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Es
el ser, son las cosas que se disuelven en contacto de un mundo que nos subyuga,
hasta suprimir la realidad ambiente, empujándonos, convertidos en un no ser
sueños de nosotros mismos siendo sueños, hacia la conciencia de una realidad
anterior y presente. Así podría definirse el mundo, el universo de "Las
Lanzas Coloradas". Una realidad anterior y presente que da a la novela
profundidad histórica y sabor actual. Sí, es ese nadar entre dos aguas, entre
hechos y deshechos sueños coloridos, perfumados, sonoros, táctiles, lo que nos
da "Las Lanzas Coloradas", la posibilidad de una irrealidad más real
que la realidad. No son alucinaciones, sino reminiscencias, ascuas antiguas,
fuegos estáticos convertidos en momentos preciosos. Eludir el simple sueño, la
ensoñación infantil, la primitiva fuerza de la vida secreta, eludir lo que la
brújula de la inteligencia señala, para acercarnos más a la limpia apropiación
del todo: época, personajes, circunstancias. La sangre quemada en las venas se
torna roja, como los sueños quemados en el sueño, al entrar en contacto de una
irrealidad consentida como real.
Lo inabarcable abarcado. El arma de dos filos. Las escenas de "Las Lanzas Coloradas" ("Coloradas" con mayúscula, porque son lanzas coloradas de sangre) antojan reflejarse en un espejo antiguo, en un agua dormida que las va devolviendo, sin contornos precisos, hasta alcanzar, en un primer plano, su cabal dimensión humana. La problemática es el llavero en que van las llaves para abrir las puertas de una sociedad cerrada, llaves que son ideas, ideas de fuego, quemantes, propias para iniciar el incendio de la libertad venezolana que fue después la libertad de América. Las estampas al aguafuerte de la época colonial, claros ruidos y manchas de silencio, los rostros enajenados, la fabla, todo contribuye, tentación y ostentación, a hacer visible aquel mundo de hacendados, señores y esclavos.
El trabajo del novelista. Hacer visible lo invisible con palabras.
Arturo Uslar-Pietri cuida su idioma, sabe o intuye que la palabra es la sabiduría del novelista, del escritor, del poeta. Sin este saber y conocer, no hay novela ni poema. En la palabra, todo. Sin la palabra, nada. Y de este vivir de Arturo Uslar-Pietri por la palabra, con la palabra y para la palabra, damos testimonio. Le vemos, le recodamos, le oímos, en París, años 20-30, alto, delgado, del rostro sólo unos inmensos ojos claros, leer los primeros capítulos de "Las Lanzas Coloradas". Leía prosa, pero con el deleite del que lee poesía. Hazaña de una generación. De nuestra generación. Mezclar el canto y el cuento. "Las Lanzas Coloradas" no nos parecían escritas, sino habladas. Y todavía hoy, cuando las leemos, las oímos. El adjetivo como ventura y desventura. Aquellos días. Aquellas horas. El problema verbal. La palabra-piedra. La palabra-madera. Las palabras-metales...
Medio siglo ha pasado, Montparnasse... Otro Montparnasse. El "Falstaff". Aún queda. Está como entonces. Un café-bar-rincón entre holandés y noruego, propio para que la figura de nórdico de este joven escritor venezolano, alto como escalera, de modales medidos, diera lengua suelta a su creación novelística, leyendo para algunos amigos "Las Lanzas Coloradas", novela con claves para la interpretación de nuestra realidad americana. Ésta, desde entonces, nuestra preocupación de novelistas: lo americano-nuestro. Andando y hablando. Así teníamos que hacerlo, de paso y con nuestras palabras. Fábula y epopeya. Descubrirnos nosotros, en medio de la más demoledora revolución literaria de los últimos tiempos -el surréalisme-, apresuradamente, para salvarnos con lo propio, con lo nuestro. Hablando y andando, por el temor de quedarnos en un sitio y volvernos árboles. Literatura de árboles humanos. Millones de lenguas verdes hablando un nuevo idioma. Y el temor de perder el juicio de tanto desentrañar palabras. Palabras surgidas del mar como peces misteriosos. Palabras lluviosas. Puntuación de espinas. Del recto sentido de la palabra a lo oculto en su sonido. Y las posibles combinaciones con otras palabras, para producir nuevos campos sonoros. Eufonía y magia. Por la palabra en encantamiento. El embrujo verbal. Absorberles el seso a los que nos leen o escuchan. Novelistas, no; hechiceros. Eso queríamos ser: hechiceros. Si escribir es ya un milagro, qué nos faltaba...
Cinco décadas después, me lo pregunto aquí en el "Falstaff". "Las Lanzas Coloradas" son parte de esta nueva forma de novelar que va a imponerse en nuestras letras. Es la novela del llano, de los llaneros, de la pampa venezolana. Pero es el llano que se torna bandera, la caballada guerrera que se vuelve huracán. Nubes ciegas vuelcan su fatalidad, desde entonces, sobre nuestros pueblos. La lucha es de ayer, de hoy y de siempre. Un estremecimiento. La guerra a muerte. La guerra sin cuartel. Y estas páginas de Arturo Uslar-Pietri no son sino las vísperas y ya son trágicas. El doloroso nacimiento de la República. El choque sangriento de esclavos y señores. El transfondo de nuestra tristeza criolla iluminada por relámpagos de esperanza. Y todos los problemas en raíz, sociales y políticos. En la órbita de un libro, un mundo en transformación. Y qué amargor desolado. No hay personaje central, hay personajes. Se alarga la sombra del Encomendero, desgarrada por mil dientes del esclavo. Suenan palabras que no se habían oído antes: ciudadano, insurgente, libertad, igualdad, derechos del hombre. Y un hombre pequeñito que dice: "¡Yo soy Bolívar!"
No es el relato a ciegas, es el relato es el relato abiertos los ojos en el sueño.
Miguel Ángel Asturias
(Premio Nóbel)
París, junio de 1970
Prólogo a Las lanzas Coloradas
de Arturo Uslar Pietri
en la edición de
RTV Biblioteca Básica Salvat
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