A
la altura del otoño de 2008 han aparecido ocho tomos de las nuevas Obras
completas de Ortega y Gasset. La edición, publicada por la editorial Taurus,
está siendo preparada en la Fundación Ortega y Gasset por un equipo de expertos
bajo la dirección de Javier Zamora Bonilla. Es conveniente subrayar el valor
que supone que, a poco más del quincuagésimo aniversario de la muerte del
filósofo madrileño, que falleció en Madrid en 1955, podamos disponer de una
edición prácticamente crítica de estas Obras completas, que resuelve muchos de
los problemas que presentaban las anteriores ediciones, el mayor de ellos la
edición de los escritos políticos, desencajados del resto de la producción del
filósofo. Era, por tanto, obligado situar esos escritos en el momento en que se
dieron a la luz. También tenemos ahora acceso a muchos cambios que introdujo
Ortega en algunos textos y que resultan decisivos para comprender la evolución
de su pensamiento.
La empresa de ofrecer esta edición de la
totalidad de la obra orteguiana, añadiendo todos los póstumos e inéditos
existentes, es ambiciosa. Y lo que a principios del siglo podía parecer una
utopía se ofrecerá en los diez años siguientes como orgullosa realidad. El
ritmo de la edición ha venido marcado por la diferencia entre las obras
publicadas en vida de Ortega y su producción póstuma e inédita. Respecto al
conjunto que abarca las primeras, se han publicado dos volúmenes al año, de
manera que los seis tomos que ocupan han ido apareciendo de 2004 a 2006. Por su
parte, la serie de los inéditos y obra póstuma, por su misma dificultad, va de
momento a un ritmo de un tomo por año; así, en 2007 apareció el tomo VII, el
año pasado el VIII y esperamos que entre este año 2009 y el próximo, con la
publicación de los tomos IX y X, se dé término a esta magna empresa.
De lo dicho se desprende que estas nuevas
Obras completas están divididas en dos grandes grupos. El primero (tomos I-VI)
incluye, ordenada de modo cronológico, toda la obra publicada en vida de
Ortega, es decir, hasta 1955. En gran medida, estos tomos recogen lo publicado
en los seis primeros volúmenes de las viejas Obras completas, más lo publicado
en los tomos X y XI, que reunían los textos políticos que Ortega dio a la
prensa diaria desde 1906 a 1932, pero ahora los textos aparecen en su lugar por
orden cronológico. También se incluyen textos publicados en la prensa argentina
no recogidos en las Obras completas de 1946 y, por tanto, casi desconocidos, así
como los originales en español de algunos textos publicados sólo en otros
idiomas, razón por la cual muchos de ellos también podían ser poco conocidos.
Los siguientes tomos, a partir del VII, están dedicados, por un lado, a la obra
póstuma de Ortega y, por otro, a la publicación de los textos inéditos cuyos
originales se encuentran en la Fundación Ortega.
A continuación va a tratarse de dar al lector
una visión general de los criterios de la edición, la forma de su distribución
y el tipo de aparato crítico que el lector va a encontrarse. Después, se hará
un breve recorrido por los tomos dedicados a la obra publicada en vida de
Ortega, insistiendo en aquellos textos desconocidos en España, para dedicar
luego una mayor extensión a los escritos inéditos y a aquellos póstumos de los
que se ofrecen algunas revisiones.
Como ya se ha indicado, en 2004 apareció el
primer tomo de la serie. La aparición de ese libro resultó un gran
acontecimiento editorial, porque con él veíamos tomar cuerpo un proyecto
largamente deseado. Además, con ese tomo teníamos, por un lado, las
indicaciones de los criterios de la edición y, por otro, la muestra del aspecto
exterior de la misma, cuestión nada baladí, porque anunciaba la imagen que en
adelante, durante décadas y décadas, va a adornar miles de bibliotecas con un
cuadro inconfundible formado por los lomos de los diversos tomos, que semeja un
tablero de ajedrez de cinco filas y diez columnas.
