Pero antes de saludar a los primitivos
del Museo, convendrá que nos entendamos sobre la palabra primitivo. Cuando la Edad
Media significaba para los historiadores de la cultura una interrupción radical,
pudo parecer que los primeros artistas modernos, un Nicolás Piano, o un
Cimabue, en el XIII, rompían una serie de madurez secular, balbuciendo un
lenguaje que, sucesivamente, en dos siglos de esfuerzos, debía acercarse a la
perfección bajo la influencia de un esudio progresivamente amoroso de la
naturaleza y acaso por obra de cierta difusión de la sensibilidad panteísta
franciscana… No le falta verdad a este punto de vista: sólo le falta
exactitud. Mejor informados, debemos
reconocer hoy que aquellos iniciadores eran unos epígonos, a la ver; que toda
una tradición –bizantina, sin duda, pero también italiana- venía a
continuarse y a cerrarse en ellos; y así
su acción, que, por un lado desarrolla un avante, significa paralelamente una
decadencia.
Progreso en la vía del realismo en el enriquecimiento de la perfección
técnica; pérdida paulatina en el valor de la idealidad y en el sentido de
decoración… Esto volverá más tarde, con Miguel Ángel, con Rafael… -Rafael, sí,
que es unco mieznzo. El idealismo cristiano, en el transcurso de estos dos
siglos, habrá ido evaporando su atutenticidad; habrá renacido ,en cambio, el
idealismo platónico.
Eugenio d'Ors
Tres horas en el Museo de El Prado, itinerario estético,
1922
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EUGENIO D'ORS Y LA ESTÉTICA CONTEMPORÁNEA
Antonino González González
.
Como indica ya el título, d’Ors pretende en este libro guiar al lector en
un recorrido a través de todo el Museo en sólo tres horas. Esta brevedad no es casual, ni supone una
limitación. Antes al contrario, el autor
elige esta fórmula por la misma razón por la que a diario expone su pensamiento
en breves glosas: porque la elocuencia dilatada contiene “cierta ineptitud
radical para instruirnos con precisión sobre las cosas”. D’Ors no busca estudiar las ocrrientes del
arte en todas sus variaciones, sino una “clasificación clara, acusada, racional”. Por eso prefiere que el amigo al que este
libro guíe no sea docto en materia de arte, y que posea en cambio buen gusto
innato. Se trata, así pues, de un
esquema muy general del arte, ejemplificado en unos pocos lienzos del Museo del
Prado, en los que d’Ors encuentra esa generalidad del arte que pretende
mostrar. No está hablando de estilos,
sino de constantes, de eones. Este
libro, por más que a menudo ha sido calificado de crítica de arte – por tendenderse
que d’Ors se limita a criticar
algunas obras concretas presentes en el Museo-, no es sino una teoría
estética. Mediante ella entiende d’Ors
el arte, la creación artística inserta en la historia.
-
(…)
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Dado que se trata de exponer los eones que pugnan a lo largo de la historia,
la sucesión de tendencias, la brevedad es del todo imprescindible. Las tres
horas no son por aligerar el estudio, por limitarlo a unas cuantas obras,
sino para lograr un esquema general como el que se pretende, se hace necesario
que el análisis que se lleve a cabo sea sucinto. Y en ello d’Ors ve limitación, pero no
negativa, sino productiva, ya que “encualquier negocio espiritual, nuestra
principal riqueza cífrase en nuestros límites”. Consideración aparte merece la
importancia que d’Ors otorga al límite, al conocimiento por vía negativa:
trazar frontera es saber lo que queda dentro y lo que queda fuera.
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Eugenio d'Ors y la estética conemporánea,
de Antonino González González
Tesis doctoral,
Pamplona, 2007
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