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Proverbio
máxima adagio
sentencia refrán.
La verdad, en estado de refrán, pierde cuanto ganó para erigirse en sentencia;
porque
en boca de todos no puede conservar los pensamientos que
la compusieron.
Sucede con las sentencias lo que con la aritmética.
Cualquiera saca una cuenta, porque sabe la fórmula;
pero
no fue un cualquiera el que hizo la fórmula, para que
saliera la cuenta".
* * *
"Compongamos con estos pensamientos
algunas sentencias Máximas que se tomen por PROVERBIOS
en la Educación mental,
y que siendo adagios de las Escuelas pasen a ser refranes
en el vulgo nuevo
que las luces del siglo se proponen hacer
en el nuevo mundo.
Serán los únicos refranes que rueden de boca en boca
sin perder el valor de sentencia".
* * *
"Discurso aforístico
A los sabios se debe hablar por sentencias
(el que las entienda es sabio)
y se les debe hablar así porque para ellos
las sentencias son Palabras".
***
"Dígase:
La Instrucción pública, en el siglo 19, pide mucha filosofía.
El interés general está clamando por una REFORMA
y. .. la América
está llamada, por las circunstancias, a emprenderla.
Atrevida paradoja parecerá...
no importa:
los acontecimientos irán probando que es una verdad muy obvia:
La América no debe imitar servilmente, sino ser ORIGINAL".
***
“De los viejos, nada nuevo puede esperarse.
De hombres puede esperarse algo.
De jóvenes " " mucho.
De niños " " TODO.
Quién los GUIE, piden los niños.
Quién los DIRIJA, piden los jóvenes.
Que los TOLEREN, piden los hombres.
Que los SOSTENGAN, piden los viejos.
Dése gusto a todos, que es justicia.
Búsquense medios, que es obligación".
Obras completas de Simón Rodríguez,
Universidad Simón Rodríguez,
Caracas, Venezuela, 1975
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Simón Rodríguez, pensador para América
de J.L. Salcedo Bastardo
pinchando aquí
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Pedagogo y escritor venezolano, nacido en Caracas en 1771 y fallecido en Amotape, Perú, en 1854. Maestro de Simón Bolívar, sus inquietudes e ideas reformadoras influyeron poderosamente en la formación de El Libertador, según él mismo reconoció.
Simón Rodríguez se llamaba realmente Simón Carreño Rodríguez, pero prescindió del primer apellido a raíz de una desavenencia con su hermano Cayetano, músico de profesión. Por sus actividades conspiradoras, tuvo que emigrar en 1794 y cambió su nombre (Samuel Róbinson). La teatralidad de su existencia contrasta con su sentido estricto de la honestidad y la trascendencia renovadora de sus ideas pedagógicas y sociales.
Tuvo a su cuidado la educación del niño Simón Bolívar hasta los catorce años, y en 1804, cuando el maestro se encontraba en Viena, se le presentó el discípulo, que lo acompañó por Europa. Se dice que desde el Monte Sacro, en Roma, Simón Rodríguez hizo jurar a su discípulo que dedicaría su vida a luchar por la independencia de su patria. Sea ello cierto o no, forma parte de la teatralidad ritual que tanto influyó en el alma de Bolívar.
Después del triunfo de El Libertador, Simón Rodríguez fue director e inspector general de Instrucción Pública y Beneficencia, y organizó escuelas, pero su inquietud y su carácter no lo dejaron nunca asentar, mal que se agravó tras la muerte de Bolívar, cuando el maestro fue rodando hasta su avanzada ancianidad por Chile, Ecuador, Colombia y Perú, donde murió.
Pedagogo influido por Rousseau y Saint-Simon, Sinón Rodríguez fue un reformador intuitivo. Dejó un legado de trabajos sueltos, de menor importancia que su personalidad, entre los que merecen citarse El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social; El suelo y sus habitantes; Extracto sucinto sobre la educación republicana; Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga y Crítica de las providencias del gobierno.
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