis alimenten nuevas propuestas de sentido para este «memorable absurdo». Lo importante no es la clave en sí sino la reflexión gnoseológica que cada caso entraña. Sin olvidar, por lo demás, aquella sabia frase de Valéry: Toute oeuvre est l'oeuvre de bien d'autres choses qu'un «auteur».
P. S. Ya en prensa este artículo, leemos un curioso relato ficticio de Luísa Costa Gomes (escritora portuguesa). aparecido en el n.º 522 de La Nouvelle Revue Frainçaise (1996) con el título «Belisa Davies auteur du "Pierre Ménard autor del Quijote"». La Multiplicación de los espejos...

Óscar Tacca
extraído de ¿Quién es Pierre Ménard?




__________
Ver texto completo
en Biblioteca Virtual Miguel Cervantes
pinchando aquí

Ir a Pierre Ménard, autor del Quijote
pinchando aquí



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Entradas relacionadas

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...