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Seré breve. Sólo esbozaré una idea que me gustaría seguir analizando y que ya había trabajado en un ensayo mío anterior(*). Formulo una extraña ambigüedad, la que se produce en el texto de Bernal, esa crónica donde doña Marina, a pesar de ir vestida de huipil, a pie, siempre en la refriega al lado de su amo, montado a caballo o sentado en su silla de tijera, doña Marina, vuelvo a decir, ocupa el lugar principal en el discurso junto a Hernán Cortés, por lo menos hasta la conquista de Tenochtitlán.
Cortés, en cambio, sólo menciona una vez a Marina en su Quinta Carta de Relación. Esa omisión delinea como fundamento de lo político la categoría imponente de lo masculino. Sin embargo, hay que suplir el silencio de los textos y recurrir a la figura de Malinali-MalincheMarina para esbozar una ambivalencia respecto a la virilidad, esa categoría contundente. No deja de tener importancia que esa reflexión se lleve a efecto en la epopeya -la crónica de la verdadera historia de la Nueva España, inminentemente un hecho heroico-, donde lo masculino deja trazas de su importante y sin embargo -como lo veremos- frágil estatuto. Bernal, siguiendo el ejemplo de los indios que- así lo llaman, rebautiza al conquistador Hernán Cortés, conocido en la crónica como el Capitán Malinche: la presencia inexorable de Marina ha alterado su identidad poco tiempo después de que ella fuese habilitada como lengua.
Transcribo las palabras de Bernal Díaz, que explican sin ambages esa transformación:
Antes que más pase adelante quiero decir cómo en todos los pueblos por donde pasamos y en otros donde tenían noticia de nosotros, llamaban a Cortés Malinche, y así lo nombraré de aquí a adelante, Malinche, en todas las pláticas que tuviéramos con cualesquier indios, así de esta provincia de Tlaxcala como de la ciudad de México, y no le nombraré Cortés sino en parte que convenga. Y la causa de haberle puesto este nombre es que como doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, especialmente cuando venían embajadores o pláticas de caciques, y ella lo declaraba en la lengua mexicana, por esta causa le llamaban a Cortés el Capitán de Marina y para más breve le llamaron Malinche.
El cuerpo del conquistador ha sufrido una transformación radical, ha sido transferido al cuerpo de Malinche o se ha confundido con él. Es más, la visión de Bernal se ha contaminado, asume ya el punto de vista de los conquistados. La lengua, mejor dicho, quien ejerce ese oficio, Marina, la intérprete por antonomasia, acorta las distancias, esas distancias irreductibles que separan -a partir de sus funciones sociales-, a las mujeres de los hombres, es más, y aquí el texto da una extraña voltereta, el lugar del destinatario del discurso se fractura, es decir, el destinatario español a quien va dirigida la crónica pierde la solidez de su estructura, porque es el vencido, el indígena, el objeto y no el sujeto del discurso quien tiene la palabra, por lo menos durante esa difícil y heroica etapa en que la lucha entre españoles e indígenas aún no se dirime. Una última cita refuerza lo antes dicho: Bernal relata una refriega entre españoles y mexicas, una de tantas escaramuzas anteriores a la toma de Tenochtitlán por los españoles:
viendo que aprovechaba cosa ninguna y no podían atinar el camino y calzada que de antes tenían en el pueblo, porque todo lo hallaban lleno de agua, renegaban del pueblo y aun de la venida sin provecho, y aun medio corridos de cómo los mexicanos y los del pueblo [Xaltocan] les daban mucha grita y les llamaban de mujeres, e que Malinche era otra mujer.
Cortés-Malinche, ¿un cuerpo doble?, el cuerpo de doña Marina-Malintzin, la intérprete, y el de Hernán Cortés se yuxtaponen, ¿o son quizá un único y solo cuerpo? Para los indígenas ella es definitivamente la dueña del discurso, y él, Cortés, el Capitán Malinche, jefe de los españoles, un hombre despojado de repente de su virilidad carece de lengua porque sus palabras carecen de fuerza, es decir, de inteligibilidad, sólo las palabras que emite una mujer que cumple con excelencia su oficio de lengua (es bien conocida la ambigüedad que rodea a la palabra lengua) alcanzan a su destinatario: esa operación de lenguaje actúa sobre la virilidad y enturbia la que debiera ser una estricta categoría, la de lo masculino. Juegos de lengua operan con una extraña alquimia y transforman al conquistador Hernán Cortés en una mujer, porque, como lo reitera el texto recién citado, es, como sus soldados, llana y simplemente otra mujer. En este intercambio que perturba el equilibrio de lo masculino y de lo femenino, Cortés sufre la peor afrenta, se le incorpora a una categoría sexual nefanda, la más temida y despreciada por los españoles, la del invertido, el sodomita. Leamos para terminar otro fragmento de Bernal, quizá confirme lo antes dicho:
Sería el gran Montezuma de edad de hasta cuarenta años, y de buena estatura y bien proporcionado, e cenceño e pocas carnes, y la color no muy moreno, sino propia color y matiz de indio, y traía los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las orejas, e pocas barbas, prietas y bien puestas y ralas, y el rostro algo largo y alegre, y los ojos de buena manera, y mostraba en su persona en el mirar por un cabo amor, y cuando era menester gravedad. Era muy pulido y limpio, bañándose cada día una vez a la tarde; tenía muchas mujeres por amigas, e hijas de señores, puesto que tenía dos grandes cacicas por sus legítimas mujeres, que cuando usaba con ellas era tan secretamente, que no alcanzaban a saber sino algunos de los que le servían; era muy limpio de sodomías.
Margo Glantz
Doña Marina y el Capitán Malinche
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en Biblioteca Virtual Miguel Cervantes
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NOTAS:
(*) Se refiere a
La Malinche: la lengua en la mano
Puede verse
Nacida en una familia judía ucraniana, sus padres emigraron a México. Estudió en distintos colegios debido al constante cambio de ubicación. En la Universidad Nacional Autónoma de México, estudió Letras Inglesas, Hispánicas e Historia del Arte. En 1953 se doctoró en La Sorbona en Letras Hispánicas. De vuelta a México, se dedicó a la labor docente, impartiendo clases en varias universidades en su país y en Estados Unidos. Ocupó importantes cargos en universidades y organismos culturales y en 1995, fue elegida miembro de la Academia Mexicana de la lengua.
Su labor literaria, se ha desarrollado en varios campos como la narración, investigación, ensayo, periodismo, crítica y traducción. Ha creado varias revistas, y es impulsora de los jóvenes talentos. A lo largo de su vida, ha recibido numerosos premios y distinciones tanto dentro como fuera de su país.
Otros enlaces:
Biblioteca de autor Margo Glantz
en Biblioteca Virtual Miguel Cervantes
Wikipedia
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