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FRANCISCO VIGHI

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Francisco Vighi y su obra (Jesús Castañón)
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FRANCISCO VIGHI FERNÁNDEZ (1890 - 1962): Poeta e ingeniero industrial español, nacido en 1890 en Madrid, ciudad que también le vio morir en 1962. Su obra poética, corta, aún desconocida por muchos hoy día y prácticamente inédita, es de estimable calidad.

Francisco Vighi representa un caso singular de la literatura española. Aparentemente da la impresión de que no se tomara muy en serio su creación poética, que más bien parece surgida al arrastre del ambiente que frecuentó en su época, pues fue un empedernido asistente de las tertulias más sonadas en los cafés de entonces.
Su excelente humor, buen talante e ingenio vivo le granjearon popularidad y la amistad y el respeto de muchos escritores contemporáneos suyos. Gerardo Diego, por ejemplo, le dedicó un poema de Manual de Espumas y Ramón Gómez de la Serna, del cual fue brazo derecho en el corrillo de Pombo, trazó su semblanza biográfica en Retratos contemporáneos, donde da noticia de la cordialidad con que Vighi se trataba con Valle-Inclán o Unamuno. Llevaba añadido encima, además, el marbete de la profesión que le dio de comer, tan poco vistosa para las exquisiteces poéticas como pueda serlo la de ingeniero industrial. Aunque siempre se presentaba como ingeniero y poeta, por ese orden, tal dualidad le llevó a proclamarse, en una parodia de sí mismo, "poeta murciélago":
"A todos extraño,
en todo lugar forastero.
Ingeniero me dicen los poetas,
poeta me dicen los ingenieros.
¡Pobre poeta
murciélago!
"
Con la idea de estudiar la carrera, dejó su Palencia de la juventud para trasladarse a Madrid. Fueron dieciséis largos años de duro ajetreo social (recitando poemas cómicos a sus amigos o actuando con El Mirlo blanco en casa de los hermanos Baroja) y muelle vida universitaria, hasta que Julia Arroyo le sentó la cabeza a partir de 1924. Esta mujer, con quien se casó cuatro años más tarde, está muy presente en un buen número de versos de su marido.
Vighi trabajaba en RENFE cuando estalló la Guerra civil. Su proximidad a intelectuales y personalidades del renombre de Azaña, Ortega y Gasset o Unamuno le convirtió en sospechoso ante los ojos falangistas, quienes trataron de prenderle en Palencia. La ayuda de su suegro, muy conocido en la región, resultó decisiva para escapar del cerco; si bien no conseguía ponerse a salvo del todo y como quiera que su don de gentes no conocía barreras, el general Mola en persona, avisado de la complicada situación de Vighi, le reclamó en Valladolid con el propósito de protegerle, aun a costa de mantenerlo encarcelado. Muerto Mola y tras un año de presidio, la familia del "preso personal del general" movió los hilos de sus influencias y logró que Queipo del Llano se lo llevase a Sevilla, atendiendo a un antiguo favor que Vighi le había hecho en París. Esta vez ya no hubo cárcel e incluso Vighi obtuvo una colocación en la Junta de Importación y Exportación de Málaga. En la ciudad andaluza vivió desde 1938 a 1947. Fue una especie de exilio, y así lo entendió él, que escribió al final del romance "Las niñas del cerezal" una apostilla explícita: "(Málaga, en el destierro, 1942)". Pese a todo, se hizo célebre en la ciudad y llegó a ser Ingeniero Municipal y Director de la Sociedad Malagueña de Ciencias.
La Escuela de Ingenieros de Madrid le ofreció un puesto de profesor en 1947. Ya no era el mismo Madrid, pero volvió a frecuentar las tertulias. Poco a poco, sin embargo, entró en la cuesta abajo definitiva. La publicación de su único poemario en la Revista de Occidente, titulado Versos viejos, en 1959, tres años antes de su muerte, puso algo de sal a sus últimos días. El libro fue justísimamente aplaudido en todos los ámbitos, y Vighi, con él debajo del brazo, pudo al fin probar a los más escépticos que era un poeta de categoría.

Obra

Colaboró con sus artículos y poemas en las revistas literarias Grecia, España, La Gaceta Literaria y en otras publicaciones ultraístas. En puridad, el ultraísmo fue su primera adscripción poética:
A una imagen ¡tan vista!
prefiero
la metáfora ultra-dadaísta:
novedad, ilusión, disparate.
Y en esa línea, preñada de humor y vanguardia, compuso caligramas, hai-kais, cantó a los avances de la Era moderna (la radio, el cohete, etc.), cultivó la metáfora y empleó onomatopeyas y un léxico rabiosamente moderno ('kilovatio, galena, micrófono, altavoz').
Gran circulación-17 F; 17 H-.
Urbanización.
¿Adoquín o bache?
Pero parece que Vighi no quisiera lanzarse por completo al frenesí vanguardista y llega un momento en que prefiere retirarse, ola poética, a un clasicismo más tranquilo, con alabanza de la vida sencilla incluida:
¡Oh Nueva York! Cuadrículas y dados
De asfalto y alquitrán tu praderío.
Jirafas de cemento junto a un río
donde flotan en tinta los ahogados.
(...)
No cambiaré mi andante por tu allegro
.
Prefiero ir con mi Julia y con mi abulia
-del brazo de las dos- a la tertulia.
Componen la faceta más tradicional de Vighi romances, sonetos, la exaltación sin rebozo de su tierra castellana, poemas regionales y fluviales, y enganchado en la esquina de estos versos se adivina un deje de tibia tristeza, la melancolía de un hombre sentimental bajo su máscara bohemia y jacarandosa:
Vuelvo a ti, soledad, arrepentido.
Firme en la contrición de mi pecado.
En ti, dentro de ti, más que a tu lado,
quiero hallar el consuelo en el olvido.
Ya no seré quien soy, ni quien he sido,
por tus tinieblas desiluminado.
La duda ya resuelta: ¿Puente o vado?
Tú serás campo y cielo, rama y nido.
Refugio y paz: te buscan las inquietas
almas -orates, místicos, poetas-.
Quien dijo "cárcel negra, estepa helada,
pozo de agua salobre, peña dura",
no supo verte, compañía pura.
Milagro del silencio y de la nada.
Esta alternancia de ultraísmo y una tendencia más clásica recuerda al quehacer poético de Gerardo Diego, y pueden espigarse en la obra de Vighi, original y luminosa de por sí, algunas influencias de Valle-Inclán, Gómez de la Serna o Antonio Espina, como podrían citarse otros muchos vanguardistas, o un Antonio Machado, por ejemplo, cuando se acuerda de su tierra.
Por último, en su periodo malacitano escribió artículos de crítica musical en la revista Sur con el seudónimo de Felipe Corradi.
Gracias a la labor editorial del escritor Andrés Trapiello, la poesía completa de Francisco Vighi se publicó en 1995.

JUAN LÁZARO

 

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