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José Esteban Antonio Echeverría Espinosa *
EL MATADERO
EL MATADERO
Extracto del cuento,
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Lo que hace principalmente a mi historia es que por causa de la inundación estuvo quince días el matadero de la Convalecencia sin ver una sola cabeza vacuna, y que en uno o dos, todos los bueyes de quinteros y aguateros se consumieron en el abasto de la ciudad. Los pobres niños y enfermos se alimentaban con huevos y gallinas, y los gringos y herejotes bramaban por el beef-steak y el asado. La abstinencia de carne era general en el pueblo, que nunca se hizo más digno de la bendición de la Iglesia, y así fue que llovieron sobre él millones y millones de indulgencias plenarias. Las gallinas se pusieron a seis pesos y los huevos a cuatro reales y el pescado carísimo. No hubo en aquellos días cuaresmales promiscuaciones ni excesos de gula; pero en cambio se fueron derecho al cielo innumerables ánimas, y acontecieron cosas que parecen soñadas.
No quedó en el matadero ni un solo ratón vivo de muchos millares que allí tenían albergue. Todos murieron o de hambre o ahogados en sus cuevas por la incesante lluvia. Multitud de negras rebusconas de achuras, como los caranchos de presa, se desbandaron por la ciudad como otras tantas arpías prontas a devorar cuanto hallaran comible. Las gaviotas y los perros inseparables rivales suyos en el matadero, emigraron en busca de alimento animal. Porción de viejos achacosos cayeron en consunción por falta de nutritivo caldo; pero lo más notable que sucedió fue el fallecimiento casi repentino de unos cuantos gringos herejes que cometieron el desacato de darse un hartazgo de chorizos de Extremadura, jamón y bacalao y se fueron al otro mundo a pagar el pecado cometido por tan abominable promiscuación...
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LA CAUTIVA
Extracto del poema,
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Día y noche ella camina;
y la estrella matutina,
caminando solitaria,
sin articular plegaria,
sin descansar ni dormir,
la ve. En su planta desnuda
brota la sangre y chorrea;
pero toda ella, sin duda,
va absorta en la única idea
que alimenta su vivir.
y la estrella matutina,
caminando solitaria,
sin articular plegaria,
sin descansar ni dormir,
la ve. En su planta desnuda
brota la sangre y chorrea;
pero toda ella, sin duda,
va absorta en la única idea
que alimenta su vivir.
En ella encuentra sustento.
Su garganta es viva fragua,
un volcán su pensamiento,
pero mar de hielo y agua
refrigerio inútil es
para el incendio que abriga,
insensible a la fatiga,
a cuanto ve indiferente,
como mísera demente
mueve sus heridos pies,
por el Desierto. Adormida
está su orgánica vida;
pero la vida de su alma
fomenta en sí aquella calma
que sigue a la tempestad,
cuando el ánimo cansado
del afán violento y duro,
al parecer resignado,
se abisma en el fondo obscuro
de su propia soledad.
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Para leer el poema completo
* * *
* José Esteban Echeverría nació en Buenos Aires el 2 de Septiembre de 1805. Cursó sus primeros estudios en el colegio de ciencias morales, hasta el año 1823, en que salió para dedicarse al comercio. Pero las prosaicas ocupaciones que desempeñaba contra su inclinación, no pudieron sofocar las que predominaban en él. En los momentos que le dejaba libre su empleo, tomaba lecciones de francés y leía en esta lengua libros de historia y de poesía.
Sin embargo, hasta los diez y ocho años, dice él mismo «pasaba sobre las horas, ignorando donde iba, quien era, como vivía.»
Este estado tuvo su término el año 1825, en que decidió hacer un viaje á Europa, para reanudar sus interrumpidos estudios.
Nacido en un país que ama con delirio, pero en dónde ni la historia suministra experiencia, ni el arte ostenta sus prodigios; en donde son pobre las escuelas y carecen los maestros del prestigio de la fama, toma el camino del viejo mundo, creyendo hallar allí los elementos de saber de que carece en su patria, y una fuente abundante y pura en que saciar la sed de ciencia que lo devora.
