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LECTURAS DE VERANO. A PROPÓSITO DE DANTE: LONGFELOW, UN PASEO POR EL BOSTON HISTÓRICO Y LITERARIO Y OTRAS MARAVILLOSAS OPCIONES PARA ESTAS VACACIONES.



Henry Wadsworth Longfellow
La famosa Universidad de Harvard está en Cambridge, al otro lado del río Charles, frente a Boston (Estado de Massachusetts).  Si algún día me pierdo deberían buscarme por allí, pero no se molesten, es sólo un sueño de tantos. El puente que une ambas orillas lleva el nombre de Longfellow, en memoria del gran poeta de Boston, Henry Wadsworth Longfellow, a quien su coetáneo y encumbrado poeta de Nueva York, E. A. Poe, consagrado definitivamente para la Historia de la Literatura por Baudelaire, en atención sobre todo a su "nevermore" (sí, de ahí procede el nunca máis -digo yo-), criticó en muy dudosos términos.



Lo cierto es que, al margen de los méritos literarios de Longfellow como poeta (apenas conocido en nuestra lengua, por lo demás), una de las buenas cosas que hizo fue traducir al inglés y, por tanto, introducir en Norteamérica, la Comedia de Dante.
Ahora, precisamente, recién publicado en España el último best-seller(porque lo será): Inferno, relacionado con Dante, recobra importancia otro libro (también récord de ventas) sobre el autor de la ComediaEl Club Dante, escrito en 2003 por Matthew Pearl,   donde se narran las intrigas y andanzas de un grupo de insignes intelectuales de Boston empeñados en sacar adelante aquella traducción de Longfellow.
Evidentemente, Dante era católico, rara avis en el Harvard protestante y militante. Y por su puesto, se trataría de evitar por todos los medios que "los venenos extranjeros se extendieran bajo el disfraz de la literatura".  Era una cuestión de principios para el claustro de Harvard ignorarlo todo en materia de lenguas vivas, a salvo la inglesa, claro está.
De modo que desde la famosa universidad se urde una trama criminal moteada de signos dantescos para evitar semejante traducción.  Los eruditos de lengua inglesa ya tenían, además, El Paraíso Perdido de Milton y, por supuesto, ni necesitaban ni admitían los valores de aquella Comediaque Bocaccio elevó al grado de "Divina": "Longfellow y su círculo están tan aquejados de la enfermedad toscana, que se atreven a clasificar a Milton como un genio de segundo rango en comparación con Dante", se recriminará desde Harvard.  La marginada comunidad católica (italianos e irlandeses, ya se sabe) sí estaba por la labor: "Leemos El Paraíso perdidocomo un poema, pero la Comedia de Dante la leemos como una crónica para nuestras vidas interiores".  
Lo cierto es que Mattehw Pearl, aprovecha todo esto para novelar una historieta de intriga que, al menos, nos acerca a aquellos míticos personajes norteamericanos que animan y participan la introducción del católico Dante en Estados Unidos: nada menos que Oliver Wendell Holmes (padre), James Russell Lowell,  J. T. Fields, el propio Longfellow y George Greene, entre otros.



Hombre, por mi parte, para quienes prefieran profundidad y seriedad sobre la forja de aquellos hombres y, sobre todo, de aquellas ideas que se instalaron en Estados Unidos y, desde allí -con los matices oportunos, por supuesto-, han sido exportadas al resto de occidente, les recomendaría mejor la lectura de "El club de los metafísicos"(2001), un imponente ensayo de Louis Menand .  Estamos hablando, lógicamente del pragmatismo y del capitalismo, sistema éste cuyo origen ya situó Max Webber en el protestantismo y, por tanto, inicialmente, en Lutero y Calvino: "El trabajo duro forma parte del plan divino del Señor, y eso es lo que Él espera de nosotros”.  
Webber destaca que en el contexto de la Reforma, la ganancia no era un mero medio para la satisfacción de las necesidades materiales sino el fin de la propia vida.  De aquí a la afirmación de Benjamin Franklin de que el tiempo es dinero, no media ni un paso.  Pero no todo es tan asqueroso como parece: la ideología "liberal" (término, por cierto fraguado en la España de principios del XIX) también genera un contexto en el que aparecen mentes como Emerson, con su fe en el ser humano o, aún mejor, Thoreau padre de la desobediencia  civil; o todavía mejor: los poemas de Walt Witman, impregnados de ese amor por el individuo, lo humano, con su "Canto a mí mismo", faltaría más.
Pero si prefieren seguir con Dante y con algo más ligero -no por ello menos profundo-, los Nueve ensayos dantescos  de Borges (pinchar aquí), resultan apasionantes, curiosos y entretenidos. 