En las primeras páginas, que se repetirán en
todos los volúmenes, se explican los criterios de la edición: recoger «toda la
producción orteguiana conocida hasta la fecha», excepto las «notas de trabajo»
y la correspondencia. El criterio de edición es estrictamente cronológico,
«salvo aquellos que fueron subsumidos en obras posteriores» (p. XVII), como es
el caso, por ejemplo, del artículo «Del momento político. Bajo el arco en
ruina», de 1917, que sería incluido en la Redención de las provincias, de 1931.
Cuando en el año haya una monografía, ésta va al final de ese año, lo que, como
veremos, puede acarrear alguna distorsión si no se leen a fondo las notas
críticas. De los textos aparecidos en otros idiomas, se publica el original en
español, aunque éste permaneciera inédito. El aparato crítico consta de cuatro
apartados. En primer lugar, unas «Notas a la edición», que recogen la historia
del texto editado, su relación con otros textos y su datación. Viene después la
«Noticia bibliográfica», en la que, en los primeros seis tomos, se indican
todas las ediciones del texto y la que se ha utilizado para la fijación del
mismo. A partir del tomo VII se indica en este apartado la ubicación del
manuscrito en el archivo de la fundación y, eventualmente, las publicaciones
póstumas que haya podido haber de ese texto. Viene a continuación el
«Apéndice», que recoge las variantes de textos en las diversas ediciones. En el
caso de La rebelión de las masas, este apartado comprende casi sesenta páginas.
Especialmente importante es este mismo apartado en las diversas ediciones de El
tema de nuestro tiempo. En los tomos de escritos póstumos o inéditos, sin
embargo, no existe porque el texto base es el manuscrito de Ortega. Hay, en
fin, un apartado de «Anexos» que incluye textos atribuidos a Ortega pero sin su
firma, así como los textos que Ortega «dejó fuera de la versión definitiva de
la obra publicada» y algunos diálogos. A todo esto hay que añadir los índices
onomástico y toponímico, que en el tomo X se ampliarán con un índice general.
En los seis primeros tomos hay muchísimos
textos no recogidos en las viejas Obras completas, o desconocidos por haber
sido publicados en la prensa argentina. Así, el tomo I, el de las Meditaciones
del Quijote, incluye como novedad la tesis doctoral de Ortega, Los terrores del
año mil, y los artículos políticos hasta 1915 inclusive, además de una buena
cantidad de textos desperdigados o nunca más reeditados, incluso diez textos de
los que «no había constancia» (I, p. 936), entre ellos alguno muy importante
como, por ejemplo, la nota, de 1911, sobre la interpretación de los sueños (I,
p. 519); o el texto, del mismo año, sobre El Greco en Alemania, por el que
cobramos conciencia de la oposición entre los alemanes –que «son hombres de
conceptos»– y los mediterráneos (I, p. 522). U otros de tono político, como el
texto sobre Lasalle (I, p. 506), por el que se comprueba el enorme interés que
tuvo Ortega en el fundador del Partido Socialista alemán.
El tomo II, quizás el más fácil de editar,
recoge el libro con textos de juventud que Ortega reunió bajo el título
Personas, obras, cosas, así como los ocho tomos de El Espectador. Es de
agradecer la oferta que se hace en el aparato crítico de las variantes que
presentan los textos en caso de haber sido antes publicados en El Imparcial o
La Nación, ya que ofrecen matices que pueden importar a la hora de establecer
la evolución del pensamiento de Ortega. En el tomo III, que va de 1917 a 1925,
aparecen algunos de los textos de mayor éxito editorial de la obra de Ortega,
tales como España invertebrada, El tema de nuestro tiempo, La deshumanización del
arte y Las Atlántidas, libro este en el que Ortega ya anuncia la importancia
del sentido histórico. También se incluyen hasta veintiún textos de esa época
que, excepto tres, no habían vuelto a imprimirse. Entre éstos, sobresale uno de
1919, «Buena ocasión de dar un paso franco hacia otra España» (III, p. 192), en
el que Ortega vincula el renacimiento de nuestro país con la «implantación del
régimen autonómico» (sic, en 1919, p. 193), y acusa «a los grupos constituidos
en los alrededores del Poder» de «falta de idealismo».