Provechosos fueron, en efecto, sus estudios, que llevó á cabo con una paciencia y constancia admirables. No sólo se dedicó á su favorita, la historia, sino también á otras múltiples ramas del saber, abarcando en estas desde la geometría y la química hasta la filosofía y la economía política.
En medio de estos arduos estudios, emprendió otro que no es menos importante cuando se toma con seriedad. Las cuestiones suscitadas por el romanticismo, eran entónces tan ruidosas y apasionadas que no era dado permanecer indiferente á ellas á nadie que tuviese inclinación á cultivar la imaginación y el arte de expresar lo que es bello. Echeverría se sintió arrastrado por el encanto de estas luchas de la inteligencia: se hizo romántico, y sus poesías nos dicen de que modo influyó en su espíritu la escuela que aceptara.
Los primeros ensayos de Echeverría están encerrados en sus Ilusiones, en las que se propuso pintar los sueños y aspiraciones ideales de la juventud en general, encerrando en un cuadro pequeño, pero variado en situaciones y accidentes, un período completo de la existencia del hombre. Pero el tipo de su héroe lo había sacado de su propio corazón, delineándolo con el recuerdo de las luchas morales que él mismo había experimentado.
En 1829 la falta de recursos le obligó á regresar á Buenos Aires.
Su llegada no pasó inadvertida, «La Gaceta Mercantil» que á pesar de su pobreza tipográfica, era en aquellos días el porta voz de las novedades que podían interesar al público, había reproducido en sus menguadas columnas, dos composiciones poéticas de Echeverría, El regreso y Celebridad de Mayo, poesías como no se habían leído ni mejores, ni parecidas, desde muchos años atrás.
Pero apesar de esto, tanto el «retroceso degradante que halló en su patría á su regreso de la culta Europa, como la molesta enfermedad que le acompañó toda su vida, hicieron que desapareciera de la sociedad, retirándose como un misántropo al seno de los afectos del hogar. De este aislamiento nacieron una infinidad de producciones, de las cuales, no obstante, sólo publicó una mínima parte con el nombre de Consuelos.
El 25 de Mayo de 1831, Echeverría haciendo un paréntesis á sus dolores y desaliento, publicó en el «Diario de la tarde» su conocida Profecía del Plata. Un año después (1832) apareció su poema Elvira que publicó, como el anterior, anónimo.
Tenía esta composición por único concepto, el triunfo de las fuerzas funestas del mal sobre las aspiraciones legítimas á la felicidad. Lisardo, es la virtud y la ciencia encerradas en un alma joven y viril. Ehára, es la esencia candorosa de la belleza, bajo la forma de una mujer.
La unión de estos dos seres que se atraen por la simpatía, debía concretar en un hecho la idea de la ventura suprema; pero una mano diabólicamente envidiosa se pone entre uno y otro y los divorcia inexorable para siempre. Este mismo año publicó otro poema, aunque de menos interés que el anterior, titulado Lara. Fué recién en 1834 que publicó sus Consuelos, que ya hemos citado, y en los cuales Echeverría se reveló poeta, sino robusto, al menos armonioso.
Los «Consuelos» eran un feliz presagio de otra publicación más importante y sobre todo más americana; nos referimos á La cautiva, su obra maestra.
En este poema, Echeverría ha descripto con mano experta la naturaleza de la inmensa y solemne Pampa, metrópoli de la barbarie (cuna de la salvaje independencia), ha pintado el carácter enérgico y brutal, altivo y sanguinario de sus pobladores y al compás de una armonía poética que encanta, presenta un tipo noble, elevado, una alma llena de abnegación y un corazón henchido de amor.
Se refiere en el poema, un ataque de los indios á una población cristiana. Después de cruenta lucha, aquella es arrasada, llevándose los salvajes algunos infelices prisioneros de los pocos que escaparon á la masacre. Se encuentra en el número de estos el esposo de María, la heroína.
Llegada la noche, esta mujer valiente, se dirige á la toldería india y armada de un cuchillo, lo hunde en todos los cuerpos dormidos que encuentra á su paso, hasta descubrir á Brian, el prisionero cristiano: desata sus ligaduras y huyen; pero, su esposo está herido; no obstante se esfuerza por escapar, inútilmente, porque después de dolorosa y accidentada marcha, sucumbe por la pérdida de sangre y el cansancio de la jornada. La desventurada María se hecha á correr desesperada por el llano, hasta dar con unos soldados que habían salido en su busca; la infeliz pregunta por su tierno hijo, que dejó por ir en busca del esposo, y un soldado le dice: los indios le degollaron. Esta revelación hiere como un rayo el corazón de la infortunada madre, que cae en tierra para no levantarse más.
