Dijo que tenía algo para mí, por eso estaba aquel día de camino hacia la casa de mi amigo muerto.
Su madre me lo dijo.
Sonó mi móvil y vi en la pantalla el nombre de Daniel. Lo dejé sonar. Pensé si habría archivado como Daniel a otro Daniel, a uno vivo, o a uno que no se había enterado de que ya estaba muerto y de que no tenía derecho a una primera llamada. Seguí mirando la palabra “Daniel” en la pantalla, tuve tiempo incluso de preguntarme cuántas veces sonaría mi móvil si yo no lo cogía nunca y si el que llamaba no desistía nunca de llamarme. Desde la eternidad se puede ser muy persistente. Joder.
- Hola.
No dije “Dime”; no dije “¿Sí?”; no dije, como tantas otras veces, “A ver, ¿qué pasa, Dani?”. Simplemente saludé a un muerto.
- Hola.
- Soy la madre de Daniel.
Era la madre de Daniel. El móvil no sabía eso.
Alberto Olmos
Ejército enemigo, 2011
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