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EN LA PENUMBRA (Juan Benet)

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- ... Me preguntarás por qué  he esperado tanto tiempo para este momento que puedo posponer cuando me plazca, o más bien, por qué habiendo esperado tanto tiempo sin haber obtenido nada a cambio, me decido ahora por romper tan larga espera que bien podía haber abreviado en cualquiera de las ocasiones anteriores.  Y me permito, además, adelantar o adivinar tus reparos y comentarios a mi decisión...
- Todo lo que te permitas adivinar a cerca de mis pensamientos, tía -interrumpió la sobrina-, está de más. Mis pensamientos son secretos, muy secretos, y nunca caeré en la tentación de descubrirlos.  Pues mis pensamientos, tía, son el vestido de mis pasiones y sólo me despojaré de ellos ante quien esté dispuesto a idolatrar mi desnudez.
- ¡Por Satanás! ¿Te querrás callar de una vez? ¿Dónde te has creído que estás? ¿A qué viene ahora ese intento de sacarme los colores con tus pensamientos y con tu desnudez?  Pues bien, sí; pensarás -fácil es adivinarlo- que he tomado esta decisión en el límite de mis fuerzas, cuando apenas me quedaban posibilidades de obtener los resultados que esperaba de mi larga espera.  Que un espíritu amollecido por esa espera al fin decide levantar los rígidos aranceles de su comportamiento para permitir en el penúltimo instante que el azar arriesgue una postura en el juego en el que la razón y la virtud no han obtenido ninguna gracia.  Que, cerca ya de ese límite, la situación que hasta ahora había sabido sobrellevar con paciencia y resolución (y sin renunciar al más insignificante de esos aranceles) se me hace insostenible, y al fin de desmentir la esterilidad de mi ensayo voy a dar entrada en esta habitación al primero que llegue con un mensaje, sea cual sea la persona y por muy sospechosa que pueda parecer la índole de su embajada.  sí, eso es lo que veo en tu cara.  Pues te equivocas.
- Yo no acostumbro a equivocarme, tía -dijo la sobrina.
-Te equivocas -respondió impasible la señora- de la misma manera que se equivocaron todos los que con anterioridad vinieron hasta aquí con consejos y recomendaciones, siempre mirando -según ellos- por el bien de mi salud.
- A mí tu salud me importa una higa, tía -dijo la sobrina.
- Ya lo sé, y a mí tampoco me importa nada  que no te importe nada mi salud.
- No he dicho que me importe nada. He dicho que me importa una higa.
- Y menos que otra higa me importa a mí todo lo tuyo, bellaca, harta de ajos; y todavía menos que un perdis de pueblo, aficionado al bacalao, te rasque el parrús y te fabrique un bombo para la lotería del niño con un racimo dentro, por si le gusta el vino. Y te aseguro que nada me sería más grato y llevadero que preservar en esta espera que habiéndola convertido en una costumbre me ha recompensado con una íntima dulzura que no conocía y una seguridad en mis convicciones que no cambiaré por la más provechosa y regocijante sorpresa.


Juan Benet
En la penumbra, 1989





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Ver artículo sobre La penumbra
de José María M. Martínez

1 comentario:

  1. Creemos conveniente añadir que las posibles incongruencias que en este artículo se comentan en cuanto al lenguaje de los personajes, que en efecto coincidimos que las hay, quizá queden si no justificadas sí contextuadas destacando el tono jocoso, cínico y humorístico de la novela que -según mi opinión- supera el nivel de pensamiento y reflexión de esos personajes.

    El final resulta muy esclarecedor al respecto, poniendo las cosas en su sitio.

    Lecturas Hispánicas

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