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La Suave Patria de
Ramón López Velarde, es uno de esos
poemas destinados al asombro permanente. Versos diáfanos convergen con estrofas
aparentemente oscuras o provenientes de un lenguaje privado al que es preciso
descifrar. Eduardo R. Huchim se
lanza con fortuna a la laboriosa tarea de interpretar algunos de los enigmas
que contiene el gran poema nacional y nos ofrece una imagen postrera y
entrañable del gran poeta jerezano.
Jean Cottereau, líder de
una rebelión promonárquica de campesinos ocurrida en 1793 en Francia, era hijo
de un comerciante de zapatos, Pierre Cottereau, quien tenía por sobrenombre Chuan
(castellanizado del francés Chouan), de modo que sus hijos Jean, Pierre,
François y René fueron conocidos como los Chuanes, y su insurrección
como chuanería o Guerra de los Chuanes.
En su obra El conde
de Chanteleine, Julio Verne escribió:
Chanteleine y los suyos
consiguieron rehacer algún tanto, con su presencia, el ejército realista que a
cuyo frente se hallaba La Rochejaquelein, que acababa de ser nombrado generalísimo;
volvieron de nuevo contra los republicanos, que, a pesar de tener a su frente a
un hombre como Kléber, no pudieron evitar que los blancos alcanzasen una gran victoria delante de la ciudad de
Laval, en cuyo distrito habían nacido los cuatro hermanos Chuanes, que dieron nombre a la chuaneríade la Vendée. Aquella
victoria fue, no obstante, la última que tuvieron los realistas en tan sangrienta
campaña.1
Y bien, ese episodio de
la Francia de fines del siglo XVIII contribuye a explicar una de las estrofas
quizá más obscuras de “La Suave Patria” de Ramón López Velarde (algunas
clarificadas y otras todavía no). Es la segunda del proemio del célebre poema y
dice:
Navegaré por las olas
civiles
con remos que no pesan,
porque van
como los brazos del
correo chuan
que remaba la Mancha con
fusiles.
Habida cuenta de que en
el proemio de su poema López Velarde nos dice cómo le va a cantar a la patria, pareciera
que su navegación sobre “olas civiles con remos que no pesan” anuncia su
intención de no detenerse en hazañas militares, ni en loar a los generales revolucionarios
de la época (1921) en que publicó su poema.
El episodio de remar con
fusiles figura en la novela El caballero Destouches de Jules Amédée
Barbey D’Aurevilly (1808-1889), novelista y crítico francés que la publicó en
1864. A él se atribuye la frase “hay pasiones que la prudencia enciende y que
no existirían sin el riesgo que provocan”. Riesgo y prudencia estuvieron
presentes en el caso porque, en su relato, dos hombres se trasladaban en una
canoa con cupo para uno solo y por ello estuvieron a punto de zozobrar, aunque
prudentemente habían suprimido todo peso prescindible, incluso los remos,
sustituidos por los fusiles, como lo señala Jorge Mendoza, citando a David
Huerta y José Emilio Pacheco.2
En un artículo publicado
en la revista Proceso, David Huerta escribió:
En las páginas 55 y 56
de la edición mexicana de El caballero
Destouches están estas palabras: “... habían venido desde Guernesey a la
costa de Francia en aquella canoa de Destouches, que no podía admitir más que
un solo hombre, y que estuvo a punto de zozobrar cien veces bajo el peso de los
dos. ¡Para suprimir toda carga inútil remaron con los fusiles!...”. Bien: de
ahí esas líneas de “La Suave Patria”; pero queda una interrogante: ¿se
identificaba López Velarde con Barbey D’Aurevilly? Se ha dicho que su célebre
poema es un texto “refractario” a la Revolución Mexicana; por eso le parece que
la “clave de la dicha” para la Patria consiste en no cambiar, en ser “siempre
igual, fiel a tu espejo diario”. López Velarde parecería algo así como un
defensor del “antiguo régimen”, exactamente como el “diabólico” novelista
francés de cuya narración extrajo esa alusión a los chuanes. ¿Hay, pues,
conservadurismo y aristocratismo en “La Suave Patria”?3
LOS VERSOS
DEL TRUENO
Otra estrofa también
enigmática es la última del primer acto:
Trueno del temporal:
oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en
parejas,
oigo lo que se fue, lo
que aún no toco
y la hora actual con su
vientre de coco.
