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BARTOLOMÉ BERNARDO DE ARGENSOLA (Cuatro sonetos, dos octavas y dos décimas)

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Rembrandt: Muchacha en la ventana (1645)

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A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa

Yo os quiero confesar, don Juan, primero,
que aquel blanco y color de doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero. 

Pero tras eso confesaros quiero
que es tanta la beldad de su mentira,
que en vano a competir con ella aspira
belleza igual de rostro verdadero. 

Mas ¿qué mucho que yo perdido ande
por un engaño tal, pues que sabemos
que nos engaña así Naturaleza? 

Porque ese cielo azul que todos vemos,
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!





Tu aliento, Herminia, en su fragancia viva

Tu aliento, Herminia, en su fragancia viva
Tan suaves espíritus ofrece,
Que ni un jardín su emulación merece,
Aunque todas su flores aperciba.

Más el que por las barbas se deriva
De tu esposo, ¿con qué salud se cuece,
Que huele a yema, o pollo que perece
Corrompido en la cáscara abortiva?

No es la más grave de las servicumbres
Que la boca le des; que su lujuria
Tus perlas manche y lisie tus corales

¡Oh túmulo, y no tálamo! ¿cuál furia
En ti rindió las leyes naturales
A la fortuna? ¡Oh tiempos! ¡Oh costumbres!*

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* Es el ciceroniano Oh tempora, oh mores, convertido en proverbial, de Cat. I, 2 y Verres, 14, 56





Aunque Ovidio te dé más documentos 

Aunque Ovidio te dé más documentos
para reírte, Cloe, no te rías,
que de pez y de boj en tus encías
tiemblan tus huesos flojos y sangrientos; 

y a pocos de esos soplos tan violentos,
que con la demasiada risa envías,
las dejarás desiertas y vacías,
escupiendo sus últimos fragmentos. 


Huye, pues, de teatros, y a congojas
de los lamentos trágicos te inclina,
entre huérfanas madres lastimadas. 

Mas paréceme, Cloe, que te enojas;
mi celo es pío; si esto te amohína,
ríete hasta que escupas las quijadas.



 


Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve
 
Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve;
porque nos hablas ya con voz oscura,
y, aunque dudoso, el bozo a tu blancura
sobre ese labio superior se atreve.   

Y en ti, oh, Drusila, de sutil relieve
el pecho sus dos bultos apresura,
y en cada cual, sobre la cumbre pura,
vivo forma un rubí su centro breve.   

Sienta vuestra amistad leyes mayores:
que siempre Amor para el primer veneno
busca la inadvertencia más sencilla.   

Si astuto el áspid se escondió en lo ameno
de un campo fértil, ¿quién se maravilla
de que pierdan el crédito sus flores?





Los dientes y la tos

Cuatro dientes te quedaron,
si bien me acuerdo; mas dos,
Celia, de una tos volaron;
los otros dos, de otra tos.

Seguramente toser
puedes ya todos los días
pues no tienen tus encías
la tercera tos que hacer.





 Olor a chamusquina

A solas con don Simón
pasa las noches Ruperta;
ella, polluela inexperta,

él, gallo con espolón.
La madre está en la cocina
cerca del candil hilando,
y ronca de cuando en cuando...
¡Me va oliendo a chamusquina!





Viéndose en un fiel cristal 

Viéndose en un fiel cristal
ya antigua Lice, y que el arte
no hallaba en su rostro parte
sin estrago natural,
dijo: «Hermosura mortal,
pues que su origen lo fue,
aunque el mismo Amor le dé
sus flechas para rendir,
viva obligada a morir,
pero a envejecer, ¿por qué?»




A un letrado

Si vos pretendéis que venga
a ser tan gran necio el mundo,
que por vuestra barba luenga,
por filósofo profundo,
sin otro argumento, os tenga;
mirad que dais ocasión
a que ya cualquier cabrón,
por la gran barba que cría,
aspire a ser algún día
otro Séneca o Platón.





