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Ensayo 1º sobre la Educación, en España
Las desgraciadas circunstancias en que ha estado la nación española en ambos hemisferios han sido causa del manifiesto atraso en que se halla al presente, respecto de otros pueblos que no le exceden en buenas disposiciones naturales. Tan inútil sería el empeño de disimular este atraso como estéril el declamar contra su origen. Supuesto, pues, que algunos obstáculos que impedían la extensión de las luces en España se hallan deshechos, lo que exigen sus circunstancias presentes es actividad y tino en resarcir lo perdido.
No hay cosa más fácil que formar un plan de educación nacional que aparezca un prodigio en el papel. Tómese un árbol enciclopédico; síganse todas sus divisiones y subdivisiones, y asígnese a cada ciencia una escuela; pídase un maestro consumado para cada una: laboratorios, máquinas, gabinetes de historia natural, jardines botánicos, expediciones científicas. Todo lo encuentra hecho el proyectista: el plan es magnífico y perfecto; si luego no se ejecuta, si todo se reduce a un sueño al tratar de ponerlo en práctica, el autor lava sus manos en este punto, y la culpa recae sobre los ejecutores.
Pocos planes de educación nacional pueden discurrirse más grandiosos y
perfectos, en teoría, que el de las Escuelas Centrales de Francia, hecho y
ejecutado durante la revolución. Edificios magníficos, monasterios y palacios
se vieron convertidos en escuelas públicas, con librerías riquísimas, jardines
botánicos, y museos. Mas bien pronto apareció la inutilidad práctica de todo
esto. Los habilísimos profesores que habían sido nombrados para las diversas
cátedras se hallaron solos en los salones de sus escuelas. Lo único que ha
quedado de todos los planes de enseñanza de aquellos tiempos de innovación y
empresa son las lecciones de las Escuelas Normales: monumento literario que
prueba que no basta que una nación tenga hombres sabios que poner al frente de
los establecimientos de educación, ni que éstos estén planteados del modo al
parecer más perfecto, para que produzcan el resultado apetecido. Las
circunstancias locales, los hábitos y preocupaciones de la nación, el estado de
su industria, riqueza, y comodidad de sus habitantes, deben entrar en el
cálculo de los que traten de formar planes para su adelantamiento. A no ser
así, los planes saldrán absolutamente vanos, acaso por razón de que son
demasiado perfectos.
El defecto capital de los planes franceses fue querer formar instituciones
absolutamente nuevas sin contar para nada con las que habían existido en
Francia por siglos. En España se han cometido yerros de dos clases en materia
de estudios públicos. Siempre que se ha tratado de reforma, las miras del
gobierno se han limitado a variar el método de estudios de las universidades; y
cuando se han querido formar establecimientos independientes de ellas, ha sido
de una manera tan inconexa de con el plan general, y el estado del saber de la
nación, que no han podido tener efecto alguno sino en un corto número de
individuos. Tales eran los establecimientos científicos de Madrid, a excepción
de los estudios reales de San Isidro de que hablaré en otra parte. De poco
servía a la nación el que hubiera en su capital un gran jardín botánico, una
famosa cátedra de química y otras escuelas de este género. Verdad es que, entre
los pocos individuos que podían frecuentarlas, han salido algunos hombres
célebres en el mundo científico; pero la celebridad de sus nombres sirve de lo
mismo que los establecimientos a que la debieron: de una especie de gala que se
saca a luz siempre que queremos encubrir nuestra interior desnudez y pobreza.
El plan de educación nacional que necesitan los pueblos españoles se me
figura que debiera formarse al modo que el de una persona de edad crecida que
por ignorancia o descuido de sus tutores se hallase ajena de la instrucción
necesaria y conveniente a los de su clase. A mi entender, el plan que reuniese
mayor número de conocimientos usuales, con la mayor economía de tiempo y
trabajo, sería el mejor imaginable. Hecho esto, el tiempo y el estudio lo harían
eminente en ramos más sublimes. Del mismo modo, el plan de educación que
extienda más y en menos tiempo, por la masa de la nación española, los
conocimientos de inmediata utilidad sería el más apetecible; sin que por
atender a esta parte usual y doméstica, por decirlo así, del saber, se
descuidasen los medios de preparar al terreno para que, en su sazón, produzca
los exquisitos frutos que pueden esperarse de su fertilidad e innata riqueza.
Procediendo sobre esta base, sígnese que formemos el bosquejo de un plan
que tenga las condiciones propuestas. Para esto, es preciso considerar los
diversos géneros de instrucción que convienen a las varias clases que componen
el Estado. Inútil sería advertir que no se trata aquí del saber qué requieren
las diversas ocupaciones y artes en que se emplea la clase trabajadora. Fuera
de esto, el plan de educación nacional debe abrazar desde las primeras letras, hasta
lo más sublime de las diversas ciencias en que se dividen los conocimientos humanos.
Mas para determinar el modo con que esta multitud de objetos deben entrar en
las atenciones del gobierno, cómo y en qué grado es de su cargo promover el
estudio de los varios ramos, y proporcionar los medios de que se adelante en
ellos, es indispensable considerarlos en sus relaciones con la sociedad, en
general, y cuanto nos sea posible con las de la nación española en sus actuales
circunstancias.
La instrucción o disciplina mental considerada en sus relaciones más
generales con las ventajas de la sociedad, que son de la incumbencia del
gobierno, se puede dividir en:
1º Educación para mejora y utilidad de las clases que se emplean en trabajo puramente corporal.
2º Educación para las clases que se emplean en artes que, aunque en la
práctica sean mecánicas, suponen ciertos conocimientos científicos, y derivan
su perfección de ellos.
3º Educación de las clases que sólo necesitan de instrucción para su cultura
y adorno.
4º Educación de los que se dedican exclusivamente al estudio; o hacen de
alguna ciencia su profesión y empleo. En estos cuatro capítulos procuraré
exponer las reflexiones que se me ocurren sobre la educación nacional española,
y el siguiente artículo comprenderá las que pertenecen a la división primera,
dejando las demás para otros números.
José María Blanco White
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