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NOTAS A LA GLOSA DE LA COPLA XXVIII DE LA CARAJICOMEDIA (Julio Alonso Asenjo)

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Este artículo se publicó en versión más breve en Escrituras del amor y del erotismo. Homenaje a Dolores Jiménez Plaza: Quaderns de Filologia, Anejo 65, C. Benoit et al. eds. Universitat de València, 2009, 17-28. Se ofrece ahora en versión digital corregida y ampliada, especialmente con un «Apéndice documental» que permita entender las referencias a coplas y glosas de la Carajicomedia, texto de no fácil acceso. (1)
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El Cancionero General (Valencia, 1511), publicado por Hernando del Castillo, castellano al servicio del conde de Oliva, tenía por última sección una antología de «Obras de burlas provocantes a risa»: tan grande era entonces el aprecio de la risa, que se extiende a todo y a todos los ámbitos de la vida (Pérez Lasheras, 1994: 159s); de ahí que la más artificiosa y refinada literatura, la más grave y solemne e idealizada, quizá por ser así, reclamara, en época burlona, el contrapeso de un realismo que recalca el aspecto físico del amor (Domínguez, 1978: 15s) y ríe lo jocoso, grotesco y aun grosero de bromas y burlas. Pruebas dan del aprecio de lo festivo y jocoso los cortesanos y los Cortesanos del conde de Castellón y del artista Luis Milán, que, con esta moda, remiten a fuentes italianas: la humanística del osado Hermaphroditus (1425) de Antonio Beccadelli, panormita, y de las Facetiae de Poggio Bracciolini, por todos reídas; la disparatada del Burchiello y la osada de la poesía bernesca; la caudalosa, atrevida y licenciosa del Aretino romano de los Sonetti lussuriosi (1524-25), el cual, de nuevo vecino del lozano meteco Delicado en la Venecia de sus Ragionamenti, deviene prolífico dispensador de franquicias satírico-putanescas, como Lo Zoppino, que se prolongan hasta la Priapea (1541) de su enconado fustigador Nicolò Franco; y, para concluir, sin agotar, esta sumaria revista, la fuente alegórica del polifacético nómada Antonio Vignali, el Arsiccio de los Intronati o ‘Atronados’, que describe las contiendas civiles de su patria Sena a la manera de lid entre coños y carajos, con predominiode éstos y del culo, en La Cazzaria (1525-26) (2).

No fue ajena a esa moda italiana de lo prostibulario La Celestina, mixtión de lo severo y lo casquivano que, por coherencia, de Comedia de Calisto y Melibea hubo de mudarse en Tragicomedia, la cual, con todo y plantearse como reprobatio amoris, acoge suplementarias noches de disfrute erótico. Algo de lo mismo muestra el elegante Garcilaso cuando rasga su baja lira por la intacta flor de Nido, y más el cultivado Diego Hurtado de Mendoza que, si perfila un exquisito cancionero petrarquista para Marfira, honrado en Venecia, se ríe de encelados dioses y humanos en extensas burlas eróticas (3). Por eso, no resulta extraño que el editor del Cancionero de obras de burlas provocantes a risa (Valencia, 1519) no fuera otro que Hernando del Castillo, que desgaja esta rama de su tronco, el Cancionero General actualizado en 1514. Renovaba así el segoviano sus hábitos de antólogo, añadiendo novedades, podando lo seco y rescatando piezas anteriormente desechadas. Es también coherente que fuera él, bien relacionado con Castilla y ya a estas alturas integrado en la cálida sociedad valenciana, quien lograra para su edición esa novedad absoluta que es la Carajicomedia, hasta el momento inédita, que aúna producción y vida de Castilla y Valencia.
La Carajicomedia, como en su día el núcleo del Cancionero General, se integra con la poesía valenciana en cuanto elemento del Cancionero de 1519, antología de poesía de sátira y de burla, desvergonzada y erótica, que sale a la luz en Valencia, cantón o «rico templo donde amor / siempre haze su morada», a la que canta Alonso de Proaza (4). En esta Ephydrapolis («ciudad sobre aguas asentada»), para gozo y goce, se ofrecen los géneros coetáneos: ante todo, aquella prolífica estirpe de los codiciados libros de amores caballerescos que encabeza Tirant, fustigada a conciencia y sin conciencia por sermoneadores; a su lado, paralelas de la parte que fue a engrosar el Cancionero General, después convertida en nuestro Cancionero de obras de burlas provocantes a risa, están composiciones que brotan de una poderosa corriente de tensión erótica en indecentes o mordaces burlas recogidas en obras como la de Pitarch y Gimeno Betí (5). Está también la genial transformación de la comedia humanística en celestinesca, que campeará por tablas o páginas en descendencia directa o indirecta (6), desde las contemporáneas Com. Tebaida, Hipólita y Serafina (Valencia, 1519-21) (7), alimentadas por la temprana y valenciana Serafina de Torres Naharro, que mejora en Italia la Lozana Aldonza romana o amorómana (desde 1524), como desde Viena predica amoríos en la acción y sermón de la Farsa de la Costança el cisterciense Castillejo. Éste saca a escena a un fray Teodoro par del fra Timoteo de La Mandrágora de Maquiavelo (1518-20), hermanos gemelos del frater Ferdinandus de la Com. Hispaniola (1518) de Maldonado, quien de una caritativa hazaña sale «altero tantum testiculo reperto mutilum» (IV, 1) (8), conmilitón de ese «repollendo fraile gordo y bermejo», de «muy cargados lomos» que se cuela por la «estoria auténtica» de la pastelera Marina en la glosa a la copla LIX de la Carajicomedia. Así, esta obra encaja en tal marco, tanto por el tipo de composiciones con las que va asociada o por la temática erótica y función satírica en cuanto obra supuesta de un fraile de devoción hipócrita y desviada, como por la deturpación irreverente de los altos vuelos de Las CCC de Mena. De este empíreo cielo caen Providencia y Fortuna en indecentes disfraces y se enlodan por los suelos celestinos de las mancebías, instituciones de medro por esos años (9).
Es, en efecto, la Carajicomedia, con el chirlo del título, un guiño a la antonomásica Tragicomedia de Celestina, una Vita patris o vida del padre de mancebías que fue Diego Fajardo (10), por la senda de aquellas antañonas Vitas patrum de tantos idos al yermo (eremitos o erem-mitos), perseguidos por tantos devotos y devotas. Pero esta nueva historia de no menor afluencia y rebullir, ahora por el centro de las ciudades, viene a ser repertorio de las penetenentes peninsulares (Vitas matrum), con comentario y glosa. Vitas matrum son, vinculadas a la pasión del santón Fajardo, historia tan trágica como grotesca de su «muy impotente carajo profundo» (copla I), por su irremediable «descaimiento», de lo que se ofrecen síntomas en la copla LXVIII; «Vida y martirio» expuestos en grandielocuente forma, la del famoso Laberinto de Fortuna de Mena, imitador a su vez de la divina Commedia dantesca, que se toma como objeto y base de parodia, aunque como se ha visto, reúne muchas otras tradiciones literarias: culta y popular; poesía cortesanas del XV, literatura humanística y la laberíntica de Mena con plumas de la celestinesca (11).

