Hijos de la negra, no han sido para decirme: suba a este taxi. Me vuelvo en autobús. Dedé, esto no te lo perdono. La prima… La prima se escapó con una manada de llanitos que esta noche armarán el gran jolgorio registrando el armario de Laurita. ¡Pobre Juani, y pobre Dedé, el muerto al hoyo y el vivo al bollo! Tú no, Juani. Tú no probarás ni las migajas del bollo. Esto te ha pasado siempre… Toda la vida. Pero nunca te enteras. Los cuentos de hadas… Las hadas no existen mi reina. Me han dejado sola. Esperando el autobús. Ni siquiera Momi se ha acercado a mí, él que esta mañana se mostró tan cariñoso. A la hora de la verdad, nadie. Te dejan sola como si fueras un perro. Eso es lo que eres. Un perro de mierda. ¡Hamruch, Hamruch! ¿estaré enamorada de ti? Por lo menos, eres lo único que tengo. ¡Qué bonito está todo! Mirando ese campo se olvida una de todo. Ese verdor. Esas flores amarillas. Son vinajeras. De pequeña yo me comía los tallos. Mamá, la descansada, decía que eran purgantes. Ganas me entran de comerme algunos tallos. No lo hago porque el autobús estará al llegar. Ya está aquí. Ni un alma. Una ciudad por donde los autobuses pasean vacíos es una ciudad fantasma. El cementerio siempre bonito. Mamá, nunca sabrás lo bien que estás. Dedé, has descansado, ya no tienes que preocuparte de nada. “Doña Mariquita de mi corazón…” ¿te acuerdas? Se acabó. Ahora a descansar. No quiero pensar. ¿Sabes qué te digo? Que no quiero pensar. María Luisa en un taxi, con la Momi. Yo, en autobús. La señorita Narboni en autobús. Maldita sea la hora… Nadie se acordó de mí en la despedida. Para ellos se quede. Mal fin tengan. Les entre un mal. Los taxis se estrellan en las cunetas, el autobús es más seguro.
(…)
¡Qué soledad! Esa es la finca de los Mdison, lo que quedó. Aquellas fiestas… mamá me las contaba. Lo que quedó. Esta ciudad se está pudriendo, en cualquier parte del mundo esto sería un solar rentable. Hasta los Lyons se fueron. Ya no queda nadie.
Ángel Vázquez
La vida perra de Juanita Narboni
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