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HISTORIA DEL PERÚ. PRÓLOGO A LA SEGUNDA PARTE (Inca Garcilaso de la Vega)

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PRÓLOGO A los indios, mestizos y criollos de los reinos y provincias del grande y riquísimo Imperio del Perú.


EL INCA GARCILASO DE LA VEGA, SU HERMANO, COMPATRIOTA Y PAISANO, SALUD Y FELICIDAD.

Por tres razones, entre otras, señores y hermanos míos, escribí la primera y escribo la segunda parte de los Comentarios Reales de esos reinos del Perú. La primera, por dar a conocer al universo nuestra patria, gente y nación, no menos rica al presente con los tesoros de la sabiduría y ciencia de Dios, de su fe y ley evangélica, que siempre por las perlas y piedras preciosas de sus ríos y mares, por sus montes de oro y plata, bienes muebles y raíces suyos, que tienen raíces sus riquezas, ni menos dichosa por ser sujetada de los fuertes, nobles y valerosos españoles, y sujeta a nuestros Reyes Católicos, monarcas de los más y mejor del orbe, que por haber sido poseída y gobernada de sus antiguos príncipes los Incas peruanos, Césares en felicidad y fortaleza. Y porque de virtud, armas y letras suelen preciarse las tierras en cuánto remedan al cielo, de estas tres prendas puede loarse la nuestra dando a Dios las gracias y gloria, pues sus conterráneos son de su natural dóciles, de ánimos esforzados, entendimientos prestos, y voluntades afectas a piedad y religión, desde que la cristiana posee sus corazones trocados por la diestra del muy alto, de que son testigos abonados en sus Cartas Anuas los Padres de la Compañía de Jesús, que, haciendo oficio de apóstoles entre indios, experimentan su singular devoción, reforma de costumbres, frecuencia de sacramentos, limosnas y buenas obras, argumento del aprecio y estima de su salvación. En fe de lo cual atestiguan estos varones apostólicos, que los fieles indianos sus feligreses, con las primicias del espírituhacen a los de Europa casi la ventaja que los de la iglesia primitiva a los cristianos de nuestra era, cuando la católica fe, desterrada de Inglaterra y del septentrión, su antigua colonia, se va de un polo a otro, a residir con los antípodas, de cuyo valor y valentía hice larga mención en el primer volumen de estos Reales Comentarios, dando cuenta de las gloriosas empresas de los Incas, que pudieran competir con los Daríos de Persia, Ptolomeos de Egipto, Alejandros de Grecia y Cipiones de Roma. Y de las armas peruanas mas dignas de loar que las griegas y troyanas, haré breve relación en este tomo, cifrando las hazañas y proezas de algunos de sus Héctores y Aquiles. Y basta por testimonio de sus fuerzas y esfuerzo lo que han dado en qué entender a los invencibles castellanos, vencedores de ambos mundos. Pues ya de sus agudos y sutiles ingenios hábiles para todo género de letras, valga el voto del doctor Juan de Cuéllar, canónigo de la santa iglesia catedral de la imperial Cozco, que, siendo maestro de los de mi edad y suerte, solía con tiernas lágrimas decirnos: “¡Oh hijos y cómo quisiera ver una docena de vosotros en la universidad de Salamanca!”, pareciéndole podían florecer las nuevas plantas del Perú en aquel jardín y vergel de sabiduría. Y por cierto que tierra tan fértil de ricos minerales y metales preciosos, era razón criarse venas de sangre generosa y minas deentendimientos despiertos para todas artes y facultades. Para los cuales no falta habilidad a los indios naturales, y sobra capacidad a los mestizos, hijos de indias y españoles, o de españolas e indios, y a los criollos oriundos de acá, nacidos y connaturalizados allá. A los cuales todos, como a hermanos y amigos, parientes y señores míos, ruego y suplico se animen y adelanten en el ejercicio de virtud, estudio y milicia, volviendo por si y por su buen nombre, con que lo harán famoso en el suelo y eterno en el cielo. Y de camino es bien que entienda el mundo Viejo y político, que el Nuevo (a su parecer bárbaro) no lo es ni ha sido sino por falta de cultura. De la suerte que antiguamente los griegos y romanos, por ser la nata y flor del saber y poder, a las demás regiones en comparación suya llamaban bárbaros, entrando en esta cuenta la española, no por serlo de su natural, mas por faltarle lo artificial, pues luego, con el arte, dio naturaleza muestras heroicas de ingenio en letras, de ánimo en armas, y en ambas cosas hizo raya entonces en el Imperio romano, con los sabios Sénecas de Córdoba, flor de saber y caballería, y con los augustísimos Trajanos y Teodosios de Italia. ¡Oh Sevilla, llave de los tesoros de Occidente, ya levanta la cabeza entre sus émulas naciones y sobre ellas, que así te da la prima y palma la nuestra antesinculta, hoy por tu medio cultivada, y de bosque de gentilidad e idolatría vuelta en paraíso de Cristo, de que no resulta pequeña gloria a España en haberla el Todopoderoso escogido por medianera, para alumbrar con lumbre de fe a las regiones que yacían en la sombra de la muerte! Porque verdaderamente la gente española, como herencia propia del Hijo de Dios, heredada del Padre Eterno, que dice en su salmo de David:  Postula a me; et dabo tibi gentes hereditatemtuam, et possessionem tuam terminos terræ. Reparte con franca mano del celestial mayorazgo de la fe y Evangelio con los indios, como con hermanos menores, a los cuales alcanza la paternal bendición de Dios y aunque vienen a la viña de su iglesia a la hora undécima, por ventura les cabrá jornal y paga igual a los que portarunt pondus diei, et æstus.

