Capítulo
I
Las víctimas de la
República (1)
A Zaragoza.
(Al aparecer el Sr. Costa en la tribuna estallan grandes
salvas de aplausos.)
Veo que os acordáis. Han pasado de aquello (2) siete años, -doble tiempo del
que necesitó Prusia después de Jena, y del que ha bastado a los yankees después
de Santiago de Cuba para llevar á cabo la revolución desde el poder y regenerar
esos dos Estados; -han pasado siete años, y el gran problema social y nacional
que entonces planteamos y ventilamos, el problema de nuestra rehabilitación
como nación histórica y de nuestra reincorporación á la civilización europea, y
dicho en otros términos, el problema de nuestra existencia nacional, lejos de
adelantar hacia su solución, ha retrocedido: gravísimo ya entonces sobre toda
medida, se ha hecho desde aquel momento poco menos que insoluble...
Han pasado siete años, y no tengo otra cosa que traeros sino
mis tristezas patrióticas; tristezas nacidas no tanto de ver cómo, aún no
instaurada la República, está ya fracasando, cuanto porque con ella está
acabando de fracasar España. Os traigo la carga abrumadora de mis tristezas,
-de mis tristezas patrióticas, quiero decir, no hablo de otras,- no para
desahogarlas en vosotros, no para sumarlas con las vuestras y aliviarlas con un
rato de murmuración y de comunes duelos y exhortaciones á la resignación y á la
paciencia, sino al revés, para sacudirlas, para avivarlas, para encenderlas y
arrancarlas á su pasividad y hacer de ellas una dinamita moral; para que se
conviertan en vuestros pechos en energías vivas, creadoras, en vergüenza por
nuestra pasada conformidad, por nuestra sumisión lacayuna al vilipendio, en
compasión para la pobre patria, que se muere, en pasión de revancha contra los
verdaderos yankees, que han sido para España nuestros políticos dinásticos de
los últimos treinta y un años. (Aplausos.)
Ya anoche, accidentalmente, saludé á los vivos: ahora he de
saludar y conmemorar, á ley de agradecido, á los gloriosos muertos. Esos
muertos son los abnegados voluntarios zaragozanos del 4 de Enero, que en el
Arco de Cinegio y en la calle de los Mártires hicieron sacrificio de sus vidas
en aras de la legalidad republicana, y que todavía á la hora de ahora, al cabo
de treinta y dos años, siguen abochornándonos con el recuerdo de su virilidad y
de su fe, pregoneros de nuestra degeneración y de nuestra impotencia. ¡Tú,
nación española, no mereciste ni has merecido aquel sacrificio; tú, partido
republicano, no has estado á la altura de aquel sacrificio, no has sabido hacer
honor á la firma estampada por ellos con su sangre sobre este suelo de libertad
bendecido por el paso de tantas generaciones de mártires y héroes! (Aplausos.)
Joaquín Costa
Política quirúrgica
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NOTAS
(1) Discurso pronunciado por el autor en el teatro Pignatelli en Zaragoza, el día 13 de Febrero de 1906.
Este volumen le forman los tres últimos discursos que pronunciara el malogrado autor, especie de trilogía, en la que se resumen y descansan las últimas actuaciones políticas en que tomara parte directa con su verbo inflamado y elocuente. Es el primero de los discursos, como más arriba decimos, el pronunciado, juntamente con los «Siete criterios de Gobierno», que forma volumen aparte, con motivo de la Asamblea municipal republicana, en Zaragoza. El segundo, el pronunciado en el Frontón Central, de Madrid; el tercero, el informe acerca del proyecto de ley sobre el terrorismo.
(2)Asamblea
Nacional de Productores y su mitin preliminar, celebrados en Zaragoza en
Febrero de 1899.
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