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LA CONDENACIÓN DE ARISTÓTELES (María Zambrano)

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Cuando Aristóteles subió a las altas esferas, algunos pitagóricos estaban en su borde aguardándole. Le tenían a su merced, pero gente de dulce condición, se limitaron a inclinarse ante él, y le entregaron una lira y unos papeles de música rudimentaria, dejándole solo.

Él se puso en seguida a estudiar, y con provecho rápidamente. Pero tenía los dedos endurecidos para tañer; lo dejó, aguardando con cierta sorpresa, que se fue transformando en exigencia, que alguien viniese a buscarle. Y comenzó a preguntarse el por qué de aquella situación.

Mas, como la respuesta no llegaba y por esta vez no podía descubrirla por sí mismo, tenía que aguardar simplemente, o eso creía. Se puso otra vez a aplicarse en la lira y en la música, ya que era lo único que podía hacer; la única actividad posible en aquella condición tan extraña.

Y se entusiasmó, se fue entusiasmando sin darse cuenta. Hasta quedar absorto. Pero aún nadie venía, y de vez en vez se sobresaltaba preguntando, preguntándose ¿qué se oculta en esta situación? Y así pasaba del entusiasmo al sobresalto, de donde nace la pregunta, pasando por la calmada metódica que examina los acontecimientos. ¿Aún se acordaba bien y sabía atravesar, ir y venir en ese viaje como nadie, como ningún otro de la Tierra, pero nada surgía y con nadie se encontraba?

La clave de todo era la sentencia de uno de "los llamados pitagóricos", uno de los más rezagados, ¡había pasado tanto tiempo! Además de que el tiempo de las altas esferas rueda de otro modo. Decía así el dicho: `La Música es la aritmética inconsciente de los números del alma. Y solamente cuando Aristóteles encontrase, y no en teoría, los números del alma, cuando los hiciese sonar, se levantaría de allí. Nadie guardaba puertas que no había; nadie tenía que venir a buscarle; el solo se levantaría sin hallar resistencia, al escuchar los números de su alma en las cuerdas de la lira, cuando sintiera sonar esos números.

Y así fue. Mas antes, hubo de pasar por muchas cosas en su alma, hubo de padecer al entendimiento-agente sentado, padecer la vida no vivida y la vivida a medias, hubo de apurar el amor, la angustia, hasta la locura y el delirio, hubo de delirar en su infierno... Pues la escala musical lo prescribe: "Dia pas on". Hay que pasar por todo; hay que pasar por los infiernos de la vida para llegar a escuchar los números de la propia alma.



María Zambrano
de Delirio y Destino. Los veinte años de una española
(Ed. de Rogelio Blanco y Jesús Moreno)
Centro de Estudios Ramón Areces
Madrid, 1998





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