El tomo IV, que pasará por ser el tomo de La
rebelión de las masas, incluye un gran aparato crítico sobre las diversas
ediciones de este gran libro, así como todas las variantes que aparecen en los
folletones de El Sol, de La Nación o en sus diversas ediciones. También se
publican los adelantos que hizo Ortega, en La Nación, del curso dado en 1929
sobre Qué es filosofía, así como partes de las lecciones sobre Qué es
conocimiento, que, en el curso 1929-1930, impartió en el local de la Revista de
Occidente y partes de las cuales repitió en el curso siguiente. Ortega no
incluyó estas publicaciones de 1931 en sus Obras completas de 1946, los seis
primeros volúmenes de las viejas Obras completas. Ahora podemos ver qué
seleccionaba Ortega de sus cursos para ofrecerlo a un público más amplio.
En 2006, con los tomos V y VI, terminó de
publicarse la serie de las Obras completas que recogía la producción publicada
de Ortega. El V abarca del año 1932 a 1940, y el VI, desde 1940 hasta 1955.
Entre los dos incluyen, por tanto, las publicaciones de Ortega a lo largo de
veinticinco años. Este dato nos obligaría a pensar en la biografía de Ortega,
pues la obra publicada nueva de este período es en torno a la mitad del período
anterior. Además, prácticamente todo el tomo V incluye textos de antes de la
guerra. Con esta reflexión puede comprenderse de modo palmario lo que la Guerra
Civil le supuso de interrupción y amputación de su obra filosófica.
Según se dice en las «Notas a la edición», el
tomo VI «recoge las obras que José Ortega publicó en los tres últimos lustros
de su vida» (VI, p. 967), por lo que este tomo difiere profundamente del tomo
VI de las viejas Obras completas de 1946, que sólo llega hasta un texto de
1943, y que en gran medida recoge una selección hecha por Ortega de «Brindis» y
«Prólogos» de años anteriores, textos que ahora se alojan en el año de su
publicación original. A pesar de todo, en esos turbulentos años aún pudo
escribir dos de los prólogos de más relieve, el «Prólogo a Historia de la
filosofía, de Émile Bréhier» y el «Prólogo a Veinte años de caza mayor, del
conde de Yebes».
Por eso, de este tomo VI nos interesa la parte
no equivalente al VI de las viejas Obras completas y que comprende dos tercios
del volumen. El interés de este tomo no está tanto en las novedades como en el
hecho de saber cuáles eran los textos elegidos por Ortega para su publicación,
muchas veces en otros idiomas. Los años 1944 y 1945 Ortega no publica nada,
aparte de por otras razones, porque estaba preparando, por un lado, la edición
de las viejas Obras completas, en seis volúmenes, que saldrían en 1946 y 1947,
y, por otro, la nueva edición de La rebelión de las masas, cuyo último formato
procede de 1946, cuando introduce la división de este libro en dos partes.
Además de En torno a Galileo, cuya primera publicación completa procede del año
1947, el resto del tomo recoge en gran medida pequeños textos, conferencias o
fragmentos de ellas, que fueron publicadas en varios medios, pero cuyos
originales completos en español aparecieron de modo póstumo en el volumen IX de
las viejas Obras completas. Por eso los fragmentos ahora publicados tienen el
interés de señalar qué seleccionaba Ortega para dar a las prensas.
Como un indicio de lo que interesaba resaltar
a Ortega, puede señalarse algún retazo de la conferencia sobre Europa de 1949,
como la teoría sobre la doble vida que llevaba el hombre medieval, por un lado
pegado a su ambiente y, por otro, influido por el idioma y los usos religiosos
e intelectuales de la cristiandad, mirando a la vida que le venía del Imperio
romano. Especial interés suscita el breve prólogo a la traducción alemana de
Misión de la universidad, porque, escrito veintidós años después (el texto es
de 1952), Ortega concluye diciendo que espera que, teniendo en cuenta los
cambios acaecidos, «las ideas de reforma aquí expuestas puedan conservar e
incitar a una reforma de la Universidad» (VI, p. 833), es decir, que su idea
sobre la reforma de la universidad de 1931 no sólo no habría perdido valor, sino
que lo habría aumentado.
