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VI. DON JUAN MANUEL: EL CONDE LUCANOR – CUENTOS XLII Y XLV
En este capitulo estudiamos los elementos diabólicos en dos cuentos seleccionados de la obra más conocida de don Juan Manuel, El Conde Lucanor. El primer párrafo es una breve biografía del escritor centrada en sus ideas sobre la moral, que está estrechamente relacionada con el segundo párrafo, sobre la obra anteriormente mencionada. Enseguida examinamos los cuentos XLII y XLV y terminamos con la condena inquisitorial de estos cuentos.
Don Juan Manuel (1282-1348)
Juan Manuel, noble, hombre de armas y letras, es un hombre de su época. En el capitulo I hemos visto la realidad del siglo XIV en España.
El narrador se comporta como el noble ejemplar, con cualidades tanto guerreras como literarias. Ha recibido su educación de los monjes dominicos. Emplea gran parte de su vida como guerrero, pero aún así, sigue siendo un intelectual, un hombre cultivado (Lizano). Lo que sorprende es su idea sobre la moral de la vida tradicional. En palabras de Lizano,
Era un pragmatista (un pragmatista ingenuo, claro está) y lo que hoy llamamos un reaccionario, lo cual se demuestra en sus mismos cuentos. En ningún momento está presente la lucha, el conflicto real de nuestro vivir, un estudio profundo de las causas de los ‘males’ de la sociedad; él, por supuesto, no ve la sociedad, sino los individuos, y así, sus cuentos son todo abstracciones, idealizaciones, subjetivismos disfrazados de observaciones objetivas (como son todos los cuentos). El pragmatismo flota por todos ellos, el culto a la personalidad, una concepción idealista del mundo, inconsciente de su propio devenir. Escribía sus cuentos para un pueblo imaginario, porque él era, al mismo tiempo, un rey imaginario. (Lizano)
Hay un inmenso contraste entre su idea sobre la moral y su arrogancia: en todas sus obras hace referencia a su linaje real. Es un deber de su clase instruir por medio de la literatura a la gente humilde, aunque carezca de educación en la filosofía moral (Flory 41). Su idea sobre la moral y la vida está fuertemente influida por la ideología que recibió en su educación, aunque se preocupa sobre todo por la naturaleza pecadora del hombre (Flory 80). Dice Lizano que (...) estos frailes predicadores (...) [d]efendían (...) la inexistencia de incompatibilidades entre el mantenimiento de la honra, el propio enriquecimiento dentro de la clase social y la salvación del alma. Aunque no llegaron nunca a proponer la supremacía del fin sobre los medios ilícitos para conseguir aquel, parece que don Juan Manuel sí pudo ver (...) cómo el fin bueno podía justificar la utilización de medios alevosos. (Lizano).
Para don Juan Manuel, la vida tiene su base en la antigua estructura estamental Así ve el papel del rey como el de un guerrero noble y una persona que emplea la justicia a la vez y tiene cualidades superiores de espíritu.
En sus obras vemos reflejadas sus preocupaciones – la salvación del alma, el mantenimiento y acrecentamiento de la honra y el incremento de los bienes y de la riqueza (Vicedo) o más concreto en palabras de Sotelo: aspiraciones y problemas espirituales, aspiraciones materiales, políticas y sociales; y el comportamiento humano, dentro del cual se destaca la mentira, el engaño, la verdadera amistad y la soberbia (Sotelo apud Vicedo). Su idea sobre la nobleza choca con la realidad de la época, que muestra una brecha entre los ideales que defiende la Iglesia - que no son muy caballerescos porque no incluye luchar y combatir - y los del guerrero – ganarse la vida guerreando.
El Conde Lucanor
El Conde Lucanor (que también es conocido como Libro de los ejemplos o Libro de Patronio) refleja la realidad de la vida de don Juan Manuel en el marco del diálogo típico de la literatura didáctica de la época: un noble, un rey que pide consejos a un hombre sabio que le da la solución para su problema en forma de un cuento con una moraleja. En estos cuentos el escritor nos presenta una gama muy diversa de personajes emblemáticos de la época pero a la vez vemos el mundo medieval según él lo entiende:
(...) al autor de El Conde Lucanor le gustó encerrarse en su torre de marfil de la didáctica, a donde no podían llegar ni los lamentos ni las duras tragedias de sus vasallos. (Vicedo)
La didáctica de don Juan Manuel se inspira en la religión cristiana y en conceptos tradicionales de la Edad Media (Vicedo). Llama la atención el hecho de que la descripción de la gente humilde es muy superficial. La explicación nos da Flory:
De hecho, el autor del Conde Lucanor prefirió fábulas tomadas del bestiario a los ejemplos concretos de conducta humana para iluminar problemas no vinculados con la vida de las clases sociales dirigentes (Flory: 65).
Y sigue con la idea de don Juan Manuel a este respecto, esencial para entender los cuentos seleccionados:
(...) a veces la gente ‘llana’ fue considerada el adverso de la ejemplaridad, y se les atribuían prohibidas prácticas y creencias como la herejía, el ocultismo, la adivinación, la brujería o la ciencia experimental. (Flory: 65)
Es, en el fondo, una forma de endemoniar a la gente desdichada principalmente por temor a su condición (...) (Flory: 65)
La sociedad medieval suele tomar la clase baja como la base de su visión del mundo, lleno de oscuridades, porque no tienen una imagen de gente honrada. Don Juan Manuel en este tema muestra una postura ambigua. Considera la nigromancia y la alquimia prácticas oscuras menos graves que la herejía y el culto al diablo, que desaprueba fuertemente. En la sociedad medieval algunos de estos fenómenos fueron admitidos (la alquimia y la nigromancia simple) aunque otros (la herejía, el culto al diablo, el agüero) fueron condenados tanto por la sociedad como por la Iglesia y además afectaban al equilibrio del estado cristiano (Flory: 65-66).