Y oigo en el brinco de
tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de
mi vida.
Desde fecha temprana
—apunta— le ofreció modos de expresión, y los símbolos religiosos aparecen y reaparecen
con reiteración que vienen a constituir un verdadero acervo lingüístico… óleos,
cirios, custodias, panes eucarísticos, olores de incienso, clavos, espinas y otros
objetos análogos en interminable procesión. Esa predilección por elementos
eclesiásticos, que le trae al poeta un eco de su juventud y de sus días deseminarista, aparece más
acentuada en sus poemas y prosas juveniles, aunque no desaparece en etapas posteriores.4
Pues bien, “Trueno del
temporal” me remite al apóstol san Juan, llamado “Hijo del trueno” por Jesús, igual
que su hermano Santiago. Quizá López Velarde imaginó a Juan escribiendo su
Apocalipsis, libro bíblico que alude justamente al fin de la vida temporal, para
dar paso a la vida eterna, trance en el cual Juan ve escenas espeluznantes y
escucha voces y ruidos atronadores, mientras que el poeta escucha “en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas”.
Como Juan, López Velarde
alude al pasado —“lo que se fue”—, el futuro —“lo que aún no toco”— y también a
“la hora actual con su vientre de coco”. En la introducción de su Apocalipsis,
Juan, “Hijo del trueno”, se dirige a las “siete Iglesias que hay en Asia”
diciéndoles: “Con vosotros sea la paz de parte del que era (pasado) y del que
viene (futuro) y de los siete espíritus, que están delante de su trono”.5 Y
líneas adelante, el apóstol insiste en los tres tiempos: “Yo soy el alfa y la
omega, dice el Señor Dios; el que es, el que era, el que va a venir, el
Todopoderoso”.6
¿Es forzada la
interpretación que imagino? Quizá, pero es al Juan apocalíptico a quien a mí me
remite esa estrofa. Si los poetas tienen licencia poética, ¿por qué los lectores
no habríamos de tener licencia interpretativa?
El dístico final —el de
“la ruleta de mi vida”— quizá recuerda las amarguras amorosas, económicas y políticas
sufridas por el poeta.
Los versos del trueno,
en mi interpretación, podrían tener una variante: “Trueno del temporal” podría aludir
a las guerras revolucionarias iniciadas en 1910 —el poeta había intervenido
como redactor del Plan de San Luis, junto con Pe d ro Antonio de los Santos— y
que aún se prolongaban en el año en que escribió el poema, 1921, de suerte que
los “esqueletos en parejas” podrían aludir a los soldados y sus soldaderas, y
el resto de la estrofa, conforme a la interpetación ya descrita.
Sobre la frase “vientre
de coco”, José Luis Martínez apunta:
Con este último verso
nos dice que el presente, la hora actual, es una época vacía, hueca o sólo
llena de agua como los cocos; dícese “cabeza de coco”, o si se prefiere
“vientre de coco”, para decir que están huecos o sólo llenos de un líquido
inocuo. El poeta prefiere “vientre” porque tiene cierto aire femenino, y quizá
juega también imperceptiblemente con la acepción mexicana del “coco” que asusta
a los niños. Así, pues, desatada la síntesis de plurales significaciones, viene
a decirnos: El tiempo presente tiene huecas las entrañas, carece de sentido, y
es como un espantapájaros o espantaniños.7
Y yo me pregunto: ¿no
será tal frase una alusión a un hoy (actualidad del poeta) preñado de
calamidades por venir, duras como el coco? Recordemos que en 1921, la lucha
entre las facciones re volucionarias estaba en desarrollo.
