La Regenta: en Vetusta no había tigres (1884)
Su único hijo (1890)
Doña Berta y otros relatos (RTV Salvat)
En la droguería (1901)
¡Adiós, Cordera" (1892)
Solos de clarín (1881)
Palique de paliques (1893)
Un paraíso sin manzanas (1876)
ESTUDIOS Y ENLACES:
Prólogo a la Regenta de Benito Pérez Galdós
Universalidad de La Regenta (Gonzalo Sobejano)
Leopoldo Alas Clarín. Del romanticismo al realismo (José Manuel Gómez Tabanera)
La Regenta. Intertextualidades (Juan Oleza)
Leopoldo Alas Clarín y el autor de Las vírgenes locas (Joaquín Juan Penalva)
Clarín y Buñuel (Víctor Fuentes)
Clarín en la Biblioteca Virtual Miguel Cervantes
Clarín en Centro Virtual Cervantes
Wikisource
Wikipedia
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Creer que se va a dominar la influencia de esos seráficos gacetilleros y críticos, sería una ilusión pueril, extraña en quien lleva cinco o seis años de rudo batallar contra el parche; hasta ahora el bombo ha apagado la voz de mi ronco Clarín, y es de esperar que en adelante suceda lo mismo; pero yo, mientras pueda, seguiré sopla que soplarás, hasta perder el último aliento.
Leopoldo Alas "Clarín"
del Prefacio a manera de sinfonía
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ALAS, LEOPOLDO (Zamora, 1852-Oviedo, 1901). Conocido por el seudónimo de «Clarín», forma con Pérez Galdós la pareja de grandes novelistas españoles del siglo XIX. Comparable a su labor de novelista es la desarrollada como cuentista, y la periodística: crítica, teoría literaria y temas políticos. Vivió en León y en Guadalajara durante la infancia, debido al cargo de Gobernador Civil que su padre desempeñó en esas ciudades; sin embargo, su persona y su obra están entrañablemente asociadas con Asturias, y aún más concretamente con la ciudad de Oviedo, a donde se trasladó en 1865, y donde estudió el bachillerato. Pasó en Madrid casi siete años, de 1871 a 1878, estudiando la carrera de Derecho, en la que se doctoró. En 1883 regreso a Asturias para ocupar en la Universidad la cátedra de Derecho Romano. Cinco años después obtuvo la de Derecho Natural.
Los años madrileños fueron provechosos en cuanto que
comenzó a escribir artículos periodísticos,
tanto de pensamiento filosófico y religioso, como políticos y literarios. Esta
faceta de Clarín, dedicado a explorar las cuestiones sociopolíticas de su época,
ha sido olvidada durante mucho tiempo (igual que la actividad paralela de Galdós). Aparte del interés en las cuestiones del
día, debe recordarse que Clarín estudió en una Universidad donde los maestros
más estimulantes eran los seguidores del filósofo alemán Karl Krause. La gran aportación de estos
hombres, especialmente de Francisco Giner de
los Ríos, fue reformar la filosofía y la enseñanza en la España del último
tercio del siglo pasado. El krausismo influyó en Clarín porque avivó en él una
innata inclinación idealista, orientando su vida intelectual hacia la búsqueda
de un sentido espiritual y metafísico de la existencia. Clarín fue el heredero
de Mariano José de Larra, en cuanto que
buscaba, como el escritor romántico, un sentido racional a la vida. Ambos
preceden a los modernistas en la preocupación por las formas y en el culto de la
belleza.
Para entender a Clarín en cuanto a lo literario, conviene
recordar que el interés intelectual, crítico, de origen krausista, da un sentido
especial a sus obras; a ello se suman otros elementos de la filosofía de la
época, en especial de la corriente positivista, del realismo y del naturalismo.
