inicio

¿PÁNICO ESCÉNICO? "LOS DIÁLOGOS DEL ORADOR", de Cicerón en Lecturas hispánicas



Si, según dicen, toda obra clásica se caracteriza, o incluso llega a ser tal, por su permanente vigencia, podríamos afirmar que estos "Diálogos del orador" de Cicerón están a la cabeza del clasicismo.  Y ello porque a pesar del tiempo transcurrido desde su creación (más de dos milenios), y a pesar, sobre todo, de los revolucionarios cambios experimentados en las herramientas de comunicación actuales, los consejos que para convencer nos ofrece aquí Cicerón siguen manteniendo hoy una vigencia radical.  Pocas obras, muy pocas, han envejecido tan bien como lo ha hecho esta. Y es que, por muchas alteraciones que experimente nuestro entorno, la esencia del ser humano permanece.  Y en el núcleo de esa esencia está la comunicación oral, raíz sin duda de la inteligencia (o viceversa), que nos eleva por encima de los demás seres vivos.
Marco Tulio Cicerón (106 - 43 a. C.), es uno de los grandes oradores de la República romana y de todos los tiempos.  Hijo de un plebeyo que pudo acceder al orden ecuestre, estudió en Roma, y escribió sobre derecho, política, filosofía, retórica y poesía, materias todas que dominaba porque todas las practicó. Ocupó importantes cargos en la República, incluido el más alto: el consulado.  Se opuso primero a la dictadura de Julio César y luego a Marco Antonio, lo que acabó por costarle la vida, siendo ejecutado el 7 de diciembre del año 43 antes de Cristo.
Cinco son las obras en que Cicerón se refirió monográficamente a la oratoria: la primera un trabajo de juventud, que él mismo desdeñaría ya maduro ("De la invención retórica").  La segunda, y principal, estos "Diálogos del orador" que presentamos (del año 55 a. de C.).  A los diálogos les seguirán "El orador" y "Brutus", ambas del año 46 a. de C. En "El orador" va desgranando las principales características del perfecto orador, mientras que "Brutus" viene a ser una historia de la literatura romana. Por último, se hace necesario aludir también a un quinto trabajo que, en realidad, es una introducción a los discursos de Demóstenes y Esquines: "El mejor género de oratoria".
En los "Diálogos del orador" que aquí presentamos, y que sin ningún género de dudas constituyen su obra capital sobre retórica, Cicerón refiere a su hermano Quinto los consejos que dos grandes y reputados oradores, Craso y Antonio (pero principalmente Craso, en cierta medida trasunto del propio Cicerón), transmitieron a otros jóvenes, por lo demás ya experimentados declamadores. Y por eso, porque estos jóvenes también eran ya reconocidos oradores, el discurso o la lección deviene en ocasiones en verdadero "diálogo".
Y todo lo que aquí se dice, sirve.  Todos los consejos, técnicas, habilidades, trucos y destrezas contenidos en estos "Diálogos" interesan al "comunicador" del siglo XXI. Todos. Desde los que recomiendan desenvolverse con naturalidad y sencillez hasta los que nos señalan el camino hacia el eje de la sensibilidad del oyente. Y, además, siempre con gracia, como no podía ser de otra forma en un tratado de elocuencia, puesto que si nos aburre mal podrá engancharnos como lectores, y si no nos engancha pocas lecciones podrá ofrecernos.
Humildad tonificante no exenta de gracia:
En vosotros suelo advertir, y en mí he experimentado muchas veces que, al empezar el discurso, palidezco y empiezo a temblar (Craso).
O:
confieso que cuando me veo muy apurado suelo retirarme, pero no arrojando ni separando el escudo, sino con una fuga semejante a una batalla, y mostrando más pompa y esplendidez de dicción que nunca; retraído en suma a mis posiciones, de tal suerte que parezca que no por huir del enemigo, sino por mejorar de puesto, me he retirado (Antonio).
Consejos prácticos:
Guardémonos mucho de no ponderar con exceso el mérito y la gloria de aquellos cuyos beneficios encarecemos, porque esto suele producir envidia (Antonio).
O:
Léanse los poetas, conózcase la historia, recórranse los escritores y maestros en todo género de humanas letras; y para ejercicio provechoso, alábeseles, interpréteseles, corríjaseles, vitupéreseles y refúteseles (Craso).
Humor esparcido, puesto que
cierto género de chistes cultos y delicados es como la sal, que debe derramarse por todo el discurso (Craso).
Efectividad drástica, por supuesto:
El alma, es la que inspira la acción; el rostro es el espejo del alma; sus intérpretes son los ojos; sólo ellos pueden hacer tantos movimientos y cambios cuantas son las pasiones del alma (Craso).
O
Es necesario que conozca las inclinaciones de cada sexo, y edad y la índole de aquellos ante quienes hablan o han de hablar. En cuanto a los libros de los filósofos, bueno será que los reserve para este ocio y descanso Tusculano (Antonio).
Y, en fin, como dice el propio Cicerón
En estos coloquios de Craso y Antonio creo que nada falta de lo que puede conocerse y alcanzarse con sumo ingenio, infatigable estudio, copiosa doctrina y práctica grande: lo cual podrás juzgar muy fácilmente tú, que has querido aprender el arte por ti mismo, dejándome a mí la práctica.
En todo caso, la edición que presentamos no va dirigida al erudito ni al especialista, sino directamente al hombre de a pie que, hoy más que nunca, ha de esgrimir la palabra atrayente y convincente (elocuente, en suma) como arma de trabajo e incluso como instrumento de control del entorno social en que se desenvuelve.  Por tal motivo, hemos prescindido de las notas científicas, limitándonos simplemente a iluminar alguna zona oscura del texto (pocas lo son, en realidad) y, sobre todo, a añadir datos curiosos que lo enriquezcan y aporten información añadida para el lector curioso no erudito. No es pues esta, y debe quedar claro, una edición científica, sino divulgadora de una gran obra clásica con un enorme equipaje de material práctico con el que poder movernos en nuestra exigente sociedad.
En cuanto a la traducción, traemos también la, a nuestro entender, más fresca y, por tanto, más acorde con la pretensión editorial que nos mueve: la, también clásica, del insigne polígrafo y erudito decimonónico don Marcelino Menéndez Pelayo, respetando (en la medida de lo posible) tanto su puntuación como su ortografía (especialmente en lo referido a los acentos), si bien para hacerla aún más accesible, si cabe, nos hemos permitido dividirla en diversos epígrafes (añadidos a la partición original de la obra en tres libros) y, por supuesto, anotar a pie de página la significación de algunas expresiones ya en desuso, oscuras o complejas.  En definitiva, creemos haber logrado el objetivo perseguido de ofrecer una edición de lectura sencilla, amena y eficaz para el lector de nuestros tiempos. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Entradas relacionadas

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...