LA CARRETA
DE PAJA
Pero si los citados
fragmentos del poema lopezvelardeano son obscuros, quizá ninguno lo es tanto
como la estrofa final de “La Suave Patria”. Para analizarla conviene citar
también las dos que la preceden:
Quieren morir tu ánima y
tu estilo,
cual muriéndose van las
cantadoras
que en las ferias, con
el bravío pecho
empitonando la camisa,
han hecho
la lujuria y el ritmo de
las horas.
López Velarde enuncia
aquí las amenazas a costumbres y esencias nacionales que, llegadas del norte,
“quieren morir tu ánima y tu estilo” y que recuerdan algunos fragmentos de su
artículo La fealdad conquistadora: “Cada día la piscina
de azulejos de nuestros patios entúrbiase más con la filtración yanqui… Nos
ayankamos a gran prisa, bajo la acción de lo feo... todo acusa que la Patria
pierde su ritmo esencial, su cuerda privativa… ¿Hay quien quiera defender, con
una defensa estética, la rosa que se prenden al pecho las mexicanas?”.8
En su antepenúltima
estrofa, el poeta equipara la muerte de ánima y estilo con una estampa sensual:
la desaparición gradual de las cantadoras que empitonan la camisa con su pecho.
Creo que es una equiparación feliz. La seriedad y la preocupación por la pérdida
de lo mexicano se contrasta con una imagen frívola y erótica que, siéndolo, es
también parte del ánima y estilo nacionales.
Este juego metafórico no
es extraño en López Velarde. Un ejemplo muy claro se advierte en “Mi corazón se
amerita”, poema incluido en el libro Zozobra y dedicado a Rafael López:
Mi corazón, leal, se
amerita en la sombra.
Es la mitra y la
válvula... Yo me lo arrancaría
para llevarlo en triunfo
a conocer el día,
la estola de violetas en
los hombros del Alba,
el cíngulo morado de los
atardeceres,
los astros, y el
perímetro jovial de las mujeres.
Nótese cómo la seriedad
de arrancarse el corazón para llevarlo a “conocer el día” y las alusiones a
objetos litúrgicos —estola, alba, cíngulo— contrastan repentinamente con el
“perímetro jovial de las mujeres”.
Allen W. Phillips lo
explica admirablemente:
El poeta, en inesperado
salto metafórico funde dos de esos elementos del rito católico y luego con la
luz más bien crepuscular de la tarde. Al lado de la enérgica personificación de
la aurora y la tarde, es significativa la gradación de color que va desde la
estola de violetas hasta el cíngulo morado. Más aún: el Alba, palabra escrita
así, con mayúscula, designa no sólo el amanecer, sino también la túnica blanca
que se viste el sacerdote para celebrar los oficios divinos. Y precisamente el
cíngulo sirve para ceñir la túnica blanca. En el último verso, la trayectoria
de luz se completa con la escueta alusión a los astros nocturnos, y, de
repente, el poeta nos sobresalta en el rápido e inesperado descenso de la
contemplación cósmica a la visión terrestre del desconcertante“perímetro jovial
de las mujeres”.9
Ochenta y siete años
después de escritos los versos lopezvelardeanos, un parodista del poeta zacatecano
reitera la preocupación por las amenazas del norte yanqui. Escribió Pedro
Miguel en su “Ya estuvo suave, patria”:
Suave Patria: no son los
disidentes
ni la parodia montaraz y
dura,
los saqueadores y los
delincuentes
que te vuelven atroz
caricatura.
El culpable directo de
tu infierno
se encuentra en la
cabeza del gobierno,
con hilos que lo mueven
desde el norte
y el respaldo entusiasta
de su corte.10
Después de lamentar lo
que le quieren hacer a la patria, López Velarde formula una suerte de exhortación
en las dos estrofas finales:
Patria, te doy de tu
dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a
tu espejo diario;
cincuenta veces es igual
el Ave
taladrada en el hilo del
rosario,
y es más feliz que tú,
Patria suave.
