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GASTÓN BAQUERO, MAGIAS DE VERSO Y CULTURA (Luis Antonio de Villena)

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Gastón Baquero, magias de verso y cultura
Luis Antonio de Villena,



El autor cubano, humilde e íntimamente orgulloso de su rareza, era, con Cabrera Infante -uno poesía y prosa el otro-, un mito. Su pensamiento no tuvo fronteras y su obra es una riquísima mina custodiada por un fenomenal y mágico erudito



Gastón Baquero (1918-1997) era alto, simpático y mulato. Un gran hombretón cordial que cuando lo conocí (en los primeros años ochenta me lo presentó José Olivio Jiménez, otro exilado cubano) trataba de pasar desapercibido y se mostraba humilde e íntimamente orgulloso de su rareza, porque entonces no lo conocía casi nadie. Quién diría que ese señor sapientísimo, que trabajaba en Radio Exterior de España, había sido uno de los prohombres intelectuales de la Cuba de los años cincuenta, justo antes de la Revolución, senador de Batista y secretario de redacción de aquel importante periódico que fue el habanero Diario de la Marina.

Gastón Baquero nació en Banes (entonces provincia de Oriente) y siempre resultó chocante para algunos, en una sociedad aún oficialmente racista -ni el presidente Batista podía entrar al Jockey Club-, que un mulato pudiera alcanzar las cotas y los honores a los que llegó Gastón. En los años cuarenta (los principales de su escritura cubana) es un poeta vinculado con los mejores círculos poéticos de la isla: desde la revista Orígenes a Espuela de Plata. Por derecho y calidad es amigo y parigual de Eliseo Diego, de Virgilio Piñera y sobre todo de Lezama Lima, a quien Gastón admiró toda su vida. En esa época colabora ya en el Diario de la Marina con brillantes artículos literarios, que no sólo le muestran fervoroso seguidor de lo español (en el exilio o no) sino un amplio conocedor de la poesía y el pensamiento universales. Son los artículos de un humanista que era asimismo un gran poeta. En los cincuenta, sin embargo, la producción escrita de Baquero decrece algo (y parece que deja de escribir poesía) pues son los años del hombre ilustre y conservador, del refinado bon vivant que tiene chófer y cargos oficiales, y que continúa llevando su íntima homosexualidad con la discreción que siempre la llevó. Yo no tengo dudas, Gastón Baquero era un hombre de talante conservador (no un reaccionario) infinitamente liberal en la cultura y en la vida. Vi con él una gran exposición de Wifredo Lam en Madrid, en los primeros noventa, y recuerdo que se paró ante un espléndido lienzo y dijo: "Me alegro que esté aquí". Como yo le preguntara por qué o me quedase algo atónito, ese Gastón que raramente quería hablar de su pasado suntuoso me contestó: "Es que estuvo en mi casa de La Habana, sabes...". Cuando la Revolución de Castro triunfó y él estuvo y se manifestó naturalmente en contra, supo que el Che Guevara lo iba a citar en su despacho. Otro día me contó que sabía también que esa cita (que no llegó) hubiera sido su fin, así es que con lo puesto y protegido por tres embajadores -entre ellos el de España-, a mediados de marzo de 1959, Gastón Baquero, el intelectual poderoso, tomó un avión en La Habana rumbo a Madrid. Jamás regresaría.

El Régimen franquista lo acoge bien y le busca empleo. Me cuentan que en sus primeros años de exilio madrileño (en que Gastón vuelve a la poesía, y con más brillantez aún que en la etapa cubana) seguía viviendo con hábitos de gran señor rico... Pero la intelectualidad antifranquista (que entonces era la intelectualidad española mejor) le vuelve la espalda en su casi totalidad, porque es un "gusano", un reaccionario huido del paraíso socialista que soñaba en Cuba... Casi solo o con amigos en el otro exilio de Miami, Gastón da un giro copernicano: se vuelve un hombre voluntariamente gris y modesto, lejos de cualquier pompa anterior, que gusta de los raros y marginados... Yo le conocí aún en ese tiempo. Si iba en tren (me contó, aquellos lentos trenes en que tanto se hablaba) se colocaba un cartelito en la chaqueta vieja que decía: "Soy mudo". Pero era ya el autor de Memorial de un testigo, un gran libro de la poesía del idioma, que Adonais editó en 1966 y que entonces pasó -natural al hilo de lo que cuento- casi por entero desapercibido. Dos amigos, aún jóvenes, José Olivio y Paco Brines, serían mucho tiempo los voceros (con poco eco inicial) de la maravilla deslumbrante de poesía y saber que era Gastón Baquero. Sólo cuando en 1984 se publica Magias e invenciones, su poesía prácticamente completa hasta el momento, los lectores y sobre todo algunos poetas jóvenes empiezan a llegar... Él casi ignora que aunque su nombre esté oficialmente silenciado en Cuba, para bastantes cubanos (como comprobé en 1993, y se lo conté y oí con él las grabaciones que para él me dieron) era, con Guillermo Cabrera Infante -uno poesía y prosa el otro- un mito vivo. Recuerdo cuánto le emocionó escuchar a aquellos incipientes poetas que lo veneraban...

A Gastón Baquero nunca le llegaron grandes reconocimientos (aunque se pidieron al final) y murió en una residencia de ancianos en las afueras de Madrid, porque en su vieja casa de Antonio Acuña, destartalada y atiborrada de libros, ya no podía valerse por sí mismo. Pero supo que era leído, publicó un nuevo libro de versos, Poemas invisibles, y alcanzó el reconocimiento de muchos, aunque menos de lo que hubiera merecido. Al final, era anticastrista, por supuesto, pero abogaba abiertamente por la unión cultural de las dos Cubas (la de dentro y la de fuera) con la generosidad y amplitud intelectual que siempre tuvo. Alberto Díaz-Díaz acaba de publicar una recopilación de sus artículos periodísticos de tema literario: Geografía literaria. 1945-1996. Su prólogo defiende con razón y ardor al sabio que fue Baquero, al brillantísimo humanista, pero aunque más de la mitad de los artículos provienen del Diario de la Marina, se le olvida decirnos si alguno (como creo) no fue ya recogido en volumen por el propio Gastón que aquí, y en la época de su más hondo olvido, en 1969, publicó un tomo de ensayos -artículos o conferencias- titulado Darío, Cernuda y otros temas, no siendo por supuesto el único volumen ensayístico del autor, aunque cayeran casi todos en vacío... Gastón no tuvo fronteras mentales, entre sus poetas mayores estaban Vallejo y Neruda, que siempre fueron comunistas. Y en la Residencia de Estudiantes -lo vi- abrazó a Eliseo Diego, con quien antes no se había saludado... Conocer la obra de Gastón (su poesía sobre todo) es entrar en una riquísima mina, custodiada por un fenomenal y mágico erudito.

Luis Antonio de Villena
Babelia, El País, 23/2/2008


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