Foto: José Juan (emagister.com) |
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Hace muchos años que deseaba visitar Monóvar. Una simpática y generosa invitación me ha permitido realizar esta toma de posesión, esta comprobación. He ido a Monóvar, seguro de que iba a ser para mí en la realidad, lo que era ya de antemano en Ia literatura. Antes, solicité de "Azorín" el permiso para ir a verle a su casa. Me lo otorgó en el acto. Hablamos y hablamos, aunque los dos tengamos fama de parcos en Ia palabra conversacional, de muchisimas cosas. Del libro de bolsillo y de hasta qué punto lo es el que ahora lanzan queridos editores. Del paisaje y La literatura. Del toreo y de los lances moceriles de José Martinez Ruiz a un toro de Albacete. De André Gide. De Castelar y de la causa de su encariñainiento con las tierras levantinas. De su doble estilo, oratorio y epistolar. Del cine y su influencia en La literatura y poesia a partir, sobre todo, de 1925. De "Pueblo"y de otros libros con fondo de paisaje de "Azorín". Y, claro está, sobre todo, porque a eso iba yo, de Monóvar.
"Azorín" a sus noventas y tres años, está más joven que a sus noventa y uno. No es verdad que el tiempo sea irreversible. El tiempo marcha hacia adelante y hacia atrás. Al maestro le ha tocado ahora gozar de una cIarividencia fisica e intelectual, de una energia y curiosidad, de una salud visible en la tez y en Ia prontitud de los ademanes que da gozo verlo y charlar con él. Y sigue atento a todo, enterándose de todo. Como cuando tenia cincuenta años menos. Y tan capaz de escribir una página de prosa inmaculada, que es pura poesia por su esencia, como siempre.
Por eso yo, al descubrir para mí mismo, su paisaje natal, he sentido una intensa emoción y relaciono la muda enseñanza de cerros y campos limpisimos con la limpidez y diafanidad de su mirada registradora y transmutadora de la realidad a fuerza de sensibilidad y de fidelidad, a un tiempo minuciosa y sintética. Y qué emoción al penetrar en la casa familiar, donde se acaba de inaugurar una Biblioteca Municipal bajo los auspicios de la Caja de Ahorros del Sureste de España —hoy Caja de Ahorros de Alicante y Murcia— y del propio Ayuntamiento de Monóvar. La planta baja se destina a biblioteca. Una lápida conmemora y ofrece Ia nueva dedicación. Y arriba, en el piso se conservan los muebles, objetos, libros de "Azorin" que curioseo con sus dedicatorias y sus rarezas bibliófilas. Y esa chistera y ese sombrero de paja levemente amarillo, y ese bastón y ese cayado que puede ser el que "ve" todas las plantas y piedras de la tierra a través de la pluma de "Azorín". Y esas fotos y cartas. Qué tesoro de vida azoriniana que se va a salvar y se va a cuidar amorosamente.
"Azorín" —¿le quitamos las comillas? "Azorín" ¿quién es? ¿"Azorín" o Azorín?— nos ha enseñado a pintores y a poetas que no es necesario despegarse de la realidad y que sólo después del análisis más humiide y exacto se puede ilegar a la sintesis profundizadora y creadora. Claro está, que también es un principe de Ia imaginación y buena parte de su excelsa obra es —por usar la definición que a mí bondadosamente me aplica al dedicarme su deliciosa y tan imaginativa novela "La Isla sin Aurora"— la obra de un "poeta del ensueño". Entre el ensueño y Ia realidad, vista con las más diversas técnicas y usando Ia precision de los inventos más actuales, fluctúa Ia obra del poeta Azorin.
Por ejemplo, desde "El paisaje de España visto por los españoles" y desde "La voluntad" y "Antonio Azorín" y "Castilla" hasta "Doña Inés" y "La Isla sin aurora" después de la cinemática y superrealista experiencia de "Pueblo" (novela de los que trabajan y sufren) dedicada a otro dilecto poeta, del que también hablamos en nuestra conversación: Jorge Guillén. Sólo un un artista nacido en esas tierras altas de Alicante, bajo ese cielo, sobre ese suelo —que apenas disimula su subsuelo de mármol—, puede educar sus ojos para hacerles capaces de ver como ve Azorín. Considero a "Pueblo" como una de las más atrevidas aventuras del estilo individual y de la lengua nuestra, comunal. Cinematográfica —primeros planos, calidad por los reflejos de la luz en blanco y negro— y superrealismo en el enfoque de un tema y en lo continuo y a la vez discreto, en los sentidos matemáticos de ambas palabras, son los fundamentos de la hazaña auténticamente atómica de Azorin en esas páginas sin par ni parangón posible. Ejemplo de cómo se puede ser social sin dejar de ser originalísimo y artista, y a un tiempo humorista y piadoso. Ahí encontramos capitulos que quedarán inmortales en la historia futura de nuestras letras. De quien escribe desde lejos con el paisaje en el fondo de su alma y guardado fidelisimo en la cámara oscura de sus ojos claros.