Un texto interesante, que además aparece en
castellano por primera vez, es el que se corresponde con alguna de las
conferencias que dio en el otoño y principios del invierno de 1953 en Hamburgo,
Hannover y Múnich. Aunque la mayoría del texto puede ser encontrado disperso en
otros lugares, el hecho de que Ortega lo publicara en alemán le otorga un valor
específico. En realidad es una especie de fenomenología del Estado, interesante
porque al final expresa la idea que Ortega tiene del Estado como asfixia del
individuo: «aún quiere llegar a ser –exclama– lo menos que puede ser: se ha
convertido en un Estado-beneficencia» (VI, p. 846). También en el texto de la
conferencia que al año siguiente dará en Darmstadt «Individuo y organización»
(VI, p. 888), coincidente en parte con la anterior, aflorará la misma idea.
No quiero dejar de comentar el texto «El
hombre y la medida de la tierra» publicado en alemán, porque en él, además de
una bella descripción del espacio humano, aparece una de esas profecías a que
tan aficionado era Ortega: la vida humana, generalmente sometida a los
localismos, gracias a los inminentes intercambios y contactos con otras
culturas, se desprenderá de sus usos tradicionales y elegirá lo mejor de cada
pueblo, lo que «representaría una reforma radical de la vida humana», creando
«por fin, algo así como el “hombre abstracto”, el hombre desnudo de pasado
casual» (VI, p. 886), un Weltmensch. Esas serían las condiciones, según Ortega,
para la World Union y para pensar en un gobierno universal.
Los dos últimos textos publicados por Ortega
son los textos de otras dos conferencias en torno a Europa, que es el tema que
más le preocupó después de las guerras española y mundial. No son estas últimas
conferencias interesantes por lo que implican de novedad, sino por el hecho de
que en casi todas ellas aparece el tema de Europa. El libro termina
reproduciendo, como anexos, los diálogos que siguieron a las conferencias de
Ginebra de 1953 y de Darmstadt de 1954. En el primero se percibe, por parte de
los asistentes, cierto tono de reserva frente al carácter un tanto exagerado de
la intervención de Ortega sobre el cambio de época. De especial interés resulta
la intervención de Merleau-Ponty y la respuesta de Ortega, en la que resume su
propia filosofía como la de «la razón vital, o la razón histórica» (VI, p.
1119). En el segundo, que se refiere al tema que ocupa también el escrito sobre
el Estado, asoma el rechazo de Ortega al Estado-beneficencia, pero ahora no
habla del Estado-beneficencia, sino del Estado del bienestar. Queda la duda de
si la palabra «bienestar» es originaria de Ortega pues, si éste hablaba de
Wohlfahrt, es correcto traducirla como bienestar, pero en los manuscritos de la
conferencia se habla de «beneficencia», con el lastre de negatividad que ésta
comporta. Lo interesante es que Ortega parece corregir su rechazo del Estado
del bienestar, porque «el Estado está justamente ahí para hacer aquello que la
sociedad por sí misma, espontáneamente, no puede hacer o no puede hacer bien.
En este sentido cada Estado es, naturalmente, un Estado del bienestar» (VI, p.
1131).
Esta segunda mitad del tomo VI muestra de modo
palmario la inmensa actividad internacional de Ortega. En cuanto a los textos,
lo más importante es saber con exactitud qué elegía Ortega para publicar, con
lo que nos muestra que el tema de Europa y los rasgos de una vida contemporánea
organizada sobre la técnica constituían sus mayores preocupaciones.
Con esto llegamos a la segunda serie de las
Obras completas. El tomo VII abarca hasta el año 1925; el VIII, hasta 1932; el
IX lo hará hasta 1948; y el X hasta 1955, incorporando los diversos índices. El
tomo VII incluye una considerable serie de textos inéditos, además de otro
grupo de textos publicados póstumamente en sitios prácticamente inaccesibles.
