-
Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo.
Casi no he tocado el barro y soy de barro.
Mis ojos, por haber sido
puentes, son abismos.
A veces hallo tan grande
a la miseria que temo necesitar de ella.
Quien se queda mucho
consigo mismo, se envilece.
Han dejado de engañarte,
no de quererte. Y te parece que han dejado de quererte.
Pueden en mí, más que
todos los infinitos, mis tres o cuatro costumbres inocentes.
Nada no es solamente
nada. Es también nuestra cárcel.
He llegado a un paso de
todo. Y aquí me quedo, lejos de todo, un paso.
Mueren cien años en un
instante, lo mismo que un instante en un instante.
Quien dice la verdad,
casi no dice nada.
Quien hace un paraíso de
su pan, de su hambre hace un infierno.
No hables mal de tu
males a nadie, que hay culpas de tus males en todos.
Casi siempre es el miedo
de ser nosotros lo que nos lleva delante del espejo.
Las cadenas que más nos
encadenan son las cadenas que hemos roto.
El recuerdo es un poco
de eternidad.
Hallé lo más bello de
las flores en las flores caídas.
Toda persona anónima es
perfecta.
Si el hombre tuviese
alas, bajaría más.
Ha sido correcto conmigo
todo el universo, menos el hombre, mi semejante.
La flor que tienes en
tus manos ha nacido hoy y ya tiene tu edad.
Cuando no se quiere lo
imposible, no se quiere.
El niño muestra su
juguete, el hombre lo esconde.
El hombre vive midiendo,
y no es medida de nada. Ni de sí mismo.
Un amigo, una flor, una
estrella no son nada, si no pones en ellos un amigo, una flor, una estrella.
Hoy me he encontrado un
nuevo defecto. Hoy la humanidad tiene un nuevo defecto.
El hombre es una cosa
que aprenden los niños. Una cosa de niños.
Casi todo lo que el hombre
necesita lo necesita para no necesitarlo.
Iría al paraíso, pero
con mi infierno; solo, no.
A veces creo que el mal
es todo y que el bien es sólo un bello deseo del mal.
Cada vez que me
despierto, comprendo que es fácil ser nada.
Algunos, adelantándose a
todos, van ganando el desierto.
Los que dieron sus alas
están tristes de no verlas volar.
Si no creyera que el sol
me mira un poco, no lo miraría.
Otra vez no quisiera
nada. Ni una madre quisiera otra vez.
Mi alma tiene todas las
edades menos una: la de mi cuerpo.
Todo es un poco de
oscuridad, hasta la misma luz.
Vengo de morirme, no de
haber nacido. De haber nacido me voy.
Cien hombres juntos son
la centésima parte de un hombre.
La fe, cuando se pierde,
se pierde por donde nace.
La materia, solamente
materia, no es palpable.
Cuando haya dejado de
existir no habré existido nunca.
Todo es nada. Pero
después. Después de haber sufrido todo.
Cuanto vuelve, no vuelve
todo, ni aún volviendo todo.
Cuando me llaman mío, no
soy nadie.
Ya no bastan a tu sangre
las viejas heridas. Y es difícil abrir nuevas heridas. Y tu sangre se ahoga.
Todos los soles se
esfuerzan en encender tu llama y un microbio la extingue.
La montaña que he
levantado me pide un grano de arena para mantenerse en pie.
Antonio Porchia
Voces
_______
Ir a la página
Voces
sobre Antonio Porchia
pinchando aquí
En Balconcillos
hay también una selección
y una página sobre el autor
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.