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QUE HAY ANTÍPODAS, Y POR QUE SE DICEN ASÍ Y QUE HAY PASO DE NOSOTROS A ELLAS (Francisco López de Gómara)

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Que hay antípodas, y por que se dicen así



Llaman antípodas a los hombres que pisan en la bola y redondez de la tierra al contrario de nosotros, o al contrario unos de otros. Los cuales, al parecer, aunque no de cierto, tienen las cabezas bajas y los pies altos, Sobre lo cual hay, como dice Plinio, gran batalla de letrados. Unos los niegan, otros los aprueban, y otros, afirmando que los hay, juran que no se pueden ver ni hallar; y así andan ellos vacilando, y hacen titubear a otros. Strabón, y otros antes y después, niegan a pies juntillas los antípodas, diciendo ser imposible que haya hombres en el hemisferio inferior; donde los ponen. Dejando aparte autores gentiles, digo que también hay cristianos que niegan haber antípodas. Los que tenían a la tierra por llana los negaron, y Lactancio Firmiano los contradice gentilmente, pensando que no había hombres que afirmasen los pies en tierra al contrario que nosotros; que si tal fuese, andarían contra natura, los pies altos y la cabeza baja; cosa, a su juicio, fingida y para reír. Y por eso burlaba mucho de los que creían ser el mundo redondo y haber antípodas. San Agustín niega también los antípodas en el libro décimo sexto de la Ciudad de Dios, a los nueve capítulos. Nególos, según yo pienso, por no hallar hecha memoria de antípodas en toda la Sagrada Escritura; y también por quitarse de ruido, a lo que dicen. Casi confesara que los había, no pudiera probar que descendían de Adán y Eva, como todos los demás hombres de este nuestro medio mundo y hemisferio, a quien hacía ciudadanos y vecinos de aquella su ciudad de Dios, pues la antigua y común opinión de filósofos y teólogos de aquel tiempo era que, aunque los había, no se podían comunicar con nosotros, a causa de estar en el otro hemisferio y media bola de la tierra, donde era imposible ir y venir, por estar entre medio muy grande y no navegable mar, y la tórrida zona, que atajaban el paso. Y nuestro San Isidro dijo en sus Etimologías, no haber razón para crear que hubiese antípodas; ca ni lo sufre la tierra ni se prueba por historias; sino que poetas, por tener qué hablar, lo fingían. Lactancio e Isidro no tuvieron causa para negarlos. San Agustín tuvo las que dije, aunque no haber memoria ni nombre de antípodas en la Biblia no es argumento que obligue para creer que no los hay. Pues en ella está cómo es redonda la tierra, y cómo la rodea el cielo y el sol; y siendo así, todos los hombres del mundo tienen las cabezas derechas al cielo, y los pies al centro de la tierra, en cualquiera parte de ella que vivan; y son o se han en ella como los rayos de la rueda de una carreta. Que si el cubo donde hincados están estuviese quedo cuando anda la carreta, ninguno de ellos estaría más derecho a la rueda que el otro, ni más alto, ni al revés. Casi todos los filósofos antiguos tuvieron por cierto que había antípodas, según lo cuenta Plutarco en los libros del parecer de los filósofos, y Macrobio, Sobre el sueño de Scipión, y es tan común este nombre antípodas, que debe haber pocos que no lo hayan oído o leído; y pienso que siempre lo hubo del diluvio acá. Quien primero hizo mención de antípodas entre teólogos cristianos, a lo que yo sé, fue Clemente, discípulo de San Pedro, según Orígenes y San Jerónimo dicen: así que es cierto que los hay.

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- VI -

Que hay paso de nosotros a los antípodas,
contra la común opinión de filósofos



Niegan todos los antiguos filósofos de la gentilidad el paso de nuestro hemisferio al de los antípodas, por razón de estar en medio la tórrida zona y el océano, que impiden el camino, según que más largamente lo trata y porfía Macrobio, Sobre el sueño de Scipión, que compuso Tulio. De los filósofos cristianos, Clemente dice que no se puede pasar el Océano de hombre ninguno; y Alberto, que es muy moderno, lo confirma. Bien creo que nunca jamás se supiera el camino por ellos, pues no tenían los indios a quien llamarnos antípodas, navíos bastantes para tan larga y recia navegación como hacen españoles por el mar Océano. Empero está ya tan andado y sabido, que cada día van allá nuestros españoles a ojos (como dicen) cerrados; y así, está la experiencia en contrario de la filosofía. Quiero dejar las muchas naos que ordinariamente van de España a las Indias, y decir de una sola, dicha la Victoria, que dio vuelta redonda a toda la redondez de la tierra, y tocando en tierras de unos y otros antípodas, declaró la ignorancia de la sabia antigüedad y se tornó a España dentro de tres años que partió, según que muy largamente diremos cuando tratemos del estrecho de Magallanes.

Francisco López de Gómara
Historia General de las Indias, 1552

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