Tuvo esta anónima Carajicomedia impresión única y sus ejemplares, de los que sólo uno nos ha llegado, debieron consumirse en clandestino manoseo, como el leído a ruegos de La Lozana andaluza, que de estas «Coplas de Fajardo» (y de Celestina y Tinelaria) nos dice: «huelgo de oír estas cosas muncho» (Mam. XLVII). Tras tres siglos de olvido, la rescató el celo militante de L. Usoz, para entregarla a mediados del siglo XIX a los especialistas que, acongojados en su sacerdocio cultural, no otra cosa hicieron que negarlo. Pero, cambian los tiempos y con ellos los sentires, y en los nuestros se prodigan ediciones, como las de Bellón-Jauralde, Varo y Alonso (entre otras), hasta la creativa imitación, en sus bases y en su objetivo satírico, de la Carajicomedia de Juan Goytisolo.
Une a Carajicomedia y Celestina, además del medio y momento de aparición, su tema (las andadas o corridas por burdeles hispánicos), su género o forma, que en ambos casos es parodia: de amores trágicos de ilustres parejas en La Celestina (12) y, en la Carajicomedia, de un monumento de erudición, Las CCC de Mena que, por hallarse entonces en los cuernos de la luna, como otras de gran aplauso, recibe tan ambiguo lauro (13). Pero difieren en su recepción, que parece como clandestina para la elegía del impotente rufián y fue apoteósica para la vieja ladina. Por su logrado estro y atractivo retrato de un mundo en su trágico vivir, recibió aplauso unánime Celestina; no lo merece el grotesco trazo y cumulativo estilo de la Carajicomedia, aunque interesante por su ilustración de un momento sociocultural y por alguna composición graciosa, como el divertido relato de Santilario en la glosa a la copla XXVIII. Como parodia, resulta distante, dispar y aun disparatada en su reducido vuelo o descabellado vuelco de fortuna para aquel laberíntico opus, al que el autor sigue paso a paso y rima a rima, con mínimos aunque incisivos y decisivos cambios en la parte que nos toca. Cae el sesudo Mena patas arriba, vuelto de cabo a rabo, o de seso a sexo, despeñado en una turbamulta de escritos contemporáneos y leído del revés por hazmerreír. Tal queda su excelsa comedia en este juego de sátira y zumba sobre base erótica con objetivos que no es fácil desentrañar a partir de los indicios sembrados por el autor o glosador (14).

