MARIO: (Duro.) Siéntate.
VICENTE: Con mucho gusto, si es que por fin vas a
decir algo sensato.
(Se
sienta.)
MARIO: Quizá no. (Sonríe.) Yo vivo aquí, con nuestro padre... Una atmósfera no muy
sensata, ya lo sabes. (Indica al Padre.) Míralo. Este pobre demente era un hombre recto, ¿te acuerdas? Y
nos inculcó la religión de la rectitud. Una enseñanza peligrosa, porque luego,
cuando te enfrentas con el mundo, comprendes que es tu peor enemiga. (Acusador.) No se vive
de la rectitud en nuestro tiempo. ¡Se vive del engaño, de la zancadilla, de la
componenda...! Se vive pisoteando a los demás. ¿Qué hacer, entonces? O aceptas
ese juego siniestro... y sales de este pozo..., o te quedas en el pozo.
VICENTE: (Frío.) ¿Por qué no salir?
MARIO: Te lo estoy explicando... Me repugna nuestro
mundo. Todos piensan que en él no cabe sino comerte a los demás o ser comido. Y
encima, todos te dicen: ¡devora antes de que te devoren! Te daremos bellas
teorías para tu tranquilidad. La lucha por la vida... El mal inevitable para
llegar al bien necesario... La caridad bien entendida... Pero yo, en mi rincón,
intento comprobar si puedo salvarme de ser devorado..., aunque no devore.
VICENTE: No siempre te estás en tu rincón, supongo.
MARIO: No siempre. Salgo a desempeñar mil
trabajillos fugaces...
VICENTE: Algo pisotearás también al hacerlos.
MARIO: Tan poca cosa... Me limito a defenderme. Y
hasta me dejo pisotear un poco, por no discutir... Pero, por ejemplo, no me
enriquezco.
VICENTE: Es toda una acusación. ¿Me equivoco?
EL PADRE: ¿Quién es éste?
Antonio Buero Vallejo
El tragaluz
(experimento en dos partes)
1967
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