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PEKIN CONTRA BEIJING (Luis Silva-Villar)

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Acostumbrados a "Pekín", cuesta adaptarse a la ortografía recomendada por China: "Beijing". "La Capital del Norte": ese es su significado literal, resto de una época en que se identificaban las capitales por la posición geográfica. Así nace "Nanking" (hoy "Nanjing"): "La Capital del Sur".

El que no lo recuerde, que sepa que el nuevo nombre proviene de transcribir al alfabeto latino los ideogramas chinos por medio del sistema de romanización pin-ying. Se ideó este sistema para unificar todas las transcripciones (del chino) en uso. En 1979 se oficializó la nueva transcripción. Ahora, con las Olimpiadas, ha vuelto el nombre a la actualidad.

¿Debemos cambiar las enciclopedias y libros de estudio porque así lo pide China? El nuevo nombre afecta a la propia historia lingüística del español.

El problema no es nuevo. La "x" de México planteó una disyuntiva parecida. México, a raíz de circunstancias históricas de sobra conocidas, pidió dar preferencia a la "equis" patriótica sobre la "jota" fonética. Su aceptación hace que ahora el sonido de "jota" se escriba de cuatro maneras diferentes: traje, regir, Oaxaca, Hawai.

De vuelta a China, por la Olimpiadas, leemos en el Diccionario panhispánico de dudas que la ortografía tradicional: "Pekín", es la que goza del apoyo oficial. El gentilicio: "pekinés".

¿Cuál es la antigüedad del nombre "Pekín" en español? ¿De dónde nos llegó? Una pequeña inspección a las lenguas circunvecinas nos dice que en inglés el nombre era "Peking", lo que hace pensar que el español es adaptación de la pronunciación inglesa, quizás a través del francés, que también lo escribe "Pekín". Un repaso a la historia nos enseña que los ingleses tomaron el nombre de su pronunciación en "cantonés": "Pak-king". El "cantonés" —para curioso— es el chino que se oye en San Francisco. Encontramos otra interpretación paralela, que no excluye lo anterior: que el mandarín evolucionó trastocando el sonido de "k" en un sonido próximo al que representa "ch" en español. Su sonido en "mandarín" suena a "Peiichín". La "ng" final se volatiliza: no cuadra en español: "jugamos al ‘pín-pón’ y "vamos a ‘Jón-Kón’ a ver películas de ‘Kín-Kón’". El caso de "Pekín" recuerda, a la inversa, a la pronunciación en California de "archidiócesis", que se hace "arkidiocesis".

Los documentos históricos del español son elocuentes. La ortografía "Pequín" es más antigua que "Pekín": "Pekín" se documenta en 1690 en México (Carlos de Sigüenza y Góngora, Libra astronómica y filosófica). "Pequín", con "qu", se encuentra en España: en 1601-1621 (Juan Jerez, Razón de corte) y en 1636 (Cosme Gómez de Tejada, León prodigioso). El mismo documento trae "Panquin", seguramente "Panquín" contaminado con "Nanquín", también en el texto. En 1640, "Panquín" es lo que utiliza Baltasar Gracián, aragonés, en El político don Fernando el Católico.

Para completar esta información, la primera documentación de "Beijing" (en español) es de 1984; de España: El País. En 1988 está en El Universal de Venezuela.

En cuanto a si se debe adoptar plenamente, es debate abierto. La adopción implica cambios de gran calado en documentos oficiales, atlas, enciclopedias, hasta nombres de razas de perros —¿"pequineses" o "beijineses"? — y platos de cocina: ¿pato a la "beijinesa’"? Es para pensárselo. Además, es que todo el mundo pronuncia "Beiyín" a la inglesa, que es otro despropósito. ¿Tenemos el alfabeto para saltárnoslo a la torera?

Cerremos conciliadores. Conflictos hay muchos pero Olimpiadas una cada cuatro años. Espero que haya disfrutado de los juegos: en "Beijing" o "Pekín", que al fin y al cabo son los mismos juegos.






Luis Silva-Villar
es Ph.D. en lengua y literatura hispánicas

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