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BOLIVAR (José Enrique Rodó)

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Como entendimiento político, nadie, en la revolución de América, le tuvo más en grande, más iluminado y vidente, más original y creador; aunque no pocos de sus contemporáneos le excedieran en el arte concreto del gobierno y en el sentido de las realidades cercanas. El, con más claridad que el presente, veía el porvenir. Desde Jamaica, en 1815, aún lejano y obscuro el término de la revolución, escribe aquella asombrosa carta, ardiente de relámpagos proféticos, en que predice la suerte de cada uno de los pueblos hispano-americanos después de su independencia, vaticinando así la vida de ordenado sosiego de Chile, como el despotismo que ha de sobrevenir en el Plata con Rosas. 

El sistema de organización propuesto en 1819 al Congreso de Angostura manifiesta, á vuelta de lo que tiene de híbrido y de utópico, la crítica penetrante y audaz de los modelos políticos que proporcionaba la experiencia, y una facultad constructiva, en materia constitucional, que busca su apoyo en la consideración de las diferencias y peculiaridades del ambiente á que ha de aplicarse. 

Esta facultad toma aún mayor vuelo y carácter en la constitución boliviana, extendida luego al Perú, obra del apogeo de su genio y de su fortuna, donde los sueños de su ambición forman extraño conjunto con los rasgos de una inventiva innovadora que ha merecido la atención y el análisis de los constitucionalistas, como la idea de un "Poder Electoral", seleccionado del conjunto d é los ciudadanos, en la proporción de uno por diez, al que correspondería elegir ó proponer los funcionarios públicos. 

Con estos planes constitucionales compartía la actividad de su pensamiento, en los días de la plenitud de su gloria, la manera de realizar su vieja aspiración de unir en firme lazo federal los nuevos pueblos de América, desde el golfo de Méjico hasta el estrecho de Magallanes. No concurre en el Libertador merecimiento más glorioso, si no es la realización heroica de la independencia, que la pasión ferviente con que sintió la natural hermandad de los pueblos hispano-americanos y la inquebrantable fe con que aspiró á dejar consagrada su unidad ideal por una real unidad política. 

Esta idea de unidad no era en él diferente de la idea de la emancipación: eran dos fases de un mismo pensamiento, y así como ni por un instante soñó con una independencia limitada á los términos de Venezuela ni de los tres pueblos de Colombia, sino que siempre vio en la entera extensión del continente el teatro indivisible de la revolución, nunca creyó tampoco que la confraternidad para la guerra pudiese concluir en el apartamiento que consagran las fronteras internacionales.

La América emancipada se representó, desde el primer momento, á su espíritu, como una indisoluble confederación de pueblos, no en el vago sentido de una amistosa concordia ó de una alianza dirigida á sostener el hecho de la emancipación, sino en el concreto y positivo de una organización que levantase á común conciencia política las autonomías que determinaba la estructura de los disueltos virreinatos. En el istmo de Panamá, donde las dos mitades de América se enlazan y los dos océanos se acercan, creía ver la situación predestinada de la asamblea federal en que la nueva anfictíonía erigiese su tribuna, como la anfictíonía de Atenas en el istmo de Corinto. Desde que, ocupando á Caracas después de la campaña de 1813, gobierna por primera vez  en nombre de América, asoma ya en su política esta idea de la unidad continental, que ha de constituir el supremo galardón á que aspire, cuando vencedor y arbitro de un mundo. 

La realidad inmediata negóse á acoger su sueño; mil fuerzas de separación que obraban en el roto imperio colonial, desde la inmensidad de las distancias físicas, sin medios regulares de comunicación, hasta las rivalidades y las desconfianzas de pueblo á pueblo, ya fundadas en una relativa oposición de intereses, ya en el mantenimiento de prepotencias personales, volvían prematuro y utópico el grande pensamiento, que aun hoy se dilata más allá del horizonte visible, y ni siquiera la unidad parcial de Colombia alcanzó á subsistir.

¿Qué importa? La visión genial no deja de anticipar por ello la convergencia necesaria, aunque haya de ser difícil y morosa, de los destinos de estos pueblos: la realidad triunfal ineluctable de un porvenir que, cuanto más remoto se imagine, tanto más acreditará la intuición profética de la mirada que llegó hasta él.

En lo formal y orgánico., la unidad intentada por Bolívar no será nunca más que un recuerdo histórico; pero debajo de esta corteza temporal está la virtud perenne de la idea. Cuando se glorifica en Mazzini, en D'Azeglio ó en Gioberti, la fe anunciadora y propagadora de la Italia una no se repara en las maneras de unión que propusieron, sino en el fervor eficaz con que aspiraron á lo esencial de magno objetivo. 

Con más ó menos dilación, en una ú otra forma, un lazo político unirá un día á los pueblos de la América nuestra, y ese día será el pensamiento del Libertador el que habrá resurgido y triunfado, y será su nombre el que merecerá, antes que otro alguno, cifrar la gloria de tan alta ocasión.



José Enrique Rodó
Cinco ensayos
Montalvo - Ariel - Bolivar -Rubén Darío
- Liberalismo y jacobismo,
Madrid, 1915


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