—¿Qué será —dijo Andrenio— que no vemos pasar ningún hombre de bien?
—Ésos —acudió Quirón— no pasan, porque eternamente duran, permanece inmortal su fama. Hállanse pocos, y éstos están muy retirados (…)
Estaban en la mayor fuga del ver y extrañar monstruosidades; cuando Andrenio, al hacer un grande extremo alzó los ojos y el grito al cielo como si le hicieran ver las estrellas:
—¿Qué es esto? —dijo—: Yo he perdido el tino de todo punto. ¡Qué cosa es andar entre desatinados! Achaque de contagio: hasta el cielo me parece que está trabucado y que el tiempo anda al revés Pregunto, señores, ¿es día o es noche? Mas no lo metamos en pareceres, que será confundirlo más.
—Espera —dijo el Quirón—, que no está el mal en el cielo, sino en el suelo: que no sólo anda el mundo al revés en orden al lugar, sino al tiempo. Ya los hombres han dado en hacer del día noche, y de la noche día: ahora se levanta aquél, cuando se había de acostar; ahora sale de casa la otra con la estrella de Venus, y volverá cuando se ría della la aurora. Y es lo bueno que los que tan al revés viven, dicen ser la gente más ilustre y la más lúcida. Mas no falta quien afirma que, andando de noche como fieras, vivirán de día como brutos (…)
—¡Que a éste llamen mundo! —ponderaba Andrenio—. Hasta el nombre miente, calzóselo al revés: llámese inmundo y de todas maneras disparatado.
—Algún día —replicó Quirón— bien le convenía su nombre, en verdad que era definición cuando Dios quería y lo dejó tan concertado.
—Pues ¿de dónde le vino tal desorden? —preguntó Andrenio— ¿Quién lo transtornó de alto a bajo como hoy lo vemos?
—En eso hay mucho que decir —repondió Quirón—. Harto lo censuran los sabios y lo lloran los filósofos. Aseguran unos que la Fortuna, como está ciega y aun loca, lo revuelve todo cada día, no dejando cosa en su lugar ni tiempo. (…) Ni falta quien eche la culpa a la mujer, llamándola el duende universal que todo lo revuelve. Mas yo digo que donde hay hombres no hay que buscar otro achaque: uno solo basta a desconcertar mil mundos (…) Y es cosa de notar que, siendo el hombre persona de razón, lo primero que ejecuta es hacerla a ella esclava del apetito bestial. Deste principio se originan todas las demás monstruosidades, todo va al revés en consecuencia de aquel desorden capital: la virtud es perseguida, el vicio aplaudido; la verdad muda, la mentira trilingüe; los sabios no tienen libros, y los ignorantes librerías enteras; los libros están sin doctor, y el doctor sin libros; la discreción del pobre es necedad, y la necedad del poderoso es celebrada; los que habrían de dar vida, matan; los mozos se marchitan y los viejos reverdecen; el derecho es tuerto; y ha llegado el hombre a tal punto de desatino, que no sabe cuál es su mano derecha, pues pone el bien a la izquierda, lo que más le importa echa a las espaldas, lleva la virtud entre pies, y en lugar de ir adelante vuelve atrás.
—Pues si esto es así, como lo vemos —dijo Andrenio—, ¿para qué me has traído al mundo?, ¡oh Critilo! ¿No me estaba yo bien a mis solas? Yo resuelvo volverme a la cueva de mi nada. ¡Alto: huigamos de tan insufrible confusión, sentina, que no mundo!
—Eso es lo que ya no se puede —respondió Critilo—. ¡Oh cuántos volvieran atrás si pudieran! No quedaran personas en el mundo. Adviene que vamos subiendo por la escalera de la vida, y las gradas de los días que dejamos atrás, al mismo punto que movemos el pie, desaparecen: no hay por donde volver a bajar, ni otro remedio que pasar adelante.
—Pues ¿cómo hemos de poder vivir en un mundo como éste? —porfiaba afligiéndose Andrenio— (…)
—¡Eh, que te harás a ello en cuatro días —dijo Quirón—, y serás tal como los otros!
—Eso no: ¿yo loco, yo necio, yo vulgar?
—Ven acá —dijo Critilo— ¿no podrás tú pasar por donde tantos sabios pasaron, aunque sea tragando saliva?
—Debía estar de otra data el mundo.
—El mismo fue siempre que es: así le hallaron todos y así le dejaron (…)
—Pues ¿cómo hacen para poder vivir, siendo tan cuerdos?
—¿Cómo?: ver, oír y callar.
—Yo no diría de esa suerte, sino ver, oír y reventar.
—No dijera más Heráclito.
—Ahora dime, ¿nunca se ha tratado de adobar el mundo?
—Sí, cada día lo tratan los necios.
—¿Por qué necios?
—Porque es tan imposible como concertar a Castilla y descomponer a Aragón.
Baltasar Gracián
El Criticón (Crisi Sexta)
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