De ahí la importancia de este tomo, tanto para completar la visión que podamos
tener de la obra de Ortega como para perfilar aspectos importantes de su
pensamiento. Empecemos con el dato significativo, nada baladí, de que en este
tomo más del 40% de su material es inédito. De las más de setecientas cincuenta
páginas de texto orteguiano, más de trescientas son inéditas: se trata de
cuarenta y nueve textos, unos pequeños, otros más largos, pero todos sin duda
interesantes o muy interesantes. Del resto, casi doscientas cincuenta páginas
son textos póstumos no recogidos en las viejas Obras completas sino en libros
difíciles de encontrar. En lo que queda, por tanto, algo más de ciento ochenta
páginas, se recuperan textos publicados en los tomos IX, X y XII de las Obras
completas de Revista de Occidente y Alianza Editorial. De los textos póstumos
más importantes se recogen en este tomo las lecciones que Paulino Garagorri
publicó con el título de Investigaciones psicológicas –y que ahora aparecen
bajo el título original de las lecciones, Sistema de psicología–, así como
veintinueve textos que estaban desperdigados hasta en trece libros distintos.
Pero lo que más puede interesar son los
cuarenta y nueve textos inéditos que se publican en este tomo VII. Entre ellos
los hay pequeños, algunos de los cuales incluyen verdaderas perlas filosóficas,
mientras que otros nos aproximan a interesantes aspectos biográficos de Ortega.
Por ejemplo, el bello pero amargo texto «Elecciones: reparos que hace un
español sin acta», de 1916, importante porque debe ser leído como lo oculto
tras la confesión orteguiana de «Verdad y perspectiva» de El Espectador. O bien
nos orientan sobre la génesis de algunos conceptos muy importantes de la
filosofía orteguiana, por ejemplo, en «Notas para dos reuniones de la Liga de
Educación Política», donde aparece con toda nitidez la noción de generación
como concepto histórico («Dime de qué generación eres y te diré lo que llevas
en el vértice del corazón», p. 334), como el «círculo de sensibilidad» que
«determina más apretadamente la contextura individual» (ibídem).
En el «El humilde liberalismo» se presenta una
filosofía de la tolerancia; ahí mismo se señala la melancolía como la cualidad
del filósofo, que, de acuerdo con otro texto, «nace del respeto y enseña el
respeto: la filosofía es la ciencia general del respeto» (VII, p. 139). O se
apunta una línea de mucho calado en la filosofía de Ortega, como sucede en
«Divagación sobre El barbero de Sevilla» (1905), donde se exalta la necesidad
de romper la seriedad de la vida y afrontarla con deportividad; después
sabremos que la vida es necesidad y exuberancia, deportividad, vida superflua y
esfuerzo deportivo. Frente a ese doble carácter de la vida, está la filosofía (que
como muy bien nos dirá en plena madurez, en Qué es filosofía, no es vivir sino
des-vivir) como ciencia del respeto, porque la admiración, por la que empieza
la filosofía, si es ante las cosas humanas, es respeto: «El respeto, señoritas,
es la emoción filosófica» (p. 139).
También puede seguirse la importancia que para
Ortega tiene la filosofía del límite, así en «Algunos reparos a Jacinto
Benavente», hasta asegurar que «La sabiduría [...] es un honesto replegarse
sobre la nativa limitación» (p. 143), esto es, el «tacto mental», similar al
tacto físico que nos da los límites de nuestro cuerpo.
Un texto muy importante es la «Lección del 15
de diciembre» de 1909, impartida en la Escuela de Magisterio por el flamante
nuevo catedrático de la misma, y que concluye el Ortega de veintiséis años, la
edad en que, según él, fraguan las ideas matriciales que nutrirán toda la vida,
advirtiendo que «el feminismo es una cuestión moral: el ser humano lo es sólo
en tanto que participa de modo activo en la cultura. Hombre = ser capaz de
ciencia, etcétera. Es inmoral mantener a las mujeres en esa situación
infrahumana, como meros aparatos de maternidad (pp. 141 y ss.). Para Ortega es
inmoral que «los hombres no las pongan [a las mujeres] en condiciones
espirituales» (ibídem), es decir, para que puedan contribuir a la cultura.
