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Imagen. Archivo Barricada |
Las cartas que vienen del mar no tienen hora; a veces sería de noche en Filipinas, otra amanecería en Zanzíbar, sería la madrugada en Macao, o quién sabe la luz que habría en el estrecho de Behring cuando abría las misivas de su marido.
Alejandría, 18
Querida mujercita: ¿Cómo quieres que te hable de todos estos países, de sus costumbres, de sus habitantes, de sus paisajes, si sólo los veo desde fuera, desde cubierta, bordeando las costas? Me parece que los veo como si estuviesen expuestos tras un escaparate, la mar sería el mejor cristal, y sólo te puedo decir que hay países de costas altas y bajas, con .acantilados y sin ellos, y que si por mí fuese, sería la Geografía bastante más sencilla de lo que es; dividiríalos países según la apariencia de sus costas, geografía de colores; en una calle divisas enseguida si un escaparate es de ultramarinos o de papelería; asi haría yo una geografía sencilla para marineros.
(…)
Singapur, 31
Querida mujercita mía: Siempre me dices que te cuente cosas de mis viajes. Créeme, esto es lo más tonto del mundo; todos los puertos son iguales y, naturalmente, todos los países son los mismos; si no fuese por la lejanía que me separa de ti, me figuraría estar en nuestro puerto y surcando nuestro mar constantemente; hace más calor, hace más frío, según; pero eso también lo tenéis vosotros naturalmente, sin moveros, con el invierno y el verano, no como nosotros, que parece que nos los vayamos fabricando a placer.
El no poder vivir contigo en nuestra casa, es lo que me hace notar las distancias; miro el mapa y me digo; estoy a tantas horas de las zapatillas rojas con bordados negros, que me regalaste para mi santo, hace dos años. Pero, referente a cuanto me preguntas acerca de impresiones nuevas, te repito que todo es igual a nuestro puerto y a nuestro mar. Lo demás, querida, son historias.
Batavia, 8
Querida mujercita mía: Acabamos de llegar, hemos sufrido una terrible tempestad.
Hasta he recordado la blusa que llevabas, hace cinco años, el día de Pascua.
Soy todo ganas de volver a tu lado, para vivir tranquilamente unas semanas.
Soy todo ganas de volver a tu lado, para vivir tranquilamente unas semanas.
Toronsville, 15
Ahora, a bordo, sólo vive la campana; no sabes, mujercita mía, lo absurdo que es todo esto: niebla, niebla desde hace doce horas y la imposibilidad de saber exactamente dónde nos hallamos; esto me produce una cierta desazón; es curioso, parece que cuando uno no sabe lo que hay bajo sus pies, ni arriba, no sabe uno quién es, el espíritu se torna aventurero y un ligero estremecimiento se apodera de mi cuerpo. Debemos de ser, a más de nosotros, lo que arriba es y lo que abajo: estrellas y el fondo del mar, línea vertical; ahora me encuentro (no me encuentro) truncado sin saber exactamente, al no saber dónde estoy, quién soy. Veo más claros estos días oscuros que yo no soy sólo este que ahora te escribe; muchas veces, vivo, revivo en lo futuro, la vida que haré en el próximo puerto, veo la taberna en la cual acostumbro comer en Port Said, cuando voy a tierra; el paseo que doy en Buenos Aires—único sitio donde paseo después de cenar; ¿por qué? —¡quién sabe!—; únicamente allí me acomete esa necesidad; las vueltas —siempre las mismas— que doy en el Havre, etc... vidas que vivo antes de llegar allá con más intensidad quizá que verdaderamente.
Y una tercera, ¿para qué te la voy a decir?
Es la que a tu lado a ciertas horas vuelvo a vivir; y ciertas latitudes, ciertas costas, cierto barco que cruzamos me traen con exactitud sin par toda una serie de —no recuerdos— sino recuerdos a vivir, al revés.
Tú estás en todas las cosas, en todos los momentos: en las olas, en las nubes, y en las estrellas, y un poco en todas las mujeres —en las cuales sólo miro lo que a ti se pueda parecer. Cuando estoy sobre los abismos insondables, ¿de qué me acuerdo, di, Nena?
Tú estás en todas las cosas, en todos los momentos: en las olas, en las nubes, y en las estrellas, y un poco en todas las mujeres —en las cuales sólo miro lo que a ti se pueda parecer. Cuando estoy sobre los abismos insondables, ¿de qué me acuerdo, di, Nena?
Max Aub
Geografía
(incluido en
La uña y otras narraciones, Barcelona 1972)
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Para ver “La uña y otras narraciones”
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