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GOYA: (…) Según usted, mi mente se
burla de mi oído. ¿Y de mis ojos? (Arrieta interroga con los suyos.) Estoy sordo, pero no ciego (Grave) me conoce bien y confío en que no
me crea un demente… Voy a confiarle algo… increíble. Prométame callar. (Arrieta asiente,
expectante.) Yo he visto a esos hombres voladores (Señala al grabado.)
ARRIETA: ¿Qué?
GOYA: En los cerros de atrás. (Arrieta
se sienta despacio, observándolo con
aprensión). Dos veces los vi, hará dos años. Muy lejos, pero las ventanas
de algo que parecía una casa brillaban en el cerro más alto. Y ellos volaban alrededor, muy blancos. (Arrieta
traza signos.) Conozco las aves de por acá. No eran pájaros.
Pensé si serían franceses, manejando artefactos nuevos. Pero no puede ser, porque se sabría ya. (Arrieta
traza signos. Goya deniega
y deniega, hasta que interrumpe.) ¡No! ¡No estoy soñando con ángeles! No eran ángeles (Arrieta traza signos.) ¿Imaginar el futuro? ¡Le digo que los he visto! (Arrieta
traza signos y señala a “Asmodea”.) Eso sí es imaginación. Un pobre solitario como yo puede soñar que
una bella mujer… de la raza misteriosa…. Le llevaría a su montaña. A descansar de la miseria humana. (Arrieta
traza signos) ¡No al cielo! Ellos viven en la tierra. No sé quiénes son.
ARRIETA: (Señala a
los ojos de Goya, meneando la
cabeza.) También los ojos pueden engañar…
GOYA: Mis ojos no me engañan. Y han visto a nuestros hermanos mayores. Acaso vivan en los montes desde hace siglos… Le confesaré mi mayor deseo: que un día…
bajen. ¡A acabar con Fernando VII y con
todas las crueldades del mundo! Acaso un día bajen como un ejército
resplandeciente y llamen a todas las puertas.
Con golpes tan atronadores… que yo mismo los oiré. Golpes como tremendos martillazos. (Un silencio. Arrieta
deniega débilmente.) Dejémoslo. (Arrieta
se levanta y pasea. Dedica una expresiva mirada a “Las
fisgonas”, otra al pintor, y asiente para
sí, apesarado. Luego se acerca y traza
signos.) Claro que me siguen
encalabrinando las mozas. Aún no soy
viejo. (Breves signos de Arrieta.) Como entonces no,
conforme. Pintar me importa cada vez más
y me olvido de ello.
ARRIETA: (Acentúa
las palabras y apunta a Goya con un dedo, apuntando luego a la derecha)
¿Usted, o ella?
GOYA: (Se levanta
y pasea, irritado.) La Leocadia es una imbécil con la cabeza llena de
nubes. (Ante nuevos signos de Arrieta se detiene, furioso.) ¿Qué?...
(Arrieta suspira en silencio y señala a “Las fisgonas”. Sobresaltado, Goya va a sentarse
brusco, junto al brasero. Al fin mira al
doctor con muy mala cara y éste se apresura a trazar signos.) No tema tanto
por mi salud. A mí no me parte un rayo.
(Se levanta airado.) ¡Yo no quiero hablar de indecencias” (Melancólico, Arrieta traza signos.)
¡Y dale con el miedo! Yo no temo a nada
ni a nadie. (Arrieta se sienta en el sofá y traza signos.) ¡Con ojo sí ando, tonto no soy! (Arrieta traza signos.) Preocupado…
¿quién no lo está? (Breves signos de Arrieta.) ¿Ahora? (Arrieta
asiente. Arrieta lo piensa y se
sienta a su lado. Toma la badila y
juguetea con ella.) Ahora me
preocupa una carta. (Gesto de
interrogación de Arrieta.) Le escribí hace muchos días a Martín Zapater
y no llega su respuesta. No creo que
pase nada… (Breve pausa.) pero he sido imprudente. Martinillo es como un hermano y yo estoy tan necesitado
de expansión…. Cuando escribo me desahogo; es como si oyese… ¡Bah! No se abren
todas las cartas, y los palotes de dos viejos gruñones, ¿qué le pueden importar
a nadie? (Arrieta esboza el ademán
de escribir y pregunta con un gesto.) Cosicas nuestras… (Ríe.) Pero me despaché con el Narizotas.
ARRIETA: ¿En la carta? (Y repite el ademán de escribir.)
GOYA: Me di ese gusto. (Arrieta palidece y
traza signos.) Insultos muy gordos, sí!
Menos de los que se merece. (Risueño,
mira al doctor y cambia de expresión al ver la de éste.) ¿Teme que pueda
pasar algo? (Arrieta traza signos.) Catorce días.
(Arrieta se levanta y pasea. Comienza a oírse el pausado y sordo latir de
un corazón.) No pensarán tanto en mí como para abrir mis cartas… (Arrieta se detiene y traza signos. Los latidos aumentan súbitamente su ritmo y
su fuerza.) Se lo que es el Libro Verde.
Lo que dicen que es. (Arrieta traza signos.) Gracias. Usted escribirá a Martinillo si es menester. Pero dentro de unos días… Esperemos. (Arrieta se acerca y le pone una mano en el hombro. Goya
lo mira.
El doctor traza signos.) ¿A
Francia? (Arrieta asiente con vehemencia.) ¿De veras piensa que… estoy en peligro? (Arrieta asiente. Goya se toma un momento para inquirir.) ¿De
muerte? (Arrieta,
después de un momento de vacilación,
asiente. Goya
se levanta y pasea nervioso.) ¡Tengo que pintar aquí! ¡Aquí!
ARRIETA: (Lo detiene
por un brazo.) ¡Tiene que salvarse!
Antonio Buero Vallejo
El sueño de la razón, 1970
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El sueño de la razón
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Bellisimo !!! como consigo la obra completa !! ???
ResponderEliminarSi no lo encuentras en las librerías (lo que no es fácil) creo que podrás bajártelo aquí:
ResponderEliminarhttp://www.stockcero.com/pdfs/9781934768341_SAMP.pdf
Saludos.
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