Además de esos textos pequeños, hay otros
largos. El primero, «El problema del conocimiento», ya propone como tarea del
comienzo cartesiano de la filosofía «fijar los límites de nuestros espíritu»
(p. 55), y subraya la palabra «límite», con lo que nos da una pista sobre el
lugar de este punto al que ya me he referido. El texto se centra en la
filosofía griega, pero se nota la continua presencia de Kant, lo que, a partir
del semestre de invierno de 1905-1906, es típico de sus estudios en Berlín. El
siguiente texto, «Stumpfheit», de 1909, es una especie de diario en el que se
reúnen un total de setenta anotaciones de diversa extensión e interés. Ya sólo
el estudio detenido de este texto merecerá toda una investigación. A mí me ha
impresionado la cuarta, según la cual «el parto de Europa –la razón– costó la
vida a Grecia como nación» (p. 155). La anotación núm. 24 distingue las tareas
de hombres de la de varones; a las primeras pertenecen los «negocios universales
y serios». Debe unirse esto con lo que hemos dicho antes, de la «Lección del
15», pues la mujer también deberá actuar como hombre, en el sentido de ser
humano. La núm. 57, dos frases sobre la universidad que adelantan la idea de
Misión de la Universidad, pues si la universidad es para hacer ciencia «y crear
sabios», hay que hacer otras instituciones «para hacer hombres» (p. 170).
El último texto largo de esta época, antes de
volver a Alemania en 1911, es el titulado «El hecho de que existan cosas...»,
que podría ser la memoria para la cátedra de Metafísica (véase VII, p. 869). En
el texto se cita un par de veces a Husserl, indicando así su familiaridad con
las Investigaciones lógicas, pero es un profundo análisis de la conciencia
según Kant, autor que «vuelve a colocar la filosofía a la altura que alcanzó
principalmente en Platón» (VII, 199). La conciencia es la condición de lo real,
pero «conciencia, en sentido estricto, la conciencia es un concepto científico,
una hipótesis, bien que la fundamental, pensada para los objetos de que en
caótica ingenuidad me voy dando cuenta» (p. 198). Esta tesis de procedencia
neokantiana reaparecerá, con otro sentido, a partir del año 1929 y,
literalmente, en el «Prólogo para alemanes».
De 1912, un año especial en el que Ortega
estaba estudiando en serio fenomenología y escribiendo su ajuste con Baroja,
proceden dos textos, muy importantes, uno, «La “idea” de Platón», una
conferencia en el Ateneo, de once páginas, y el otro, mucho más largo,
«Tendencias actuales de la filosofía», de treinta y siete páginas y,
posiblemente, el más importante de los publicados, porque, de los otros,
«Lógica de las ciencias históricas» sólo tiene ocho páginas, aunque muy
jugosas; «Política de la hora presente», también de ocho páginas, es una
conferencia impartida en A Coruña en 1917, el año de las turbulencias de las
Juntas militares, que le llevó a escribir «Del momento político. Bajo el arco
en ruina», que deberá ser releído junto con la conferencia anterior. Y los
otros tres, al margen de su indudable valor, son textos que han tenido ya una
versión escrita. En efecto, uno de ellos es el discurso para la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas, posiblemente de 1918, que Ortega reelaboró
como «Introducción a una estimativa» (Revista de Occidente, 1923). En la nota
de la página 716 de este tomo VII, y que no aparece en la reelaboración
publicada, llega a decirse que «De los estudios clásicos sobre esta cuestión
publicados por Husserl en sus Logische Untersuchungen (1901) puede decirse que
ha partido toda la reforma actual de la filosofía».