En otras palabras, López
Velarde le pide a la patria que no permita que mueran su ánima y su estilo sino
que sean “siempre igual”, de la misma manera que es igual el Ave (María) aun
cuando sea taladrada cincuenta veces, convertida en cuentas del rosario. Es
otra de las metáforas cristianas de López Velarde, que de ese modo evoca
también el dolor de la Virgen María en la primera “cuaresma opaca”. Ser igual y
fiel, entonces, es la clave para la dicha de la patria, sin importar el dolor implícito
en la metáfora velardeana, ya que, pese al taladro cincuenta veces
repetido, el Ave es feliz. La idea de conservar la igualdad y la fidelidad se
reitera en la estrofa final, y lo que sigue es para mí el enigma mayor del
poema:
Sé igual y fiel; pupilas
de abandono;
sedienta voz, la
trigarante faja
en tus pechugas al
vapor; y un trono
a la intemperie, cual
una sonaja:
¡la carreta alegórica de
paja!
Aparte de la reiteración
de igualdad y fidelidad, lo único que para mí resulta claro es la alusión
iturbidista —“la trigarante faja”— pero se me oculta el significad o de “tus
pechugas al vapor”. Si fueran pechugas al aire, podríamos imaginar a la
victoria alada del Ángel de la Independencia, pero la mención del vapor ya no encaja,
a no ser que se trate de la evocación de los pectorales de una mujer ardiente.
Todavía más obscuro parece el “trono a la intemperie”, alegre como una sonaja y
que es “la carreta alegórica de paja”. Octavio Paz encuentra ahí un “fin de
fiesta” y un “trono rústico de Pomona-Guadalupe-Tonantzin”,11 es
decir la diosa romana de la abundancia frutícola, asociada con la Virgen
cristiana y la diosa indígena.
José Luis Martínez ve el
origen de la alegoría en El carro de heno, cuadro de El Bosco, y apunta:
El poeta propone a la
Patria, asunto del poema, que permanezca igual y fiel a sí misma. Esa identidad
la ve López Velarde representada en ciertos atributos femeninos: las lánguidas
pupilas y la voz anhelante, ornados con un emblema patrio: la banda tricolor cruzada
sobre el pecho ardiente de las mujeres. El poeta propone, asimismo, que la
Patria conserve su realidad agrícola y, en ella, un sitio culminante, abierto a
todos los vientos y con ruidosa alegría, el amor y la belleza, por encima de la
locura de los hombres que se destrozan en su codicia por bienes ilusorios.12
Mi conclusión es, para
decirlo con palabras de Gabriel Zaid, que resulta absurdo suponer que “todo
está dicho” sobre López Velarde: “Todo está por aclararse: estamos lejos de
tener por descifradas sus metáforas o su biografía”.13
EL
INTIMISMO Y EL HUMOR
Voy al principio del
poema, para recordar lo que López Velarde se propuso hacer con “La SuavePatria”. Lo explica en la primera estrofa del proemio:
Yo que sólo canté de la
exquisita
partitura del íntimo
decoro,
alzo hoy la voz a la
mitad del foro
a la manera del tenor
que imita
la gutural modulación
del bajo
para cortar a la epopeya
un gajo.
Es decir, el poeta se
sabe intimista, está consciente de que su partitura pertenece al territorio del
“íntimo decoro” e intuye la audacia de lo que está haciendo al incursionar en
otros terrenos poéticos —“en la mitad del foro”— y lo hace con la “gutural
modulación del bajo”. No pretende cantar una epopeya, sino sólo cortarle “un
gajo” y, además, como apunta más adelante, le pondrá sordina a la épica.
Phillips nos alerta para
no engañarnos:
Es sencillamente
cuestión de medida: su epopeya (la que llama él mismo una épica sordina) es
íntima en toda la extensión de la palabra. No debiera clasificarse como poesía
civil, precisamente por la descarga personal de emoción siempre presente. El
tono nunca es hueco, ni altisonante; no nos marea con oratoria ni discursos teatrales.
