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JAVIER MARÍAS HABLA DE JUAN BENET

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Sus libros

Su obra, lo he dicho en muchas ocasiones, me parece la más importante de la segunda mitad del siglo XX en España. Su obra como novelista y también su obra como ensayista literario. Como ensayista literario, incluso me atrevería a decir que es uno de los pocos. Libros como La inspiración y el estilo, pero no sólo ése sino también En ciernes, un libro menos conocido, o La moviola de Eurípides, que tiene algunos ensayos a mi modo de ver absolutamente extraordinarios, su equivalente no veo que exista en otros muchos escritores de esta segunda mitad del siglo. Lamentablemente, el ensayo literario se ha cultivado muy poco por parte de los propios escritores, ha estado más bien en manos de profesores o de teóricos o incluso de algún crítico.

Pero, bueno, como novelista, que es su principal faceta, pues ya he dicho un poco lo que supuso Volverás a Región y lo que ha supuesto también el resto de sus novelas. Quizá Volverás a Región puede que sea su libro más perfecto, aunque fuera el primero, se ha de tener en cuenta que era un libro que publicó con cuarenta años, era la obra de alguien maduro. Pero no se limitó a eso, tiene libros que a mí me parecen extraordinarios aunque sin duda alguna son difíciles, como Saúl ante Samuel, como los tres volúmenes de Herrumbrosas lanzas o como Un viaje de invierno, que a mí me parece de los mejores. En fin, yo comprendo que alguna gente... bueno, se echa un poco para atrás porque algunas veces los libros de Benet presentan dificultades, y no voy a negar que las presentan, si bien una de las cosas que hacen atractiva la literatura de Benet es el tipo de dificultades que presenta. Su oscuridad, a mi modo de ver, no es nunca gratuita, se corresponde con una complejidad de pensamiento en algunas ocasiones, o con una complejidad de estructura o técnica que a veces se requiere y que es armoniosa y coherente dentro de cada libro, que no está puesta desde fuera, que no está puesta de manera gratuita.
 


Preferencias
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No sé, es difícil decirlo. He releído hace poco Volverás a Región con motivo del artículo que escribí al cumplirse veinticinco años de su publicación y me ha parecido siempre un libro extraordinario. También me gustaba mucho Un viaje de invierno, pero claro, lo tengo menos reciente. Eso de sus novelas.

Luego, sin duda, de los libros que no son novelas pero sí en cierto sentido narrativos, el que prefiero es Otoño en Madrid hacia 1950, me parece un libro delicioso y realmente es una pena que no escribiera más cosas de esa índole, porque ese es un libro perfectamente asumible para cualquier tipo de lector y que no por eso es inferior en calidad, en absoluto, a sus novelas. Si hubiera tenido más libros de esa índole de los que ha tenido, quizá habría habido mucha gente que se habría acercado a su obra a través de libros como ése, menos complicado; o también Trece fábulas y media, que es otro libro delicioso y de gran agudeza. Pero, claro... Otoño en Madrid hacia 1950 me parece un libro extraordinario.

 

El hombre más encantador de la tierra
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Con Benet ha habido un equívoco que en cierto sentido no lo es, es decir, que mucha gente tenía la idea de que era un ser personalmente casi odioso. Yo me imagino que es muy probable que las personas que piensan así quizá hayan podido tener algún motivo. Y el motivo puede ser que Benet, como ya he dicho en el artículo necrológico que escribí a su muerte, con las personas que lo conocían bien era "el hombre más gracioso y encantador de la tierra", decía exactamente eso y lo sigo afirmando.


Ahora bien, no era ese tipo de personaje (como lo era por ejemplo, su gran amigo Juan García Hortelano) que lo es en toda ocasión y casi ante cualquier persona. Hortelano tenía una especie de bonhomía general (aunque también podía ser malicioso) que hacía que cayera muy bien a prácticamente todo el mundo con quien se trataba. El caso de Benet no era así. Benet, cuando alguien no le gustaba, podía mostrarse muy odioso. Hay gente con la cual no tenía el menor motivo para estar simpático, lo cual me parece muy bien. Hay personas que son encantadoras en toda circunstancia y con toda persona, yo creo que hay mucha gente con la cual no hay porqué ser encantador, sino todo lo contrario. Benet hacía eso, podía resultar odioso si alguien le parecía un imbécil o si le parecía un canalla o que estaba diciendo sandeces o que estaba teniendo un comportamiento incorrecto o innoble. Podía ser muy simpático y podía ser muy duro, y eso es algo que se debe aplaudir en una época tan sonriente y blanda como esta. Le gustaba, en ocasiones, ser un provocador. Tenía también cierta timidez extraña que a veces en público, fuera en televisión o en un acto público, podía hacerle parecer incluso huraño; en cierto sentido era deliberado.