Cuento XLII
Este cuento va sobre el rey que le pregunta a Patronio con qué vicio un hombre puede causar daño a la gente. Patronio le cuenta como respuesta la historia de una pareja humilde, que cree en los consejos de una monja beguina que había concedido un pacto con el diablo para romper el matrimonio. En este cuento, don Juan Manuel emplea la palabra beguina como referencia despectiva a la herejía, algo que condena fuertemente. Según Flory, a don Juan Manuel.
Le parece cosa natural que el diablo, pasando por el mundo buscando la destrucción de las almas, topara con una beguina y la tenga inmediatamente por amiga, como ocurre en el Ejemplo XLII. El hecho de que la beguina le hable primero al diablo de manera tan amigable indica que para el autor o ya eran conocidos o se reconocieron como amigos naturales. (..) la beguina parece estar desde el principio naturalmente aliada con el diablo. En todo caso, está pronta a las órdenes de él (...) (Flory: 69)
Cuento XLV
En este cuento, el rey no sabe bien si creer en un agüero que le propone hacer mucho dinero. Pide consejo a Patronio, que le cuenta la historia de un hombre que pacta con el diablo y muere por haber confiado en él. Teniendo en cuenta lo que decimos arriba sobre la visión al mundo de don Juan Manuel, descubrimos que no cree en el agüero como manera de adivinar el futuro. Además, el pobre que pacta con el diablo es descrito como un ladrón muy humilde, y el autor no es ni un ladrón ni muy humilde tampoco.
Y sigue con la idea de don Juan Manuel a este respecto, esencial para entender los cuentos seleccionados:
(...) a veces la gente ‘llana’ fue considerada el adverso de la ejemplaridad, y se les atribuían prohibidas prácticas y creencias como la herejía, el ocultismo, la adivinación, la brujería o la ciencia experimental. (Flory: 65)
Es, en el fondo, una forma de endemoniar a la gente desdichada principalmente por temor a su condición (...) (Flory: 65)
La sociedad medieval suele tomar la clase baja como la base de su visión del mundo, lleno de oscuridades, porque no tienen una imagen de gente honrada. Don Juan Manuel en este tema muestra una postura ambigua. Considera la nigromancia y la alquimia prácticas oscuras menos graves que la herejía y el culto al diablo, que desaprueba fuertemente. En la sociedad medieval algunos de estos fenómenos fueron admitidos (la alquimia y la nigromancia simple) aunque otros (la herejía, el culto al diablo, el agüero) fueron condenados tanto por la sociedad como por la Iglesia y además afectaban al equilibrio del estado cristiano (Flory: 65-66).
Cuento XLII
Este cuento va sobre el rey que le pregunta a Patronio con qué vicio un hombre puede causar daño a la gente. Patronio le cuenta como respuesta la historia de una pareja humilde, que cree en los consejos de una monja beguina que había concedido un pacto con el diablo para romper el matrimonio. En este cuento, don Juan Manuel emplea la palabra beguina como referencia despectiva a la herejía, algo que condena fuertemente. Según Flory, a don Juan Manuel.
Le parece cosa natural que el diablo, pasando por el mundo buscando la destrucción de las almas, topara con una beguina y la tenga inmediatamente por amiga, como ocurre en el Ejemplo XLII. El hecho de que la beguina le hable primero al diablo de manera tan amigable indica que para el autor o ya eran conocidos o se reconocieron como amigos naturales. (..) la beguina parece estar desde el principio naturalmente aliada con el diablo. En todo caso, está pronta a las órdenes de él (...) (Flory: 69)
Cuento XLV
En este cuento, el rey no sabe bien si creer en un agüero que le propone hacer mucho dinero. Pide consejo a Patronio, que le cuenta la historia de un hombre que pacta con el diablo y muere por haber confiado en él. Teniendo en cuenta lo que decimos arriba sobre la visión al mundo de don Juan Manuel, descubrimos que no cree en el agüero como manera de adivinar el futuro. Además, el pobre que pacta con el diablo es descrito como un ladrón muy humilde, y el autor no es ni un ladrón ni muy humilde tampoco.
VI.5 La condena de la Inquisición
En el cuento XLII destaca el pacto diabólico de la monja beguina. El pacto es explícito, buscado por la monja. Es entonces entendido como herejía. Además, la presencia de la monja de la orden de las beguinas es otra indicación de las prácticas diabólicas de ésta y por tanto condenados por la Inquisición.
En el cuento XLV vemos otro pacto diabólico aparte de la presencia de un agüero, persona supersticiosa que es condenada por la Inquisición por establecer pactos con el demonio ya que era Dios el único que tiene el poder y la fuerza de medir el tiempo – que incluye el futuro – y buscar la ayuda de otros medios, personas, implica la negación del poder divino, que es considerado herejía. Son condenados ambos cuentos conforme a la regla II de la lista de criterios que elaboró Gaspar de Quiroga en el índice de 1584.
H.J. Veldman
Transfondo de temas heterodoxos en
la literatura y en la sociedad española
de los sigulos XIII, XIV y XV (tesina)
Universidad de Utrecht, 2007
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