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VERSOS VIEJOS (Francisco Vighi)





 Melancolía

(Canción doliente)

¡Pobre alma mía!
-¿Lirio?... -Peonía.
-¿Granada?... -Sandía.
-¿Sangre roja?... -Agua fría.

Antes fui un Van Dyck.
Ahora, un Bagaría.
(Un sauce se inclina y toca
el suelo,
su oído junto a mi boca.
«¡Qué noche, válgame el cielo!»)
¡Bravo!... ¡¡Bravo!!.. ¡¡¡Bravo!!!.. ¡¡¡¡Bravo!!!!...
Luna, estrellas, sauces, guardias.
Gracias. Otra más y acabo.
«Vivo sin vivir en mí»,
por eso libre y cautivo
vivo.

Me diagnostican así:
Sintónico-depresivo,
más humanista que festivo.

¡Y pensar
que el planeta se ha de enfriar!
¡O calentar!
¡Hay que ver!...

¡Hay que ver!...
Y la noche es día
  
enlutado por la tintorería.
Y que sólo hay diez cifras. ¡Diez!
¡Y el mundo no es ruleta, sino ajedrez!
-Rey-Caballo-Peón-Alfil-.
¡En fin!, no hay nada serio;
ni la guardia civil,
ni un cementerio.

Protesta el público astral
(y los guardias). -¡Mal!... ¡Muy mal!
Indignación, fracaso, estruendo.

¡Salid sin duelo, lágrimas, corriendo!






 Tertulia del Pombo



Este café tiene algo de talanquera
y de vagón de tercera.
No hay mucho tabaco y se hace mucho humo.
Yo -el noveno poeta español- presumo
delante de Alcaide de Zafra, que enluta sus canas
(once piastras de tinta todas las semanas).
Ventilador. Portugueses.
Acento de Sevilla, ¡dorada ciudad!
Y de mi Bilbao fogonero.
¡Camarero!
Café con leche, mitad y mitad.
Grita Llovet. Calla Bacarisse.
Solana consagra.
Si habla Peñalver, parece que se abre una bisagra.
León Felipe, ¡duelo!
No tiene
ni
Patria
ni
silla
ni abuelo.
¡Duelo! ¡Duelo! ¡Duelo!
Yo le doy un consuelo,
un pañuelo
y
otro pañuelo.


Llega monsieur Lasso de la Vega,
il vient de dîner à l'hôtel Ritz,
il sait bien son rôle
et il porte sa fleur.
Parole
d'honneur.


En los rincones, algunas parejas
de seguridad y de señoras amarillas.
Miran a Torre y se estremecen
los guardias y las viejas;

él las cita a banderillas
con las orejas.

Discusión sin fin
sobre si es ultraísta Valle-Inclán,
que si patatín,
que si patatán.
En el mostrador suena un timbre: trin...
trin... trin... triiiiin.
Unos pocos pagan y todos se van.
Silencio, sombra, cucarachas bajo el diván.



 


Soneto

Vuelvo a ti, soledad, arrepentido.
Firme en la contrición de mi pecado.
En ti, dentro de ti, más que a tu lado,
quiero hallar el consuelo en el olvido.


Ya no seré quien soy, ni quien he sido,
por tus tinieblas desiluminado.
La duda ya resuelta: ¿Puente o vado?
Tú serás campo y cielo, rama y nido.


Refugio y paz: te buscan las inquietas
almas -orates, místicos, poetas-.
Quien dijo «cárcel negra, estepa helada,


pozo de agua salobre, peña dura»,
no supo verte, compañía pura.
Milagro del silencio y de la nada.




El tranvía


En rosario, en letanía.
Sugerencias del tranvía.
Paralelepipédico,
acelerado:
mézclese y agítese
tiempo y espacio.
¡Qué cosas diría
un einsteiniano!
En los carriles de la vía
se lava los pies el tranvía.
Tejiendo su red, trabaja
como un arácnido.
Equilibrista de alambre
cabeza abajo.
Globo cautivo del cable,
siempre tirando.
Pidiendo va un avemaría
la campanilla del tranvía.
Trole al hombro:
¡Buen soldado!
Ligero navío
de un solo palo.
Pescador de caña
en el río urbano.
En el telar del día
la lanzadera es el tranvía.






Francisco Vighi
Versos viejos, 1959



Francisco Vighi
en Biblioteca Virtual Miguel Cervantes
pinchando aquí








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