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LAS CATARATAS DE IGUAZÚ EXPLORADAS Y DESCRITAS POR VEZ PRIMERA POR ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA (Juan Francisco Maura)

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Al llegar al capítulo 14 (*), se nos informa de «Cómo llegaron a la ciudad de la Ascensión los españoles que quedaron malos en el río Piquerí», que contaron cómo los indios les atacaron, cómo a uno se lo comió un jaguar (al que definen como «un tigre») y cómo estuvieron catorce días y catorce noches sin poder dormir debido a la continua perse­cución a la que fueron sometidos. También se nos cuenta que una vez llegado el contin­gente de Alvar Núñez al río Iguazú (que desemboca en el Río de la Plata), se enteraron de que los indios del lugar habían matado a una expedición de portugueses enviada por un tal Fernando Sosa a descubrir aquella tierra. Los mismos indios aliados le dijeron a Alvar Núñez que los indios del Piqueri «son mala gente» (Cap. 11, fol. 68v). También se nos informa que para asegurar mejor la avanzada hacia la Asunción, parte del grupo fue por tierra bordeando la ribera y otros lo hicicieron a bordo de unas balsas que Alvar Núñez había comprado a los indios. La descripción física que ofrece sobre la intensidad de la corriente del río es espectacular, pareciera que nos encontramos en él: «Y yendo por el dicho río de Iguazú abajo era la corriente de él tan grande, que corrían las canoas por él con mucha furia; y esto causólo que muy cerca de donde se embarcó da el río un salto por unas peñas abajo muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe, que muy lejos se oye» (Cap. 11, fol. 68 v). Continúa contando que la espuma que produce tal golpe de agua «sube en alto dos lanzas y más» y que por esta razón fue necesario llevar las canoas a «fuerza de brazos». Esta descripción es real, hoy sabemos que las cataratas del río Iguazú son de las más espectaculares del mundo. Por eso la na­rración cobra fuerza al narrar con total precisión todo el dramatismo de la naturaleza americana. Lo mismo ocurre con la descripción física de los indígenas de aquel lugar, plasmada con tal colorido y sensación visual que hace que practicamente palpemos el ambiente: «y en la ribera del río estaban muy gran número de los indios de la misma generación de los guaraníes, todos muy emplumados con plumas de papagayos y alma­grados, pintados de muchas maneras y colores, y con sus arcos y flechas en las manos hechos un escuadron de ellos, que era muy gran placer de los ver» (Cap. 11, fol. 69r).




Juan Francisco Maura

El burlador de América:
Álvar Núñez Cabeza de Vaca
(2011)
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(*) Se refiere el autor a los Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

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