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Todo conocimiento descansa en un acto de comprensión previo y en el no menos importante acto de desentrañar el sentido que dicha aspiración cognoscitiva lleva implícita, ya sea por la vía discursiva o por la vía poética. No obstante, el desarrollo del pensamiento racional en Occidente desde la época platónica hasta el siglo XIX ha afirmado a ultranza el divorcio constante entre filosofía y poesía, descartando de esta última toda posibilidad de cognición. La dicotomía no fue tan aparente entre los filósofos pre-socráticos, los que integraron en sí esa rara combinación de reflexión filosófica caracterizada por la persistente búsqueda de la verdad y el adentramiento en la misteriosa y enigmática realidad que constituye el quehacer poético.
Esta antigua unicidad comienza a deteriorarse paulatinamente y alcanza un punto culminante en la Grecia clásica tardía, al expulsar Platón a los poetas de su "República" y calificarlos de creadores de imágenes para estimular la fantasía en vez de iniciar al hombre en la búsqueda de la verdad, dominio, a su juicio, de la filosofía. La fantasía creada por el poeta mueve, influencia y fácilmente estimula las pasiones de la masa a través de la imaginería persuasiva. Dentro de su teoría epistemológica, esta actividad pertenece no al mundo inteligible del conocimiento sino al más efímero mundo visible de la opinión y la conjetura.
Sin embargo, la verdadera causa de la escisión entre pensar filosófico y sentimiento poético tiene sus raíces en el "odium theologicum", desavenencias substanciales entre filósofos y poetas en materias de teología y religión. James Adams, investigador de las antiguas religiones griegas, nos aclara este punto en su libro The Religious Teachers ofGreece:
... The most potent cause of strife was the antagonism between poetry and philosophy on the subject of the attribute of the Godhead and his relation with mankind... (pág. 4).
Fue la conexión, desde sus comienzos, una desavenencia entre el papel que desempeña lo sacro en el acaecer humano; asunto que se convertirá en tópico significativo para filósofos como Martin Heidegger, y en tema preponderante de la obra de María Zambrano.
Poesía y filosofía cohabitan unívocamente en la mente y en el corazón del hombre a fin de dar sentido a su experiencia vital; ambas operan desde el reino de la conciencia; una, desde la lucidez que tantos siglos de racionalismo le otorgan, y la otra se instala en lo que Jung llamó "conciencia eclipsada" o umbral del inconsciente, e invita desde allí a la aprehensión del misterio y el sueño inherentes en el Ser. La unificación de esta profunda dicotomía ha sido ensayada de forma individual a través de los tiempos y por diferentes autores. Se trata de recuperar una forma de conocimiento que se apodere no sólo de la razón, sino que incluya la vida como experiencia integral. En nuestra época, tal es el método propuesto por María Zambrano a través de su obra literaria y muy en particular Claros del bosque: reconciliar la filosofía con antiguas formas de saber relegadas a la subconsciencia individual y colectiva por carecer de lucidez cartesiana, maneras de conocer más cercanas a la forma en que la poesía interpreta y recoge la vida.
Según Zambrano el problema que afrontó el hombre moderno, y que tiene su crisis final en el mundo postmoderno de nuestro siglo, es el haber cortado del ámbito racional los lazos de unión con todos aquellos elementos anímicos e inconscientes que pudiesen ofrecerle un carácter sacro a la existencia, lo cual devino en inhabilidad para descender a los abismos psíquicos de su origen e integrarlos a la totalidad de la vida, no como adversarios de la razón sino en concordancia con la misma.
De esta tarea se ha encargado desde siempre el poeta, y su intuición le ha llevado en ocasiones múltiples a enunciarlo estéticamente. Ya lo señalara Holderlin en su poema "Mnemosyne":
... The heavenly powers
cannot do all things. It is the mortals
who reach sooner into the abyss. So the turn is
with these... (IV, pág. 225).
Heidegger, estudioso de Holderlin y fuente filosófica de Zambrano, al referirse a esta negación y olvido de los hilos de continuidad entre lo sacro, lo humano y lo divino, señala que "not only have the gods and the god fled, but the divine radiance has become extinguished in the world's history" (1971, pág. 91).
Grisel Pujalá
Centro, método y poesía en
Claros del bosque
de María Zambrano
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Para ver el trabajo completo
Para ir a Claros del bosque
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