Ha sobrevivido solamente
un ejemplar de los primeros cuatro libros del ciclo de Amadís, impreso por el
alemán Jorge Coci de Zaragoza en 1508. Sigue en pie la teoría de que ha de
haber existido una edición de tiempos de los Reyes Católicos, tradicionalmente asignada
a 1496, de la que no ha quedado ningún vestigio. Antes del descubrimiento de la
edición de 1508 se consideraba la edición de Roma de 1519 como la más antigua
que hubiera sobrevivido. Sin embargo era casi cierta la existencia de una
edición de 1511, impresa por Jacobo Cromberger, que aparece en el Registrum de
los libros de Hernando Colón.
El ejemplar único fue
descubierto por el librero y bibliófilo Edwin Tross en Ferrera en 1872. Tross,
alemán de nacimiento, se había establecido en París, donde murió en 1875. No se
sabe nada de las circunstancias de su descubrimiento, ni se sabe tampoco cómo
Tross lo puso a la venta. Desafortunadamente, el ejemplar conservado no ofrece ninguna pista para poder
reconstruir su trayectoria anterior a 1872, pues no lleva signatura que indique
biblioteca particular ni institucional, ni muestra clave alguna que revele la
identidad de propietarios anteriores. Es de suponer que había formado parte de
un fondo de libros españoles de los siglos XVI y XVII de alguna biblioteca de la
región norteña de Italia.
Tross vendió el libro al
gran bibliófilo francés, Baron Achille Seillière, quien ya había acumulado una biblioteca
de una riqueza sin igual, la célebre Bibliothèque de Mello. Seillière tenía la
costumbre de embellecer sus libros más preciados encargando para ellos encuadernaciones
dignas de su rareza y valor. Encargó una espléndida encuadernación a
Chambolle-Duru y a Marius Michel, destruyendo así toda indicación de la
historia anterior del libro.
Seillière murió en 1873
y a la muerte de uno de sus hijos en 1887 una parte de la biblioteca se puso a
la venta en Sotheby de Londres. El Amadís de 1508 fue adquirido por el
librero londinense, Bernard Quaritch. Curiosamente el libro apareció en tres
catálogos de Quaritch antes de encontrar un comprador. Se editó en 1895 su Bibliotheca
hispana y en el mes de junio el Museo Británico lo compró por 200 libras
esterlinas. Actualmente forma parte de los fondos de la British Library de
Londres.
Amadis de Gaula, Zaragoza
Jorge Cocci, 1508
La historia de un ejemplar único:
Geofrey West
British Library
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Iconografía amadisiana: las imágenes de Jorge Coci
Juan Manuel Cacho Blecua
Universidad de Zaragoza
El 30 de octubre de 1508 veía la luz la
primera edición conservada de los cuatro libros del Amadís de Gaula en
los talleres zaragozanos de Jorge Coci, si bien no era la más antigua de las
impresas. De acuerdo con su compleja transmisión textual (Suárez Pallasá; Ramos
2002a y 2002b), la princeps tuvo que estamparse años antes, pero desconocemos
su paradero. De su autoría se responsabilizaba Garci Rodríguez de Montalvo,
personaje cada vez mejor estudiado (Salvador Miguel), hidalgo regidor de Medina
del Campo (Valladolid), cuya intervención había sido decisiva para la posteridad
de un texto anterior, el Amadís primitivo, surgido unos dos siglos
antes. Su último autor transmitía una ficción medieval remozada y transformada
en nuevos moldes, al tiempo que ofrecía como propios el cuarto libro y su
continuación, publicada aparte, Las sergas de Esplandián, conjunto
terminado hacia 1495-96. Había modificado una obra bien conocida
durante la Edad Media (Riquer; Cacho Blecua 2002), la había amplificado y le
había dado unos nuevos significados, propagando a los cuatro vientos la
superioridad de su labor. La tarea, explicada con orgullo, revelaba su ambición
literaria, correlativa con su pretensión de pasar a la posteridad.
Con Las sergas creaba el primer
ciclo castellano, el de los amadises, al tiempo que actualizaba y refundaba la
nueva serie de los libros de caballerías, de hondas raíces medievales,
reconocible para tiempos futuros. En su evolución, la ficción de Montalvo sirvió
de referente para que después se afirmasen, negasen, matizasen o reelaborasen sus
principales líneas constructivas. Los variados estratos compositivos del Amadís
y las diversas propuestas del medinés (Cacho Blecua 2005), al mismo tiempo
que las innovaciones, los desvíos y los rechazos de autores posteriores,
conjuntamente con la adaptación de las obras a nuevos contextos
socio-históricos y literarios, incluso relacionadas a otros géneros,
contribuyeron a dar cierta variedad a los paradigmas de estos libros. Pese a la
interesada opinión cervantina, ni mucho menos el conjunto puede ser considerado
idéntico a sí mismo e inmutable en su uniformidad y desarrollo, aunque puedan
destacarse ciertas constantes en su(s) poética(s) (Guijarro; Lucía Megías &
Sales; Marín Pina).