No es una patria heroica la que recrea López Velarde, sino más bien la patria
de todos los días, a la que vuelve con amor y cariño entrañable. Se establece
desde el principio una íntima unidad entre su alma estremecida y la patria que
ha sufrido sucesivas oleadas de violencia y destrucción.14
El mismo Phillips, al
hablar de la ironía y el humor en la poesía de Leopoldo Lugones, Jules Laforgue
y López Velarde, cita una frase que alguna vez este último le dijo a Martín
Gómez Palacio: “Convénzase usted: para nuestros abuelos el mejor poema era el
que los hacía llorar; en los tiempos que alcanzamos, el mejor poema es el que nos hace sonreír”.15
Esa frase me da pie para citar el introito de la mencionada parodia de
Pedro Miguel, que probablemente haría sonreír al poeta zacatecano:
Yo, que sólo escribí de
la maquila
y la oferta y demanda
que nos rige,
doy a torcer mi pluma,
que transige
y que a López Velarde se
fusila
con hojas de papel por
paredones,
para hablar de políticos
cabrones.16
EL FRÍO Y
LA GITANA
La muerte de muchos
personajes, que ponen piedras angulares en la historia y la cultura de los
pueblos, suele estar acompañada por dramas grandes o pequeños que, frecuentemente,
nos llegan envueltos con matices de leyenda. Así ocurre con Ramón López Velarde
(1888-1921), quien muere en la entonces avenida Jalisco número 71 (hoy Álvaro
Obregón) como consecuencia de una neumonía y pleuresía que sufrió después de un
inocente paseo en una noche muy fría en la Ciudad de México.
El crítico de teatro
Buffalmaco (Jesús B. González) escribió en Revista de Revistas:
Algunas noches
paseábamos por las calles de Capuchinas a altas horas, yo envuelto en un grueso
gabán y con bufanda, y él sin abrigo, cuando el agua se estaba volviendo
cristal al beso de la brisa del sur. Montaigne era su leitmotiv y no le importaba la línea de mercurio de los
termómetros.
Pero aquella noche de La Mallorquina fue traicionado por su
organismo tantas y tantas veces fiel. Día a día fue empeorando, hasta que dejó
de concurrir a su oficina. Primero el diagnóstico no arrojaba deducciones de alarma.
Ramón, recluido en sus habitaciones de la avenida Jalisco 71, sin hacer cama,
recibía a sus amigos y charlaba de sus temas favoritos. Apenas podíamos percibir
su estado anhelante.17
Sin abrigo su cuerpo y
probablemente también su espíritu a causa de fracasos amorosos, políticos y
económicos, la enfermedad materializó la predicción de una gitana que le
anunció su muerte por asfixia.
Cuenta Guadalupe
Appendini que una noche, en un bar de la Ciudad de México, cuando departía con
Jesús B. González, una gitana le leyó la mano a López Velarde y le dijo: “Amas
mucho a las mujeres, pero les temes. Tienes miedo también de ser padre. ¡Esta
línea me dice que morirás asfixiado!”.18
Y en la mencionada
crónica de Revista de Revistas,
Buffalmaco añade:
La mañana del 18 de
junio, llegué a visitarlo y lo encontré profundamente decaído. Su respiración
era violenta y angustiosa. Sentado en un sillón, con la mirada triste, a mis
palabras de sincero optimismo contestó mostrándome su mano larga y expresiva:
—¿No recuerdas?
—¿Qué cosa?
— Aquello que me auguró
la gitana. ¡Mira cómo estoy!
Fue su último amanecer.
A su madre y a sus hermanos acompañamos en aquella jornada fatal, Rafael López
, Pedro de Alba, Enrique Fernández Ledesma y yo.19
La enfermedad le quitó
la vida pero no la posibilidad de corregir las pruebas de “La Suave Patria”, el
poema aparecido en la revista El Maestro de junio de 1921, año del
centenario de la consumación de la Independencia.
