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¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.
Poesía eres tú.
(G.A.B)
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CARTAS LITERARIAS A UNA MUJER
I
En una ocasión me preguntaste: ¿Qué es la poesía? ¿Te acuerdas? No sé a qué
propósito había yo hablado algunos
momentos antes de mi pasión por ella. ¿Qué es la poesía? me dijiste; y yo, que
no soy muy fuerte en esto de las definiciones, te respondí titubeando: la
poesía es... es... y sin concluir la frase buscaba inútilmente en mi memoria un
término de comparación, que no acertaba a encontrar. Tú habías adelantado un
poco la cabeza para escuchar mejor mis palabras; los negros rizos de tus
cabellos, esos cabellos que tan bien sabes dejar a su antojo, sombrear tu
frente con un abandono tan artístico, pendían de tu sien y bajaban rozando tu
mejilla hasta descansar en tu seno; en tus pupilas, húmedas y azules como el
cielo de la noche, brillaba un punto de luz, y tus labios se entreabrían
ligeramente al impulso de una respiración perfumada y suave. Mis ojos que, a
efecto sin duda de la turbación que experimentaba, habían errado un instante
sin fijarse en ningún sitio, se volvieron entonces instintivamente hacia los tuyos, y exclamé al
fin: ¡la poesía... la poesía eres tú! ¿Te acuerdas?
Yo aún tengo presente el gracioso ceño de curiosidad burlada, el acento
mezclado de pasión y amargura con que me dijiste: ¿Crees que mi pregunta sólo
es hija de una vana curiosidad de mujer? Te equivocas. Yo deseo saber lo que es
la poesía, porque deseo pensar lo que tú piensas, hablar de lo que tú hablas,
sentir con lo que tú sientes, penetrar por último en ese misterioso santuario
en donde a veces se refugia tu alma, y cuyo dintel no puede traspasar la mía. Cuando
llegaba a este punto se interrumpió nuestro diálogo. Ya sabes por qué. Algunos
días han transcurrido. Ni tú ni yo lo hemos vuelto a renovar, y sin embargo,
por mi parte no he dejado de pensar en él. Tú creíste, sin duda, que la frase
con que contesté a tu extraña interrogación, equivalía a una evasiva galante.¿Por qué no hablar con franqueza? En aquel momento di aquella definición,
porque la sentí, sin saber siquiera si decía un disparate. Después lo he
pensado mejor, y no dudo al repetírtelo. La poesía eres tú.
¿Te sonríes? Tanto peor para los dos. Tu incredulidad nos va a costar a ti
el trabajo de leer un libro y a mí el de componerlo.¡Un libro! exclamas
palideciendo y dejando escapar de tus manos esta carta. No te asustes. Tú lo
sabes bien: un libro mío no puede ser muy largo. Erudito, sospecho que tampoco.
Insulso, tal vez; mas para ti, escribiéndolo yo, presumo que no lo será, y para
ti lo escribo. Sobre la poesía no ha dicho nada casi ningún poeta; pero en
cambio hay bastante papel emborronado por muchos que no lo son.
El que la siente se apodera de una idea, la envuelve en una forma, la arroja en el estadio del saber y pasa. Los críticos se lanzan entonces sobre esa forma, la examinan, la disecan y creen haberla comprendido cuando han hecho su análisis. La disección podrá revelar el mecanismo del cuerpo humano; pero los fenómenos del alma, el secreto de la vida ¿cómo se estudian en un cadáver? No obstante, sobre la poesía se han dado reglas, se han atestado infinidad de volúmenes, se enseña en las universidades, se discute en los círculos literarios y se explica en los ateneos. No te extrañes. Un sabio alemán ha tenido la humorada de reducir a notas y encerrar en las cinco líneas de una pauta el misterioso lenguaje de los ruiseñores. Yo, si he de decir la verdad, todavía ignoro qué es lo que voy a hacer, así es que no puedo anunciártelo anticipadamente.