El éxito del Amadís fue
extraordinario en España y en Europa, como reflejan sus abundantes ediciones
(al menos 19 seguras en español durante el siglo XVI), sus numerosas
traducciones y recreaciones al francés, al inglés, al italiano, al alemán, al holandés
y al hebreo (Neri), muchas de ellas ilustradas. Desde 1540 hasta 1615 conoció
un gran impulso por la adaptación francesa de Herberay des Essarts, que le abrió
las puertas europeas. Además, muy pronto se publicó Le Thrésor des libres d'Amadis,
París, 1559, que hasta 1606 se imprimió en unas veinte ocasiones (Roubaud),
tesoro que abarca una colección de fragmentos escogidos, cartas, declaraciones,
discursos, convertido en manual de urbanidad cortesana (Place 1954; Benhaïm),
aspecto existente en los textos españoles potenciado en las versiones galas.
La continuidad de su largo ciclo
alcanza en España doce libros diferentes, mientras que en Francia, Italia y
Alemania se duplicó la serie hasta llegar a los 24, procedentes de las nuevas
creaciones. De acuerdo con las estimaciones realizadas, entre 1496 y 1694
circularon en toda Europa unos 625.000-650.000 ejemplares relacionados con Amadís
y su prolífica descendencia, correspondientes a 527-595 ediciones de las diferentes
obras (Wedigge 110-12).
En compañía de los textos desde muy
temprano y, a veces, de forma autónoma, también se difundió, renovó y actualizó
una variada y abundante iconografía, que llega hasta tiempos actuales incluso
en forma de tebeo. Como es lógico, las
múltiples imágenes que ha suscitado resultan menos uniformes en los tiempos
modernos que en sus primeras ediciones, están condicionadas por el público al
que van destinadas y varían notablemente en función de sus soportes: el grabado
libresco, sea xilográfico, en cobre o litográfico, los tapices, la pintura, los
dibujos y las cerámicas. Entre todos ellos, analizaré las peculiaridades,
ausencias e innovaciones de las xilografías usadas por Jorge Coci en sus dos
ediciones amadisianas (Zaragoza, 1508 y 1521), que marcaron unas pautas
históricas.
El Amadís de Jorge Coci
(…) Coci es el responsable de un
encargo, aunque para Alabart el maestro impresor habría sido el autor de las
figuras incluidas, por lo que, por extensión, podríamos atribuirle la portada
del Amadís. Sin embargo, parecen arriesgadas tales interpretaciones,
pues ni están documentadas, ni se desprenden necesariamente de las palabras
transcritas, ni de la tradición anterior. Lo más lógico es pensar que el alemán
de Constanza mandara realizar las xilografías de las Genealogías, no que
las hiciera personalmente: de los 1100 sueldos recibidos “se habían de deducir
los gastos derivados” del encargo de los “tacos xilográficos imprescindibles
para la correcta impresión de la obra” (Pedraza & Santos 908).
Coci se había establecido en solitario
durante el 1504, año en el que había adquirido la imprenta zaragozana, mientras
que, de acuerdo con la documentación, en 1510 compró una casa, seguida a partir
de esa fecha de otras propiedades. Como bien destaca M. Pedraza (1997, 211-22),
durante este tiempo logra rentabilizar su empresa editorial, si bien, en los
años próximos a 1508, se habían producido importantes trastornos: en 1507,
Zaragoza “se vio gravemente afectada por la peste. El contagio, que tuvo sus
inicios en Andalucía, se generalizó con gran rapidez por toda la Península. Sus
efectos sobre la población fueron especialmente duros por haber ido precedida
de una serie continuada de malas cosechas y de una plaga de langosta” (Colás
& Salas 26). Bien es cierto que en 1508 se produjo una “magnífica cosecha
en Zaragoza y Aragón” (Fatás 190), que en una sociedad fundamentalmente
agrícola tuvo que tener sus consecuencias económicas que afectarían también a
los libros impresos.
En este contexto, entre la crisis
culminada en 1507 y la bonanza posterior, Coci editó un Amadís de
hermosa factura tipográfica, introducido con una bella imagen.
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