Pedro de Alba lo relata
así:
“La Suave Patria” quedó fundida en su molde
permanente dos meses antes del tránsito del poeta. Por las fechas en que sufrió
la agresión de la implacable enfermedad, Ramón estaba corrigiendo las pruebas
de su poema. Fiebre, cansancio y sensación de asfixia agobiaban a nuestro
paciente… Una de sus últimas conversacionesfue con Agustín Loera y Chávez. Agustín me pidió que yo lo introdujera a la
estancia de Ramón: quería no solamente saludarlo sino al mismo tiempo hacerle entrega
de su sueldo devengado como redactor en la revista El Maestro. Fue el último empleo que tuvo Ramón; lo aceptó
gracias a la insistencia afectuosa del licenciado José Vasconcelos. Él no
quería puesto visibleen el gobierno; tenía sus razones de orden político… Esta
escena ocurrió la víspera de su muerte; pocos días después apareció por primera
vez “La Suave Patria”, en el número en turno (1º de junio) de la revista El Maestro.20
José Juan Tablada, autor
de un “Retablo a la memoria de Ramón López Velarde”, escribió al amigo de ambos,
Rafael López, una carta fechada el 2 de agosto de 1921, en la cual vincula el
poema cumbre del poeta con su muerte.
Su Suave Patria —afirma Tablada— no sólo
me conmovió como una obra maestra, sino como una obra maestra, sino como una
reliquia que llevara el sudor de su agonía. ¡Qué clarividencia de moribundo y
de gran poeta! Tiene el ritmo de sus últimos pasos sobre la tierra. 21
__________
1 Julio Verne, El
conde de Chanteleine. Episodio de la Revolución en “Julio Verne, el más
desconocido de los hombres”, Bibilioteca Vi rtual JV.
2 Jorge Mendoza, “Los
comentaristas de La Suave Patria”, Alforja, revista de poesía,
www.alforjapoesia.com/virtual.
3 David Huerta, “Ecos de
chuanería”, Proceso, número 407, 18 de agosto de 1984.
4 Allen W. Phillips, Ramón
López Velarde, el poeta y el prosista, Gobierno del Estado de Zacatecas,
Universidad Autónoma de Zacatecas, Universidad Autónoma Metropolitana e
Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1988, p. 208.
5 La respuesta está
en… la biblia, Nuevo Testamento II, Biblioteca de Autores Cristianos y
Editorial Miñón, pp. 697-698.
6 Idem.
7 Ramón López
Velarde, Obra poética, edición crítica coordinada por José Luis Martínez,
ALLCA XX / Universidad de Costa Rica, 1998, pp. 252-253.
8 Guadalupe Appendini, A
la memoria de Ramón López Velarde, Gobierno del Estado de Zacatecas,
México, 1988, pp. 181-182.
9 Allen W. Phillips, Ramón
López Ve l a rde, el poeta y el prosista, op. cit., p. 210.
10 Pedro Miguel, “Ya
estuvo suave, patria”, La Jornada, 12 de marzo de 2008.
11 Octavio Paz en el
prólogo de Ramón López Velarde. Suave Patria y otros poemas, Fondo de
Cultura Económica, México, 2003, p. 30.
12 José Luis Martínez, Ramón
López Velarde, Obra poética, op. cit., pp. 255-256.
13 Gabriel Zaid, Tres
poetas católicos, Océano, México, 1997, p. 202.
14 Allen W. Phillips, Ramón
López Velarde, el poeta y el prosista, op. cit., p. 187.
15 Martín Gómez
Palacios, “Juicios sobre Ramón López Velarde”, El Universal, 22 de junio
de 1924, citado por Allen W. Phillips en op. cit., p. 192.
16 Pedro Miguel, “Ya
estuvo suave, patria”, op. cit.
17 Guadalupe Appendini, A
la memoria de Ramón López Velarde, op. cit., p. 199.
18
Idem.
19
Idem.
20 Pedro de Alba, Ramón
López Velarde, 1958, pp. 60-62, citado en Ramón López Velarde, Obra
poética, op. cit., pp. 250-251.
21 Nina Cabrera de
Tablada, José Juan Tablada en la intimidad, 1954, p.175, citado en Ramón
López Ve l a rde, Ob ra poética, op. cit., p. 251.
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