Antonio Porchia ha creado voces proféticas, de
oráculo. Sus palabras observan esa difícil naturalidad que obliga al lector a
enjuiciar a su autor entre aquellos que escriben por “necesidad interior”. André
Breton lo filia surrealista, añadiendo que el pensamiento de Porchia es “el más
dúctil en lengua española”. “Un místico independiente” afirma de él Roger
Caillois. “Poeta metafísico” lo llaman algunos lectores. Del otro lado de los
elogios y de las definiciones tenemos al propio Porchia que hasta rechaza ser
llamado “escritor”.
.
Y, paradójicamente, este hombre alejado del mundo
de las letras es uno de los que más substancia humana ha obtenido de las
palabras. Sus “Voces” son frases desnudas humildes en las que cada palabra
palpita, calientes de vivencias recién nacidas, aleteantes de significación
original. Pero dentro de su ascética literaria encontramos cosas terribles,
verdades que escasos hombres tendrían la fuerza de enunciar. Y Porchia parece
sospecharlo: “Hablo pensando que no debiera hablar: así hablo”. Coincidiendo
–por afinidad espiritual, pero alejado del conocimiento intelectual de las
obras— con algunos aspectos de la filosofía actual, la expresa con certeza y
pura intuición: “Cuando yo haya dejado de existir, no habré existido nunca”. La
descripción del hombre frente a su soledad esencial –realidad que informan
muchas de sus “Voces”— la encontramos, perfecta por su sencillez, en está frase:
“No, no entro, porque si entro no hay nadie”. Pero su infinita bondad –tomando
esta palabra en su significación más autentica— lo impulsa una gran fe en la
comunicación humana. Porchia es un hombre que ha podido hacer de sus propios
sufrimientos un instrumento que le permite conocer a los hombres. Nadie tan
tierno ni tan humilde como él cuando habla de sus flaquezas humanas. Y este
poder de dar validez universal al propio desamparo sólo le es dable a quien ama
a los otros. “Dios le ha dado mucho al hombre; pero el hombre quisiera algo del
hombre”. Y en este profundo intercambio de existencias centra la única
posibilidad de tocar la vida en lo que tiene más hondo. “Eres tú que me haces
sentir lo que siento, pero no eres tú lo que siento. Y todo es lo mismo que tú:
un hacerme sentir lo que siento. Y ¿qué es lo que siento?”
Así son las “Voces” de Porchia: pequeñas frases
que contienen grandes verdades. Cada una de ellas nos ilumina y nos enseña algo
sobre nosotros y sobre el mundo. Y esto no es de extrañar Ya que Porchia habla
de cosas que tienen su domicilio en el alma de cada uno de nosotros. Porchia
habla de “la cuestión humana, que es la mía, la tuya, y la del otro, y la de
todos”, que decía Unamuno.
Creemos que Porchia es el escritor más puro de
nuestro país. Ha logrado devolver a las palabras su misión primordial: la de
iluminar la esencia del ser humano. Como de Blake, de Hörderlin o de Rimbaud,
podemos decir –con aquel verso de Hörderlin—que Porchia no ha “perdido el
lenguaje en lo extraño” sino que lo ha recuperado y le ha dado la más alta
jerarquía.
Alejandra Pizarnik
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EL ILUMINADO ANTONIO PORCHIA (Alejandra Pizarnik)
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