Sólo te diré, para tranquilizarte, que no te inundaré en ese diluvio de
términos que pudiéramos llamar facultativos, ni te citaré autores que no
conozco, ni sentencias en idiomas que ninguno de los dos entendemos. Antes de
ahora te lo he dicho. Yo nada sé, nada he estudiado, he leído un poco, he
sentido bastante y he pensado mucho, aunque no acertaré a decir, si bien o mal.
Como sólo de lo que he sentido y he pensado he de hablarte, te bastará sentir y
pensar para comprenderme. Herejías históricas, filosóficas y literarias
presiento que voy a decir muchas. No importa. Yo no pretendo enseñar a nadie,
ni erigirme en autoridad, ni hacer que mi libro se declare de texto. Quiero
hablarte un poco de literatura, siquiera no sea más que por satisfacer un
capricho tuyo; quiero decirte lo que sé de una manera intuitiva, comunicarte mi
opinión y tener al menos el gusto de saber, que si nos equivocamos, nos
equivocamos los dos, lo cual, dicho sea de paso, para nosotros equivale a
acertar.
La poesía eres tú, te he dicho, porque la poesía es el sentimiento y el
sentimiento es la mujer.
La poesía eres tú porque esa vaga aspiración a lo bello que la caracteriza
y que es una facultad de la inteligencia en el hombre, en ti pudiera decirse
que es un instinto.
La poesía eres tú porque el sentimiento que en nosotros es un fenómeno
accidental y pasa como una ráfaga de aire, se halla tan íntimamente unido a tu
organización especial, que constituye una parte de ti misma.
Últimamente, la poesía eres tú; porque tú eres el foco de donde parten sus
rayos.
El genio verdadero tiene algunos atributos extraordinarios que Balzac llama
femeninos y que efectivamente lo son. En la escala de la inteligencia del poeta
hay notas que pertenecen a la de la mujer y éstas son las que expresan la
ternura, la pasión y el sentimiento. Yo no sé por qué los poetas y las mujeres
no se entienden mejor entre sí. Su manera de sentir tiene tantos puntos de
contacto. Quizás por eso... pero dejemos digresiones y volvamos al asunto. Decíamos...,
¡ah! sí, hablábamos de la poesía.
La poesía es en el hombre una cualidad puramente del espíritu; reside en su
alma, vive con la vida incorpórea de la idea y para revelarla necesita darle una
forma. Por eso la escribe. En la mujer, por el contrario, la poesía está como
encarnada en su ser; su aspiración, sus presentimientos, sus pasiones y su
destino son poesía: vive, respira, se mueve en una indefinible atmósfera de
idealismo que se desprende de ella, como un fluido luminoso y magnético; es, en
una palabra, el verbo poético hecho carne. Sin embargo, a la mujer se la acusa vulgarmente
de prosaísmo. No es extraño. En la mujer es poesía casi todo lo que piensa;
pero muy poco de lo que habla. La razón yo la adivino, y tú la sabes. Quizá
cuanto te he dicho lo habrás encontrado confuso y vago. Tampoco debe
maravillarte.
La poesía es al saber de la humanidad lo que el amor a las otras pasiones. El
amor es un misterio. Todo en él son fenómenos a cuál más inexplicables; todo en
él es ilógico; todo en él es vaguedad y absurdo. La ambición, la envidia, la
avaricia, todas las demás pasiones tienen su explicación y aún su objeto, menos
la que fecundiza el sentimiento y lo alimenta. Yo, sin embargo, la comprendo;
la comprendo por medio de una revelación interna, confusa e inexplicable. Deja
esta carta, cierra tus ojos al mundo exterior que te rodea, vuélvelos a tu
alma, presta atención a los confusos rumores que se elevan de ella, y acaso la
comprenderás como yo.
(Se continuará.)
Gustavo Adolfo Bécquer
Cartas literarias a una mujer
[El Contemporáneo,
jueves 20 de diciembre de 1860.]
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