Si el krausismo marcó el horizonte ético e intelectual del escritor, la
corriente positivista del realismo y el naturalismo le proporcionó una manera de
poner entre paréntesis ciertas parcelas del mundo y de examinar, valiéndose del
microscopio naturalista, al ser humano de su tiempo. Las mencionadas corrientes
filosófico-literarias le sirvieron de instrumento para la creación literaria,
instrumento que, con la excepción de Galdós,
supo utilizar en nuestra lengua mejor que nadie. El tono moralista de Alas
aparece reforzado por su desengaño ante la sociedad de su época. Intentaba en
sus escritos elevar el tono del discurso nacional sobre aspectos que afectaban a
España y a sus habitantes, considerando como norte del cambio el ideal krausista
de verdad y perfectibilidad humana. Sus artículos
periodísticos y su crítica en general llamaron la atención sobre la
problemática del país; sus extraordinarias novelas dramatizaron la situación de
una nación cuya vida política y social vivía momentos contradictorios de apatía
y confusión.
España iba reduciéndose en tamaño, y no sólo geográfico.
Al perder las colonias de América, cayó en una anemia espiritual, producida por
la carencia de ánimo y de las ideas fertilizantes que la revolución industrial
trajo consigo, contribuyendo a transformar las grandes naciones europeas. No
olvidemos que Clarín vivió tres acontecimientos dramáticos de la historia
española: la revolución liberal de 1868, la Restauración y la pérdida de las
últimas colonias, en 1898.
Pasando del trasfondo intelectual del pensamiento de
Clarín a su práctica crítica, se observa que fue prolífico escritor y
periodista. Sus escritos se caracterizan por una punzante ironía, que se ensañó
en cuantos escritores de mal gusto cayeron en sus manos, aunque también supo
ensalzar los méritos de quienes lo merecían. Sus críticas de las novelas de Galdós constituyen un auténtico estudio moderno,
el primero de los dedicados a don Benito: su talento analítico y su modernidad
conceptual sirvieron para elevar la figura del novelista a la categoría de
maestro, a la vez que descubrían en él una veta crítico-teórica. En Galdós
(1912) se recogió mucho de lo escrito sobre este autor. Es el libro fundacional
de la crítica galdosiana. La crítica que podemos adscribir a Clarín es la que
dedicó a zaherir el mal gusto y la inepcia artística, mientras que a Leopoldo
Alas le atribuiríamos la más seria y reflexiva que dedica a escritores y obras
dignos de atención.
La mejor crítica de Clarín se encuentra en Solos de Clarín (1881), La
literatura en 1881 (1882; en colaboración con Armando Palacio Valdés), Sermón perdido (1885), Folletos literarios (1886-91), Nueva campaña (1887), Mezclilla (1888), Ensayos y revistas (1892), Palique (1893), y Siglo pasado (1901). Varios
investigadores han recogido la obra periodística del autor: Preludios de
Clarín (1875-1880) (Jean-François Botrel, 1972), Obra olvidada,
artículos de crítica (1882-1901) (Antonio Ramos-Gascón, 1973) y Clarín
político, tomos I y II (artículos dedicados a temas sociales y políticos,
escritos entre 1875-1901, Yvan Lissorgues, 1980). Los prólogos de Leopoldo
Alas fueron recogidos por David Torres (1984).
La agresividad crítica de Clarín y el cortante filo de sus
opiniones estéticas contrastan con la cautela con que aborda su labor creadora.
Comenzó escribiendo cuentos cortos, en los que reflejó lo que el mundo y sus
gentes ofrecían de interesante. La primera entrega fue Pipá (1879), novela corta
influenciada por el naturalismo, que presenta en germen personajes que
aparecerán en La Regenta
(1884-85). La Revista de Asturias publicó en 1880, entre abril
y junio, tres capítulos de Speraindeo, primer intento de novela, que
nunca llegó a terminar.
Cuestión
interesante sería determinar de dónde le viene la ambición y el impulso de
escribir una novela como La
Regenta. Quizá el de mayor significación le fue dado por el
naturalismo, según el propio autor sugiere al reseñar la obra de Galdós; por ejemplo, al considerar La desheredada (1881), indicó las
posibilidades que ofrecía, por la concepción de la novela naturalista y sus
técnicas. Por otro lado, la temática epocal iba perfilándose y se repetía en
formas parecidas, con variaciones formales en las diferentes novelas del
momento.
