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TRES TRISTES TIGRES (Guillermo Cabrera Infante)

  





EL TRÓPICO PARA USTEDES, QUERIDOS COMPATRIOTAS...


 Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan todos ustedes. Good-evening, ladies gentlemen. Tropicana, el cabaret MÁS fabuloso del mundo... «Tropicana», the most fabulous night-club in the WORLD... presenta... presents... su nuevo espectáculo... its new show... en el que artistas de fama continental... where performers of continental fame... se encargarán de transportarlos a ustedes al mundo maravilloso... They will take you all to the wonderful world... y extraordinario... of supernatural beauty... y hermoso... of the Tropics... El Trópico para ustedes queridos compatriotas... ¡El Trópico en Tropicana! In the marvelous production of our Rodney the Great... En la gran, maravillosa producción de nuestro GRANDE, ¡Roderico Neyra!... «Going to Brazil»... Intitulada, Me voy pal Brasil... Taratará tarará, taratará tarará taratareo... Brazuil terra dye nostra felichidade... That was Brezill for you, ladies and gentlemen. That is, my very, very particular version of it! Brasil, damas y caballeros que me escucháis esta noche. Es decir, mi versión del Brazil de Carmen Miranda y de Joe Carioca. Pero... ¡Brasil, público amable que colma este coliseo del placer y de la alegría y la felicidad! ¡Brasil una vez más y siempre, el Brasil eterno, amables y dignos concurrentes a nuestro forro romano del canto y la danza y el amor a medialuz! Ouh, ouh, ouh. My apologies!... Público amable, amable público, pueblo de Cuba, la tierra más hermosa que ojos humanos vieran, como dijo el Descubridor Colón (no el Colón de Colón, Castillo y Campanario, no... Jojojó. Sino ¡Cristóbal Colón, el de las carabelas!)... Pueblo, público, queridos concurrentes, perdonen un momento mientras me dirijo, en el idioma de Chakespeare, en English, me dirijo a la selecta concurrencia que colma todas y cada unas de las localidades de este emporio del amor y la vida risueña. Quiero hablarle, si la amabilida proverbial del Respetable cubano me lo permite, a nuestra ENorme concurrencia americana: caballerosos y radiantes turistas que visitan la tierra de las gay senyoritaes and brave caballerros... For your exclusive pleasure, ladies and gentlemen our Good Neighbours, you that are now in Cuba, the most beautiful land human eyes have ever seen, as Christofry Columbus, The Discoverer, said once, you, happy visitors, are once and for all, welcome. WelCOME to Cuba! All of you... be WELLcome! Bienvenidos, as we say in our romantic language, the language of colonizadors and toreros (bullfighters) and very, very, but very (I know what I say) beautiful duennas. I know that you are here to sunbathe and seabathe and sweatbathe Jo jo jo... My excuses, thousand of apologies for You-There that are freezing in this cold of the rich, that sometimes is the chill of our coollness and the sneeze of our colds: the Air Conditioned I mean. For you as for every-one here, its time to get warm and that will be with our coming show. In fact, to many of you it will mean heat! And I mean, with my apologies to the very, very oldfashioned ladies in the audience, I mean, Heat. And when, ladies and gentlemen, I mean heat is HEAT! Estimable, muy estimado, estimadísimo público, ahora para ustedes una traducción literaria. Decía yo a mis amigos americanos, a los buenos vecinos del Norte que nos visitan, le decía, damas y caballeros, caballeros y damas, señoras y señoritas y... señoritos, que de todo tenemos esta noche... Le decía a la amable concurrencia norteña que pronto, muy pronto, en unos segundos, esa cortina de plata y lame dorado que distingue el escenario prestigioso de Tropicana, ¡el cabaret más lujoso del mundo!, le decía que el frío invernal bajo techo de esta noche de verano tropical, hielo del trópico bajo los arcos de cristal de Tropicana... (Me quedó bonito, ¿eh? ¡Di-vi-no!), este frío de los ricos de nuestro clima acondicionado, se derretirá muy pronto con el calor y la pimienta de nuestro primer gran show de la noche, al descubrirse esa cortina de plata y oro.


