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Como se acercaba el día de San Isidro, multitud
de gente rústica había acudido a Madrid desde las pequeñas poblaciones y aldeas
de ambas Castillas, y aun de provincias lejanas.
Llenos de curiosidad circulaban los forasteros
por calles y plazas e invadían las tiendas y los almacenes para enterarse de
todo, contemplarlo y admirarlo.
Uno de estos rústicos entró por acaso en la
tienda de un óptico en el punto de hallarse allí una señora anciana que quería
comprar unas gafas. Tenía muchas docenas extendidas sobre el mostrador; se las
iba poniendo sucesivamente, miraba luego en un periódico, y decía:
- Con éstas no leo.
Siete u ocho veces repitió la operación, hasta
que al cabo, después de ponerse otras gafas, miró en el periódico, y dijo muy
contenta.
- Con éstas leo perfectamente.
Luego las pagó y se las llevó.
Al ver el rústico lo que había hecho la señora
quiso imitarla, y empezó a ponerse gafas y a mirar en el mismo periódico; pero
siempre decía:
- Con éstas no leo.
Así se pasó más de media hora, el rústico ensayó
tres o cuatro docenas de gafas, y como no lograba leer con ninguna, las
desechaba todas, repitiendo siempre:
- No leo con éstas.
El tendero entonces le dijo:
- ¿Pero usted sabe leer?
- Pues si yo supiera leer, ¿para qué había de
mercar las gafas?
Juan Valera
de Cuentos y chascarrillos andaluces
1908
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Cuentos y chascarrillos andaluces
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