Parece que, dado el general conocimiento de Las CCC, si hacemos caso a Domínguez (2006), debió ocurrírsele la parodia a fraile (15) mozo, de talento y talante goliárdico (léanse sus latines macarrónicos, apréciese su cazurrería), que bien podría haber sido un franciscano conventual, antiguo alumno del «convento del señor Sant Estravagante», buen conocedor y ahora enconado adversario de un famoso e influyente correligionario de ambición intelectual, símbolo de una corriente espiritual a su juicio extravagante o extraviada, por más que mayoritaria y poderosa, vinculado al cisneriano Convento de San Juan de los Reyes de Toledo (anteriormente tildado). Era éste un fraile llamado Bugeo que, como palmariamente muestra su apellido, Montesino, no es otro que fray Ambrosio Montesino (c. 1444-1514), de la rama observante de los frailes franciscos. Era fray Ambrosio de origen converso, confesor real y predilecto predicador de la reina, hombre de gran influencia en la Corte y uno de los principales valedores de una religiosidad intimista basada en la meliflua devoción o contemplación de los santos, del mayor (Cristo) a los mínimos. Y parece que a eso se debía especialmente su fama como autor de obra «especulativa» (Prólogo), «contemplativa [‘intelectual’] y devota» (Dedicatoria y glosa a la copla XVII), en realidad poco más que vulgarizaciones de frutos de otros, pasados por el filtro de su corrección (versión con expansiones o sintética), como la Vita Christi de Landulfo, Ludolfo o Lodulfo de Sajonia que, a imitación de Dante, articula en XX libros (así Usoz), rasgo o trampolín que sirve al autor de la parodia para saltar a Las CCC, otra obra alegórico-histórica, para su aprovechamiento satírico. Además de ésta, fray Ambrosio corrigió y limó Epístolas y Evangelios por todo el año con sus doctrinas y sermones (Toledo, 1512), obra muy apreciada; fue autor de devotas Coplas (Toledo, ca. 1485, según González Cuenca: I, 98) y rimó a lo divino adocenadas o mostrencas composiciones en un Cancionero de diversas obras de nuevo trovadas (Toledo, 1508), en las que fustigaba la inmoralidad y sexualidad desbocada de las mujeres (Alonso: 21), como lo hace el fraile en sus Sermones, junto a los cuales dice el glosador haber encontrado la Carajicomedia. Sin embargo, para completar el retrato caricaturesco que de él se nos da, aprovecha considerar sus Vitas patrum en romance (Zaragoza, Coci, 1511), de innegable autoría, según Domínguez (2006: 2). Con tal bagaje, se entiende que el glosador lo convierta en autor de la Vida y martirio de Diego Fajardo, junto a las Vitas o Tripas o Putas Patrum, y lo dé por buen conocedor de obras monumentales sobre la materia, como el tratado de Carajo, De Consolatione in meretricibus rerum (copla LI) y el anónimo Reportorio de las putas (copla XLV), pues efectivamente un catálogo de putas hay en la Carajicomedia y al menos una anécdota de San Hilario, padre del yermo, en la glosa a la copla XXVIII.
 

Que la Carajicomedia se atribuye con sorna a fray Ambrosio Montesino queda confirmado a partir de su alias Bugeo y de la constelación de significados del término (Domínguez, 2006): vale por «el de Bugía», en cuanto relacionado como está con Francisco Ximénez de Cisneros, organizador de la campaña de Berbería y conquistador de esa plaza (16); también, como confesor de la reina que fue (17), cardenal y más poderoso en la corte que Mena o Álvaro de Luna (de distinto modo presentes en la Carajicomedia), patrocinador de San Juan de los Reyes, uno de los principales referentes del franciscanismo en España, y promotor de la ya señalada espiritualidad de los franciscanos observantes. Por tanto, fray Francisco y fray Ambrosio bugeos eran para el parodiador, como los micos o monos bugíos (que de Berbería o Bugía llegaban), feos monos a los que la literatura asigna como rasgos los de enseñantes confusos o idiotas e incapaces de razonar, posible alusión a la simbólica función de los monos y real de fray Bugeo; mono vale también por converso, como lo era fray Ambrosio, que también resulta asociado, como simio, con el espejo, lo que daría razón de su «obra especulativa» y, en cuanto simia Dei, de su relación con el diablo, dominador de simios. Los monos aparecen asociados a la lujuria (Celestina, auto IV). Realmente, en lugar de la Providencia de Las CCC, en la Carajicomedia se invoca a la Lujuria como musa (copla III). Por la Providencia de Mena, también se invoca a la vieja Buiza, y jura el glosador que «no nació mayor puta, ni alcahueta ni hechicera» que ella, cuyo nombre es «tan temeroso de oír como el de Celestina» (copla XX y su glosa); también por ahí queda el autor asociado con el diablo, como señor de las brujas. La Buiza será guía del impotente Fajardo en una peregrinación por los burdeles, con cuyo(s) contacto(s) debería sanar «aquel que está siempre cabeça abaxado, / que nunca levanta su ojo del suelo» (copla I)18. Finalmente, fray Bugeo, es igualmente gato maimón (Domínguez, 2006: 15), en cuanto burlador o provocante a la risa, que es la última o primera razón de la inclusión de su obra en el Cancionero de 1519.
Así encarado en un mundo al revés, fray Ambrosio Montesino, maestro, predicador y guía de conciencias, aprovechando la pauta de Mena, deviene necio sermoneador que compone a lo humano, y aun a lo bestial, una nada edificante historia de un confeso rufián y gozador de putas ahora impotente, al tiempo que, como el fraile en sus escritos, disparata sobre la forma de tratar a las prostitutas (Alonso: 9). Sus propuestas de rígido predicador son engañosas, tanto como inútiles los remedios para Fajardo, como pone en claro la copla XXVIII:


  A la Providencia:                                                Habla Diego Fajardo con la vieja:

«Angélica imagen, pues tienes poder,                «Diabólica ymagen, pues tienes poder,
dame tal ramo por donde me avises                   dame tu rabo, que el miembro me avise,
qual dio la Cumea al fijo de Anchises                 le palpe, le tome, le arrastre, le pise,
quando al Erebo tentó desçender»,                     le fuerce, le abive, con grande saber».
le dixe yo, e luego le oí responder:                     Esto le dixe, y la oý responder,
«Quien fuere constante al tiempo adversario      en boz que parece la de Santilario:
y más non buscare de lo neçesario                     «Con luengos cojones, como un encensario,
ramo ninguno no avrá menester».                       tú, Diego Fajardo, ¿qué puedes hazer?»



La Providencia, «angélica imagen», al contrario que la sibila de Cumas a Eneas (Aen.VI, 135-155), no dará al rogante un ramo que lo guíe; pero sí un doble consejo: muéstrese imperturbable, como estoico, y sobrio, como epicúreo. En la parodia, la «sabia» («con grande saber»; «sabidora» – copla XXIV), la hechicera con «poder» (potes namque omnia » -Aen. VI, 117) y puta María de Velasco, la Buiza (copla XX-XXXII), la «mala vieja», «feroz» en su habla, dicta al impotente Fajardo inapelable sentencia: ni ramo ni rabo (que vale también por ‘coño’ –copla XXXIV y Alonso, 1995: 108) podrán ni «poner su potencia en cuerno de luna» (copla VII), ni hacer su «carajo más tiesto que bolo» (copla V). Su «verga gruesa no anda señera: / cabeça abaxada, hoder esquivando» (copla CV). Su pixa «está muy sumida», en «gran caída», de modo que «bive, la triste, marchita y en rueda» (copla XII) y «perdida» (copla XXI); «contra el mediodía, / hasta los muslos se cuelga y abaxa, / y toda la verga, mayor que una caxa (copla XLIV). Su «chico carajo que no le hinche la mano» (copla XIV); por eso, entre todos los coños «de ver mi carajo no ay uno contento» (copla XVII). «El rezio carajo que inflava los vientos / está tan caído que no puede alçalle» (copla XC): «muy impotente carajo profundo», «aquel que está siempre cabeça abaxado, / que nunca levanta su ojo del suelo, / que ha cuarenta años que no mira al cielo» (copla I); «carajo impotente, alevoso, traidor» (copla LXV), «mísero carajo de Diego Fajardo» (copla XIV), por «senetud y esquivos dolores» (copla IV), «por ser tan antigua tu triste persona» (copla XXVI), como delatan las señales inequívocas aducidas en copla LXVIII. Por eso está «floxo, perplexo» (copla XXXI), «más floxo que espuma » (copla II); «se afloxa y se encoge sin nada dezir» (copla XXX); «cabeça abaxada» (coplas V, XCVII; CV), «triste carajo infacundo» (copla XXIV), «carcomiento» (copla CII), «tuerto, grossero» (copla LII): «privado de toda çumosa potencia» (copla XIX); tan «quedo como un majadero» (copla LII); su fuerza culpada «por no ser bastante» (copla XVII), con tanta «blandura», «que no aprovecha flotar su rodeo», y «tan puesto en estremo» (copla XVIII): «aquel que de hoçicos en tierra está echado, / tan laso, tan magro, tan seco de mondas / por puros ardores de putas cachondas, / tan triste, maduro, tan dibilitado, / es el furioso carajo cansado / --que por su flaqueza no tiene qué monde- / de Diego Fajardo» (copla XCIV), «casi muerto» (copla XIV), «que ya traspassado [‘agonizante’], ni canta ni llora» (copla XXIV y CXVI). No menos lamentable es el estado los «luengos y floxos» (copla XXXV; XCVIII), «largos cojones», de tan «fea figura» que «ponen espantos» (copla XV); compañones, pero que ya no «se ponen iguales» (copla XII) y «piden ya dietas, que están trastijados así como perros» y son cerros, «tan flacos, maduros», que el triste espinazo o carajo, «a los coños pide ya paz que no hierros» (copla XCVIII): cuelgan esos «luengos cojones, como un encensario» (incensario: copla XXVIII), en oficio de difuntos. Pero, estribado en este sonsonete «–ario», ingeniosamente, el comentarista encuentra la manera de introducir una glosa en forma de «fábula» o cuentecillo del «Reverendo Padre», a quien la ferocidad de la vieja recuerda (y por eso la reconoce el relator como «autora») la crueldad con el diablo de Santilario, al que también reclama la necesaria rima:
 