Viene luego uno de los textos que más exégesis
demandará: las lecciones del curso 1921-1922, que darían lugar a El tema de
nuestro tiempo. El curso es la exposición del problema del conocimiento, primero,
desde la perspectiva realista o positivista; segundo, desde la posición
idealista, ésta ejemplificada en Rickert. Después de este curso sobre realismo
(predominio del objeto) e idealismo (predominio del sujeto), viene la síntesis,
que será la filosofía de la vida, en la cual el objeto y el sujeto tienen el
mismo régimen porque, como dice en la lección X, de la parte del curso
publicada como El tema de nuestro tiempo, «la reducción o conversión del mundo
a horizonte no resta lo más mínimo de realidad a aquél» (III, p. 616), porque
el mundo ha sido reconducido a mundo vital sin por ello perder su consistencia.
Con la publicación de estas lecciones en este tomo cobra todo su sentido El
tema de nuestro tiempo.
Y, por fin, el último texto, «El sentido
deportivo de la vitalidad», primera conferencia de una serie de dos, de las
cuales la segunda dio lugar al texto «El origen deportivo del Estado». En la
primera, inédita hasta ahora, refuta la noción darwiniana de la vida como
adaptación utilitarista porque quiere hacer un hueco a la vida como
exuberancia, como juego y deporte. Así vemos una continuación de aquella
contraposición que afloraba tempranamente entre la vida seria y la vida alegre,
tema que, como se ve, estaba muy presente en Ortega desde su juventud.
Y, para terminar, volvamos a los dos textos de
1912, ya que suponen una considerable novedad por cuanto nos obligan a situar a
Ortega, a lo largo de ese año, de lleno en el neokantismo, porque en esos dos textos
aparecen conceptos radicalmente neokantianos. Como nos dice Ortega, «lo que al
crepúsculo vespertino vemos caer por el horizonte no es el sol, sino nuestra
imagen del sol», el sol real es el que está «en los libros de astronomía», el
sol real es el que nos dan las ciencias. Para este Ortega: «La idea, idea las
cosas en objetos. Y gracias a la idea tenemos la física. La idea engendra los
objetos» (p. 230), por eso es cierto que el hombre es medida de todas las
cosas: «Y este papel divino de reconstruir virtualmente el mundo propone al
hombre el idealismo» (p. 230). Ortega está en pleno neokantismo, lo que también
se ve en el curso de diciembre del Ateneo. No tiene desperdicio la descripción
y refutación del psicologismo (pp. 251-257), que puede ser recomendada para
entender la importancia de su formulación como dique frente al positivismo.
Con esto llegamos a la presentación del recién
publicado tomo VIII, que cubre de 1926 hasta 1932, años de turbulencias
políticas, pero también los años en que Ortega llega a su filosofía madura, que
se manifiesta en los espléndidos cursos y en su libro fundamental, La rebelión
de las masas. Cuatro textos póstumos son esenciales, aunque de los cuatro
teníamos cumplida noticia. Los textos básicos son las conferencias en Argentina
durante el viaje de 1928, Meditación de nuestro tiempo. Introducción al
presente; las lecciones sobre Qué es filosofía de 1929; los dos textos de los
cursos académicos siguientes, que dieron pie a la publicación de Qué es
conocimiento, y las Lecciones de metafísica, que ahora recuperan su título:
Principios de metafísica según la razón vital. Que todos estos cursos estén
reunidos en un tomo, y con las correspondientes explicaciones críticas sobre el
texto y las circunstancias de la publicación póstuma, otorga a la publicación
un extraordinario valor y la convierte en una fuente de consulta ineludible de
ahora en adelante. El trabajo futuro será, a la luz de estas publicaciones,
primero, tratar de fijar con precisión analítica el pensamiento de Ortega y su
desarrollo, y, segundo, ver los cambios que pueda haber en ese pensamiento.
Junto a estos textos más o menos conocidos, se
reúnen quince textos inéditos, aunque uno de ellos, el curso sobre Qué es la
ciencia, qué la filosofía, que Ortega dio en Argentina y que no había sido
recogido en la publicación de José Luis Molinuevo de las conferencias en
Argentina, ocupa la mitad de las páginas de los inéditos de este volumen. De
hecho, el texto había servido a Ortega para las primeras lecciones de Qué es filosofía.