El primer defecto que se advierte en este poema, es el exceso de idealismo con que Echeverría ha vestido sus personajes; Brian y María se aproximan más á los tipos etéreos presentados por Chateaubriand en «Atala», que á los que realmente habitaron y habitan las agrestes llanuras de la Pampa.
Adolece también «La Cautiva» de falta de hilación en la narración, y sus versos en general carecen de desenvoltura, pero apesar de esto, llamó justamente la atención por ser un tema netamente nacional, siendo con esta composición que llegó Eeheverría al apogeo de su fama poética.
Algunos años después, publicó La insurrección del Sud de la provincia de Buenos Aires en Octubre de 1839, poema compuesto en variados metros, en el que narra lo ocurrido en el movimiento revolucionario de Dolores. Sin dejar de reconocer la importancia de la composición, nos choca en ella el contraste del fondo y de la forma. El verso no es el lenguaje de la historia y nos extraña oír referir la vida real en un idioma destinado á servir de intérprete á las creaciones de la imaginación.
«El Correo de Ultramar» publicó, en 1840, el poema La Guitarra ó Primera parte de un libro, que Echeverría tenía compuesto desde 1842.
Su argumento es una intriga de amor. La figura de Celia, es bella é interesante; niña de diez y ocho años, es mujer de un hombre adusto, con el que se ha desposado sin amor. Encuentra á Ramiro, joven esbelto y gallardo, y no tarda en comprender que aquél, es la otra mitad que faltaba á su alma. Desde ese momento fué culpable de pensamiento, pero nunca de hecho. La lucha de la pasión y el deber constituyen el interés de esta composición.
La narración de la «Guitarra» adolece del mismo defecto que la de «La Cautiva»; es poco hilada, no tiene ni bastante coordinación, ni suficiente desenvolvimiento, parece un simple disegño.
Pertenece también á Echeverría un poema descriptivo y político titulado Avellaneda, en que se propuso pintar la naturaleza de Tucumán, y cantar a un personaje de aquel nombre, que murió combatiendo por la libertad en la lucha contra Rosas. «En cuanto al carácter de Avellaneda, dice el mismo Echeverría, más he atendido á lo ideal. No poco me ha dañado á este propósito la circunstancia de ser hombre de nuestro tiempo. No se pueden poetizar ni sucesos ni caracteres contemporáneos, porque la poesía vive de la idealización».
De importancia secundaria por su alcance y extensión son el himno estoico Al dolor y una primorosa canción titulada La Diamela.
Su última composición es El Angel caído, poema lánguido é interminable, que consta de más de ocho mil versos. El héroe de esta composición es el eterno Don Juan, pero un Don Juan trasplantado á las orillas del Plata, é introducido violentamente en la sociedad argentina.
(......)
Contribuyó, sin embargo, con sus producciones á dar un tinte ó colorido local á la poesía descriptiva, y á que fuese en adelante más expontánea.
Arrastrado por las luchas políticas, á las que nadie podía sustraerse en aquellos tiempos, fué desterrado, refugiándose en Montevideo, donde murió el 20 de Enero de 1851.
En el entierro de Echeverría, el inspirado poeta uruguayo Alejandro Magariños Cervantes, recitó una notable composición, de la cual es digna de conocerse la siguiente estrofa en que al presentarnos los móviles de la inspiración de aquél, resume también su personalidad de patriota y de literato.
Hela aquí:
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- ¡Echevarría! cisne americano
- Cóndor potente á quien prestó sus alas
- El sol del Inca, y el ingenio hispano,
- La proscripción y el silbo do las balas:
- Grande como el deseo era tu alma,
- Grande tu noble corazón heróico,
- Grande tu altiva inspiración ardiente,
- Y en la desgracia tu valor estoico.
- La libertad, la gloria,
- Eran el dulce sueño de tu mente,
- Y víctima expiatoria
- En su altar sucumbiste noblemente.
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