El tema del adulterio, central en La Regenta, se rastrea en Madame
Bovary, de Flaubert, O primo
Basilio, de Eça de Queiroz, Ana Karenina, de Tolstoï, y La conquete de
Plassans, de Zola, la obra que más
se asemeja a la de Alas, aunque se le suele dar prioridad a Madame
Bovary. Fenómeno digno de mención es el auge de la novela durante la
década de los ochenta, con la aparición de una docena de obras relevantes de Galdós, Pardo
Bazán, Ortega Munilla, Palacio Valdés y Pereda. Década áurea de la novela en el siglo
XIX español, coincidiendo con la primera salida de Alas al campo de la narrativa
extensa.
La Regenta
es el resultado de una conjunción: la suma de flaubertismo (la novela
autoconsciente) más naturalismo (visión «moderna» de la realidad, que permitía
ver en profundidad), más las circunstancias propicias (el público quería
novelas), más el interés del autor por lo ético (krausismo) y el deseo del
artista de ser oído en toda España.
Todo ello dio lugar a la invención de un mundo ficticio y
de un escenario cuyo referente es la ciudad de Oviedo (en la novela, Vetusta):
la bella y sensible Ana Ozores, recién casada con el maduro Víctor Quintanar, ex
regente de la Audiencia, se ve acosada por el donjuán de la ciudad, Álvaro
Mesía, y por el magistral de la catedral, don Fermín de Pas. Acaba cediendo al
cerco de don Álvaro, tras rechazar al sacerdote que tan apasionadamente la ama.
Don Víctor, que descubre el adulterio, presionado por Pas, desafía a don Álvaro,
y muere en el duelo. La novela resulta extraordinaria por el cuidado y detalle
con que se presenta la vida de Vetusta y sus diferentes clases sociales; para la
descripción del ambiente provinciano y del entramado de la vida colectiva, lo
más naturalista de la obra, utiliza las técnicas más apropiadas, como el
monólogo interior y el estilo indirecto libre, aptos para que la historia
parezca contarse por sí misma -la narran los personajes- y para penetrar en el
interior de los seres ficticios, en su sentir.
La segunda
novela, Su único hijo (1890), es
otra obra maestra; aunque menor que La
Regenta en el número de registros temáticos, la iguala en el acierto
con que usa los recursos técnicos. La novela ejemplifica a la perfección las
asimilaciones que el género realizaba a expensas del teatro, el esfuerzo por
dramatizar la realidad en una intensa representación de los sucesos. El narrador
cede la palabra con frecuencia a los personajes con el fin de que la ilusión de
realidad se intensifique. El argumento de Su único hijo es sencillo: un
hombre débil y sin fortuna, Bonifacio Reyes, vive sometido a la voluntad de su
mujer, Emma, que lo tiraniza. Se consuela con la música, a la que es muy
aficionado; llega a la ciudad una compañía de ópera y Bonifacio es seducido por
Serafina, tiple y amante del director de la compañía, que a su vez se relaciona
íntimamente con Emma. Queda esta embarazada, pero ¿de quién? Bonifacio, movido
por el impulso de la paternidad, afirma que el hijo es suyo, su único hijo.
Muchos y muy buenos cuentos y novelas cortas escribió
Alas: El Señor y lo demás son
cuentos (1892), Doña Berta,
Cuervo y Superchería (los tres de 1892) y Cuentos morales (1896) son,
posiblemente, los relatos más notables de la literatura española de su tiempo.
Intentó, sin éxito, triunfar en el teatro; el estreno de Teresa (1895)
fue un fracaso.
(Datos extraídos, a su vez, de: Ricardo Gullón (dir.), Diccionario de Literatura
española e hispanoamericana, Madrid, Alianza, 1993, pp.
22-25).
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