Entre el resto de inéditos es importante la «[Addenda]» al apartado VIII de La
rebelión, así como la recuperación del título «[La rebelión de las masas
–VIII]» (VIII, pp. 192 y ss.), publicado por Garagorri con el título «Siglo
XVIII», porque ambos nos indican que en ese capítulo de La rebelión de las
masas se pone rumbo claro a lo que podríamos llamar la génesis del hombre-masa.
También llaman la atención los dos textos en su momento (1931) censurados:
«Pacificar o cloroformizar –¡Decencia, decencia, nada más!» (VIII, pp. 396 y
ss.) y «[Notas sobre la censura desigual]» (ibídem, pp. 404 y ss.). En ellos se
ve la mordacidad de Ortega, pero también, por lo censurado, puede comprenderse
lo que fue la frustrada salida de la Dictadura, lo que Ortega había llamado «el
error Berenguer», que al fin llevaría a la proclamación de la Segunda
República. Por último, cabe destacar la reconstrucción de la conferencia «El
hombre y su circunstancia» (VIII, p. 499), que, aunque no incluye novedades, es
una pieza magistral que ofrece el núcleo de la filosofía de Ortega.
Para terminar el comentario de estas Obras
completas, quiero añadir dos consideraciones sobre la publicación del curso Qué
es filosofía. En primer lugar, conviene señalar que el curso se mantiene tal como
lo conocíamos a partir de las ediciones póstumas. Existía cierta inquietante
curiosidad por saber hasta qué punto lo conocido del curso era un
reconstrucción posterior a partir de los apuntes tomados de las lecciones
dictadas por Ortega, y aunque haya alguna interpolación de los «apuntes de
clase» –por ejemplo, una significativa, la referida a Baroja sobre la creencia
(viejas Obras completas VII, p. 346), que ahora desaparece (véase VII, p. 292,
final del primer párrafo)–, la edición crítica muestra que globalmente no es
así, sino que el curso responde al manuscrito de Ortega, ya que los cambios son
mínimos e irrelevantes. Segundo, conviene advertir que publicarlo al final del
año 1929, de acuerdo con la norma editorial que hemos citado al principio, después
del curso «[Vida como ejecución (el ser ejecutivo)]» (las lecciones del año
académico 1929-1930 que, por tanto, tuvieron lugar aproximadamente un año
después, porque sólo las tres primeras hojas procederían de 1929), puede quizá
prestarse a una falsa comprensión del texto si no se leen con máxima atención
las anotaciones críticas sobre el mismo. Esta advertencia tiene su interés por
varias razones: primero, por la importancia que tiene el curso como la primera
introducción sistemática y completa al pensamiento maduro de Ortega; segundo,
porque el curso Qué es filosofía es de la primera mitad del año 1929, pero sus
primeras lecciones las leyó Ortega en Argentina, por lo que parte del curso
procede realmente de 1928; tercero, porque en junio de 1929 escribe Ortega el
primer texto explícitamente crítico sobre la fenomenología: «[Sobre
fenomenología]» (VII, p. 177), en el que se exponen ideas que en adelante
inspirarán toda la reflexión orteguiana sobre dicha corriente filosófica,
principalmente en el aludido curso 1929-1930, que, como hemos dicho, procede
–menos tres páginas– de 1930, lo que significa que fue escrito dos años después
de parte de Qué es filosofía. De ahí que, siendo este último curso fundamental
para la presentación del pensamiento de Ortega, esa ubicación en la publicación
puede inducir a error en la interpretación del texto. Sólo una lectura muy
atenta del exhaustivo aparato crítico de este tomo VIII neutralizará esos
problemas de interpretación.
Con esto creo haber dado una amplia visión de
la edición de los ocho tomos hasta ahora publicados, a la espera de la
culminación de la edición completa de estas obras en un par de años, con la
edición de los inéditos y póstumos posteriores a 1932. El trabajo que subyace a
esta empresa es, con toda seguridad, inmenso, pero los resultados están
mostrando ser espléndidos, y el servicio que la Fundación José Ortega y Gasset
está haciendo a la filosofía española es tan extraordinario que ya sólo con él
quedaría justificada como institución.
Javier San Martín
Revista de Libros (Fundación Caja Madrid)
Julio-Agosto, 2009
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