Hablo, pues, de cinco interesantes lecturas:

1º Por supuesto, la Divina Comedia (recomendable especialmente en la traducción y notas introductorias del poeta y experto que fue Ángel Crespo -Seix Barral 1973-1977, aunque puede echarse una ojeada pinchando aquí, en todo caso hay en Wikisource otra versión completa en español-). Ya se sabe: un poema profundo y tan entretenido al mismo tiempo (si se tiene paciencia y voluntad) como el mejor parque temático para este verano. 

2º El club de los metafísicos, de Louis Menand, nos introduce en el pragmatismo: Cuando nos sentimos felices con una decisión, no nos resulta arbitraria, nos parece la decisión que debíamos tomar. Primero decidimos, luego deducimos (Henry James).   Un recio ensayo que -como todo lo bueno- exige también fuerza y voluntad para sacarle el debido provecho y disfrute e introducirnos en las raíces del pensamiento norteamericano (nos acostamos como anticuados conservadores y nos despertamos como rabiosos abolicionistas) y de aquellos padres del pragmatismo: Holmes, James, Peirce y Dewey. 

3º El club Dante, de Matthew Pearl, una novelilla que sirve para matar el tiempo y poco más (Los americani de Boston habían construido una Cartago, una tierra atiborrada de dinero pero vacía de cultura).  Al menos nos sitúa en aquel curioso Massachusetss de Longfellow and company y emula  las novelas de Agatha Christie en que todos son sospechosos y, respetando las reglas del género, al final el malo acabará siendo Fermín, el mayordomo.  Pero no se preocupen, no desvelo nada: en aquella sociedad había muchos mayordomos; esclavos, no: mayordomos, sólo mayordomos. Además, en este tipo de novelas, qué importa quién sea el asesino: todos son sospechosos y el autor juega con nosotros (como la propia novela juega con él mismo) y al final elige al asesino por azar, no vayan a creer. 

4º Inferno, de Dan Brown.  Esta noveleta sí que sólo sirve para matar el tiempo, sin aportar nada de nada. Bueno, sí: al curioso analista de las trastiendas (los backstages, se dice ahora) de productos comerciales, en este caso de best-sellers, sí.  Él comprobará, una vez más, que tampoco los ingredientes del thriller cambian: los protagonistas, chico y chica guapos, aguerridos, valientes y "superlistos"; el antagonista, alguien que quiere causar un tremendo mal a la humanidad; una serie de persecuciones interminables y tensas entre unos y otros (buenos tras malos y malos tras buenos) que, faltaría más, se desarrollan en atractivos escenarios (esto ya lo había utilizado magistralmente don Alfredo Hitchcock): Florencia, con su corredor de Vasari incluido (yo creo que Narciso y un servidor ya le sacamos a ese corredor bastante más partido, y más lírico que el conseguido por el jeta este del Brown, en nuestro Guacamayo Azul, pero qué le vamos a hacer él es él y nosotros nosotros); Venecia, con sus palacios, puentes, canales y góndolas; y Estambul, sus pobladas calles, sus mezquitas y, cómo no, su Basílica Cisterna, con la misteriosa cabeza de medusa.  La fórmula, no falla: un cuarenta por ciento, material para una guía turística mala; otro cuarenta por ciento: persecuciones a lo Indiana o Tadeo Jones; y el veinte por ciento restante elucubraciones pseudocientíficas y tremendistas, en este caso sobre la catástofre malthusiana que se nos viene encima.  Una mierda, vamos.  Eso sí: al menos no hay ni amor ni sexo (vaya con el Brown, qué original); sólo un extraño beso al final, absolutamente raro, ficticio e irreal, que nos deja a todos con cara de poker: ¡anda, mira, mira tú: al final...  al final resulta qué! En suma: matar el tiempo, asesinarlo más bien.  Nada más.  