Pero en muchas otras ocasiones, la verdad, incluso públicas (yo he asistido a bastantes actos en los cuales él intervenía, bien una mesa redonda o una conferencia)... En otras ocasiones no, no era provocador, era una persona encantadora que contaba anécdotas con una enorme gracia. Suena un poco ridículo, quizá, decir esta palabra, pero era extremadamente bondadoso. Yo sé, por ejemplo, que esto sucedía no solamente con sus amigos literarios, sino también con sus amigos ingenieros o con la gente que había trabajado con él en las muchas obras que hizo, presas, túneles. Sé que albañiles o peones que habían trabajado con él, a lo mejor hacía treinta años en una obra de un pantano o de una presa y que ahora que estaban en el paro, se dirigían a él a pedirle ayuda; y sé que (jamás lo contó, lo sé por personas que trabajaban cerca de él), sé que les había enviado dinero. Si esa gente se dirigía a él al cabo de treinta años a pedirle ayuda en un momento de apuro, sería por algo.

Parece ser que la gente que trabajó con él lo adoraba en general. Y ya no digo la totalidad de sus amigos, los que eran amigos le tenían también una verdadera adoración. Quizá lo que sí le gustaba era provocar, ir un poco contracorriente y también, una de las cosas que hacía y eso yo no puedo sino aplaudirlo, era no callarse la boca, no ser diplomático. Si él opinaba que Galdós era un latazo, lo decía. Y a mi modo de ver lo opinaba con considerable razón, es una opinión que yo suscribo en buena medida; suscribo una de las cosas que decía, que era que tenía unos diálogos insoportables, grotescos y zafios, y si opinaba eso lo decía, no iba con rodeos. Si alguien le desagradaba no tenía inconveniente en decir su opinión.

En ese sentido, yo creo que también hay que pensar en Benet como en un transgresor, en contra de lo que se ha dicho en los últimos años cuando numerosos periodistas de baja estofa lo han acusado de estar próximo al oficialismo, e incluso próximo al gobierno y cosas por el estilo. Una cosa es que él pudiera tener algún trato o amistad con personas del gobierno, también tuvo amistad y trato con personas del gobierno de UCD, por ejemplo el propio Alberto Oliart o García Añoveros, que fueron ministros de UCD, eran amigos suyos de toda la vida, lo siguieron siendo. Pero en contra de lo que se ha dicho, que podía ser un personaje oficial u oficialista, yo creo que realmente ha sido el verdadero transgresor como figura pública, como novelista y como articulista. Hay una serie de escritores que pasan por ser transgresores, por ir a la contra, y no me importa mencionar nombres, como Juan Goytisolo o Antonio Gala, que realidad lo único que hacen normalmente es decir lo consabido, lo que opina una gran masa de la sociedad dominante de hoy en día, que por supuesto no es ya la derecha, sino más bien esta izquierda aguada que domina la sociedad. En cambio Benet era capaz de decir cosas que sí iban en contra de ese pensamiento convencional, supuestamente de izquierdas. Y por eso irritaba mucho. En ese sentido, no hay sino que aplaudirlo.

Era un hombre con un gran sentido del humor, un hombre con muchísima gracia. Las reuniones en su casa con frecuencia acababan de la manera más disparatada, haciendo representaciones de teatro, algunas de ellas absurdas como la que contaba Félix de Azúa en su artículo al día siguiente de la muerte de Benet, en que se escenificaba un viaje en tren, un viaje en la Renfe, en el cual Benet hacía el papel de revisor, con una gorra (tenía una buena colección de sombreros y de gorras). Luego, también ponía las músicas más disparatadas, ponía unos discos que tenía con discursos de Hitler que divertían mucho por lo grotesco que resultaba escucharlo en estos tiempos, en fin, tantos años después.

Digamos que era un comediante, era una persona de una gracia, de una inventiva... Muy bromista, y a la vez amable. Tenía ese lado público que podía incluso parecer huraño, tenía ese lado provocador pero que yo creo que era una provocación justificada, no gratuita, eran cosas que él opinaba, no era tampoco ese tipo de escritor, que también hay, que está todo el rato pensando "qué puedo decir ahora para molestar", sino que eran cosas que él pensaba, evidentemente no se las callaba.

Y a la vez era enormemente amable. A lo largo de veintitantos años de trato he tenido ocasión de comprobarlo en numerosas ocasiones. A mí me ayudó más de una vez, no ya en cosas literarias sino en cosas personales, y sé de mucha otra gente a la que también ha ayudado.


Javier Marías
extracto de la entrevista publicada en
El ojo de la aguja, núm. 4-5,
(Primavera de 1993)




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