-
-
Lunes, 8 de octubre
Navegó al Oessudoeste y
andarían entre día y noche once leguas y media o doce, y a ratos parece que
anduvieron en la noche quince millas por hora, si no está mentirosa la letra.
Tuvieron la mar como el río de Sevilla; gracias a Dios, dice el Almirante. Los
aires muy dulces como en abril en Sevilla, que es placer estar a ellos: tan
olorosos son. Pareció la hierba muy fresca; muchos pajaritos del campo, y
tomaron uno que iba huyendo al Sudoeste, grajaos y ánades y un alcatraz.
Martes, 9
de octubre
Navegó al Sudoeste.
Anduvo cinco leguas; mudóse el viento y corrió al Oeste cuarta al Noroeste, y
anduvo cuatro leguas. Después con todas once leguas de día y a la noche veinte
leguas y media. Contó a la gente diecisiete leguas. Toda la noche oyeron pasar
pájaros.
Miércoles, 10 de octubre
Navegó al Oessudoeste.
Anduvieron a diez millas por hora y a ratos doce y algún rato a siete, y entre
día y noche cincuenta y nueve leguas. Contó a la gente cuarenta y cuatro leguas
no más. Aquí la gente ya no lo podía sufrir: quejábase del largo viaje. Pero el
Almirante los esforzó lo mejor que pudo, dándoles buena esperanza de los
provechos que podrían haber. Y añadía que por demás era quejarse, pues que él
había venido a las Indias, y que así lo había de proseguir hasta hallarlas con
la ayuda de Nuestro Señor.
Jueves, 11
de octubre (incluye el 12)
Navegó al Oessudoeste.
Tuvieron mucha mar y más que en todo el viaje habían tenido. Vieron pardelas y
un junco verde junto a la nao. Vieron los de la carabela Pinta una caña y un
palo y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de
caña y otra hierba que nace en tierra, y una tablilla. Los de la carabela Niña
también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramujos. Con
estas señales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día, hasta
puesto el sol, veintisiete leguas.
Después del sol puesto,
navegó a su primer camino, al Oeste; andarían doce millas cada hora y hasta dos
horas después de media noche andarían noventa millas, que son veintidós leguas
y media. Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante,
halló tierra e hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra vio
primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana; puesto que el Almirante, a
las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vio lumbre, aunque fue
cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra; pero llamó a Pero
Gutiérrez, repostero de estrados del Rey, y díjole que parecía lumbre, que
mirase él, y así lo hizo y viola; díjole también a Rodrigo Sánchez de Segovia,
que el Rey y la Reina enviaban en el armada por veedor, el cual no vio nada
porque no estaba en lugar do la pudiese ver. Después de que el Almirante lo
dijo, se vio una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y
levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra. Pero el Almirante
tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual, cuando dijeron la Salve,
que la acostumbraban decir y cantar a su manera todos los marineros y se hallan
todos, rogó y amonestólos el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de
proa, y mirasen bien por la tierra, y que al que le dijese primero que veía
tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras mercedes que los Reyes
habían prometido, que eran diez mil maravedís de juro a quien primero la viese.
A las dos horas después de media noche pareció la tierra de la cual estarían
dos leguas Amañaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela
grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes,
que llegaron a una islita de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios
Guanahaní. Luego vinieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca
armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de
la Niña. Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de
la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña, con una F
y una Y: encima de cada letra su corona, una de un cabo de la cruz y otra de
otro. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de
diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que
saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda el armada, y a
Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él
por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey
y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como
más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito.