Bartolomé Leonardo de Argensola
(1562 - 1631) 

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BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA, nació en la Ciudad de Barbastro en Aragón hácia el año de 1565. Llamóse su padre Juan Leonardo, Secretario primeramente del Emperador Maximiliano II, y después del Príncipe de España D. Felipe, y oriundo de una antiquísima familia de Ravena; y su madre Doña Aldonza de Argensola, Señora ilustre de Cataluña. En compañía de su hermano mayor Lupercio recibió la enseñanza de las Humanidades y de la Filosofía, y siguió la carrera del Derecho en la Universidad de Huesca, donde se graduó de Doctor. Así eran, poco mas ó menos, los principios de la mayor parte de los literatos de aquel tiempo. Argensola, ordenado de Sacerdote, fue Rector de Villahermosa, y después de una corta mansión en Salamanca, pasó á Madrid, donde la Emperatriz María de Austria retirada entonces al Convento de las Descalzas Reales, le hizo su Capellán; pero por la muerte de aquella Princesa, acaecida en 1603, se trasladó á la Corte, que entonces residía en Valladolid.
En vez de pasar su vida entre la obscuridad y el olvido, los Grandes de aquel siglo tenían la loable costumbre de amar y cultivar las letras, proteger á los hombres de mérito y de ingenio, y complacerse y honrarse con su amistad y su trato. Entre ellos por su franqueza y magnificencia se distinguía el Conde de Lemos (entonces Presidente de Consejo de Indias), cuyo nombre vivirá mientras vivan las bellas producciones que él fomentaba y aplaudía. Este Magnate aficionado particularmente al mérito de los dos hermanos Argensolas, los distinguió entre todos los ingenios de su tiempo, dispensóles su amistad, y comenzó á ocuparlos. Digno y verdadero modo de proteger los talentos, que se inflaman no tanto con la recompensa, como con el buen empleo que de ellos se hace. Cupo á nuestro Argensola el de escribir la Conquista y reduccion de las Molúcas á la obediencia de Castilla, executada por D. Pedro de Acuña, Gobernador de Manila: comisión que desempeñó gallardamente escribiendo uno de los mejores trozos de Historia que se conocen en Castellano, ya por la belleza del estilo, ya por las curiosidades que contiene. El Historiador, sin ceñirse precisamente á la expedición de Acuña, empieza su narración desde la primera llegada de los Europeos al Archipiélago Asiático; cuenta su establecimiento, sus violencias, sus variaciones; describe el luxo, la riqueza y costumbres voluptuosas de aquellos Isleños; los ojos codiciosos con que las Naciones de Europa miraban las gratas producciones de su rico pais, las diversas tentativas mas ó menos afortunadas que contra él se proyectáron; los viages de Sarmiento y de Drack por el mar del Sur, incluyendo también ciertos episodios, que el gusto de aquel tiempo aplaudía, y aun ahora se leen con placer: todo pintado con destreza, y animado de un colorido que maravilla y suspende.
Escrita y publicada esta obra en 1609, que como bellísima se adquirió al instante críticas y aplausos, Argensola se retiró á su pais, de donde le sacó el Conde de Lemos para llevarlo consigo á Mápoles quando le hiciéron Virey de aquel Reyno. Iba también Lupercio de Secretario del Vireynato, y los dos hermanos se grangeáron allí la misma reputación y honores que en España gozaban. Al menor le confirió el Papa un Canonicato en la Catedral de Zaragoza, y los Diputados de Aragón le ofrecieron el título de Coronista de aquel Reyno vacante por fallecimiento del Anticuario Llorente. Así habiendo muerto su hermano en 1613, y restituido á España el Conde, volvió él también y se retiró á Zaragoza á exercer sus dos empleos. Allí acabó en 1631 una vida dedicada toda al dulce exercicio de las Musas entre la moderación y el retiro. Despues de su muerte D. Gabriel Leonardo, sobrino suyo, publicó sus rimas y las de Lupercio en un tomo en quarto el año de 1634, y se han reimpreso en nuestros días.
Su ingenio poético le dio entonces el título de Fenix Española, y le concilió una celebridad excesiva con los aplausos, que le prodigaron su discípulo Villegas, cuya reputacion va declinando; Christobal de Mesa, que ya no vive; Esquilache, cuyos versos ligeros y delicados á veces, agradan todavía; y Cervantes, que será inmortal. Sin embargo es preciso convenir en que este renombre y celebridad son infinitamente menores ahora. Su poesía escasa de imaginación y entusiasmo en la oda, sin vivacidad ni soltura en la sátira, solamente es recomendable por la pureza del estilo y de la dicción, libres enteramente de los vicios monstruosos, que entonces inundaban la Poesía y Eloqüencia. Por esto Lope de Vega en la aprobación de sus rimas decía, que él y su hermano habian venido de Aragón á reformar la lengua Castellana.


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Los hermanos Argensola
en Biblioteca Virtual Miguel Cervantes
pinchar aquí

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Muy recomendable: por el trabajo previo, los poemas
anotados y un detalladísimo índice al final del Vol. II:
Bartolomé Leonardo de Argensola, rimas
Edición (introducción y notas) de José Manuel Blecua
Espasa Calpe, Madrid, 1974
Volumen I, pinchar aquí
Volumen II, pinchar aquí


 


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