Desaparecen en la rojiza penumbra del corredor, largo y triste, con el gato al pie del botijo y el reflejo almagreño de los baldosines. CLAUDINITA los ve salir encendidos de ira los ojos. Después se hinca a llorar con una crisis nerviosa y muerde el pañuelo que estruja entre las manos.
CLAUDINITA: ¡Me crispa! ¡No puedo verlo! ¡Ese hombre es el asesino de
papá!
MADAMA COLLET: ¡Por Dios, hija, no digas demencias!
CLAUDINITA: El único asesino. ¡Le aborrezco!
MADAMA COLLET: Era fatal que llegase este momento, y sabes que lo
esperábamos... Le mató la tristeza de verse ciego... No podía trabajar, y
descansa.
CLARINITO: Verá usted cómo ahora todos reconocen su talento.
PÉREZ: Ya no proyecta sombra,
MADAMA COLLET: Sin el aplauso de ustedes, los jóvenes que luchan pasando
mil miserias, hubiera estado solo estos últimos tiempos.
CLAUDINITA: ¡Más solo que estaba!
PÉREZ: El maestro era un rebelde como nosotros.
MADAMA COLLET: ¡Max, pobre amigo, tú solo te mataste! ¡Tú solamente, sin acordar de estas pobres mujeres! ¡Y toda la vida has trabajado para matarte!
CLAUDINITA: ¡Papá era muy bueno!
MADAMA COLLET: ¡Sólo fue malo para sí!
Valle Inclán
Luces de Bohemia
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