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DOLORES DEL PARTO CONSIDERABLEMENTE ATENUADOS POR LA SUGESTIÓN HIPNÓTICA (Santiago Ramón y Cajal)

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Trátase de una señora robusta, nada nerviosa, más bien linfáticosanguínea, madre de cinco hijos, la que había sido objeto hace algunos meses de algunos experimentos de hipnotismo. Realízase en ella con la mayor facilidad la sugestión vigil, adquiriendo por simple mandato el sonambulismo perfecto con anestesia y catalepsia sugestiva, y sin recordación de los fenómenos acaecidos durante el sueño.

Próxima esta señora al alumbramiento de su sexto hijo, la propusimos, para atenuar los dolores, que temía extraordinariamente, así como para acelerar en lo posible el trabajo del parto, la sugestión hipnótica previa, a lo que accedió, después de las seguridades que se la dieron de que en nada podría menoscabarse su salud ni perturbarse el mecanismo del alumbramiento.

Al efecto, unos diez días antes de efectuarse el parto, se la sugirió durante el sueño hipnótico que pariría rápidamente; que las contracciones de la matriz serían enérgicas y rápidas; pero que, al revés de lo que ordinariamente sucede, los dolores que las acompañarían serían levísimos, y perfectamente tolerables: Tendrá usted —le decíamos— conciencia de los dolores más enérgicos que producen la dilatación de la matriz y la expulsión del feto; pero su lenidad será tal, que no podrá usted diferenciarlos de los más ligeros llamados moscas o preparantes.

Llegó el plazo y cumpliose al pie de la letra nuestra profecía. Los dolores preparantes sobrevinieron como de costumbre y duraron toda una mañana, sin afectar poco ni mucho a la paciente, que continuó entregada tranquilamente a sus faenas habituales.

Llegada la tarde, las contracciones dilatantes se iniciaron, adquiriendo de repente gran energía, y obligando a la paciente a abandonar sus faenas, no por los dolores que según su confesión apenas eran percibidos, sino por la ansiedad respiratoria y la aceleración del pulso; fenómenos necesariamente ligados a todo gran esfuerzo muscular. En menos de media hora dilatose el cuello, rompiose la bolsa de las aguas y terminose felizmente el parto, con grandísima sorpresa de la enferma que no quería creer se hubiera realizado.

Durante las contracciones expulsivas, advirtiose en la paciente cierta somnolencia, y faltó poco para que a la salida de la cabeza del feto quedara completamente dormida. Este amodorramiento ocúrrele siempre después de cumplir una sugestión hipnótica, y en este caso sirvió para probarnos se hallaba bajo la influencia de la misma.

Terminado el parto, trasladose la enferma al lecho, con paso seguro y con mal disimulada alegría, al verse libre, a tan poca costa, de un tan doloroso trance; y hacíase lenguas con las asistentes que la rodeaban del caso extraño de haber parido sin dolor.

Tan leves habían sido el choque nervioso y la emoción sufrida, que a la media hora la paciente, solicitada por vivísimo apetito, pedía insistentemente de comer. Con igual bonanza y perfecta normalidad se pasó el puerperio. La enferma, que lactó desde el segundo día a su hija, viendo así repuestas sus fuerzas, levantose al quinto, y comenzó a intervenir en los asuntos domésticos. A los quince días había recobrado su perfecta normalidad. Pocos comentarios haremos al presente caso.

Dos fenómenos llamaron nuestra atención: la extrema rapidez del parto, y la disminución considerable del dolor, manifestación subjetiva de las contracciones.

De la primera circunstancia, aunque nueva en la enferma (sus partos han sido siempre tardos, bien que normales), no sacaremos por hoy conclusión definitiva. Es positivo que los músculos de la vida orgánica pueden acrecentar sus contracciones bajo el estímulo de la sugestión hipnótica, pero se precisan varios casos concordantes para establecer entre ambos fenómenos una relación etiológica, y evitar completamente el discurrir vulgar del post hoc, ergo propter hoc.

Consideramos el segundo fenómeno, ausencia del dolor, como realmente causado por el hipnotismo. La enferma desconoció por completo los angustiosos dolores que preceden al parto y la ansiedad moral enormemente deprimente que los acompaña.

Cuando la excitación dolorosa debía llegar al colmo (al franquear la cabeza del feto el orificio del cuello), revelaba solamente fatiga muscular y decía que los dolores le parecían mucho más flojos que los primeros o preparantes. Aunque algo soñolienta, conservaba en el momento del parto el sentimiento de su situación y tenía noticia de las contracciones de la matriz; pero este fenómeno, según nos explicó más tarde, llegaba al sensorio, no como dolor, sino bajo la forma de sensación táctil, de constricción mecánica y de impresión de fatiga. Diríase que habíanse paralizado los nervios del dolor; quedando incólumes los que conducen al sensorio las excitaciones táctiles y el estado de la contracción muscular (sentido muscular).
Pensamos, pues (hechas las reservas consiguientes a la escasez de materia de generalización que supone un solo hecho), que el hipnotismo puede ser de provecho en el parto, suprimiendo o atenuando notablemente el dolor sin perturbar los actos mecánicos y vitales que los acompañan, bien así como acontece bajo el sueño clorofórmico. Quizás el parto mismo pudiera realizarse durante el sueño, con plena inconciencia de la enferma; pero nosotros que no conocemos ningún caso de aplicación del hipnotismo al parto, hemos debido ser prudentes, y comenzar por la intervención más suave e inofensiva posible.

Así que hemos preferido al sueño mismo la sugestión posthipnótica, con lo cual hemos logrado conservar al parto sus condiciones fisiológicas y respetar los esfuerzos musculares conscientes, que, si no absolutamente necesarios, entran por una buena parte en el mecanismo del parto normal.



Santiago Ramón y Cajal
Gaceta Médica Catalana, el 31 de agosto de 1889

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