Hace muchos años que deseaba visitar Monóvar. Una simpática y generosa invitación me ha permitido realizar esta toma de posesión, esta comprobación. He ido a Monóvar, seguro de que iba a ser para mí en la realidad, lo que era ya de antemano en Ia literatura. Antes, solicité de "Azorín" el permiso para ir a verle a su casa. Me lo otorgó en el acto. Hablamos y hablamos, aunque los dos tengamos fama de parcos en Ia palabra conversacional, de muchisimas cosas. Del libro de bolsillo y de hasta qué punto lo es el que ahora lanzan queridos editores. Del paisaje y La literatura. Del toreo y de los lances moceriles de José Martinez Ruiz a un toro de Albacete. De André Gide. De Castelar y de la causa de su encariñainiento con las tierras levantinas. De su doble estilo, oratorio y epistolar. Del cine y su influencia en La literatura y poesia a partir, sobre todo, de 1925. De "Pueblo"y de otros libros con fondo de paisaje de "Azorín". Y, claro está, sobre todo, porque a eso iba yo, de Monóvar.
"Azorín" a sus noventas y tres años, está más joven que a sus noventa y uno. No es verdad que el tiempo sea irreversible. El tiempo marcha hacia adelante y hacia atrás. Al maestro le ha tocado ahora gozar de una cIarividencia fisica e intelectual, de una energia y curiosidad, de una salud visible en la tez y en Ia prontitud de los ademanes que da gozo verlo y charlar con él. Y sigue atento a todo, enterándose de todo. Como cuando tenia cincuenta años menos. Y tan capaz de escribir una página de prosa inmaculada, que es pura poesia por su esencia, como siempre.
Por eso yo, al descubrir para mí mismo, su paisaje natal, he sentido una intensa emoción y relaciono la muda enseñanza de cerros y campos limpisimos con la limpidez y diafanidad de su mirada registradora y transmutadora de la realidad a fuerza de sensibilidad y de fidelidad, a un tiempo minuciosa y sintética. Y qué emoción al penetrar en la casa familiar, donde se acaba de inaugurar una Biblioteca Municipal bajo los auspicios de la Caja de Ahorros del Sureste de España —hoy Caja de Ahorros de Alicante y Murcia— y del propio Ayuntamiento de Monóvar. La planta baja se destina a biblioteca. Una lápida conmemora y ofrece Ia nueva dedicación. Y arriba, en el piso se conservan los muebles, objetos, libros de "Azorin" que curioseo con sus dedicatorias y sus rarezas bibliófilas. Y esa chistera y ese sombrero de paja levemente amarillo, y ese bastón y ese cayado que puede ser el que "ve" todas las plantas y piedras de la tierra a través de la pluma de "Azorín". Y esas fotos y cartas. Qué tesoro de vida azoriniana que se va a salvar y se va a cuidar amorosamente.
"Azorín" —¿le quitamos las comillas? "Azorín" ¿quién es? ¿"Azorín" o Azorín?— nos ha enseñado a pintores y a poetas que no es necesario despegarse de la realidad y que sólo después del análisis más humiide y exacto se puede ilegar a la sintesis profundizadora y creadora. Claro está, que también es un principe de Ia imaginación y buena parte de su excelsa obra es —por usar la definición que a mí bondadosamente me aplica al dedicarme su deliciosa y tan imaginativa novela "La Isla sin Aurora"— la obra de un "poeta del ensueño". Entre el ensueño y Ia realidad, vista con las más diversas técnicas y usando Ia precision de los inventos más actuales, fluctúa Ia obra del poeta Azorin.
Por ejemplo, desde "El paisaje de España visto por los españoles" y desde "La voluntad" y "Antonio Azorín" y "Castilla" hasta "Doña Inés" y "La Isla sin aurora" después de la cinemática y superrealista experiencia de "Pueblo" (novela de los que trabajan y sufren) dedicada a otro dilecto poeta, del que también hablamos en nuestra conversación: Jorge Guillén. Sólo un un artista nacido en esas tierras altas de Alicante, bajo ese cielo, sobre ese suelo —que apenas disimula su subsuelo de mármol—, puede educar sus ojos para hacerles capaces de ver como ve Azorín. Considero a "Pueblo" como una de las más atrevidas aventuras del estilo individual y de la lengua nuestra, comunal. Cinematográfica —primeros planos, calidad por los reflejos de la luz en blanco y negro— y superrealismo en el enfoque de un tema y en lo continuo y a la vez discreto, en los sentidos matemáticos de ambas palabras, son los fundamentos de la hazaña auténticamente atómica de Azorin en esas páginas sin par ni parangón posible. Ejemplo de cómo se puede ser social sin dejar de ser originalísimo y artista, y a un tiempo humorista y piadoso. Ahí encontramos capitulos que quedarán inmortales en la historia futura de nuestras letras. De quien escribe desde lejos con el paisaje en el fondo de su alma y guardado fidelisimo en la cámara oscura de sus ojos claros.
Gerardo Diego
Real Academia Española de la Lengua
ABC (7-9-1986)
ABC (7-9-1986)
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