El segundo respeto y motivo de escribir esta historia fue celebrar (si no digna, al menos debidamente) las grandezas de los heroicos españoles que con su valor y ciencia militar ganaron para Dios, para su Rey y para sí, aqueste rico Imperio cuyos nombres, dignos de cedro, viven en el libro de la vida y vivirán inmortales en la memoria de los mortales. Por tres fines se eternizan en escritos los hechos hazañosos de hombres, en paz y letras, o en armas y guerras señalados: por premiar sus merecimientos con perpetua fama; por honrar su patria, cuya honra ilustre son ciudadanos y vecinos tan ilustres; y para ejemplo e imitación de la posteridad, que avive el paso en pos de la antigüedad siguiendo sus batallas, para conseguir sus victorias. A este fin, por leyes de Solón y Licurgo, legisladores de fama, afamaban tanto a sus héroes las repúblicas de Atenas y Lacedemonia. Todos tres fines creo y espero se conseguirán con esta historia, porque en ella serán premiados con honor y loor, premio digno de solala virtud por la suya esclarecida, los clarísimos conquistadores del Nuevo Orbe, que son gozo y corona de España, madre de la nobleza y señora del poder y haberes del mundo; la cual, juntamente, será engrandecida y ensalzada, como madre y ama de tales, tantos y tan grandes hijos, criados a sus pechos con leche de fe y fortaleza, mejor que Rómulo y Remo. Y finalmente los hidalgos pechos de los descendientes y sucesores, nunca pecheros a cobardía, afilarán sus aceros con nuevo brío y denuedo, para imitar las pisadas de sus mayores, emprendiendo grandiosas proezas en la milicia de Palas y Marte y en la escuela de Mercurio y Apolo, no degenerando de su nobilísima prosapia y alcurnia, antes llevando adelante el buen nombre de su linaje, que parece traer su origen del cielo, adonde como a patria propia y verdadera deben caminar por este destierro y vallede lágrimas, y, poniendo la mira en la corona de gloria que les espera, aspirar a llevársela, entrando por picas y lanzas, sobrepujando dificultades y peligros; para que así como han con su virtud allanado el paso y abierto la puerta a la predicación y verdad evangélica en los reinos del Perú, Chile, Paraguay y Nueva España y Filipinas, hagan lo mismo en la Florida y en la tierra Magallánica, debajo del Polo Antártico y  habida victoria de los infieles enemigos de Cristo, afuer de los emperadores y cónsules romanos entren los españoles, triunfando con los trofeos de la fe, en el empíreo Capitolio.

La tercera causa de haber tomado entre manos esta obra ha sido lograr bien el tiempo con honrosa ocupación y no malograrlo en ociosidad, madre de vicios, madrastra de la virtud, raíz, fuente y origen de mil males que se evitan con el honesto trabajo del estudio, digno empleo de buenos ingenios, de nobles ánimos, de estos para entretenerse ahidalgadamente, según su calidad, y gastar los días de su vida en loables ejercicios, y de aquellos para apacentar su delicado gusto en pastos de ingenio, y adelantar el caudal en finezas de sabiduría, que remitan y montan más al alma que al cuerpo los censos, ni que los juros de las perlas del Oriente y plata de nuestro Potocsi. A esta causa escribí la Crónica de la Florida, de verdad florida, no con mi seco estilo, mas con la flor de España, que trasplantada en aquel páramo y eriazo, pudiera dar fruto de bendición desmontando a fuerza de brazos la maleza del fiero paganismo y plantando conriego del cielo el árbol de la cruz y estandarte de nuestra fe, vara florida de Aarón y Jesé. También por aprovechar los años de mi edad y servir a los estudiosos, traduje de italiano en romance castellano los diálogos de filosofía entre Filón y Sofía, libro intitulado  León Hebreo, que anda traducido en todas lenguas hasta en lenguaje peruano (para que se vea a do llega la curiosidad y estudiosidad de los nuestros), y en latín corre por el orbe latino, con acepción y concepto de los sabios y letrados, que lo precian y estiman por la alteza de su estilo y delicadeza de su materia. Por lo cual con justo acuerdo, la santa y general Inquisición de estos reinos, en este último expurgatorio de libros prohibidos, no vedándolo en otras lenguas, lo mandó recoger en la nuestra vulgar, porque no era para vulgo. Y pues consta de su prohibición, es bien se sepa la causa, aunque después acá he oído decir que ha habido réplica sobre ello. Y porque estaba dedicado al Rey, nuestro señor Don Felipe Segundo, que Dios haya en su gloria, será razón salga a luz la dedicatoria, que era la siguiente:


“SACRA, CATÓLICA, REAL MAJESTAD,
DEFENSOR DE LA FE:

 No se puede negar que no sea grandísimo mi atrevimiento en imaginar dedicar a Vuestra Católica Real Majestad esta traducción de toscano en español de los tres Diálogos de Amor del doctísimo maestro León Hebreo, por mi poco o ningún merecimiento. Pero concurren tantas causas tan justas a favorecer esta mi osadía, que me fuerzan a ponerme ante el excelso trono de Vuestra Católica Majestad y alegarlas en mi favor. La primera y más principal es la excelencia del que los compuso; su discreción, ingenio y sabiduría, que es digno y merece que su obra se consagre a Vuestra Sacra Majestad. La segunda es entender yo, si no me engaño, que son éstas las primicias que primero se ofrecen a Vuestra Real Majestad de lo que en este género detributo se os debe por vuestros vasallos, los naturales del Nuevo Mundo, en especial por los del Perú y más en particular por los de la gran ciudad del Cozco, cabeza de aquellos reinos y provincias, donde yo nací. Y como tales primicias o primogenitura es justo que, aunque indignas por mi parte, se ofrezcan a Vuestra Católica Majestad, como a Rey y señor nuestro, a quien debemos ofrecer todo lo que somos.

La tercera, que pues en mi juventud gasté en la milicia parte de mi vida en servicio de Vuestra Sacra Majestad, y en la rebelión del Reino de Granada, en presencia del serenísimo Don Juan de Austria, que es en gloria, vuestro dignísimo hermano, os serví con nombre de vuestro capitán, aunque inmérito devuestro sueldo, era justo y necesario, que lo que en edad más madura setrabajaba y adquiría en el ejercicio de la lición y traducción, no se dividiera del primer intento, para que el sacrificio que de todo el discurso de mi vida a Vuestra Real Majestad ofrezco sea entero, así del tiempo como de lo que en él se ha hecho con la espada y con la pluma. La cuarta y última causa sea el haberme cabido en suerte ser de la familia y sangre de los Incas que reinaron en aquellos reinos antes del felicísimo Imperio de Vuestra Sacra Majestad; que mi madre, la Palla Doña Isabel, fue hija del IngaHuallpa Tópac, uno de los hijos de Tópac Inca Yupanqui y de la Palla Mama Ocllo, su legítima mujer, padres de Huayna Cápac Inca, último Rey que fue del Perú. Digo esto, soberano monarca y señor nuestro, no por vanagloria mía, sino para mayor majestad vuestra, por que se vea que tenemos en más ser ahora vuestros vasallos que lo que entonces fuimos dominando a otros, porque aquella libertad y señorío era sin la luz de la doctrina evangélica, y esta servitud y vasallaje es con ella. Que mediante las invencibles armas de los Reyes Católicos, de gloriosa memoria, vuestros progenitores, y del Emperador nuestro señor y las vuestras, se nos comunicó, por su misericordia, el sumo y verdadero Dios, con la fe de la Santa Madre Iglesia Romana, al cabo de tantos millares de años que aquellas naciones, tantas y tan grandes, permanecían en las tristísimas tinieblas de su gentilidad. El cual beneficio tenemos en tanto más cuanto esmejor lo espiritual que lo temporal. Y a estos tales, Sacra Majestad, nos es licito (como a criados más propios que somos y más favorecidos que debemos ser) llegarnos con mayor ánimo y confianza a vuestra clemencia y piedad, a ofrecerle y presentarle nuestras poquedades y miserias, obras de nuestras manos e ingenio. También, por la parte de España, soy hijo de Garcilaso de la Vega, vuestro criado, que fue conquistador y poblador de los reinos y provincias del Perú. Pasó a ellas con el Adelantado Don Pedro de Alvarado, año de mil y quinientos y treinta y uno. Hallóse en la primera general conquista de los naturales de él, y en la segunda de la rebelión de ellos, sin otras particulares que hizo en nuevos descubrimientos, yendo a ellos por capitán y caudillo de Vuestra Católica Majestad. Vivió en vuestro servicio en aquellas partes, hasta el año de cincuenta y nueve, que falleció de esta vida, habiendo servido a vuestra real corona en todo lo que en el Perú se ofreció tocante a ella: en la paz, administrando justicia; y en la guerra contra los tiranos que en diversos tiempos se levantaron, batiendo oficio de capitán y de soldado. Soy asimismo sobrino de Don Alonso de Vargas, hermano de mi padre, que sirvió a Vuestra Sacra Majestad treinta y ocho años en la guerra, sin dejar de