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BAJANDO SILVESTRE POR LA CALLE O




Archivo Barricada






Veníamos bajando Silvestre y yo en mi carro por la calle O, viniendo del hotel Nacional y atravesamos 23 y pasamos como un pedo por frente al Maraka y Silvestre me dijo Las luces y yo le dije ¿Qué? y él me dijo Las luces, Arden, que te van a meter una multa porque ya eran más de las siete y nada más que en bajar la lomita de O y atravesar 23 había oscurecido y en un convertible no es fácil darse cuenta si es de día o es de noche (ya sé que alguien va a decir que cómo es posible, que si yo sé lo que digo, que si no veo que un convertible es un carro abierto y todo se ve mejor: a esa persona o personas o muchedumbre puedo decirles que yo he dicho solamente que «en un convertible no es fácil darse cuenta si es de día o de noche», ver más arriba, y que todavía no he dicho si la capota está baja o subida, ya que no soy Pru, un amigo mío, Marcel Pru, fabricante de la bebida oriental que lleva su nombre, a quien le gusta lo prolijo más que el mantecado, para esas enumeraciones infinitas, lo que quise decir y no dije es lo que los felices propietarios de convertibles comparten conmigo sin que yo se los diga, de manera que lo digo solamente para aquellos que nunca han paseado en un convertible por el Malecón, entre cinco y siete de la noche, el 11 de agosto de 1958 a cien o a cientoveinte: esa regalía, esa buenavida, esa euforia del día que está en su mejor hora, con el sol de verano poniéndose rojo sobre un mar de añil, entre nubes que a veces lo echan a perder al convertirlo en un crepúsculo de final de película religiosa en Technicolor, cosa que no pasó ese día, aunque a veces la ciudad es crema, ámbar, rosa arriba mientras abajo el azul del mar es más oscuro, se hace púrpura, morado, y sube al Malecón y comienza a penetrar en las calles y en las casas y no quedan más que los concretos rascacielos rosados, cremosos, de merengue tostado casi por mi madre y eso es lo que yo iba mirando, y sintiendo el aire de la tarde en la cara y la velocidad entre pecho y espalda, cuando este Silvestre me sale con lo de Las luces) y encendí las luces. Tenía puestas, no sé por qué, las largas de carretera y la luz salió como un chorro horizontal de harina, de humo, de algodón de azúcar, hacia el fondo de la calle y Silvestre me dijo Las rubias pero le entendí Las luces de nuevo y le dije ¿No las estás viendo coño? y él me dijo Claro que las estoy viendo y se le pusieron los ojos así como un plato, como dos platos con un huevo (porque él tiene los ojos amarillos amarillos) en cada plato y el poco cuello se le botó de la camisa y toda la cabeza se le aplastó contra el parabrisas que yo creía que habíamos chocado y todavía no había sentido ni el ruido ni el tirón de la inercia, porque lo estaba mirando a él, a su cabeza, así, aplastada contra el parabrisas: cristal contra cristal frotando, y el carro, mientras, seguía embalado por la calle O y cuando miré (yo sabía que la calle estaba vacía, porque no por gusto que manejo hace cinco años) las vi y metí el pie hasta la tabla y frené en seco con un chirrido que el eco que hay casi llegando a Humboldt, convirtió en el lamento de alguien a quien le hubieran exprimido (tubo de pasta animada) allí mismo el alma por la boca. La calle se llenó de gente y tuve que pararme en la máquina como un político en la tribuna (casi pensé en comenzar diciendo «Pueblo de Cuba, una vez más nos congregamos etcétera») y gritar a voz en cuello Caballeros aquí no ha pasado nada. Pero la gente no estaba allí por nosotros.
Guillerme Cabrera Infante
Tres tristes tigres
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