De este Sant Ilario se lee en el Tripas Patrum ser un rústico vaquero llamado Satilario, por ser gran saltador, el qual, estando un día en un peñascal, con grande dolor de las yngres, tendidas las espaldas en tierra y untándose el vientre y yjadas [bajo vientre] con manteca, con la flotación [frotación] de la mano y calor del sol, alçósele la verga. Y estando en esto, fue caso que un diablo que passava por allí a tentar un santo hermitaño, mirando desde una peña el camino que avía de llevar, vido debaxo de la peña Satilario, de la manera que avedes oýdo; de lo qual muy gozoso dixo: «Aquel vellaco villano está agora encendido en luxuria; yo le saltaré en el vientre, y le rebantaré y llevaré su ánima». Y, dicho esto, dio un gran salto sobre el pecador vaquero que bien descuydado estava. Y acertándole con los pies en el ombligo, resvaláronse, y fuesse deslizando hasta que se hincó el miembro de Satilario por el culo. Lo qual sintiendo Satilario, le apretó y tuvo firme, llamando a bozes sus perros. Lo qual viendo el diablo, y mirando su desastrado caso, y sintiendo venir los perros ladrando, començó a dar grandes voces, diziendo: «Satilario, suelta». El qual, teniéndole rezio, con feroz boz respondía: «Nunca, si el carajo no quiebra». Y assí le tuvo hasta le remojar; y entonces le soltó, y ya llegavan los perros cerca quando el diablo culi roto començó de fuyr, y los perros tras él, hasta le encerrar en el infierno, adonde el triste se está remendando el culo hasta oy, jurando que nunca ha de sallir fuera: por llevar provecho a su casa, tan mala burla recibió. Esta fábula toca aquí el Reverendo Padre. Autora de esto es la mala vieja en su hablar, que más feroz parece a las gentes que Satilario al triste diablo.

La asociación resulta inesperada, pero eficaz. Parecería imposible que una vieja puta quedara asociada a un santo: Santilario o San Hilario; ni su apagada voz comparada con la «feroz boz» de un «rústico vaquero» y «gran saltador» (por tanto, joven), ejercitadas las cuerdas vocales en su trabajo de recoger a grito pelado la manada, o «llamando a bozes a los perros». Pero tampoco es algo contradictorio, pues la vieja hechicera ejercita su voz, en el desarrollo de sus ritos (voz eficaz, de ritual mágico), sujetando (más fuerte que Santilario) a su amo, el diablo, que, como a hechicera y bruja («diabólica ymagen»: coplas VII, X, XXII y XXVIII), la obedece («más feroz parece ... al triste diablo»), aunque incapaz de revivir el carajo de Diego Fajardo, «que está su defecto / en ser tan antigua su triste persona» (copla XXVI): así que no es problema ni de experta o poderosa hechicera, que ambas cosas es la vieja (copla XXIII), como demuestra por un momento (copla XXXI), ni de poder diabólico suficiente para obrar milagro tan subido.


La extensa glosa, «una de las páginas más divertidas y mejor contadas» (Varo, 1981: 166) está bien justificada no sólo por su relación con la copla, rimas aparte, sino con el conjunto de la obra, paródica hagiografía, mediante una amplia red de asociaciones. Viene como anillo al dedo de un Cancionero de obras de burlas (o chanzas) provocantes a risa y regocijo. La avezada facilidad del lozano garzón que, encendido al suave calor de la radiante primavera y con mínima frotación de su mano, llega a «remojar» al diablo en los breves momentos que van de llamar a los perros a la llegada de éstos, funciona como antítesis del cansino y lamentable agobio del «infacundo» (copla XXIII) carajo de Fajardo, a quien no aprovecha «flotar su rodeo» (copla XVIII), ni todas la putas del mundo (coplas XXXIV-fin), «y estávase quedo como un majadero» (copla LII).