asistir a vuestro sueldo ni un solo día de todo este largo tiempo; acompañó Vuestra Real persona desde Génova hasta Flandes, juntamente con el capitán Aguilera, que fueron dos capitanes que para la guarda de ella en aquel viaje fueron elegidos por el Emperador nuestro señor; sirvió en Italia, Francia, Flandes, Alemania, en Corón, en África, en todo lo que de vuestro servicio se ofreció en las jornadas que en aquellos tiempos se hicieron contra herejes, moros, turcos y otras naciones, desde el año de mil y quinientos y diez y siete hasta el de cincuenta y cinco, que la Majestad Imperial le dio licencia para que se volviese a su patria a descansar de los trabajos pasados. Otro hermano de los ya nombrados, llamado Juan de Vargas, falleció en el Perú, de cuatro arcabuzazos que le dieron en la batalla de Huarina, en que entró por capitán de infantería de Vuestra Católica Majestad. Estas causas tan bastante, me dan ánimo, Rey de Reyes (pues todos los de latierra os dan hoy la obediencia y os reconocen por tal), a que en nombre de la gran ciudad del Cozco y de todo el Perú, ose presentarme ante la Augusta Majestad Vuestra, con la pobreza de este primero, humilde y pequeño servicio,  aunque para mí muy grande, respecto el mucho tiempo y trabajo que me cuesta; porque ni la lengua italiana, en que estaba, ni la española, en que la he puesto, es la mía natural, ni de escuelas pude en la puericia adquirir más que un indio nacido en medio del fuego y furor de las cruelísimas guerras civiles de su patria, entre armas y caballos, y criado en el ejercicio de ellos, porque en ella no había entonces otra cosa, hasta que pasé del Perú a España a mejorarme en todo,sirviendo de más cerca vuestra real persona. Aquí se verá, defensor de la fe, qué sea el amor, cuán universal su Imperio, cuán alta su genealogía. Recibidla, Soberana Majestad, como de ella se espera y como quien sois, imitando al omnipotente Dios que tanto procuráis imitar, que tuvo en más las dos blancas de la vejezuela pobre, por el ánimo con que se las ofrecía, que los grandes presentes de los muy ricos; a cuya semejanza, en todo, yo ofrezco este tan pequeño a Vuestra Sacra Majestad. Y la merced que vuestra clemencia y piedad se dignare de hacerme en recibirlo con la benignidad y afabilidad que yo espero, a cierto que aquel amplísimo Imperio del Perú y aquella grande y hermosísima ciudad, su cabeza, la recibirán y tendrán por sumo y universal favor, porque le soy hijo,y de los que ella con más amor crió, por las causas arriba dichas, y aunque esta miseria de servicio a Vuestra Real Majestad le es de ningún momento, a mí me es de mucha importancia, porque es señal y muestra del afectuosísimo ánimo que yo siempre he tenido y tengo a vuestra real persona y servicio, que si en él yo pudiera la que deseo, quedara con satisfacción de mi servir. Pero con mis pocas fuerzas, si el divino favor y el de Vuestra Majestad no me faltan, espero, para mayor indicio de este afecto, ofreceros presto otro semejante, que será la jornada que el Adelantado Hernando de Soto hizo a la Florida, que hasta ahora está sepultada en las tinieblas del olvido. Y con el mismo favor pretendo pasar adelante a tratar sumariamente de la conquista de mi tierra, alargándome más en las costumbres, ritos y ceremonias de ella, y en sus antiguallas; las cuales, como propio hijo, podré decir mejor que otro que no lo sea, para gloria y honra deDios Nuestro Señor, que por las entrañas de su misericordia y por los méritos de la sangre y pasión de su unigénito hijo, se apiadó de vernos en tanta miseria y ceguera y quiso comunicarnos la gracia de su Espíritu Santo, reduciéndonos a la luz y doctrina de su Iglesia Católica Romana, debajo del Imperio y amparo de Vuestra Católica Majestad. Que después de aquélla, tenemos ésta por primera merced de su divina mano, la cual guarde y ensalce la real persona y augusta prole de Vuestra Sacra Majestad con larga vida y aumento de reinos e imperios,como vuestros criados lo deseamos. Amén. De Montilla, 19 de enero 1586 años. Sacra, Católica, Real Majestad, defensor de la fe. Besa las reales manos de Vuestra Católica Majestad, vuestro criado


Garcilaso Inca de la Vega


 
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Para ver la obra completa

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