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2001. UNA ODISEA ESPACIAL, de ARTHUR CLARKE, en la traducción de Antonio Ribera Jordá

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Era una losa rectangular, de una altura triple a la suya pero lo bastante estrecha como para abarcarla con sus brazos, y estaba hecha de algún material completamente transparente; en verdad que no era fácil verla excepto cuando el sol que se alzaba destellaba en sus bordes. Como Moon–Watcher no había topado nunca con hielo, ni agua cristalina, no había objetos naturales con los que pudiese comparar aquella aparición.


Ciertamente era más bien atractiva, y aunque él tenía por costumbre ser prudentemente cauto ante la mayoría de las novedades, no vaciló mucho antes de encaramarse a ella. Y como nada sucedió, tendió la mano y sintió una fría y dura superficie.

Tras varios minutos de intenso pensar, llegó a una brillante explicación. Era una roca, desde luego, y debió haber brotado durante la noche.

Había muchas plantas que lo hacían así... objetos blancos y pulposos en forma de guijas, que parecían emerger durante las horas de oscuridad. Verdad era que eran pequeñas y redondas, mientras que esta era ancha y de agudas aristas; pero filósofos más grandes y modernos que Moon–Watcher estarían dispuestos a pasar por alto excepciones igualmente sorprendentes a sus teorías.





Arthur Clarke
2001. Una odisea espacial
(En la traducción de
Antonio Ribera Jordá)
RTV, Biblioteca Básica Salvat, 1970



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