Luego se ajuntó allí mucha gente de la isla. Esto que se sigue son palabras
formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento
de estas Indias. «Yo -dice él-, porque nos tuviesen mucha amistad, porque
conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con
amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas
cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco
valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era
maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nos
estábamos, nadando, y nos traían papagayos e hilo de algodón en ovillos y
azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les
dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban
de aquello que tenían de buena voluntad. Mas me pareció que era gente muy pobre
de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las
mujeres, aunque no vi más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos
mancebos, que ninguno vi de edad de más de treinta años: muy bien hechos, de
muy hermosos cuerpos y muy buenas caras: los cabellos gruesos casi como sedas
de cola de caballo, y cortos: los cabellos traen por encima de las cejas, salvo
unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de
prieto, y ellos son de la color de los canarios ni negros ni blancos, y de
ellos se pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos de lo que hallan,
y de ellos se pintan las caras, y de ellos todo el cuerpo, y de ellos solos los
ojos, y de ellos sólo el nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les
mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. No
tienen algún hierro: sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellas
tienen al cabo un diente de pez, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano
Son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos
que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas qué era aquello,
y ellos me mostraron cómo allí venían gente de otras islas que estaban cerca y
les querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra
firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen
ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía, y creo que
ligeramente se harían cristianos; que me pareció que ninguna secta tenían. Yo,
placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a
Vuestras Altezas para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera
vi, salvo papagayos, en esta isla.» Todas son palabras del Almirante.
Sábado, 13
de octubre
Luego que amaneció
vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos mancebos, como dicho tengo,
y todos de buena estatura, gente muy hermosa: los cabellos no crespos, salvo
corredios y gruesos, como sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza muy
ancha más que otra generación que hasta aquí haya visto, y los ojos muy
hermosos y no pequeños, y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los
canarios, ni se debe esperar otra cosa, pues está Este Oeste con la isla de
Hierro, en Canaria, bajo una línea. Las piernas muy derechas, todos a una mano,
y no barriga, salvo muy bien hecha. Ellos vinieron a la nao con almadías, que
son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedazo, y
labrado muy a maravilla, según la tierra, y grandes, en que en algunas venían
cuarenta o cuarenta y cinco hombres, y otras más pequeñas, hasta haber de ellas
en que venía un solo hombre. Remaban con una pala como de hornero, y anda a
maravilla; y si se le trastorna, luego se echan todos a nadar y la enderezan y
vacían con calabazas que traen ellos. Traían ovillos de algodón hilado y
papagayos y azagayas y otras cositas que sería tedio de escribir, y todo daban
por cualquier cosa que se los diese. Y yo estaba atento y trabajaba de saber si
había oro, y vi que algunos de ellos traían un pedazuelo colgado en un agujero
que tienen a la nariz, y por señas pude entender que yendo al Sur o volviendo
la isla por el Sur, que estaba allí un rey que tenía grandes vasos de ello, y
tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá, y después vi que no entendían en la
ida. Determiné de aguardar hasta mañana en la tarde y después partir para el
Sudeste, que según muchos de ellos me enseñaron decían que había tierra al Sur
y al Sudoeste y al Noroeste, y que éstas del Noroeste les venían a combatir muchas
veces, y así ir al Sudoeste a buscar el oro y piedras preciosas. Esta isla es
bien grande y muy llana y de árboles muy verdes y muchas aguas y una laguna en
medio muy grande, sin ninguna montaña, y toda ella verde, que es placer de
mirarla; y esta gente harto mansa, y por la gana de haber de nuestras cosas, y
temiendo que no se les ha de dar sin que den algo y no lo tienen, toman lo que
pueden y se echan luego a nadar; que hasta los pedazos de las escudillas y de
las tazas de vidrio rotas rescataban hasta que vi dar dieciséis ovillos de
algodón por tres ceotís de Portugal, que es una blanca de Castilla, y en ellos
habría más de una arroba de algodón hilado. Esto defendiera y no dejara tomar a
nadie, salvo que yo lo mandara tomar todo para Vuestras Altezas si hubiera en
cantidad. Aquí nace en esta isla, mas por el poco tiempo no pude dar así del
todo fe. Y también aquí nace el oro que traen colgado a la nariz; más, por no
perder tiempo quiero ir a ver si puedo topar a la isla de Cipango. Ahora, como
fue noche, todos se fueron a tierra con sus almadías.
Cristóbal Colón
Diarios
pinchar aquí
Colón anuncia a los
Resyes Católicos
el descubrimiento de América
pinchar aquí
Cristóbal Cólón
pinchar aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.