Justificada está también, porque el «Reverendo y devoto Padre autor» (copla XCII), el lúbrico fray Bugeo, lo es igualmente de unas Tripas Patrum de equívoco título, que concreta lo que se lee en el cuento sobre ombligo e ijadas. Cazurramente también se aduce e inserta como tópico episodio hagiográfico de «santo ermitaño», a quien el diablo asalta para quitarle, ya que no la bolsa, la vida del alma: oficio de diablo. Este diablejo, tenido por agudo (también, como diablo), no arriesgará su vida estrellándose contra el suelo, ya que es un «gran saltador» o saltarín: caerá en blando. Pero, para regocijo del pío o impío lector, falla en sus cálculos al no parar en seco, pues el terreno está lubricado y resbaladizo: «los pies en el ombligo resvaláronse». No pierde la vida pero, desde luego, queda malherido: «culi roto», por culpa del deslizamiento y la firmeza de Satilario. Ya lo sabía el relator de la leyenda, conocedor del género de las Vitas patrum, donde los diablos tratan de hacer saltar de gozo y de deleite a los eremitas. Pero aquí la gracia es del socarrón «rústico villano » o «vellaco villano» (villacus villacus), el vaquero Satilario, «gran saltador» o saltarín, que juega y salta pero no «suelta»... Se frota las manos el diablo por su buena estrella, viendo cumplida la mitad de su tarea, ya que halla a Satilario, como sátiro o satirario, «más a punto que sant Ilario»; pero acabará chasqueado. En realidad, fray Bugeo, como mono, imita la literatura, que atestigua el mismo Cancionero de obras de burlas provocantes a risa, donde había sonado dos veces y en rima «San Hilario» en el goliárdico Pleito del manto, previo a la Carajicomedia, con un sentido priápico indudable (Domínguez, 1978: 54. 68), y así se lee en otros lugares19. También, es Sant Ilario el santo alegre y contento, como su propio nombre grecolatino indica (20) y recoge varios rasgos del eremita San Hilario o Hilarión, que vivió en descampado o yermo desde sus quince primaverales años, donde «ladrones y demonios le hazían cruda guerra [y] padeció graves tentaciones» (21).


Es regocijante igualmente el contraste entre ese «pecador vaquero» que «bien descuidado estava» y la zozobra del patoso diablejo en situación muy comprometida y dolorosa («desastrado caso»), sea angustiado por el miedo a los perros o avergonzado por el ultraje sufrido (copla XL), quien (sobre cuernos, penitencia), ya que no a palos, con su rabo entre las piernas se ve forzado a dejar escena de tan risueño entremés, para, incompetente, corrido y amedrentado, sepultarse de por vida (una eternidad) en el infierno, «adonde el triste se está remendando el culo hasta oy».

En verdad que, cuando se conoce el comportamiento de la sociedad española de la época que, fuera de la Edad Media en Al-Andalus (22) y del reinado de Enrique IV en Castilla (23), consideraba que, después de la herejía, la sodomía era el crimen más detestado (por encima de regicidios, parricidios o traiciones: más grave que acostarse con la propia madre), (24) la glosa resulta chocante. La hipótesis que presidía este trabajo era que esta anécdota tan risueña y desenfadada, junto a los escritos reseñados, podía representar una pauta y pausa de tolerancia y nuevo enfoque valorativo de comportamientos sexuales, que contrastaran con el rigorismo representado por el «Reverendo y devoto Padre autor» (copla XCII) parodiado; mejor, con los autores parodiados, pues Mena sitúa «entre tantas espeçies e formas de mal / (...) [a] los maculados del crimen nefando» (coplas C-CI). El glosador mostraría actitudes sobre el homoerotismo como las de la Italia renacentista (Finiguerri, Burchiello, A. Beccadelli, Pietro Aretino, Niccolò Franco) (25), superando el período medieval. Sería este cuento el hito que, saltando la valoración tradicionalmente negativa de la sodomía en la segunda parte del XVI, enlazara con la época barroca. Y podría serlo hasta cierto punto, pues el Barroco, con su tono burlesco entendido como «templado de burlas y veras», nueva forma de sátira debilitada su concepción moral y relajada la fuerza de su ataque (Pérez Lasheras, 1994: 161-182), vuelve al tema homoerótico bajo forma de lo festivo y jocoso en varias composiciones. Así Quevedo en la descripción del Jayán del Buscón (III, 4), en el soneto al culo de Góngora («Este cíclope no siciliano»), y otro A un ermitaño mulato. Pero Góngora zumba a Lope a su entrada en la Tercera Orden de san Francisco, relacionándola con la quema en Madrid, por homosexuales, de dos miembros de la misma26, y un autor anónimo burla «A un puto sin más ni más» (Alzieu, 1975: 250). Otras referencias conocidas van también envueltas en la amenazante humareda civil o inquisitorial (27), no tan alejada de la burlesca forma del epitafio (Quevedo, A un bujarrón y Epitafio a un italiano llamado Julio, o el anónimo «Aquí de la semilla gomorrea» (Alzieu, 1975: 238), pleito entre burlas y veras que ácidamente y «por no hazer mudança en su costumbre», cubre el tradicional rojo manto de la sátira. Siendo esto así, el regocijado cuento del vaquero Satilario que tomó al negro diablo como blanco de su saeta, por tal bula, estaría como burla positiva o chanza (28) de una práctica homosexual, en el contexto de parodia grotesca de un devoto fraile, antes que la Reforma, de rebote, despertara la vigilancia inquisitorial sobre esta materia (Bellón, 1984: VIII). Pero la «fábula» en sí es demasiado poco para deducir que representa un periodo de tolerancia en este punto. Especialmente, cuando, en las coplas VIII y LXXXI, vemos al glosador goliárdico o fray Bugeo hincados en y ante la invariable tradición, en las antípodas de la hilarante historia del garzón renacentista que aprovecha la Carajicomedia como lanzada a una potente, operativa y nueva piedad (29).


