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FRAY LUIS DE LEÓN, LA PERENNE ESTRELLA POLAR DE LA LÍRICA ESPAÑOLA (José María Valverde)


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Es probable que si consultamos cuál es el mejor poema de fray Luis de León, casi todos dirían que la Oda a Francisco de Salinas, el catedrático de música –al parecer ciego- de la Universidad de Salamanca, donde aún se conserva su órgano.  Aquí tenemos la transfiguración lírica de un saber filosófico procedente de la Antigüedad y predominante a través de la Edad Media, para seguir teniendo u papel clave en arte del Renacimiento: la doctrina de la armonía como constitutivo esencial del mundo, a la vez que maravilla para la mente matemática, modelo para la vida moral y fuente de placer para los sentidos.  Es sabido que esa idea surgió con los pitagóricos, que entraron en éxtasis de admiración al descubrir que los sonidos que se pueden reunir con placer –los acordes, la armonía- responden a una sencilla y exacta relación numérica así, el acorde de las cuerdas cuyas longitudes están en la razón 3:4:5-. Sin poder demostrarlo con la misma exactitud, los pitagóricos extrapolaron este criterio a lo visual, afirmando que las figuras más gratas a la mirada son las regidas por determinadas razones aritméticas (así el rectángulo de lados 1:2, el triángulo rectángulo –teorema de Pitágoras-, mejor si equilátero, etc.); aún más emocionantes y místicas cuando eran irreductibles a decimales exactos (…). “Dios geometrizaba”, según los pitagóricos, y el Número era la clave y esencia del mundo –música de las esferas…-.  Tal doctrina pasa al platonismo, junto con su aplicación práctica: la música nos armoniza interiormente y nos saca de nuestra baja materialidad concreta para elevarnos, aunque sea por breve tiempo, a la esfera celeste, de donde hemos de retornar dolorosamente al proseguir la vida.  Esto, que podía haber sido discurso teórico en términos abstractos, fray Luis lo transforma en la más alta poesía, incluso en los detalles que pudiéramos llamar “técnicos”, como la fase en que el alma, saliendo del olvido en que vive sumida, al escuchar la música, se siente mejorada y se eleva “a la más alta esfera”, donde oye otra música, ya “no perecedera”: la fuente de toda armonía.  Entonces, ella misma se atempera y responde emitiendo su propia música.

Y como está compuesta                                                                
de números concordes, luego envía                                                     
consonante respuesta;                                                                          
y entre ambos a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.                                                                         
                                                   
Las palabras y las estrofas mismas de este poema, en efecto, están acordadas con la armonía suprema, y así hacen máxima poesía de lo que era teoría filosófica. Hemos llegado aquí a una cumbre: por eso, en la historia literaria, la poesía de fray Luis de León no ha sido nunca objeto de modas ni de redescubrimientos clamorosos y polémicos. Suprema e intocable, en cambio, se mantiene siempre como la poesía que no deja de figurar entre las preferencias de los poetas más variados, como la perenne estrella polar de la lírica española.


José María Valverde
Historia de la Literatura universal, Vol. IV, 1994



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