5º Nueve ensayos dantescos, de Borges (de 1982, pueden conseguirse en Alianza Editorial, 2002, o simplemente pinchando aquí).  Nueve miradas incisivas a la Divina Comedia con esos ojos insondables y aparentemente muertos de Borges, quien desde muy joven la leyó ya, en el tranvía, en una edición bilingüe inglesa, que le introdujo en el italiano del Quattrocento (yo no sé italiano, dice, nunca estudié ese hermoso idioma.  Pero con Dante aprendí mucho italiano).  Como botón de muestra de tales miradas, baste reseñar esta reflexión del escritor argentino sobre la última sonrisa de Beatriz, en el ensayo que lleva este mismo título (una sonrisa, por cierto, que ha dado lugar a ríos de tinta sin que nadie dé con su significado, si es que lo tiene). Dice ahí BorgesYo sospecho que Dante edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado para intercalar algunos encuentros con la irrecuperable Beatriz.


Todo esto sobre Dante y los pragmáticos. 


Hombre, a uno, en esta última inmersión en la Divina Comedia, le hubiera gustado acceder al monumental estudio La poesía de Dante, de Benedetto Croce (pinchar aquí).  Y hasta estuvimos a punto de traducirla con Narciso para Lecturas hispánicas...  Ay, pero Croce está muy reciente todavía y los derechos de su obra vigentes, de modo que hubimos de desistir del empeño. De todos modos, resulta sonrojante que no se haya hecho hasta hoy (al menos yo no la conozco) ninguna edición en castellano.


Qué se le va a hacer.  Pero hay más cosas, muchas más, afortunadamente.  Precisamente aquí, en nuestro blog acabamos de iniciar una serie de entregas de aquellas "Hojas de hierba", de Walt Witman, que incluyen (¿cómo no?) su "Canto a mí mismo"  (hablando de aquellos norteamericanos emersonianos tan seguros de sí), en -nada menos qué- la versión de Ángel Ferrer




En última instancia, siempre nos quedarán  los Merodeos de don Narciso  ahora que han provocado cierto debate en nuestro blog. LosMerodeos lo tienen todo:
 prosa poética de primera calidad, entretenida, graciosa, imágenes, música y humor, bastante humor de calidad.  Ni siquiera es necesario arremangarse para
entregarnos a su lectura. 
Te atrapan a primera vista.

 Los merodeos - dice Ángel Ferrer- son una cuestión tan peligrosa, como asomarse tontamente a los balconcillos. Si uno se pone serio y lo ve todo preciso, puede llevar su coste en muerte mortal (¿se dice así?), sólo en algunas ocasiones claro, en otras, en las que uno agacha la cabeza repetidas veces para reverenciar a un recién descubierto grifo, por poner un poner (¿se dice así?), hay que saber acercarse y alejarse vilmente, frotándose las manos y ladeando la cabeza
Eso sí: hay que leerlos bien: a poder ser en voz alta. Recitándolos, por supuesto.  ¿Cuanto hubiera dado yo por oírlos en la voz de Vittorio Gassman por... por poner un poner (¿se dice así?). 
También podemos irnos de copas con gichos y gichas de ayer, hoy y mañana, de la mano de Antonio Envid.  O de sueños.  De sueños, sí: de esos que encierra la personalísima y estupenda prosa, muchas veces lírica, muchas veces agria,  siempre hermosa, de Juan Serrano.  
Ah, y si este verano nos queremos introducir en el Museo del Prado (¡qué escándalo, qué escándalo, en Madrid hay un Museo!), les aseguro que mi guía es bastante más entretenida que la subrepticia guía turística delInferno ese del tal Brown (¡vamos, hombre!).




De todos modos, para quien quiera hacer footing con su mp3 y ya esté harto de oír toda la música gratis de la que ahora disponemos (ya sólo nos faltaba Spotify) tiene un par de recientísimas conferencias de Rossend Arqués sobre Dante y la Divina Comedia en la fundación 
Juan March (pinchar aquí).

Más y con esto termino: el que no tenga un e-reader, que se lo compre.  Es lo más barato del mundo. De hecho todos los libros mencionados (salvo, quizá, El club de los metafísicos -qué cosas, el más duro, el menos comercial) todos, pueden encontrarse fácilmente en la red de forma gratuita (sí, incluso los bestsellers más recientes como Inferno, sí). ¿Dónde? Pues, por ejemplo, en Papyrefb2 (pinchar aquí).  

Bueno, pues eso: vaya verano que nos espera. Comer no sé si nos llegará para comer, pero en música y libros hemos llegado al fin a ser millonarios.  Qué cosas. 
Oiga.

¡Feliz verano!






Servando Gotor

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