Así, pues, nuestra hipótesis falla por su base y no sirve para confirmar una periodización de la risa en este campo, al compás de avances positivos de otros temas en la festividad. Habrá, pues, de explicarse de otro modo la presencia de esta radiante y ridente anécdota en la que el diablo «tan mala burla recibió». Por ejemplo, como alarde de ingenio y gracia del autor y glosador de la Carajicomedia. También, como estampa de la ligereza de fray Bugeo en el engañoso rigor de su literatura piadosa, donde repite tradicionales ejemplos chuscos para entretener y divertir, más que formar, a sus devotos, a costa de un diablo –siempre el malo de los cuentos píos—, que eso y más se merece. Como (dice con ironía el autor real) se merecía también fray Bugeo «recreación después que corregió el Cartuxano», la cual halló dedicando sus ocios a la «copilación» o copulación de su Carajicomedia. Y, sobre todo, como muestra de ese gusto por la facecia que se da desde el primer Renacimiento, por el mismo placer de la risa, dando razón del título de ese Cancionero que recoge la burla



Julio Alonso Asenjo
Parnaseo, 2010


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2.– Stoppelli, P. & Borsellino, Nino (eds.) (1984). Roma: Edizioni dell’Elefante. Ed. esp. de F. Rico (1999). La cazzaria -La carajería: diálogo. Mérida: Editora Regional de Extremadura.
3.– Díez Fernández, J. I. (1995). D. Hurtado de Mendoza, Poesía erótica. Archidona: Aljibe.
4.– Romance. In: Rodríguez-Moñino, A. (ed.) (1958). Cancionero General recopilado por Hernando del Castillo. Madrid: RAE, fol. cxxxix.
5.– Pitarch, V. & Gimeno Betí, L. (1982). Poesia eròtica i burlesca dels segles XV i XVI. València: 3i4. Valencia y la realidad valenciana resulta palmaria en la obra configurada en ese ámbito. Destacamos mediante cursiva la presencia de elementos de su idioma propio (a la plaça de; al carrer de, etc.), tan facundo y fecundo por aquellos años en obras artísticas y literarias.
6.– Heugas, P. (1973). «La Célestine» et sa descendance directe. Burdeos: Bière.
7.– Canet, J. L. (1993). De la comedia humanística al teatro representable (Égloga de la tragicomedia de Calisto y Melibea, Penitencia de amor, Com. Thebayda, Com. Hipólita, Com. Serafina). Valencia: UNED, Universidad de Sevilla, Universitat de València (entre otros estudios suyos).
8.– Juan de Maldonado, Hispaniola. La española. In: Durán Ramas, M. Á. (ed.) (1983). Barcelona: Bosch.
9.– Lacarra, E. (2003). ‘Ars amandi’ vs. ‘Reprobatio amoris’: Fernando de Rojas y ‘La Celestina’. Madrid: Ediciones del Orto.
10.– Diego Fajardo fue hijo y heredero de Alonso Fajardo, de noble familia de Guadalajara, que se destacó por sus hazañas militares y recibió de los Reyes Católicos, en 1486, el privilegio de establecer mancebías, floreciente negocio (Canales, A. (1976). «Sobre la identidad del actante (léase protagonista) de la Carajicomedia», Papeles de Son Armadans, 80: 74-81).
11.– Lo confirma ARBIZU-SABATER, Victoria, «Paratexto sexual y sátira misógina en la Carajicomedia»: Scriptura,19/20 (2008), 37-56.
12.– Severin, Dorothy S. (1984). «La parodia del Amor Cortés en La Celestina», Edad de Oro 3: 351-382; Lacarra, E.(1989). «La parodia de la ficción sentimental en la Celestina», Celestinesca, 13. 1: 11-27; et alii.
13.– Algunas que merecieron tal atención señala A. Alatorre en su reseña (1998) de la ed. de la Carajicomedia de Alonso (1995), Nueva Revista de Filología Hispánica 46: 470.
14.– El autor y glosador de la obra total sobre Diego Fajardo con su repertorio de putas, atendiendo a la unidad de estilo, sería uno y el mismo, según Alonso (1995: 9ss). Sin embargo, Domínguez (2006: 1, n. 2) piensa que las coplas añadidas sobre la muerte de Fajardo, parodia de la del conde de Niebla en Las CCC (XCIII-CXVII), atribuida a fray Juan de Hempudia, son de otro autor.
