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LA SEPARACIÓN DE UN ESTADO EN UN SISTEMA CONFEDERADO (Francisco Pi y Margall)



Pero surge sobre este punto otra cuestión más grave, con la cual pondré fin a este capítulo. «Si las confederaciones, se dice, descansan en la sola voluntad de los pueblos que las constituyen, es indudable que cuando quieran podrán separarse uno o más Estados. Fue, pues, injusta la guerra del Sonderbund; injusta en América la de los Estados del Norte contra los separatistas. Tienen ya por base aquellas confederaciones la fuerza.» Reproducen a porfía este argumento los enemigos de la federación para presentarla ocasionada a la disgregación de las naciones, y no ven que es un sofisma. En la voluntad tienen su base los contratos, y no se disuelven ni rescinden por la de uno de los contratantes. Por el mutuo consentimiento se formaron, y sólo por el mutuo disentimiento se deshacen cuando no se ha cumplido el fin para que se los celebró, ni los afecta ninguno de los vicios que los invalidan. Otro tanto sucede con las confederaciones, que no son más que pactos de alianza. Podrán disolverse por el mutuo disentimiento de los que las formaron, no por el de uno o más pueblos. Ejercen verdaderamente un derecho cuando caen espada en mano contra los Estados que por su sola voluntad intentan separarse. Como que el primero y más importante de sus deberes es sostenerse, esto es, mantener unidos los grupos confederados. El primum esse es la suprema obligación de todo ser, individual o colectivo. Si no por su existencia, ¿por qué habían de luchar las confederaciones?
Acá, entre nosotros, se ha concebido sobre la federación grandes errores, que creo haber en gran parte desvanecido con examinar las atribuciones y el organismo de los poderes federales. Consideraría, no obstante, incompleto mi trabajo, si no aplicara a mi propia nación las conclusiones a que llegué, y no indicara hasta qué punto aconsejan que se las modifique las especiales circunstancias en que se encuentra. España, bien que mal, es una nacionalidad formada, y al querer convertirla en una confederación, es obvio que no ha podido entrar en mi ánimo destruirla. Deseo, por lo tanto, decir en qué sentido y dentro de qué límites debe a mi modo de ver federalizarse la nación española. Sólo después de haberlo dicho podré dar por concluidos mi tarea y mi libro.




Francisco Pi y Margall







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