15.– Usoz creía que el autor era clérigo, y, desde luego, nadie se las pinta mejor que uno de ellos para la crítica o chistes de los del propio gremio. Varo (1981: 24), propone con cautela a Hernando del Castillo. Sus argumentos no convencen a Alonso (1995: 9).
16.– Fue en 1510. Los «monos de Bugía» se mencionan en la composición satírica del Aposentamiento de Juvera al papa Alixandre, del Cancionero General (Rodríguez Moñino, 1958: fol. CCXIX), que se recoge en el Cancionero de obras de burlas, 1519 (Domínguez, 1978: 50).
17.– De esta relación podría derivar una indirecta sátira de Isabel la Católica, más que de las alusiones o menciones a ella en las coplas XXXIV y LI (vs. Varo, 1981: 73-76).
18.– Cuán distinta esta peregrinación de Fajardo del triunfo de Matihuelo en loor de multitudes en la graciosa Visión deletable que precede a la Carajicomedia en el mismo Cancionero (Domínguez, 1978: 135-139).
19.– «Me veo morir agora de penuria / en esta desleal isla maldita, / pues más a punto estoy que Sant Hilario. / Tanto que no se iguala a mi luxuria / ni la de fray Alonso el Carmelita / ni aquella de fray Treze el Trinitario» (Terceto del soneto anónimo «De cuantas coymas tuve Toledanas», compuesto en Inglaterra, del Cancionero de Amberes. In: García González, R. (ed.) (2007), Biblioteca del soneto. Autores. Letra A. Alicante: Biblioteca Virtual Cervantes -digitalizado). A este San Hilario, nombrado de formas diversas, se refieren varios autores del periodo áureo.
20.– Parece que hay que ir más allá del nombre de un personaje individual a creencias o mitos colectivos, como era el Día hilario o de reviviscencia de Atis, representación de la naturaleza, cuando «catabasi finita simulationeque luctus peracta [por Atis] celebratur laetitiae exordium a. d. octavum Kalendas Aprilis (...) quem quo primum tempore sol diem longiorem nocte protendit» (Macrobio, Sat., XXI, 7).
21.– Alonso de Villegas, Fructus Sanctorum y Quinta Parte del Flos Sanctorum (1594, fol. 461r). In: Aragüés Aldaz, J. (ed.) (1998): http://parnaseo.uv.es/Lemir/textos/Flos/Discurso72.html.
22.– Eisenberg, D. (1996). «El buen amor heterosexual de Juan Ruiz», en Los territorios literarios de la historia del placer. I Coloquio de Erótica Hispana. Madrid: Libertarias, 49-69 y <http://users.ipfw.edu/jehle/DEISENBE/Other_Hispanic_
Topics/El_buen_amor_heterosexual_de_Juan_Ruiz.htm>.
23.– Miralles Ostos, J. (2001). Hernán Cortés, inventor de México. Barcelona: Tusquets, 375s.
24.– Afirmación de un funcionario anónimo del Tribunal Inquisitorial de Valencia (Carrasco, R. (1986) Inquisición y represión sexual en Valencia. Historia de los sodomitas (1565-1785). Barcelona: Laertes, 23s). Y algo semejante deja traslucir Cervantes en Rinconete y Cortadillo, poniendo a la par herejía, parricidio y sodomía: «¿No es peor ser hereje o renegado, o matar a su padre y madre, o ser solomico?» [en comparación con el robo] (García López, G. (ed.) (2001). Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares. Barcelona: Crítica, 660).
25.– Russell, R. & and Marilyn Migiel eds. (1997), The Feminist Encyclopedia of Italian Literature. Westport Conn.: Greenwood Press, p. 149.
26.– R. Castelltort, «Lope, Quevedo, Góngora, en una encrucijada», Analecta Calasanctiana, nº. 6, 1961, 265-306, en p. 282.
27.– Estos casos eran competencia civil en Castilla y Baleares; de la Inquisición, en otros territorios de Aragón.
28.– Chanza: ‘Hecho burlesco para recrear el ánimo o ejercitar el ingenio’ (DRAE).
29.– Así ven también ahora la obra de J. Goytisolo (2000. 2001) (que es algo más y mejor): «propósito blasfemo y ridiculizante de la religión, del lenguaje ascético y del fundador de la Obra y de sus miembros» (Á. González, «Carajicomedia (Juan Goytisolo)», leído el 26-05-2007 en: http://opusdei-anti.blogspot.com/2006/08/carajicomedia-juan-goytisolo.html


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